Legislatura LII - Año III - Período Ordinario - Fecha 19841205 - Número de Diario 33
(L52A3P1oN033F19841205.xml)Núm. Diario:33ENCABEZADO
Diario de los Debates
DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS
"LII" LEGISLATURA
Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos, el 21 de septiembre de 1921
AÑO III México, D. F., miércoles 5 de diciembre de 1984 TOMO III. NÚM. 33
SUMARIO
SESIÓN SOLEMNE
APERTURA
La Presidencia informa que se recibirá en esta sesión al doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia, quien se encuentra en nuestro país en visita de Estado
RECIBIMIENTO DEL VISITANTE
Una vez que el doctor Belisario Betancur hace acto de presencia, la Presidencia le da la bienvenida y expresa conceptos, concernientes al visitante, a México y Colombia
MENSAJE DEL DOCTOR BELISARIO BETANCUR
Dirigido a la Asamblea con motivo de su visita
DISCURSO DEL DIPUTADO JOSÉ CARREÑO CARLÓN
En ocasión a la visita del doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia
MEDALLA ALUSIVA A LA LII LEGISLATURA
Una vez que la Presidencia hace entrega de la medalla expresada al distinguido visitante, dirige palabras alusivas a los conceptos vertidos por el doctor Belisario Betancur
ACTA DE LA PRESENTE SESIÓN
A la cual la Secretaría da lectura. Se aprueba. Se levanta la sesión
DEBATE
PRESIDENCIA DEL C. ENRIQUE SOTO IZQUIERDO
(Asistencia de 357 ciudadanos legisladores)
APERTURA
El C. Presidente (a las 11:45 horas): - Se abre la sesión solemne de esta Cámara de Diputados, para recibir al excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia, quien se encuentra en México en visita de Estado.
Se designa en comisión para recibir e introducir al excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia y a su comitiva, a los siguientes ciudadanos diputados: Humberto Lugo Gil, Bernardo Bátiz Vázquez, Rolando Cordera Campos, David Orozco Romo, Ricardo Antonio Govela Autrey, Jorge Cruickshank García, Víctor Alfonso Maldonado Moreleón, Armida Martínez Valdez, Carlota Vargas Garza, Carlos Luis Barrios Honey y Amador Toca Cangas.
Se ruega a la comisión designada cumpla, en el momento oportuno, con su cometido.
Se declara un receso en espera del excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia.
(RECESO.)
RECIBIMIENTO DEL VISITANTE
El C. Presidente: - Se reanuda la sesión.
(La comisión designada cumple con su cometido.) (Aplausos.)
El mismo C. Presidente: - Excelentísimo señor doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia: Honorable Asamblea: Esta representación popular da por mi conducto la más cordial, la más afectuosa bienvenida al Jefe del Poder Ejecutivo de la República de Colombia. (Aplausos.)
Ningún protocolo expresaría suficientemente los sentimientos de amistad que unen a Colombia y a México, desde la independencia de nuestros países coincidentes en el tiempo
y en sus orígenes, nos hermanó la lucha por afirmar la soberanía de nuestras naciones, por definir el perfil de su personalidad y por fortalecer todos los campos la gran comodidad de los pueblos latinoamericanos.
Bolivarianos y Juaristas a la vez, México y Colombia comparten sus más esenciales ideales y vocaciones históricas: independencia nacional, latinoamericanidad y entre los individuos como entre las naciones, respeto al derecho ajeno como único fundamento valedero de la paz.
La generosidad del sentir colombiano hacia México tiene constancia desde que Colombia designara por primera vez a nuestro don Benito Juárez como Benemérito de las Américas.
Bolívar, tan colombiano como venezolano, es también mexicano por nuestra admiración, nuestra solidaridad y nuestra identidad en las aspiraciones.
Apenas el día de ayer en un encuentro entre el Jefe Ejecutivo mexicano, el Presidente Miguel de la Madrid y el Jefe del Ejecutivo colombiano, el Presidente Belisario Betancur, éste expresaba a sí mismo, juicios generosos, juicios de profunda simpatía política con el proceso de la Revolución Mexicana.
Contadora y el papel de Colombia, y de México en su concertación y en sus gestiones de paz, no son por eso un accidente, ni una invención de circunstancias, sino la continuidad de una larga historia compartida.
La acción coordinada de varios países en otros numerosos foros internacionales, en defensa de sus intereses da testimonio de su comunidad de propósitos.
Nuestras culturas han tenido facundas civilizaciones, el rico legado de la música, de la plástica, de la literatura colombiana alimenta en mucho el caudal de las artes mexicanas.
Desde Barba Jacob hasta García Márquez, los mexicanos tenemos una parte del alma colombiana. Colombia, asomada como México a los dos océanos con sus altas mesetas de la Cordillera Andina y sus costas tropicales, tiene también una geografía que es nuestra gemela.
Hoy en la búsqueda de un desarrollo más justo que atenúe sus desigualdades sociales, en la conciliación de sus fuerzas políticas en torno a una vía democrática y participativa, sigue por su propio camino, bajo la conducción del Presidente Belisario Betancur, líder y hombre de letras en la mejor tradición de su país, la ruta de la liberación latinoamericana. Saludamos, pues, el día de hoy la presencia del mandatario colombiano Belisario Betancur con un gesto de amistad, solidaridad e identificación latinoamericana. (Aplausos.)
