Legislatura LII - Año I - Período Comisión Permanente - Fecha 19830724 - Número de Diario 30

(L52A1PcpN030F19830724.xml)Núm. Diario:30

ENCABEZADO

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA COMISIÓN PERMANENTE

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

"LII" LEGISLATURA

Registrada como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO I México, D. F., domingo 24 de julio de 1983 TOMO I. NUM. 30

SESIÓN SOLEMNE

SUMARIO

APERTURA

Previos los honores de ordenanza al C. licenciado Miguel de la Madrid Hurtado Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, la Presidencia declara abierta la sesión

HOMENAJE AL LIBERTADOR SIMÓN BOLIVAR

Con motivo de conmemorarse el bicentenario de su natalicio. Discursos pronunciados por los CC. diputados Enrique Soto Izquierdo del PRI, Héctor Ramírez Cuéllar del PPS, Alberto Salgado Salgado del PST, Baltazar Ignacio Valadez Montoya del PDM, Edmundo Jardón Arzate del PSUM, Gerardo Medina Valdez del PAN y senador Antonio Riva Palacio López del PRI

AGRADECIMIENTO

La Presidencia agradece al Primer Magistrado de la Nación, a los diputados y senadores de la actual legislatura y demás invitados, su presencia en esta sesión solemne

HONORES DE ORDENANZA

Al C. Presidente de la República

ACTA

Se da lectura al acta de esta sesión. Se aprueba. Se levanta la sesión

DEBATE

PRESIDENCIA DEL C. SENADOR MIGUEL GONZÁLEZ AVELAR

(Asistencia de 29 ciudadanos legisladores)

APERTURA

El C. Presidente (a las 11:05 horas): se abre la sesión, en cumplimiento del punto cuarto del programa para conmemorar el bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, aprobado en la sesión del 11 de mayo próximo pasado.

HOMENAJE AL LIBERTADOR SIMÓN BOLIVAR

El C. Presidente: Harán uso de la palabra en esta sesión solemne los siguientes ciudadanos legisladores, que oportunamente así lo solicitaron: diputado Enrique Soto Izquierdo, diputado Héctor Ramírez Cuéllar, diputado Alberto Salgado Salgado, diputado Baltazar Ignacio Valdez Montoya, diputado Edmundo Jardón Arzate, diputado Gerardo Medina Valdez, y senador Antonio Riva Palacio López.

Se concede el uso de la palabra al ciudadano legislador Enrique Soto Izquierdo, del Partido Revolucionario Institucional.

El C. diputado Enrique Soto Izquierdo: Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Miguel de la Madrid; ciudadano Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, licenciado José Miguel González Avelar; ciudadano Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, licenciado Humberto Lugo Gil; ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, licenciado Jorge Iñárritu:

El homenaje de hoy, señores legisladores, señoras y señores, a 200 años del nacimiento de Simón Bolívar, nos reafirma sobre todo las raíces comunes de la América Latina; nos reaviva la conciencia sobre la similitud de la situación de los países que la formamos; nos conduce a una revisión del alcance y las posibilidades

de nuestra solidaridad presente y futura.

La multitud de los Estados Latinoamericanos somos, sin embargo, como una gran Nación.

En un sentido sociológico al menos, hay tantas cosas que nos identifican por encima de nuestras fronteras, que somos como un solo gran pueblo que no se conoce suficientemente a sí mismo ni entre sus partes.

Ninguna zona geográfica del planeta, y menos aún de esta vastedad, tiene tanto en común como la América Latina; ningún grupo de pueblos se asemeja tanto como nosotros.

Hace poco menos de dos siglos casi todos éramos colonias de un mismo imperio, el español, y alrededor de 1810 casi todos iniciamos la lucha por nuestra independencia política, extendiéndose sobre una buena parte de las dos décadas siguientes hasta su culminación. Nacimos a la vida independiente. Muchos de nosotros como sociedades de castas, fundadas en una profunda desigualdad, no sólo jurídica, sino de hecho, entre los grupos indígenas marginados por la Colonia. Los negros y mulatos sometidos hasta entonces a la esclavitud; la amplia gama de los mestizajes y los españoles peninsulares y americanos. Desigualdad en la riqueza, en las oportunidades para adquirirla, en los papeles sociales asignados, en la educación, en la cultura; racismo y discriminación apenas atenuados por algunas expresiones doctrinales y por la tolerancia de los mestizajes y los mulatajes en condiciones vergonzantes.

La riqueza, la alta educación y el gobierno para los españoles europeos o americanos, para los criollos; las posiciones medias para los mestizos; el trabajo más duro para los negros; la marginación para los indígenas; gobiernos delegados, extranjeros, coloniales sin derechos ni ejercicio político para la enorme mayoría de los nacidos en suelo americano; gobiernos de rapiña y despojo, de autoritarismo y sojuzgamiento, sin apenas instancias de reclamación o de inconformidad, y menos aún de participación para los gobernados. Gobiernos débiles, sin embargo, en el fondo, sin otra sustentación que la remota autoridad real frente a los privilegios y a los intereses locales. Extensión del fanatismo y las persecuciones religiosas europeas a suelo americano; confusión interesada de los fines de la Iglesia y los del Estado, de los actos de la Iglesia y los del Estado y más confusión como resultado. En ausencia de verdadero gobierno fuerte, Iglesia fuerte, Iglesia Estado con muchos bienes terrenales, fuero, derecho y tribunales propios, cuerpos armados, contribuciones.

Por otro lado una economía de capitales ociosos, rentísticos, inmobiliarios, latifundísticos, usuarios; actividades productivas artesanales y sobre todo industrias frenadas; comercio exterior casi anulado, sometidos todos a monopolio y estancos coloniales; minería, actividad reina para el saqueo y la explotación; agricultura primitiva salvo algunos cultivos para la metrópoli; asentamientos humanos de ubicación minera o en todo caso estratégica y política, frecuentemente sin otra racionalidad económica, social o territorial.

De ahí venimos, sobre esas estructuras y contra ellas, se levantaron los pueblos en nuestros movimientos de independencia. En gran parte de la América del Sur, acaudillados por Simón Bólivar, bien llamado "El Libertador".

Bolívar encarnó por excelencia con las mas altas cualidades personales, el impulso de las fuerzas liberadoras anticolonialistas de la América Latina; en él y a través suyo se hacía sentir y se cumplió, como diverso grado o en toda la pléyade nuestros próceres, una nueva hibridación: la del pensamiento y los movimientos liberales, igualitarios y democratizadores europeos, la de las corrientes formadoras del moderno Estado soberano europeo y norteamericano, con sus propias y específicas bases de apoyo socioeconómico y político, con las dolidas y atrasadas estructura de Latinoamérica y el desesperado impulso de sus mejores fuerzas sociales para combinar la independencia y la modernidad, para alcanzar la actualización histórica, la recuperación del tiempo perdido. Bolívar fue uno de los primeros visionarios que advirtió las ventajas y posibilidades, que intentó la realización de algún género de unión entre las partes de la gran comunidad latinoamericana; vinculó en cierto modo bajo su gobierno, aunque precariamente a buen número de las comarcas que liberara y lanzó la idea y la iniciativa de una confederación perpetua de las naciones latinoamericanas, que diera permanencia, forma política y mayor amplitud a aquella vinculación.

