Legislatura LIII - Año I - Período Ordinario - Fecha 19851119 - Número de Diario 39

(L53A1P1oN039F19851119.xml)Núm. Diario:39

ENCABEZADO

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

"LIII" LEGISLATURA

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración local de Correos, el 21 de septiembre de 1921

AÑO I México, D.F., martes 19 de noviembre de 1985 TOMO I. NÚM.. 39

SESIÓN SOLEMNE

SUMARIO

APERTURA. La presidencia expresa que esta sesión es con el objeto de conmemorar el LXXV aniversario de la Iniciación de la Revolución Mexicana.

Para el efecto hacen uso de las palabra los CC., Miguel Osorio Marbán, del PRI; Máximo de León Garza, del PST; Pedro José Peñaloza, del PARM; Eduardo Valle Espinosa, del PMT; Indalecio Sáyago Herrera, del PPS; Arnoldo Martínez Verdugo, del PSUM; Antonio Monsivais Ramírez, del PDM; Héctor Terán Terán, del PAN, y Nicolás Reynés Berezaluce, del PRI. Palabras de la presidencia

ACTA DE LA PRESENTE SESIÓN

Se aprueba. Se levanta la sesión

DEBATE

PRESIDENCIA DEL C. BLAS CHUMACERO SÁNCHEZ

(Asistencia de 326 ciudadanos diputados)

APERTURA

El C. Presidente (a las 11:00 horas): - Se abre la sesión solemne.

Para conmemorar el LXXV aniversario de la Iniciación de la Revolución Mexicana. Han solicitado el uso de la palabra, los siguientes ciudadanos diputados: Miguel Osorio Marbán, Máximo de León Garza, Pedro José Peñaloza, Carlos E. Cantú Rosas, Heberto Castillo Martínez, Indalecio Sáyago Herrera, Arnoldo Martínez Verduzco, Antonio Monsivais Ramírez, Héctor Terán Terán y Nicolás Reynés Berezaluce. Consecuentemente tiene la palabra el C. diputado Miguel Osorio Marbán.

El C. Miguel Osorio Marbán: - Señor presidente; compañeras y compañeros de todas las fracciones parlamentarias: Las tareas realizadas en el pasado y continuadas en el presente, orientadas a propiciar la integración económica, jurídica y cultural de nuestro país, son los rasgos singulares que definen las luchas históricas del pueblo mexicano por su independencia y por su libertad. En medio de tropiezos, derrotas y victorias, más allá de las voces desorientadoras de los predicadores del derrotismo y de la desesperanza, nuestra patria permanece en pie, libre y soberana para construir con su propia fuerza, la jerarquía superior de su existencia; dentro y fuera de sus fronteras, México todo lo ha hecho con la inspiración y el apoyo de su pueblo, para preservar la dignidad de su presente y la grandeza de su futuro; para cumplir a tiempo y con honor las exigencias históricas del momento, siempre ha cubierto con fidelidad a su vocación libertaria y renovadora, las jornadas más claras y definitivas de sus quehaceres históricos y democráticos.

Nuestra voluntad es precisa y firme; marchar por el camino abierto a todas las corrientes del pensamiento; vivir la discusión responsable y apasionada de las ideas y no olvidar un solo instante que todo debe estar subordinado a enriquecer la personalidad histórica de México, los rasgos singulares de su más alto destino.

Hace 75 años el pueblo mexicano conducido por don Francisco I. Madero y apoyado en su derecho de legítima defensa, se lanzó por la fuerza de las armas a la satisfacción

de sus necesidades y a la conquista de su porvenir. El objetivo inicial era destruir el edificio político generado y la permanencia en la dirección económica y política del país, de un individuo o grupo de individuos que actuando en provecho personal menoscabaron el bien público en ofensa de la dignidad colectiva de los mexicanos. Por quienes participaron, nuestra Revolución fue una Revolución eminentemente popular. La gran mayoría de los mexicanos estuvo inmersa en la lucha. No hubo hogar al concluir la contienda, que no sufriera la pérdida dolorosa de uno de sus seres o que no relatara la participación apasionada y definida de quienes lo constituían.

El conflicto armado no sólo aprendió de los ideales y las concepciones de nuestros precursores, sino que fue incorporando las exigencias y los requerimientos de quienes participaron en la guerra. De la misma manera, proclamas y planes, disposiciones y proyectos se multiplicaban con la esperanza de convertirse en realidad apenas se alcanzara el triunfo.

Nuestra Revolución fue popular y democrática. Una revolución sangrienta que costó la vida a un millón de mexicanos, pero que no desembocó en la dictadura personal o de facción, sino en un Congreso Constituyente que habría de analizar lo que el pueblo quería y elevarlo a la categoría de Ley Suprema de los mexicanos.