MENSAJE DEL DOCTOR BELISARIO BETANCUR
El C. Presidente: - El excelentísimo señor Presidente de la República de Colombia ha manifestado a esta Presidencia su deseo de entregar un mensaje, a esta representación nacional.
Tiene la palabra el excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia.
El C. Presidente Belisario Betancur: - Excelentísimo señor licenciado Enrique Soto Izquierdo, Presidente de la Cámara de Diputados; excelentísimos señores; excelentísimas señoras, miembros del podium de honor; honorables miembros del Congreso de la Unión; señores embajadores; señores funcionarios; señoras y señores invitados; juventudes mexicanas; queridos amigos: Vengo ante ustedes con el mensaje fraternal de casi 30 millones de compatriotas colombianos que como sus hermanos mexicanos han compartido un destino común en la historia, en la cultura, en los azares genéticos y buscan con ahínco aquella utopía americana, aquel sueño, aquel invento de que hablara don Alfonso Reyes el mexicano universal con tan apasionado fervor. Vengo a la suave patria de quienes asombraron al mundo renacentista con el fasto de sus palacios y la sabiduría de sus gobernantes, y que más tarde en una madurez cargada de vidas y mutilaciones dieron al continente incrédulo una lección de coraje y dignidad al derrotar con su revolución gloriosa la noche infame del feudalismo. Vengo ante ustedes, representantes de un pueblo que ha forjado una cultura universal cuya lucidez, cuya tenacidad y cuya imaginación creadora le han merecido un sitio de privilegio en la historia en estos tiempos en que los pueblos de nuestra América necesitan más que nunca de las fuerzas de su voluntad y de las luces de su prudencia para inaugurar un nuevo espacio más humano, más próspero contra los aros funestos de la injusticia, la violencia y la soledad que han sido el pan amargo de nuestros días.
Son horas críticas, son horas cruciales éstas en que vengo a continuar una conversación en familia, con el mismo espíritu con que la inició Bolívar en el congreso anfitriónico al cual concurrió México y donde había de formarse según la concibió el propio libertador Bolívar, la liga más vasta o más extraordinaria o más fuerte que ha aparecido hasta el día sobre la tierra, según sus premonitorias palabras.
Quiero reconocer que aquel fue un sueño, un sueño desmesurado para la época, pero al fin y al cabo y para fortuna de estos pueblos soñadores, la historia no es otra cosa que el proceso por el cual los hombres transmutan sus sueños en realidades.
El político que, como el poeta, es el más grande forjador del mundo. Tiene la responsabilidad de crear un espacio para los sueños de los pueblos. Si no la hace, éstos se convertirán en despiadadas ménades de pesadillas que lo perseguirán hasta el fin de sus años.
Desde el comienzo de la emancipación política nuestros pueblos han soñado con encontrar la unidad que le señalaba su destino geográfico
y su sino mestizo. Diseñan ligas y confederaciones; promueven conferencias; crean organizaciones internacionales, pero sería superfluo repetir aquí el recuento de esta búsqueda ansiosa y anhelante.
Quiero sí recordar que este país, este gran país ha abanderado tales sueños desde la época de la independencia, cuando el ecuatoriano Vicente Docafuerte, que representó a México en Londres se hizo militante de un hispanoamericanismo liberal y autonomista. Hasta el Presidente Miguel de la Madrid Hurtado quien con tanta lucidez y brillantez definió las aspiraciones de América Latina en su visita a Colombia en marzo de 1984.
Desde la fundación de nuestras repúblicas poco ha cambiado la tabla de valores que según Federico Niz está suspendida sobre cada pueblo. Muchos bienes de la modernidad han irrumpido en nuestras vidas, pero lo han hecho a medias y sin concierto, y esto nos ha causado graves tormentas del espíritu, tormentas de soñadores porque sabemos y queremos que podamos ser modernos sin renunciar a las raíces de nuestra identidad; y tal como lo expresa bellamente Carlos Fuentes, buscamos la infusión de la inteligencia en la materia hosca y cruda de nuestro paisaje americano.
Tal fluidez de la vida social y económica de nuestros pueblos no es ajena a la formación de una economía mundial y al papel que nos ha correspondido en ella. De hecho nunca hemos hablado de esto entre nosotros, a solas con nosotros mismos, y ello porque la voz del otro de los Estados Unidos, de Europa y ahora la del Tercer Mundo porque esas voces interfieren, auxilian o distorsionan nuestras propias voces.
Refiriéndose al problema de la deuda externa de América Latina y del Tercer Mundo, un economista inglés, no es líder, planteaba las siguientes inquietudes: La primera, que para pagar esa deuda los países deudores tienen que conseguir una balanza comercial favorable. La segunda, que ese superávit comercial implica no sólo una reducción del consumo interno, sino un reordenamiento drástico de la economía que al menos de un modo transitorio conduce no sólo a consumir menos, sino también a producir menos. Y la tercera y más descorazonadora, que los países en desarrollo no están en capacidad de absorber los excedentes comerciales de los países menos desarrollados.