Bajo diversas perspectivas, en distintos niveles de nuestro devenir, el impulso bolivariano, el de la liberación, el del avance igualitario, el de la democratización, el de la comunidad y la solidaridad latinoamericana, emergen y se renuevan en cada uno de nuestros pueblos.

No es capricho; es historia viva en el sentido más auténtico; desprendida de la autenticidad de nuestras herencias populares y proyectada hacia un destino común. Es así como puede entenderse que México desde su primer esfuerzo constituyente en la independencia, desde 1824, haya rendido a Bolívar el homenaje de incorporarlo a nuestra ciudadanía. Y por eso también el calor, la veracidad, la popularidad del homenaje que los Poderes de la Unión y esta Comisión Permanente en particular, vienen rindiendo en el bicentenario de su natalicio al Libertador. En cierto modo, seguimos siendo bolivarianos. En muchos modos seguimos siendo bolivarianos.

Existe la gran comunidad de los pueblos latinoamericanos. Su identidad esencial. Los latinoamericanos somos reconocibles y nos reconocemos mutuamente en cualquier rincón del mundo donde nos encontremos. Físicamente semejantes.

De nombres y apellidos familiares.

De lenguas afines aunque varíen los acentos. La cultura heredada, la escrita y leída o cantada y en gran parte los valores y estilo de vida nos comunican, nos enlazan, nos mueven. No es la uniformidad, es la similitud, el parentesco, la herencia compartida.

En una proporción significativa aunque en diverso grado, seguimos soportando la carga de nuestro legado colonial. La integración étnica inconclusa, la marginación indígena. La estratificación social con residuo de castas. La acentuada desigualdad. El atraso e inequidad educativa. La estrechez de los mercados. La no complementariedad de las economías. El atraso tecnológico e industrial. La desviación funcional de los capitales. El estado larvario del comercio de exportación y la dependencia de las metrópolis.

Los ideales bolivarianos persisten, se renuevan. Inspiran nuestros esfuerzos por darle un sentido práctico, económico y político a la comunidad social y cultural latinoamericana.

Por la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, por el Mercado Común Centroamericano, por el Grupo Andino, por los mecanismos de cooperación económica y suministro petrolero, por las consultas crecientes entre gobiernos latinoamericanos para fijar posiciones coordinadas en muchos foros internacionales, por la defensa conjunta de las posibilidades de autodefinición y desarrollo autónomo de los esquemas políticos en la región, como los del Grupo Contadora. Somos bolivarianos.

Hoy, bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, México confirma la vigencia de Bolívar.

No sólo por estos homenajes de aniversario, sino por la orientación de las acciones de un Estado nacido de un empuje revolucionario, que es expresión legítima y proyección del gran movimiento liberador de los pueblos de la América Latina.

Por eso proclamamos como nuestras metas el afianzamiento de nuestra independencia, la protección y desenvolvimiento de las libertades y los derechos humanos. El fortalecimiento de la rectoría del Estado en el desarrollo. El avance hacia una sociedad más igualitaria. La renovación moral y la democratización integral.

Porque somos bolivarianos, porque somos revolucionarios mexicanos. Muchas gracias.

(Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Héctor Ramírez Cuéllar, del Partido Popular Socialista.

El C. diputado Héctor Ramírez Cuéllar:

Señor Presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado; señor senador Miguel González Avelar, Presidente de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión; distinguidos invitados.

La conmemoración del bicentenario de Simón Bolívar representa una oportunidad para que los pueblos de América Latina consoliden su conciencia de unidad y de enfrentamiento común en contra del enemigo principal.

Simón Bolívar tuvo la visión política de percibir en 1822 que la política expansionista de los Estados Unidos representaría el mayor peligro y el obstáculo más formidable para el desarrollo independiente y democrático de nuestros pueblos.

Bolívar, inspirado en las ideas revolucionarias de la Ilustración, pensó que la unidad de las repúblicas de América en la base esencial no sólo para supervivir como naciones soberanas, sino también para llevar a los pueblos la justicia social. La lucha y los ideales anticolonialistas y antimperialistas del libertador son la herencia más valiosa y permanente que debemos asimilar, enriquecer y aplicar a las nuevas condiciones de América Latina los revolucionarios contemporáneos.

Los pueblos de América Latina, una vez que, históricamente, conquistaron su independencia política respecto de las viejas metrópolis coloniales, están luchando, en la etapa moderna, por conquistar su segunda y definitiva independencia, la económica, pero ahora con respecto al imperio del Norte.

Aquellas premoniciones de Bolívar sobre el peligro imperialista de los Estados Unidos se materializaron, sobre todo, después de la segunda Guerra Mundial. A partir de este momento, los grandes monopolios norteamericanos y las instituciones financieras de ese país volcaron sus capitales, inversiones y tecnología a las naciones de América Latina instituyendo y fortaleciendo una relación de subordinación capitalista, que se sustenta en la explotación material y humana y en la negación de los derechos políticos fundamentales.

No sólo el pensamiento de Bolívar, sino la propia experiencia histórica confirman que los pueblos de nuestro Continente tienen como enemigo principal al imperialismo norteamericano y que no existe ninguna base, ni objetiva ni subjetiva, para que los pueblos de América consideren a los Estados Unidos como un amigo o como un aliado. Desde la doctrina del "destino manifiesto" hasta la de concebir a Centroamérica como la tercera frontera de la Casa Blanca, el desarrollo de las relaciones interamericanas se ha fincado en el saqueo despiadado y permanente de nuestros recursos naturales, de las materias primas, hasta la agresión militar directa, pasando por el uso de las técnicas de la desestabilización de gobiernos progresistas y la subyugación financiera y tecnológica impuesta en la etapa moderna.

Bolívar no era partidario del panamericanismo, en el que se incluyera a los Estados Unidos, sino del latinoamericanismo considerando, con razón, que las realidades histórico - sociales de los primeros y las de las naciones situadas hacia el sur del Río Bravo eran no sólo diferentes en cuanto a sus rasgos esenciales, con un grado de desarrollo distinto en sus fuerzas productivas, sino lo que es más evidente, opuestas en cuanto a la forma de concebir la vida, los valores, las costumbres y los objetivos finales de esas sociedades. La reciente invasión de la Gran Bretaña a las islas Malvinas ha demostrado la profunda falsedad de ese panamericanismo, porque los Estados Unidos no sólo nos rechazaron esa agresión extracontinental, de conformidad con el espíritu del TIAR, sino que le prestaron el apoyo logístico necesario para el triunfo de las armas inglesas.