Nuestra Revolución fue nacionalista porque dio sentido e identificación a nuestro camino histórico como país independiente y soberano, que podía desarrollar sus recursos y capacidades y transformar a nuestra sociedad en una mejor. Fue antifeudal porque la inmensa mayoría de los que participaron en ella, fueron hombres sin tierra que reclamaban su restitución o su dotación.

La Revolución Mexicana fue antiimperialista porque nuestro pueblo no podía borrar de su recuerdo el desmembramiento de nuestro territorio en tres ocasiones consecutivas en favor de los Estados Unidos de Norteamérica, la instauración del imperio de Maximiliano de Habsburgo, la invasión americana en 1914 y la incursión de sus soldados persiguiendo al general Francisco Villa.

Fue también una revolución destructora de las viejas instituciones y creadora de un nuevo orden social. La Constitución que el pueblo reclamaba después de siete años de guerra civil no podía ser al estilo clásico liberal, sino que incorporó los derechos de la Nación, del Estado y los grupos sociales, así como principios esenciales e innovadores, como elementos substanciales de un programa cuyo objetivo final fue el propiciar el surgimiento de un nuevo tipo de sociedad.

El nuevo orden a partir de la Revolución estuvo fundado sobre el respeto a las libertades públicas, la eficacia y el perfeccionamiento de los derechos políticos y la vigencia permanente de las instituciones representativas del sistema de gobierno republicano, pero al mismo tiempo se asigno al Estado un papel histórico que no corresponde a la concepción restringida de un vigilante del orden público, un mero guardián de la integridad territorial y un espectador pasivo y neutral frente a los conflictos de intereses entre los individuos y las clases sociales.

Al nuevo Estado revolucionario se le ordenó cumplir el programa de transformación social proclamado por el movimiento social, utilizando sus recursos económicos, su capacidad de acción y su autoridad para hacer efectivos el derecho del pueblo a la educación, no sólo como un medio para promover la elevación cultural y el bienestar material de los mexicanos, sino también como un instrumento activo del cambio social.

Se señaló la función social de la propiedad y el derecho del Estado para imponer las modalidades que dicta el interés público, la facultad de intervenir en los procesos económicos y la potestad de regirlos, orientarlos y conducirlos.

De manera prioritaria el poder del Estado revolucionario actúa en favor de los derechos de la clase obrera, de las masas campesinas, del conjunto de trabajadores manuales e intelectuales y de los grupos económicamente débiles.

Hay quienes afirman que el estallido violento de la Revolución Mexicana fue sólo un impulso biológico de las masas oprimidas y que la Revolución desde su origen, no ha tenido rumbos ni objetivos. Nada más falso: nuestra Revolución ha tenido y tiene una doctrina económica, social y política propia. Naturalmente, no ha sido creada en el laboratorio de las ideas abstractas, sino constantemente frente a la realidad. Su teoría es producto de la vida mexicana, que fluye y cambia, que se diversifica y desarrolla, creando nuevas formas. De ahí que la Revolución enriquece sus tesis y frente a nuevas realidades, adopta soluciones nuevas, todo esto sin perder su objetivo central: formar una patria independiente, de hombres libres, dedicada a lograr la justicia económica y social.

¿Cuáles son los principios rectores de nuestra Revolución? Asegurar nuestra independencia económica, defender nuestra independencia política, continuar y acrecentar nuestra cultura, fortalecer y perfeccionar nuestro régimen democrático, considerando a la democracia no sólo como una estructura jurídica, y un régimen político, sino fundamentalmente como un sistema de vida basado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

El progreso para la Revolución significa la marcha hacia la realización plena de la justicia que no es otra, que la que permite la elevación del hombre a planos de dignidad y de libertad. Para lograr estos principios rectores, la Revolución transformó el concepto del Estado, de la propiedad, de la igualdad ante la ley protegiendo al débil y al desamparado; de las garantías individuales y sociales y determinó que el individuo, la familia y los grupos tienen igual oportunidad de acceder

a la alimentación, a la salud, al trabajo y a la cultura.

¿Cuáles han sido los logros de la Revolución? Nuestro territorio esta integrado. Carreteras, ferrocarriles, telégrafos, teléfonos, radio, comunicaciones y vías aéreas, que permiten al compatriota de todos los lugares de nuestro país convivir con sus hermanos. Apesar de que aún no se logra el absoluto mestizaje, la inmensa mayoría de los mexicanos ya lo hemos integrado y nuestros primeros grupos étnicos, nahuas, mixtecos, zapotecos, yaquis, zamusgos, coras, mayas, tarahumaras, etcétera, están conscientes de que todos los que habitamos formamos una sola Nación.

1985, nos encuentra gozando de una paz interior, mantenida por más de 55 años, la más larga que ha disfrutado la República.