Concluye que en términos reales y dentro de plazos comerciales estas deudas no se pueden pagar, no sé si sea así o si lo tienen en todos los casos, pero en cambio estoy seguro de que la crisis económica de la que acaso estamos empezando a salir nos obliga a pensar sistemas de desarrollo, a establecer prioridades, a fijarnos objetivos diferentes de los que creíamos válidos hasta hora; creo, para decirlo en otra forma, que la historia remota o reciente nos ofrece analogías, lecciones, perspectivas, pero no con seguridad fórmulas imitables, nuestros métodos y la tercera es arriesgadísima, pero por lo mismo apasionante y comprometedora; nuestros métodos tenemos que diseñarlos mirando hacia adentro, mirándonos a nosotros mismos, no mirando hacia afuera; una labor de introspección imaginativa, no la de imitación ni de reproducción de recetas que no encajan en nuestras realidades ni con la realidad del mundo que nos rodea y que nos asedia, no, estamos históricamente condenados a la originalidad.
Ante tamaño desafío, adquieren inusitado relieve las admoniciones de los grandes pensadores latinoamericanos que reflexionaron sobre épocas semejantes a la nuestra; el pensamiento de ellos corresponde a la honda, a la íntima preocupación de definir una concepción original de América Latina; esta corriente de pensamiento parece emanar, fluir de nuevo con su vigor inicial y en ella están inscritos entre otros, los nombres del cubano José Martí; del peruano González Prada; del brasileño Ruiz Barbosa; del mexicano Justo Sierra; del colombiano Rafael Núñez; del chileno Francisco Encino; del argentino José Ingenieros. Tal vez, sin embargo, ninguno sintetizó mejor ese pensamiento que el uruguayo José Enrique Rodó, con lo que él mismo llamó la nortomanía, o sea, la imitación obsesiva de los países del norte.
Comprendo bien - escribió Rodó - que se aspire a rectificar por la educación perseverante aquellos trazos del carácter de una sociedad humana que necesitan concordar con nuevas exigencias de la civilización y nuevas oportunidades de la vida equilibrando así por medio de una influencia innovadora las fuerzas de la herencia y la costumbre, pero no veo - decía Rodó - , no veo la gloria ni el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos, su genio personal, para imponerles la identificación de un modelo extraño, al que ellos sacrifiquen la originalidad irreemplazable de su espíritu; así, pues, tenemos primero la elección de nuestra voz y con ella la posibilidad de entablar un diálogo fecundo con la otra América y con el resto del mundo. Esta es la obra propicia; sabemos, señor Presidente, sabemos señores diputados, sabemos por la historia que hay momentos que condensan y que concentran procesos gestados lentamente, y que para sus protagonistas constituyen algo así como el descubrimiento de una nueva lucidez.
Debemos descifrar los signos secretos de tales ocasiones providenciales, y conjurar la superstición estéril de que somos víctimas irredimibles del drama de los tiempos. Podría pensarse que la hora descolonizadora reclama un nuevo patrón humanista que recuse simultáneamente el egocentrismo y la vocación extranjerizante y que afirme lo que para la humanidad representa la multiplicidad de las culturas, de los idiomas, de los mitos, y por qué no decirlo, la multiplicidad de las esperanzas; que acepte de una vez por todas el caos fecundo de nuestra Torre de Babel enfrentando a la peligrosa ilusión de las superpotencias
de uniformar el mundo a su imagen y semejanza.
Como latinoamericano comprendo los sentimientos colectivos y el espíritu de sacrificio que representó para millones y millones de argentinos la Guerra de las Malvinas, pero también como latinoamericano creo que todos ganamos una perspectiva nueva para saber quiénes somos y dónde estamos en la urdimbre intrincada de la política mundial.
Las expresiones de solidaridad no son vanas ni gratuitas, en particular cuando provienen de arraigadas adhesiones a la causa de la autonomía y al protagonismo político de los pueblos del Tercer Mundo. Es a este proyecto, que es llamado utópico, pero que sabía realista, al que se refería don Alfonso Reyes cuando escribió que los que siguen concibiendo América Latina como un posible teatro de mejores experiencias humanas, son nuestros amigos, pero concluía: los que nos niegan esta esperanza son los enemigos de América.
Pensarán algunos - quizás nuestros enemigos - que este deseo imperativo de preservar nuestro ser autónomo e independiente es una forma de narcisismo histórico y que queremos arrogarnos el lujo de la originalidad. No es así; la historia enseña que tenemos razones para reclamar una personalidad y una personería propios e independientes en los foros del mundo.
El maestro de la reflexión crítica y de la sabiduría poética, Octavio Paz, decía que uno de los rasgos principales de nuestro acontecer es el de la oposición entre países desarrollados y países subdesarrollados, y caracteriza esta dicotomía o enfrentamiento objetivo en la siguiente forma que va hasta el fondo: La oposición entre los países pobres y los países ricos - dice Octavio Paz - , quiere decir, desde el punto de vista de la historia y la cultura, países centrales e imperiales y países periféricos o marginales, países - sujetos, países - objetos, con todo y ser graves, muy graves, los problemas económicos que se derivan de la dependencia y de la condición de espectadores potencialmente útiles y utilizables en el enfrentamiento Este - Oeste los países subdesarrollados están enfrentados en esta coyuntura histórica a una contingencia aún más terrible, la de perder su alma, es decir, la de perder su cultura.