Las concepciones unionistas y antimperialistas de Bolívar tienen vigencia de cara a la realidad latinoamericana de nuestros días. La

absoluta mayoría de las naciones de nuestro Continente ha registrado un descenso en su crecimiento económico, se ha agudizado el carácter crónico de sus desequilibrios con el exterior y la deuda externa se ha convertido en una carga asfixiante para su desarrollo.

En esta hora y de cara a estos problemas que afligen a la región entera, inspirados en las ideas de Bolívar, se requiere una renegociación conjunta de la deuda externa, sobre todo entre México, Argentina y Brasil, la defensa conjunta de los precios de las materias primas en el mercado internacional y la concertación de mecanismos de colaboración y asistencia recíproca, a tenor del Trabajo de San José, que propicien una disminución de la dependencia exterior del conjunto de países latinoamericanos.

La unidad de América Latina se dificulta mucho a causa, entre otras razones, de que existen gobiernos, como los de Chile, Paraguay, Uruguay y otros que piensan y actúan más que en función de los intereses nacionales de sus pueblos, de los intereses y las indicaciones de las grandes instituciones financieras de los Estados Unidos y de las directrices del Departamento de Estado. La OEA, en estas condiciones, ha sido, en la mayor parte de sus intervenciones, un instrumento de la diplomacia estadounidense, más que de hermandad defensa y cohesión de las naciones latinoamericanas.

Si bien Bolívar lucho en su tiempo, por la democracia política, a la manera como la concebía la burguesía en ascenso en Europa, la victoria de la revolución cubana en el año de 1959 y su actual consolidación económica y política, inicia una nueva etapa en la vida de nuestros pueblos: la de la posibilidad histórica real de construir un sistema socialista, en el que se suponen problemas seculares y estructurales que padecen el resto de las naciones hemisféricas, precisamente en el área geográfica contigua a los Estados Unidos.

En fecha más reciente, el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua indica que es factible introducir cambios sociales radicales, profundos, que se aparten de la vía capitalista clásica o tradicional. Cuba y Nicaragua han concitado la solidaridad continental de los pueblos y esa solidaridad ha sido un obstáculo para los planes de avasallamiento por parte del imperio del Norte.

Si los gobiernos de América Latina han de inspirarse en las ideas anticolonialistas de Bolívar, no se deben involucrar en la carrera armamentista; se requiere el cese de la asistencia militar y política a las gorilocracias de Chile, Uruguay, Paraguay, Guatemala. El Salvador, para que los pueblos puedan decidir, en la libertad, su destino histórico, así como el régimen social que desean edificar; asimismo, se reclama el desmantelamiento de las bases militares que los Estados Unidos tiene en la zona del Canal de Panamá, Puerto Rico , Honduras, que son enclaves que ofenden la dignidad nacional y aproximan a América Latina a los efectos de un holocausto nuclear.

En 1826 Bolívar dijo: "Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias en el nombre de la libertad".

Ha sido en nombre de esa libertad que mientras por un lado se anuncia el apoyo a una solución pacífica y negociada en Centroamérica, se envía parte de la flota de guerra de los Estados Unidos para bloquear a Nicaragua, que exige el respeto debido a su autodeterminación nacional, tal como lo demanda el Grupo Contadora. Muchas gracias.

(Aplausos.)

El C. Presidente: Se concede en uso de la palabra al ciudadano diputado Alberto Salgado Salgado, del Partido Socialista de los Trabajadores.

El C. diputado Alberto Salgado Salgado: Ciudadanos representantes de los Tres Poderes de la Unión; ciudadanos embajadores; compañeros embajadores; escuchantes todos:

El Partido Socialista de los Trabajadores, como órgano político de transformación socioeconómica, está presente en este acto para adherirse al reconocimiento de la obra libertaria de Bolívar; pero más que exponer barrocamente sus andanzas históricas, abordaremos analíticamente su pensamiento, su conducta e influencia en el ámbito latinoamericano. Educado por Simón Rodríguez en las ideas enciclopedistas, en 1799 parte a Europa en donde su acervo político se acrecienta con las experiencias obtenidas en España, Italia, Alemania y Francia, en donde presencia la coronación de Napoleón, comentando al respecto; ¿hay seguridad para el pueblo en confiar en un solo hombre?

Después de 15 años de campañas, de historias y derrotas combinadas, se proclama la independencia de los países Sudamericanos, y dictador del Perú nuestro homenajeado.

Conquistadas esas libertades, las naciones caen en la anarquía y la disgregación debido a que la dirigencia revolucionaria entra en disputa por el poder por motivos de ambición personal, como suele suceder en estos casos; por falta de desarrollo ético y sentido social.

Como soldado se le reconoce su valor, tenacidad, voluntad férrea, arrojo y talento.

Como político fue influenciado por el libertador individualista francés, siendo por tanto un partidario exaltado de las libertades personales; se pronuncia en contra de la opresión, de la esclavitud por considerar que viola las leyes naturales y civiles; en contra del manejo arbitrario del poder, sustentando que los malos gobiernos tienen por causa la indolencia de los gobernados; que el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, de seguridad personal y estabilidad política; que los hombres nacen con derechos iguales a los bienes de la sociedad; que el arte de vencer se aprende en las derrotas; que en las buenas costumbres y no en la fuerza, es en donde están las columnas que deben sustentar las leyes, que la felicidad consiste en la práctica de la virtud o benevolencia.

Fiel a las ideas enciclopedistas, creyó que los pueblos necesitan de tutores, los que debían

provenir de la clase social y económica privilegiada, y que dichos pueblos no estaban en condiciones de construir una sociedad mejor que la que en esos momentos se daba.

Su punto político capital: Que el futuro de América requería de una federación poderosa de sus repúblicas, que garantizara su subsistencia, evitara las guerras civiles y la anarquía; traslada a esas ideas a la Constitución Boliviana; también sostuvo que un pueblo ignorante es instrumento de su propia destrucción; reconoció en 1828 que la aristocracia integrada por los adinerados, los militares, clérigos y profesionistas, fueron los que no aceptaron el cambio de condición de los pobres, por lo que debieron continuar sometidos y explotados.

Ideólogo de la guerra, aconsejó guardarse de EE.UU., que ya intentaba su política expansionista económica y militar, lo que se evidencia con la proclamación de la doctrina Monroe el 2 de diciembre de 1823, en la que se compromete ese país a oponer resistencia a las potencias europeas que se lancen a la conquista de los territorios de América ya liberados, pero en el fondo el propósito fue el de intentar adueñarse a futuro de éstos; el error de esta tesis estribó en no proponer la unificación de las repúblicas americanas, para impedir la restauración del régimen colonial español.

En marzo de 1830, enfermo, pobre y abandonado, deja el cargo de Presidente de Colombia, integrada por Venezuela, Ecuador y Nueva Granada. Muere el 17 de diciembre del mismo año desilusionado, pues dijo: el que sirve a una Revolución ara en el mar, termina deplorándolo todo, casi claudicante.

Sus rasgos negativos: altanería, fastuosidad, apego al poder, con tendencias dictatoriales.

ANÁLISIS DE SU OBRA

Lograda la independencia, erró Bolívar al no encabezar las fuerzas del pueblo, para hacer posible la implantación de las reformas planeadas: reparto de tierras a los indígenas, a los soldados, abolición de la esclavitud; medidas a las que se opusieron los nuevos opresores: los criollos. Nadie se preocupaba por el bienestar de las masas populares; no pudo explicarse esta situación creada porque esperó una reacción favorable y solidaria de todos, pero puede decirse que se debía a la falta de una concepción política con sentido más amplio, social; prevaleciendo un sentido individualista en los dirigentes: el poder debió compartirse por el pueblo y no sólo para los líderes, como ha acontecido en las demás revoluciones capitalistas, las que convertidas en gobierno se vuelven un peligro para los pobres, porque los marginan y explotan, haciéndolos consecuentemente infelices, hasta que se convencen tarde o temprano de que la única forma de acabar con su miseria es exterminando la causa que la ha generado.

Bolívar, como la demás insurgencia de América, lucha fundamentalmente por la libertad individual y política, esta última, como el derecho de las mayorías a darse el régimen o forma de gobierno que determinen, y aun cuando triunfaron, su misión quedó inconclusa, porque en sus planes no incluyeron la liberación de la esclavitud económica de las mayorías. Faltó a las luchas independentistas la bandera de la reivindicación económica, mediante la sustentación del principio de la igualdad material haciendo común el trabajo y el circulante.

Así pues, lo que se conquistó en esas luchas fue la formal igualdad jurídica, mediante la declaración constitucional del reconocimiento de los derechos individuales, lo que no se conquistó ni se ha conquistado aún, la igualdad económica, y por ella luchan ahora los países de América, en lo interno, tratando de introducir una estructura sociopolítica más justa, basada en la propiedad social de los medios de producción, lo que daría término a una injusticia social o desigualdad material entre los individuos; y en lo externo, contra los regímenes de expansión y dominio político, económico, militar, que son un obstáculo para el desarrollo integral de nuestros pueblos y un peligro para sus soberanías o poder de decisión autónomo, porque exportan sus capitales sobrantes o los invierten, obteniendo en ambos casos multiplicación de aquéllos, con desmesuradas utilidades derivadas de los intereses o de las ganancias, absorbiendo el producto social o trabajo de las naciones en desenvolvimiento, produciéndose así una despiadada explotación.

En los actuales tiempos, el punto medular es la instauración de la justicia económica, por otras vías políticas y otros sistemas autorizando nuestra Constitución en su artículo 39 el camino pacífico a la consecución del poder por la vía electoral cuando preceptúa: el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho a alternar o modificar la forma de gobierno, y es que las vías capitalistas ya dieron suficiente demostración de su insuficiencia debido a que tienen este impedimento de origen; permiten y fomentan la propiedad privada de los medios de producción, que es la fuente de toda desigualdad material, de toda explotación, de la formación de clases disputantes y consecuentemente, de toda injusticia.

No dudamos de que si existiera actualmente Bolívar, pugnaría por la transformación socialista de la sociedad para hacerla más solidaria, moral y progresista, porque el problema actual es de cambio hacia nuevas y mejores formas de justicia económica y de despertar ético, porque la ambición y codicia de los poderosos está a punto de extinguir al mundo, requiriéndose entonces educar ejemplarmente a los gobernados dentro de la solidaridad práctica o de intereses comunes, acabando con el individualismo egoísta, para entender que el principio fundamental de la vida es la unidad.

Nos preguntamos por qué los asuntos del mundo no mejoran, porque nos ha tocado vivir una época fecunda de gobernantes demagogos, mendaces, saqueadores, que más bien

gobiernan con palabras y simulación que con obras; pero si tales gobernantes se mejoraran éticamente, los asuntos marcharían mejor, porque los pueblos se fortifican con los hombres rectos, que no buscan desafortunadamente el afán de medro, que es lo que en gran parte ha desquiciado a las sociedades.

La historia nos enseña que la injusticia de los hombres y de los sistemas sociopolíticos son originadores de la pobreza social, por ello, demos ahora un empujón a la historia actual introduciendo la propiedad social de los medios de producción.

Así pues, nuestro grito de guerra es: abajo la explotación, pronunciándonos por una sociedad nueva, sin explotadores ni explotados, sin hambre ni lacras sociales, y el camino a tal objetivo está a la izquierda. (Aplausos.)

El C. Presidente: Se concede el uso de la palabra al ciudadano diputado Baltazar Ignacio Valadez Montoya, del Partido Demócrata Mexicano.

El C. diputado Baltazar I. Valadez Montoya: Señor Presidente de la República, licenciado Miguel de la Madrid Hurtado; señor Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, licenciado Miguel González Avelar, señores legisladores; distinguidos diplomáticos; señoras y señores:

Con esta Sesión Solemne de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, culmina la Semana Simón Bolívar, decretada para conmemorar el bicentenario del nacimiento del Libertador, que supo trascender la brevedad de la materia y la estrechez del espacio, como lo prueba su presencia universal y perenne.

El conocer a Bolívar, nos mueve a admirar al militar, al orador, al escritor, al político y al estadista, pero sobre todo al hombre, cuya vida es testimonio espléndido de búsqueda apasionada de justicia y de lucha sin límites por la libertad.

Por ello, los actos realizados con tanta sobriedad, brillantez y acierto durante la Semana Simón Bolívar, al igual que esta magnífica Sesión Solemne, no pueden ni deben ser ritual hueco por ausencia de significado, ni ceremonia estéril por ausencia de propósitos sino motivo de profunda reflexión y decidido compromiso frente al pensamiento y los ideales bolivarianos, lejanos por el tiempo de su origen, pero presentes, dramáticamente presentes ante una América Central convulsionada y ante una América Latina angustiada que sigue buscando dolorosa y tercamente la justicia vivida en el seno de sus pueblos y su independencia cultural, económica y política, ante todas las naciones del mundo.