Y perder por consiguiente su autoridad, para decidir libremente sobre sus destinos, ya que los mecanismos de los entes internacionales, su misma constitución orgánica tienden a considerarlos como pasajeros de tercera clase en el tren de la historia y esto, inclusive más allá de las intenciones conscientes de las grandes potencias, como una especie de emanación espontánea, casi mágica de su poder real.
Por otra parte, la tesis de la inferioridad de América Latina, de su minusvalidez cultural, aplicada primero por Defoe al reino de la naturaleza y luego por Hegel a la historia, ha corrido esa tesis con una fortuna larga, perversa e inmerecida. Giovanni Papini, quien en uno de sus malos humores arremetió contra nuestra cultura, llegó hasta recriminarnos, por cierto sin razón, en no haber dado origen ni siquiera a ningún santo.
Bien sabemos cuán deleznable son estas tesis para la ciencia, pero cuanta es su peligrosidad histórica cuando se confabulan con la perfidia política. Por suerte la realidad es otra.
Simultáneamente con las ya señaladas líneas de conducta imperativas en lo político y en lo económico. Los pueblos de América Latina tienen un enorme potencial de grandeza en las canteras de su cultura y, sobre todo, en las del arte popular, que es la expresión más reveladora y perdurable del alma de los pueblos.
Hoy, ya sabemos con certeza que la cultura es un elemento indisociable del desarrollo económico, y sabemos con certeza que ciencia, arte y técnica, tanto como alimentación y salud, son componentes esenciales de la calidad de la vida que dignifica al ser humano.
Es la cultura, es el arte, son las reflexiones y la crítica los valores que infunden su aliento vital y su sentido ético a la magna empresa del progreso. Esta es nuestra piedra angular y sobre esa piedra edificaremos nuestra grandeza y la felicidad de nuestros pueblos.
Excelentísimo señor Presidente. Honorables congresistas, durante la honrosa visita del señor Presidente De la Madrid a Colombia, suscribimos acuerdos sobre puntos estratégicos de nuestros destinos. Pudimos establecer entonces y lo confirmaremos ahora, al calor de la amistad y el afecto del pueblo mexicano, que no sólo nos unen los lazos de la historia y de la tradición sino unos intereses semejantes y un proyecto de vida fundado en valores y aspiraciones similares. Concluimos entonces estos acuerdos que ahora estamos complementando; me enorgullezco en afirmar en este altísimo foro de la democracia mexicana, que nunca antes la amistad de nuestros pueblos y de nuestros gobiernos había alcanzado niveles de tan excelsa comprensión y de tan puntual eficacia. Y tenía que ser así porque como acaba de expresarlo el señor Presidente, Juaristas y bolivarianos habíamos de converger en el mismo amplio estuario de la democracia y de la libertad.
Estoy convencido de que con tenacidad y prudencia, nuestros pueblos superarán la difícil coyuntura actual, el temple de los espíritus se prueba en la épocas duras como en el dolor hondo que agita el alma mexicana y nuestra propia alma, por la tremenda tragedia padecida por la capital mexicana.
El ideal de los náhuatl, su proyecto vital se fundaba en forjar rostros sabios y corazones firmes, tal es el imperativo del ahora, tal es la alta pedagogía que debe congregar a nuestros pueblos. Muchas gracias. (Aplausos.)
DISCURSO DEL DIPUTADO JOSÉ CARREÑO CARLÓN
El C. Presidente: - La Mesa Directiva ha designado para dirigir unas palabras al excelentísimo
doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia, a nombre de esta LII Legislatura, al ciudadano diputado José Carreño Carlón. Tiene la palabra el ciudadano diputado José Carreño Carlón.
El C. José Carreño Carlón: - Con permiso, señor Presidente. Señor Presidente de la República de Colombia, doctor Belisario Betancur: Tras escuchar su mensaje, conviene reiterar algunas convicciones. La primera de ellas que la apelación a la fraternidad de los pueblos de México y Colombia no es una simple fórmula de protocolo. Como ya se ha dicho también más de dos siglos la confirman.
A sus datos y reflexiones históricas y culturales, señor Presidente, creo que es preciso agregar otros para nosotros, entrañables. El cronista Donaldo Bossa Herazo relata cómo el mexicano Ignacio Cabero y Cárdenas a la cabeza de una decena de compatriotas, llegó a Cartagena hacia 1778 para unirse más tarde a la lucha de independencia de Colombia.
En 1815 salvó la vida de Simón Bolívar, al impedir el viaje del libertador en un bergantín cuyo destino era ser capturado por las fuerzas realistas. "Sorprende - escribe Bossa Herazo - la sencillez, modestia y humildad del mexicano Cabrero ante los hechos que de 1811 a 1828, encierran la epopeya cartagenera, la más insigne y alta del Nuevo Mundo".