Por nuestra conciencia de unidad, por nuestra vocación solidaria, por la identidad de nuestra raza, lengua, cultura y religión, para México y para los mexicanos los ideales bolivianos son ahora llamado y convocatoria para que nada de lo que acontece en Latinoamérica, nos parezca indiferente. Por esta adhesión nos regocijamos con las conquistas y los avances de nuestros pueblos hermanos, lo mismo que padecemos con sus rezagos, sus angustias y sus dolores.

Nos preocupa, en consecuencia, la gran amenaza contra la paz que pesa sobre nuestro continente, particularmente sobre Centroamérica.

Al referirla, no pensamos en la amenaza de las armas nucleares, sino en la otra, que los latinoamericanos conocemos mejor que las armas nucleares: el subdesarrollo material y moral de nuestros pueblos.

Esto, es tan inmediato y permanente como las armas nucleares, pero para nuestro juicio, todavía más grave, pues el subdesarrollo que padecen nuestros pueblos, constituye, de hecho, una ruptura actual de la paz.

Las carencias, el retraso y la miseria que sufren los pueblos latinoamericanos, lo mismo que su desigualdad creciente frente a las naciones privilegiadas, conducen trágica y fatalmente, a tensiones y revueltas que engendran los conflictos locales e internacionales.

Si no caemos en la puerilidad de explicar la agitación en nuestro continente por causas simplistas y superficiales, aceptaremos que en la base, que en la raíz de nuestras tensiones y de nuestros conflictos, figura ese mal que se llama subdesarrollo.

Cada año, la miseria, el hambre y la enfermedad que lleva consigo, provoca en el llamado "Tercer Mundo" tantos muertos como los cuatro años de la segunda Guerra Mundial.

Este impuesto de sangre que paga el mundo subdesarrollado en el que se ubica Latinoamérica, es cada vez más intolerable, pues lo nuevo de todo esto, escribiera el doctor Pedro Velázquez, es que el hombre de nuestros tiempos ya no se resigna a vivir en la miseria, a no ser nadie, quiere ser tratado como hombre, quiere participar y quiere decidir su destino.

Los hombres latinoamericanos que esto queremos y que esto anhelamos, debemos descubrir o redescubrir en la esencia de los ideales, las luchas y los proyectos bolivarianos, el camino para el cambio, la fórmula para la metamorfosis de lo salvaje a lo humano.

EL proyecto bolivariano de integración es, insistimos, de dramática vigencia. Junto a él, creemos que debe colocarse el imperativo de desarrollo, muy a pesar de quienes en América Latina no quieren hablar de desarrollo, sino de Revolución.

La palabra a nosotros no nos asusta, si con ello quieren expresar que se hace indispensable el cambio rápido y radical de lo malo a lo bueno y de lo bueno a lo mejor, el cual no puede darse mediante la imposición de dictaduras civiles o militares, ni mediante el predominio de las hegemonías estrangulantes, mucho menos de los totalitarismos esclavizantes.

Así lo demuestran los hechos y así lo prueba la historia.

En nuestros pueblos hay otros que no quieren hablar de desarrollo, sino de integración.

Sin embargo, integración y desarrollo, escribe

el doctor Velázquez, no son conceptos antitéticos, pues al subdesarrollo corresponde el desarrollo y a la marginalidad la integración.

Ahora, al celebrar el bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, albergamos la firme esperanza que se despierte entre todos los pueblos y los gobiernos latinoamericanos la conciencia de integración, sin la cual no pueden realizarse nuestros destinos nacionales.

Movidos por el espíritu bolivariano y nuestra fe latinoamericanista, nos solidarizamos con las proposiciones de paz del Grupo Contadora, en el que participan los gobiernos de México, Colombia, Venezuela, Panamá y Costa Rica. Las potencias y las naciones en conflicto, deben oír y caminar por los senderos que señala Contadora.

Latinoamérica debe ser y será para los latinoamericanos. La integración y la solidaridad harán posible el rompimiento de muros que dividen y empequeñecen a nuestra América Latina, que puede y debe ser tan grande como lo soñó Bolívar, el Libertador. Muchas gracias.

(Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el ciudadano diputado Edmundo Jardón Arzate, del Partido Socialista Unificado de México.

EL C. diputado Edmundo Jardón Arzate: Señor Presidente del Congreso de la Unión;

Señor Presidente de la República;

Señores Embajadores;

Colegas del Poder Legislativo Federal;

Distinguidos invitados especiales;

Respetable público.

Qué se puede decir de Simón Bolívar que no se haya dicho ya.

Nada.

Lo mismo ha sido elogiado que censurado por sus contemporáneos, que por quienes no lo han sido. De sus hazañas militares, de su genio político de su patriotismo y de su heroísmo, de la firmeza de su voluntad y hasta de su vida íntima, mucho se ha dicho y escrito.

Así tenía que ser y así seguirá siendo. Se ha hablado de sus aciertos y de sus errores; de su debilidad o de su entereza. Se ha cargado el acento en uno u otro aspectos de su quehacer, de su conducta, tal y como el mismo llegó a exigirlo: "Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero y se juzgue con imparcialidad. Es justo y necesario que yo satisfaga a quienes haya ofendido, que se me indemnice de los cargos erróneos, a lo cual soy acreedor". Porque es lo cierto, como lo ha comentado uno de sus estudiosos, que "No fue el de Bolívar el camino fácil y franco, despejado y tranquilo", como no lo ha sido el de nadie que se entrega a una causa social, política, revolucionaria. Más aún si esa entrega se da a sabiendas que se pone en juego la existencia misma.

Nada se puede decir de Bolívar que no se haya dicho ya. Desde sus iniciales propósitos por contribuir a la independencia de la tierra donde nació, hasta ver consumado como actuar principal, no sólo eso, sino, ensanchado el horizonte, el gérmen grancolombiano y, todavía más, la anfictionía americana, ninguna faceta de la vida de Bolívar a escapado a sus biógrafos, a quienes lo han estudiado con simpatía o con animadversión, a los historiadores.

Y sin embargo, si como pretérito nada se puede agregar, de lo pretendido por Bolívar mirando hacia el futuro, todo o casi todo es presente y sigue siendo futuro.

Mirar esta América nuestra, la de nuestros días, y cotejarla con el pensamiento político bolivariano, es lo que le da fuerza, vigor y vigencia histórica a Simón Bolívar, ya no por lo que él y los suyos hicieron en el momento que les tocó vivir, sino por lo que a nosotros nos toca hacer.

El, soldado, genio de la guerra, sabía y era sabio al afirmar que "en vano las armas destruirán a los tiranos si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de la revolución", porque "el sistema militar es el de la fuerza y la fuerza no es gobierno".

Pero allí están presentes en esta América nuestra, la de nuestros días, los regímenes, militares; los de la fuerza que no son gobierno en Chile, en Argentina, en Uruguay, en Paraguay, en El Salvador, en Guatemala, en Haití, en chocante y maldita negación de lo que Bolívar, soldado entre soldados, apuntaba como tarea para quienes por vocación, por necesidad o por exigencias de las circunstancias han de valerse de las armas: "Nuestros soldados han combatido por salvar a sus hermanos, esposas, padres e hijos; mas no han combatido para sujetarlos", porque solamente hemos de "ser libres bajo los auspicios emanados de la fuente más sagrada, que es la voluntad del pueblo", para que haya solo "una clase de hombres" en la que todos sean ciudadanos. Allí están en esos países los tiranos, los dictadores, para satisfacción, más que de privilegiadas minorías locales, de intereses que ya Bolívar presentía como el obstáculo, el enemigo al que habría que enfrentar, detener y vencer, para que su América, nuestra América, Latinoamérica, fuera como él la quería y por la que luchó: unida, independiente, libre y soberana. Ese enemigo, ese obstáculo al que hoy llamamos imperialismo yanqui.

Porque Bolívar anhelaba, todos lo sabemos, una unión de pueblos. Soñaba con "una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo" estableciendo "una inalterable armonía en las operaciones de sus respectivos gobiernos" para "hacerlos formidables a nuestros enemigos y respetables a las demás naciones".

Lo anticipó desde 1811 y lo reiteraría en numerosas ocasiones hasta darle cuerpo en la invitación a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires, para reunirse por medio de embajadores o diputados en Panamá, con el objeto de formar una confederación y establecer un alto cuerpo político internacional "que sirva de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando

ocurran dificultades y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias".

Por una fortuita coincidencia, hoy, cuando celebramos el bicentenario del natalicio de Simón Bolívar, cuatro pueblos, cuatro naciones, cuatro gobiernos, el Grupo de Contadora, Venezuela, Colombia, Panamá, México retoman, retomamos el contenido, los principios de aquella invitación inicial al Congreso Anfictiónico, en procura de conseguir que en la región centroamericana los conflictos que la agobian sean resueltos mediante la negociación, la no intromisión y en respecto a la autodeterminación de cada pueblo, de cara y frente a los necios, tuzados y obsecados manipuleos, maniobras militares amenazadoras e intervencionismo cínico del gobierno imperial que preside Ronald Reagan.

Sí. Aquellos designios imperiales pudieron convertirse finalmente en factor decisivo para hacer fracasar en 1827 el Congreso Anfictiónico, pero no sus principios, no su contenido que hoy vuelven a alentar como lo soñaba Bolívar en todos los pueblos latinoamericanos. Ignora Ronald Reagan lo que sí sabía y escribió al Ministro de la Gobernación de Ultramar, el teniente general Pablo Murillo, jefe de las fuerzas que combatían al Libertador en Venezuela: que los latinoamericanos queríamos ser independientes, que así lo repetíamos "sin dejar las armas de las manos", que así "lo repetirán siempre".

Lo ignora Ronald Reagan y lo que acabará por imponerse son los principios de la invitación al Congreso Anfictiónico, materializados hoy en los trabajos del Grupo de Contadora y en los esfuerzos de todos aquellos pueblos y gobiernos que creen en y defienden la autodeterminación, la no intervención, la solución pacífica de los conflictos.

Nada se puede agregar a lo que se ha dicho y escrito acerca de Bolívar y de su obra, pero queda por hacer gran parte de lo que él quería para nuestros pueblos.

Porque Bolívar no ha muerto y se realiza en Cuba, en Nicaragua, en los guerrilleros salvadoreños y guatemaltecos, en los obreros chilenos. Si Neruda lo conoció en la boca de los cañones del Quinto Regimiento en España, yo lo conozco aquí, hecho pueblo de México; hecho pueblo de América. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene uso de la palabra el ciudadano diputado Gerardo Medina Valdez, del Partido Acción Nacional.

El C. diputado Gerardo Medina Valdez: Simón Bolívar Palacios y Blanco:

Los que creemos que la vida del hombre no termina con la muerte, porque es inmortal el espíritu que lo anima y que habla también por nuestra raza - la inmensa mayoría de esta América amadísima cuya unidad imploraste hasta en tus últimas palabras - , te pedimos dejes tu eternidad unos minutos y estés entre nosotros, al conmemorar tu nacimiento hace doscientos años en Caracas, renovada la ciudadanía que te otorgamos en 1824, un año antes de que Bolivia te nombrará Presidente, el Perú Dictador y Venezuela Presidente Libertador.

Que tu caballo que bebió en el Plata, el Amazonas y el Orinoco, apague mientras su sed en las aguas del Bravo.

Por mucho más que esa ciudadanía, nosotros los mexicanos nos sentimos en deuda muy honda contigo, Simón Bolívar: no podemos olvidar que ya en tu Carta de Jamaica, en 1815, el año en que perderíamos a nuestro Gran José María Morelos, proponías a México, nuestra patria como "la Metrópoli" de tu sueño de unidad latinoamericana. En ese año también, nuestro Vicente Guerrero te llamó para que te pusieras al frente de nuestras tropas. Pero lo que más pesa en nuestra deuda contigo, es que después del fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá, sus pocos plenipotenciarios acordaban reunirse en Tacubaya sin cumplirlo nunca, y que por eso haya sido aquí en donde quedó para los historiadores sepultada, en 1828, tu llamada "utopía confederacionista" latinoamericana.

No, no, Simón Bolívar; ni consideramos utopía tu afán de integración latinoamericana, ni hay por tanto sepultura para ella en Tacubaya, porque sí hubo y sigue habiendo en este planeta una región que reúna tantas condiciones para hacer factible su integración, esa es Latinoamérica: hijas de la misma madre, España, en mestizaje con nuestros pueblos y sus culturas, hasta que de ella nos separamos en desgarramiento de pólvora, espada, lanza y sangre, quedamos con la misma lengua, con la misma religión y el mismo altísimo concepto de la dignidad como personas y como pueblos.

¿Qué ha sido, entonces, Simón Bolívar, lo que ha impedido integrarnos latinoamericanamente, al extremo de que aún vivías cuando ya las cinco naciones que engendraron tu espada y tu palabra se disgregaban y dos de ellas se declaraban la guerra?

Es cierto que Carlos Marx, el mismo que sostuvo que lo mejor que podía ocurrir a nuestros pueblos era ser absorbidos por Estados Unidos, llegó a considerarte "un cerdo cobarde, vil y miserable", y que Mitre osó llamarte "ratero del poder", que mientras alertabas contra la potencial hegemonía de Estados Unidos, buscabas el apoyo del interesado imperio británico, y que estuviste ligado a la Logia Americana desde 1803.