Ciertamente más conocidos son los pasos fundadores que juntos dimos, como pueblos y naciones, en el despunte de nuestras vidas independientes, al suscribir el Tratado de Unión, Liga y Confederación de 1823; el de Comercio, del mismo año; el de Cooperación y Defensa Mutua, ratificado hace 160 años, y al iniciar aquel paso, todavía extraviado por la incomprensión propia y la intriga externa, aquel paso pendiente de concluir que, juntos también, empezamos a dar a partir del acuerdo bolivariano del Congreso Anfictiónico de Panamá.
Quizás a aquella historia interrumpida se refería el Presidente Miguel de la Madrid, cuando expresó, a su arribo a Colombia, en marzo pasado, que América Latina ha sido un magno proyecto de liberación, y que ha llegado a la hora de realizarlo.
Ya entrado el siglo XIX se proyectan, con su actual perfil, los vínculos que habrían de estrecharnos hasta hoy, en los principios y en la práctica de una solidaridad de pueblos identificados contra la intervención y el abuso de la fuerza. Esto ocurrió en aquellas jornadas memorables de 1865, en que el Presidente colombiano Manuel Murillo Toro se negó a reconocer al imperio impuesto sobre suelo mexicano por una potencia extranjera, y el Congreso de Colombia expidió - como usted lo acaba de recordar - el decreto de honor en el que se declara que el Presidente Benito Juárez ha merecido bien de la América.
No es, por ello, señor Presidente Betancur, la apelación a la fraternidad de nuestros pueblos, trámite protocolario. Como tampoco se limita a mero expediente de cortesía reconocer aquí los atributos personales con que usted acredita su liderazgo. Quienes desde México seguimos su actuación Pública somos beneficiarios de su rica capacidad de análisis y de manejo de la situación económica y política por las que atraviesan nuestras naciones.
Por su experiencia parlamentaria y por sus vivencias de escritor, sabe usted que en esto del debate político y de la crítica intelectual, hay que cuidarse tanto, o quizás más, del elogio, como de la impugnación que, por lo demás, suele llegar en seguida sin tardanza.
Nuestro reconocimiento a usted es objetivo, es franco, señor Presidente.
En lo personal, permítame expresarle que la lectura de sus textos - con la transmisión de sus planteamientos ceñidos al rigor y a la gravedad propios de los temas que aborda - , me muestra la cultura profunda, la audacia del pensamiento, una prosa vital, con el humor de la esperanza, y el lenguaje directo que reclaman hoy las severas realidades de nuestra América.
Desde la visión de esta América nuestra, que queremos, solar de la independencia, sin intervenciones foráneas; ámbito de la igualdad social, contra arcaicas estructuras de opresión; territorio generoso de una democracia sin tutorías, que sea expresión de la voluntad propia, y no suerte escenográfica al gusto y a la medida del interés metropolitano; desde esta América nuestra que deseamos en la paz y la estabilidad de la tolerancia, del respeto a las ideas y de su enriquecimiento en la pluralidad, encontramos otro motivo fundamental de reconocimiento al Presidente de Colombia, que en dos años de gestión ha llevado a su país al gran diálogo nacional que restaña heridas viejas y establece la conciliación social por la convergencia civilizada y la convivencia digna.
Estas son, a grandes rasgos, compañeros diputados, las razones básicas que dan consistencia - más allá del ritual - al alto honor que entraña haber escuchado en este foro, al doctor Belisario Betancur.
Y por ello mismo, también más allá del ritual, permítanme ahora agregar unas palabras para apuntar algunas concreciones en nuestras coincidencias esenciales.
Igual para el Gobierno colombiano del Presidente Belisario Betancur, que para el régimen del Presidente Miguel de la Madrid, América Latina constituye el espacio de prioridad de la política exterior. En el campo de la reivindicación económica, sólo en el presente año, nuestras naciones han recorrido, juntas, en largo camino. Este se inicia en la Conferencia Económica Latinoamericana de Quito, en enero. Allí fue definida una plataforma de planteamientos renovados para las relaciones de la región con los países desarrollados, tendiente a reducir la vulnerabilidad externa de América Latina, y allí quedó integrado un programa de cooperación regional viable y realista.
Culminó esta marcha en Mar del Plata, en septiembre, donde nuestros países formularon un llamado al diálogo político directo entre deudores y acreedores, sobre la deuda y las cuestiones interrelacionadas del financiamiento y el comercio.
Pero este recorrido tiene una estación intermedia fundamental, en Cartagena de Indias, en junio, donde usted, doctor Betancur, produjo, a nuestro juicio, un pronunciamiento de claridad y trascendencia excepcionales sobre el más apremiante de los problemas económicos que afectan nuestras naciones: el endeudamineto externo. Comparten nuestros países la tesis de que el financiamiento del progreso de los pueblos es un tema que trasciende el ámbito económico, y como lo trasciende también el ámbito de la deuda.
Como usted lo dijo, éste ha llegado a ser de tal magnitud que ha puesto en riesgo la estabilidad del sistema monetario internacional y, lo que para nosotros es más caro, la supervivencia de los procesos democráticos de numerosas de nuestras sociedades.
En el puntual encuadre histórico que ha dado usted, señor Presidente, a sus planteamientos sobre el origen económico de las grandes conflagraciones, y en tanto, efectivamente, el problema de la deuda tiende a producir turbulencias de orden político en nuestros países, no creemos exagerado sostener, con usted, que la solución a esta crisis es un ingrediente esencial de la paz mundial - y ya acercándonos al tema bélico - parafraseando a un clásico, habrá que afirmar que el problema del endeudamiento externo es un asunto demasiado serio para dejarlo sólo en manos de los banqueros. Es, como usted lo ha dicho, un asunto de alta política internacional. Y como se lo comentó a usted ayer, el Presidente De la Madrid, en las conversaciones con los bancos y en los debates de los organismos financieros prevalecen, por su naturaleza, enfoques limitados que permiten atender, apenas, algunos aspectos de esta complejo cuestión.
Nuestros países han visto elevar, en la última década, del 26.6% a más del 65%, su coeficiente de servicio de la deuda, es decir, la relación entre lo que pagan por intereses y amortizaciones y lo que reciben a cambio de sus exportaciones. Estas transferencias de recursos a los acreedores nos han impuesto una carga excesiva que conduce a la parálisis, pero además, entiéndase la paradoja, a una parálisis agitada y fatigosa. Usted lo ha explicado. Nos obligan a acelerar a todo lo que den las piernas, pero como en una rueda giratoria, o sobre una banda sin fin, sólo para mantenernos en el mismo sitio, o para retroceder hasta el colapso, por la inanición del aparato productivo y el descenso en los niveles de bienestar, que en algunos casos están de por sí entre los más bajos del mundo.
Y desarrollemos otra de sus didácticas analogías, señor Presidente. Y pongamos aquí el caso de un país como México, cuyos pagos anuales al exterior equivalen, en el indicador para Latinoamérica, al ingreso per cápita sumado de la población total de un país como Ecuador. Allí está la diferencia entre el progreso y el retroceso; en su solución o en su no solución está la diferencia entre el punto de partida y callejón sin salida.
Y qué bien que llegue usted a nuestra Cámara en esta fechas, que dedicamos a la deliberación sobre el control de la gestión pública y a la legislación de asuntos financieros y presupuestales. Qué bien, porque como en todos los parlamentos del mundo - como en todos ellos, aquí - a la hora de la crisis, solemos encerrarnos en el debate doméstico, en nuestro caso, sobre las conductas del sector público, o sobre las responsabilidades del sector privado. Sin eludir estas cuestiones críticas y sin demérito de ninguna de las posiciones partidistas, qué bien nos viene la visita del amigo que, desde la experiencia propia, nos da la perspectiva de la distancia. Usted, que ascendió al gobierno en medio de la turbulencia de 1982, ha sabido ponderar una visión de la crisis que trasciende los partidarismos, los enconos y los ajustes de cuentas internos, para dar la cara, con sentido de la realidad, a lo esencial. Y ha sostenido que la deuda de los países latinoamericanos sería problema relativamente rutinario sin su agravamiento por factores externos, si no hubiera habido crisis petrolera, si no hubiera habido contracción en el comercio internacional, si no se hubiera deteriorado los términos de intercambios de la región, si la tasa de interés internacional hubiera sido razonable y si la banca internacional de fomento no se hubiera debilitado.
A ello hay que agregar lo expresado por usted ayer, una horas después de pisar suelo mexicano: "el exceso de liquidez financiera en las grandes potencias estableció patrones de comportamiento que inundaron de imposible apoyos de crédito impagable, todo el territorio latinoamericano".
Todo esto fue, lo que, en lo fundamental, convirtió a Latinoamérica en un exportador neto de capitales, solo para contribuir a sufragar el déficit fiscal de la economía industrial más potente del planeta.
Como usted lo ha expresado, no tienen nuestros débiles países por qué pagar los desequilibrios y los gastos desproporcionados de los poderosos, incluso de su ominosa carrera armamentista.
Por esa vía se corre el riesgo de frustrar el enorme sacrificio de ajuste que realizan nuestro pueblo. Con el Presidente Miguel de la Madrid sostenemos, en este punto, que las dificultades del presente demandan respuestas originales estamos condenados a la originalidad - acabo usted de decir - y sobre todo, la más firme unidad política de nuestra América. Sólo así aumentaremos nuestra capacidad de negociación. Con los presidentes de Colombia y México reiteramos que nuestra América debe reencontrar ahora el camino perdido - y hay agregar - recuperar el
tiempo perdido en la búsqueda de nuestra integración.
En este tránsito de militancia y afinidades latinoamericanas ha enfrentado el gobierno de Colombia desde agresiones económicas hasta amenazas, ésta por su patrocinio a la Reunión de Cartagena, como el nuestro ha padecido presiones y calumnias. Ha sido en vano. Y allí se mantiene la tenacidad de nuestros países en el otro gran tema latinoamericano de hoy: la crisis y el aumento de las tensiones de América Central. Cuando en nuestros propios linderos se vulneran los derechos y postulados que deben seguir las relaciones entre los estados; cuando se quebrantan la estabilidad política, la seguridad y la independencia, y cuando la guerra generalizada es un peligro real, nuestra posición es firme y es clara: Una escalada bélica en Centroamérica se convertiría en una ruptura del orden regional, de imprevisibles consecuencias para la soberanía y la vida independiente de los Estados del Continente. Además causaría daños irreparables a las economías y a las sociedades centroamericanas, que las fronteras de esos Estados quizá resulten incapaces de contener.