No fuiste ciertamente inmune a las pasiones y los errores, pero las superaron con creces tu renuncia a la vida muelle que te deparaba tu cuna de mantuano rico; tu genio militar no igualado por nadie; tu vocación de Libertador por antonomasia; tu rechazo a la corona que te ofrecían; tu terca pasión por la integración latinoamericana, y tu humildad al ponerse en paz con Aquel en quien pensabas cuando exclamaste: "¡Viva el Dios de Colombia!", por mediación de un oscurísimo cura pueblerino.

Te quejabas con Juan José Flores en 1828; "¿Qué objeto puede haber en un pueblo donde ni la gloria ni la felicidad estimulan a los

ciudadanos?" No, Simón Bolívar: lo que ha sucedido es que desde tu tiempo a nuestro tiempo los pueblos latinoamericanos ha puesto su trabajo y su sangre, pero han sido oligarquías civiles y militares las que se han apropiado de la gloria y la felicidad.

Tú habrás visto, Simón Bolívar, cómo del Congreso idealistamente anfictiónico de Panamá hasta el Grupo Contadora, simbólicamente allí mismo constituido, quedó cerrado un ciclo, un ciclo de siglas y pactos, de conferencias y tratados, pero todo siempre reducido a lo comercial o a lo militar, siempre ajeno al estrechamiento de valores espirituales comunes; siempre rehuyendo enfrentar a fondo el reto de la efectiva integración latinoamericana, y por eso los pueblos, tus pueblos, Simón Bolívar, siguen estando marginados de las grandes decisiones sobre sus destinos, y en sólo contados países has podido ver correr los riesgos internos de la democracia, y que en el resto sean facciones o familias y hasta un solo individuo, quienes concentran el poder, mientras se juegan a los pueblos "todos los días a la suerte de los dados".

Aun así, es posible que retoñe de nuevo la esperanza, si Contadora no esquiva el sentido original, directo, de las palabras de una lengua que es la tuya. Simón Bolívar, para comenzar en serio a pagar nuestra deuda pendiente contigo desde Tacubaya.

Nos hace falta Simón Bolívar, para encarnar tu ideal de la integración latinoamericana que rebasemos los "doce años" que tú pedías para que tus proyectos fraguaran; que actuemos como países adultos, sin complejos y sin miedos; que derribemos, con participación política decidida y organizada, los muros de los intereses oligárquicos que pesan sobre nosotros; consumar la integración democrática interna, antes de andar predicando integraciones continentales, en tanto muchos pueblos quedan sometidos a espadones o dictaduras que les prometen falaces "paraísos repentinos".

Necesitamos dar, hacer viva la conclusión natural de nuestros comunes orígenes: el fortalecimiento de una profunda conciencia de hispanidad, porque como bien decía el mexicano Efraín González Luna, "La Hispanidad es el cuerpo y el alma de un consorcio supranacional ligado por un triple vínculo: la estirpe espiritual, la comunidad histórica y el parentesco racial", que respetando las plurales características propias - "Cada uno su voz, todos la misma llama", diría nuestra poetisa Dolores Castro - y sin pretender articular a nuestras naciones "a ningún mecanismo político" coercitivo, nos daría la consistencia granítica de un frente común, para repeler cualquier intento imperial, de Estados Unidos, de la Unión Soviética o de quien fuera.

No es fácil, Simón Bolívar, y tú lo comprobaste hasta la decepción. Pero qué habría sido de nosotros, si los padres de nuestras naciones hubiesen abandonado la lucha a la primera derrota: tú, Simón Bolívar, nos dejaste, entre muchos, el ejemplo formidable de cruzar Los Andes en la peor época del año y por el paso más peligroso, el de Pisba, para dar y ganar en seguida, físicamente desgarrados, la gloriosa batalla de Boyacá.

Señor Presidente de la Comisión Permanente del Congreso Mexicano; señor Presidente de la República, licenciado Miguel de la Madrid; señores embajadores de los países bolivarianos y de España; legisladoras y legisladores mexicanos, distinguidos invitados:

Llenad vosotros con vuestros mayores conocimientos y vuestra generosidad, los muchos huecos de esta voz que desde la oposición política, se suma al homenaje de México al Libertador. Fortalezcamos nuestra Hispanidad; acorazados en ella podremos mirarnos y tratarnos en respeto y dignidad entre nosotros, y todos nosotros con los demás pueblos de este Continente, desde el Cabo de Hornos hasta el Canadá, y con los pueblos y gobiernos de todas partes. Sacrifiquemos en el ara de esta causa todo interés indigno. "Libertad o muerte" - puso Bolívar en el banderín de su lanza - . "Resistiréis hasta la muerte" - ordenó al sitiado Urdaneta - . Habrá derrotas como la de Puerto Caballo y La Puerta, pero estemos seguros de que siempre habrá un Junín y un Ayacucho de victorias definitivas para asegurar, unidos, nuestra independencia y nuestra paz en la justicia. (Aplausos.)

El C. Presidente: Tiene la palabra el C. senador Antonio Riva Palacio López, de la Fracción Parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional.

- El C. senador Antonio Riva Palacio López: Ciudadano Miguel de la Madrid Hurtado, Presidente de la República; ciudadano Miguel González Avelar, Presidente de la Comisión Permanente del honorable Congreso de la Unión; ciudadano Jorge A. Iñarritu, Presidente de la honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación; ciudadano diputado Humberto Lugo Gil, Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados; ciudadanos senadores; ciudadanos diputados: señores embajadores de los países bolivarianos; señoras y señores:

En el Congreso de México, rendimos hoy el homenaje del más acendrado respeto y admiración a Simón Bolívar, hombre que luchó por la libertad, que murió por la integración en la libertad y que nace a la inmortalidad por la libertad que obtuvo para que los pueblos de América.

Lo hacemos reconociendo su profunda vocación libertaria, por la que José Martí escribiera: "Bolívar recorrió más tierras con las banderas de la libertad que ningún conquistador con las de la tiranía", o que a él mismo lo impulso a escribir: "el título de Libertador es

el mayor honor de cuantos ha recibido el orgullo humano" o como diría el poeta Lasso de la Vega; "Bolívar desdeñaba el imperio por un laurel más claro: el de Libertador".

Al conmemorar el bicentenario, el ánimo se inclina al ejercicio de la biografía; tal vez debería hacerse aquí el esbozo de la vida del héroe a quien se rinde homenaje. Relatar que nació el 24 de julio, hoy hace 200 años, dónde y que estudió, cómo se hizo soldado y cómo templó su espíritu, después de haber preparado su mente, para vivir hasta los 47 años, entregado al culto y el ejercicio de la libertad, pero yo creo que nada de eso es necesario; si queremos aquilatar la valía de "El Libertador", sólo habrá que recordar, como compendio de su biografía, aquel 15 de agosto de 1805, en que juró no dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma, hasta romper las cadenas que oprimían a su patria, y la fidelidad asombrosa con que cumplió su palabra.