La conflagración mayor en el istmo centroamericano acarrearía una secuela de muerte y destrucción tan cercana a nosotros en lo geográfico como en la entidad física y cultural.
Sus víctimas serían - y son ya - mujeres y hombres, niños y ancianos tan nuestros, tan idénticos, que difícilmente se distinguirían una nicaragüense o un salvadoreño de una colombiana o un mexicano, en las calles de Bogotá o Cartagena, del Distrito Federal o Guadalajara, de Managua o San Salvador.
Estremece sólo imaginarlo, porque la muerte y la destrucción en Centroamérica, incluso si se circunscribiera a sus fronteras, significaría, y ya significa, en mucho y sin hipérbole, muerte y destrucción de nosotros mismos.
Y todavía más nos conturba la convicción de que los quebrantamientos de la paz, donde quiera que surjan, tienen siempre efectos más allá del lugar en que se desenvuelven.
Sabemos bien que el apoyar solidariamente la integridad y la soberanía de los países centroamericanos, defendemos la integridad y la libre determinación de nuestras propias naciones.
De allí el carácter limpiamente latinoamericano, en su concepción, en su estrategia, en su finura y habilidad diplomática, que alienta el Grupo Contadora, con el impulso de Colombia y México, acompañados de Panamá y Venezuela. Son casi dos años de un tejido delicado y tenaz de espacio para la negociación plural, entre las hojas afiladas de la imposición unilateral, el militarismo y la intervención.
Contadora es la alternativa porque representa la salida alterna al esquema de la subordinación; porque propugna el diálogo civilizado para el entendimiento duradero, sobre la fragilidad de la imposición o de la alianza forzada; porque es una leal instancia de mediación que pone en evidencia - y en entredicho - el doble juego de la retórica pacifista y la práctica de la agresión.
Es muy significativo el reconocimiento universal que han recibido los trabajadores del Grupo, desde sus primeros pasos, hasta la presentación, en septiembre pasado, del Acta de Contadora para la paz y la cooperación en Centroamérica. El reconocimiento verbal habla de la justeza de sus posiciones y de sus conclusiones. Desde el derecho, la justicia y la razón, no hay argumento en contra. De ahí el reconocimiento de las palabras que, lamentablemente, no siempre tienen cabal correspondencia con acciones y actitudes. Todavía puede frustrarse los avances, de persistir en Centroamérica el armamentismo, los actos de agresión, la injerencia militar foránea y los intentos para desestabilizar a gobiernos constituidos. La negociación es imposible cuando se excluye el arreglo pacífico de las diferencias y se pretende aniquilar a la otra parte.
En este punto concidimos plenamente con nuestra cancillería, cuando expresa además que estas acciones, contrarias al entendimiento, las dilaciones e incumplimientos, aumentan la responsabilidad de los gobiernos involucrados en la crisis, frente a la historia y frente a la conciencia mundial.
Y en este punto crítico, nos resulta de la mayor trascendencia la firme reiteración, hecho apenas ayer por el presidente de México, en el sentido de que "Contadora no ha de cejar sus esfuerzos, pese a las dificultades y oposiciones que encuentre en su camino". Con el Presidente de México y con el Presidente de Colombia, no tenemos duda alguna: la historia y la razón están de nuestra parte. Señor Presidente Belisario Betancur.
Quédese usted con la impresión firmemente grabada de que en esta Cámara, una gran mayoría de diputados de diversos partidos compartimos las generosas perspectivas de nuestras naciones que, a través que sus gobiernos y desde un grado admirable de comunicación y afinidad, asumen su destino común en la ardua y erizada empresa de concertación, integración y unidad latinoamericana.
En nuestro trabajo legislativo, en nuestras funciones de fiscalización, en nuestra tarea de deliberación, análisis y difusión de principios, postulados y posiciones, llévese de aquí, señor Presidente Betancur, la convicción de que gran parte de los legisladores y de los políticos mexicanos asumimos nuestra obligación de concebir, de pensar a nuestra América como una inmensa posibilidad de acción unitaria y de voluntad coincidente.
Siéntese por ello, señor Presidente Belisario Betancur, en este recinto, en el hogar común que cobija nuestras ideales, nuestras convicciones, nuestras firmes voluntades latinoamericanas. Como aquí decimos, está usted en su casa. (Aplausos.)
MEDALLA ALUSIVA A LA LII LEGISLATURA
La C. prosecretaria Angélica Paulín Posada:
- El C. diputado Enrique Soto Izquierdo, Presidente de la Cámara de Diputados, hará entrega de una medalla alusiva a la Quincuagésima Segunda Legislatura, a nuestro distinguido visitante.
(El C. Presidente hace entrega de la Medalla).
(Aplausos.)
El C. Presidente: - Excelentísimo señor Presidente Betancur, Presidente de la República de Colombia: hemos recogido y comprendemos y compartimos cabalmente muchos de los conceptos sustanciales que usted ha vertido en esta visita a nuestra Cámara de Diputados. La condena de nuestra originalidad, la importancia de la preservación de nuestras propias culturas entendidas integralmente para la viabilidad de nuestra independencia y nuestra liberación incluso la económica, coinciden en mucho, deseo subrayarlo, con lo que en nuestro país denominamos "El Nacionalismo Revolucionario Mexicano".
Esta coincidencia son también el signo del renacimiento del impulso latinoamericano al que usted se refiere, hacia el futuro, hacia una nueva propia modernidad sobre la base de esfuerzo comunes y de acuerdos concretos, y de una comunicación constante y fraternal, como lo que hoy a proporcionado en este foro plural de la política y del pueblo mexicano, su voz, la voz de Belisario Betancur, la voz de Colombia. Muchas gracias, señor Presidente. (Aplausos).
Ruego a la comisión designada para introducir al excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia y a su comitiva, se sirvan acompañarlo al abandonar el salón de sesiones.
(Aplausos).
ACTA DE LA PRESENTE SESIÓN
La C. prosecretaria Angélica Paulín Posada: - Se va a dar la lectura al acta de la presente sesión.
"Acta de Sesiones Solemne de la Cámara de Diputados de la Quincuagésima Segunda Legislatura del H. Congreso de la Unión, efectuada el día cinco de diciembre de mil novecientos ochenta y cuatro.
Presidencial del C. Enrique Soto Izquierdo
En la Ciudad de México, a las once horas y cuarenta y cinco minutos del miércoles cinco de diciembre de mil novecientos ochenta y cuatro, con asistencia de trescientos cincuenta y siete ciudadanos diputados, la Presidencia declara abierta la sesión solemne que tiene por objeto recibir al excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia, que se encuentra en nuestro país en visita de Estado.
La propia Presidencia designa en comisión para recibir e introducir al salón de sesiones al señor Presidente de la República de Colombia, a los CC. Humberto Lugo Gil, Bernardo Bátiz Vázquez, Rolando Cordera Campos, David Orozco Romo, Ricardo Antonio Govela Autrey, Jorge Cruckshank García, Víctor Alfonso Maldonado Moreleón, Armida Martínez Valdez, Carlota Vargas Garza, Carlos Luis Barrios Honey y Amador Toca Cangas.
Después de un breve receso, hace su entrada el señor doctor Belisario Betancur acompañado de la comisión designada para el efecto.
El C. Presidente, a nombre de la Cámara de Diputados, de cordial y afectuosa bienvenida al Jefe del Poder Ejecutivo de la República de Colombia y le expresa que, bolivarianos y juaristas a la vez, México y Colombia comparten sus más esenciales ideales y vocaciones históricas, independencia nacional, latinoamericanidad y entre los individuos como entre las naciones, respeto al derecho ajeno como único fundamento valedero de la paz.
A continuación, el señor Presidente de la República de Colombia dirige un mensaje a la Asamblea, y expresa que México y Colombia han compartidos como hermanos el destino común en la historia y en la cultura.
Menciona a los hombres de ambos países, que señalaron líneas de conducta imperativas en lo político y en lo económico y termina su intervención con lo siguiente:
"Honorables congresistas: durante la honrosa visita del señor Presidente Miguel de la Madrid a Colombia, suscribimos acuerdos sobre puntos estratégicos de nuestros destinos. Pudimos establecer entonces, y lo confirmaremos ahora, al calor de la amistad y el afecto del pueblo mexicano, que no sólo nos unen los lazos de la historia y de la tradición, sino unos intereses semejantes y un proyecto de vida fundado en valores y aspiraciones similares. Nunca antes la amistad de nuestros pueblos y de nuestros gobiernos había alcanzado niveles de tan excelsa comprensión y de tan puntual eficacia".
Para contestar los conceptos señor doctor Belisario Betancur, interviene el C. José Carreño Carlón, que manifiesta al señor Presidente de Colombia:
"Quédese usted con la impresión firmemente grada de que en esta Cámara, una gran mayoría de diputados de diversos partidos compartimos las generosas perspectivas de nuestras naciones que, a través de sus gobiernos y desde un grado admirable de comunicación y afinidad, asumen su destino común en la ardua y erizada empresa de concertación, integración y unidad latinoamérica.
En nuestro trabajo legislativo, en nuestras funciones de fiscalización en nuestra tarea de deliberación y difusión de principios, postulados y posiciones, llévese de aquí, señor Presidente Betancur, la convicción
de que gran parte de los legisladores ,y de los políticos mexicanos asumimos nuestra obligación de concebir, de pensar a nuestra América como una inmensa posibilidad de acción unitaria y de voluntad coincidente".
En seguida, el C. Presidente de la Cámara, licenciado Enrique Soto Izquierdo, entrega al excelentísimo doctor Belisario Betancur, Presidente de la República de Colombia, una medalla alusiva a la Quincuagésima Segunda Legislatura.
La propia Presidencia dice al Presidente Betancur: "hemos recogido, comprendemos y compartimos cabalmente mucho de los conceptos substanciales vertidos en esta su visita a nuestra Cámara de Diputados".
La misma comisión que introdujo al distinguido visitante le acompaña al retirarse del salón".
Está discusión el acta ... No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica, se pregunta si se aprueba ... Aprobada, señor Presidente.
El C. Presidente (a las 13:00 horas): - Se levanta la sesión solemne.
TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y DIARIO DE LOS DEBATES