El 23 de mayo de 1913, un ayuntamiento, célula básica de todo organismo político y democrático, le da por primera vez, a Simón Bolívar, el título de "El Libertador".

Bolívar encarna, en esta América nuestra, los ideales de libertad, los ideales que el pueblo de México ha perseguido obstinadamente en todo el devenir de su historia.

El pueblo de México, autor principal de su proceso histórico, siempre ha transitado por los senderos que le marcan los ideales de libertad, encabezado en las diferentes etapas de su historia por hombres que, como Bolívar, tenía por meta ese ideal de libertad. El pueblo que engendro a Hidalgo, a Morelos, a Guerrero, a Juárez, a Madero, a Zapata y a Cárdenas, se hermana intensifica con los pueblos de la república de Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Panamá y Bolivia, que condujo Bolívar, y en esta hora de prueba del mundo americano, anhela imprimir en la divisa de los países de Latinoamérica una sola palabra:

LIBERTAD

Libertad política, libertad económica, libertad cultural, libertad para autodeterminarse y darse la forma de gobierno que cada pueblo quiera. Esta es la esencia de la política del pueblo y del gobierno de México, y esta es ocasión propicia para que la realidad, que no leyenda de Simón Bolívar y sus ideales, se fundan las más puras tradiciones de la democracia mexicana, fortaleciendo el ánimo, para luchar en todos los foros y con todas nuestras fuerzas, por la paz, la justicia y la libertad.

Así, hemos concurrido, y seguiremos concurriendo a todos los organismos internacionales que promueven la cooperación entre los pueblos; así se ha integrado el Grupo Contadora, que busca para nuestros hermanos centroamericanos la paz en la justicia, dentro de la libertad: la justicia compartida que intensifica a los pueblos de Latinoamérica y los une en idénticos propósitos de legítima hermandad, que mueve acciones que liquiden nuestros problemas ancestrales y que presenta un sólido frente de latinoamericanidad a nuestros comunes enemigos; que nos permitirá alcanzar una integración solidaria en nuestro pluralismo, con respecto de nuestras peculiares diversidades. Raza e historia unen a los pueblos latinoamericanos, ideales comunes de sus próceres les dan destino común, destino que se encarna en Morelos, Martí, Sucre, San Martín y Bolívar, a quien hoy, explícitamente, rendimos justo y merecido homenaje.

Quizá no ha llegado el momento de la grandeza de Latinoamérica, tal vez nuestros pueblos deban de seguir luchando por superar sus carencias y necesidades, pero en tanto mantengamos enhiesta, como meta absoluta para mantener nuestra identidad, la libertad por la que luchó Bolívar, habrá esperanza de que, unida, América alcanzará la justicia en la libertad.

Decía apenas ayer Miguel de la Madrid, "somos, de origen, la misma nación, con diversas creaciones nacionales, con un denominador común de una identidad cultural, identidad en la vocación por la democracia, la libertad y la justicia". Hoy, reafirmamos esa profunda vocación latinoamericana que el Congreso Mexicano ha puesto de manifiesto reiteradamente, y que es, en los albores de nuestra Independencia, una de las primeras expresiones de la política exterior de México.

Como lo afirmara recientemente el Presidente de la República, es la vocación que nos lleva a los mexicanos a preocuparnos, en forma constante, por nuestros países hermanos de América Latina, y a buscar cada día un acercamiento mayor con ellos, en todos los campos, en la cooperación política, en la economía, y en la cultura. Esta es nuestra mejor colaboración a las celebraciones del bicentenario del natalicio de Simón Bolívar.

Ratificamos enérgicamente que el pueblo y el gobierno de México sostienen, firmemente, que el respeto al derecho de los pueblos para autodeterminarse políticamente en la paz, la democracia y la justicia, es la única forma de alcanzar el ideal boliviano de la libertad. (Aplausos.)

AGRADECIMIENTO

- El C. Presidente: La mesa directiva de la Comisión Permanente del Honorable Congreso de la Unión agradece la presencia distinguida y honrosa del C. Presidente de la República, del C. Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del C. Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, de los compañeros diputados y senadores, de los altos funcionarios de la Federación aquí presentes, de los representantes de las Legislaturas de los Estados que nos acompañan, del Honorable Cuerpo Diplomático, de las representaciones populares que nos acompañan ahora.

Creo que entre todos hemos testimoniado hoy la fidelidad y la adhesión irrestricta de las instituciones y del pueblo de México a los ideales bolivarianos. Muchas gracias a todos.

- El C. secretario senador Rafael Cervantes Acuña: Señor Presidente esta Secretaría informa que se han agotado los asuntos en cartera.

HONORES DE ORDENANZA

- El C. Presidente: Ríndanse los honores de ordenanza al C. Presidente de la República.

ACTA

- El C. secretario senador Rafael Cervantes Acuña:

"Acta de la sesión solemne de la Comisión Permanente de la Quincuagésima Segunda Legislatura del H. Congreso de la Unión, efectuada el día veinticuatro de julio de mil novecientos ochenta y tres.

Presidencia del C. senador Miguel González Avelar.

En la ciudad de México, a las once horas y cinco minutos del domingo veinticuatro de julio de mil novecientos ochenta y tres la comisión designada al respecto, introduce al salón de sesiones al C. licenciado Miguel de la Madrid Hurtado, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, y una vez que se le rinden los honores de ordenanza, con asistencia de veintinueve ciudadanos legisladores, la Presidencia declara abierta la sesión solemne, en cumplimiento del punto cuarto del programa para conmemorar el bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, aprobado en la sesión del 11 de mayo del año en curso.

A continuación, para rendir homenaje al Libertador Simón Bolívar, hacen uso de la palabra los CC. diputados Enrique Soto Izquierdo del Partido Revolucionario Institucional; Héctor Ramírez Cuéllar del Partido Popular Socialista; Alberto Salgado Salgado del Partido Socialista de los Trabajadores; Baltazar Ignacio Valadez Montoya del Partido Demócrata Mexicano; Edmundo Jardón Arzate del Partido Socialista Unificado de México; Gerardo Medina Valdez del Partido Acción Nacional y senador Antonio Riva Palacio López del Partido Revolucionario Institucional.

La Presidencia agradece al Primer Magistrado de la Nación y a los distinguidos invitados, su presencia en esta sesión solemne.

Después que la Presidencia ordena se rindan los honores de ordenanza al C. Presidente de la República, licenciado Miguel de la Madrid Hurtado, la misma comisión que lo introdujo, le acompaña al retirarse del salón."

Está a discusión el acta... No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba... Aprobada. Se levanta la sesión solemne.

El Oficial Mayor,

Lic. José González Badillo Ortiz