Durante las últimas seis décadas y al amparo de las circunstancias creadas por la paz interna y la unidad del pueblo, se ha transformado la vida nacional. La tenencia de la tierra ha sido democratizada. De 276 grandes propietarios existentes en 1910, dueños de las tres cuartas partes del territorio nacional, hoy más de 4 billones son poseedores o dueños de la tierra. La Revolución, al crear el ejido, instauró también en el campo la forma primera de la democracia mexicana. Allí es un sistema de vida y la asamblea general, la autoridad suprema de las comunidades rurales. La clase obrera y quienes sirven al Estado tienen asegurados sus derechos en el artículo 123 constitucional y el sindicato constituye la forma básica de su modo social de vivir, y la huelga su arma más efectiva y poderosa.

La industrialización ha sido impulsada, lo mismo apoyando la industria de capital mexicano que mediante la nacionalización de los ferrocarriles, el petróleo, la electricidad, los materiales radiactivos, el acero, la petroquímica, los fertilizantes y últimamente la estructural de la banca.

Al iniciarse la década de los 30s, éramos 14 millones de mexicanos, con una economía débil; nos encontrábamos incomunicados y los niveles sociales, educativos, de salud, alimentación, vestido y vivienda se ubicaban entre los más bajos del subdesarrollo.

En 1926, cuando se crea la Comisión Nacional de Irrigación se regaban con sistemas rudimentarios 700 mil hectáreas. Hoy nuestra superficie de riego es de 5 millones 700 mil hectáreas. El país contaba en 1934 con 4 mil kilómetros de carretera y tiene en 1985, 225 mil kilómetros.

La producción de petróleo era en esa época de 38 millones de barriles al año, en 1985 es de 872 millones. La capacidad instalada de la industria eléctrica era de 542 negawatts, en la actualidad alcanza 230. No existía un sistema de seguridad social, el IMSS y el ISSSTE tiene una población derechohabiente de 45 millones y medio de mexicanos. El índice de mortalidad de 27% por cada mil habitantes, se ha reducido al 7%. La expectativa de vida que en 1930 era de 37 años, es ahora de 67 que es el índice promedio de los países con mayor desarrollo.

En 1910 con 15 millones de habitantes, el 92% de la población era analfabeta. Hoy con 78 millones sólo el 15% de la población adulta, es iletrada. En 1910, en nuestro sistema educativo, había 682 mil alumnos que representaban el 4% de la población total del país; en 1930, un millón 350 mil equivalentes al 8.2%; en 1985, la matrícula alcanzó 25 millones de alumnos, casi la tercera parte de nuestros compatriotas.

En 1930 prestaban sus servicios 33 mil maestros; hoy 600 mil imparten la educación popular; el libro de texto gratuito es una conquista revolucionaria y la educación media y superior se desarrollan y alcanzan objetivos imprecedentes. Somos 78 millones de mujeres y hombres, la undécima población del mundo; contamos con una estructura social diversificada; se ha transformado la organización agraria del país aboliendo el latifundio y creando una clase campesina libre y digna.

Tenemos clases obreras y medias dinámicas e integradas al quehacer nacional. Somos un pueblo libre y abierto al cambio democrático; hemos construido y seguiremos perfeccionado nuestra reforma política nacional.

La economía mexicana se ha multiplicado 16 veces en los últimos 60 años y ocupa el décimo cuarto lugar a nivel mundial en una comunidad de 159 países. Hemos desarrollado un importante sector industrial; la agricultura, factor fundamental de la economía, ha sido capaz de elevar su producción en seis veces en los últimos 50 años. Seguimos siendo un país con minería importante; el cuarto productor mundial de petróleo; la pesca, comunicaciones y transporte, se han multiplicado varias veces; el comercio y los servicios crecen constantemente. A partir de que se inicio la Revolución, 75 años nos han servido para realizar un enorme volumen de obras materiales a pesar de nuestros limitados recursos económicos, pero sobre todo, para darle a nuestra patria un conjunto de principios que fijan el rumbo de su historia, una teoría económica y social para el régimen interior que sostiene la necesidad de un reparto equitativo de la riqueza como fórmula de justicia social y una seguridad en el ejercicio de los derechos individuales como expresión de libertad del ser humano.

Para el régimen exterior la teoría de que la convivencia pacífica entre los pueblos, sólo podrá subsistir sobre la base de su libre ejercicio y siempre que ningún país intervenga en los asuntos internos de otros. México tiene en esta premisa, la verdad que le sirve para sortear los peligros de un mundo cada vez más convulsionado y para precisar con acierto su posición en la escena internacional; la Revolución Mexicana ha creado en la geografía, en la economía, en la población, en la estructura jurídica y en el régimen político nuevas realidades determinando un cambio profundo entre los mexicanos, a la

vez que reconquistando nuestros valores tradicionales.

El hombre, su perfeccionamiento físico y cultural, han sido y seguirán siendo el objetivo superior de la Revolución. Hoy el mexicano ha prolongado su promedio de vida y la educación y la cultura son patrimonio de todos; la salubridad ha erradicado muchas enfermedades y otras los combate con éxito; las escuelas de la enseñanza básica, la superior, dan oportunidad de superación a las nuevas generaciones, son factores de cambio y forman al tipo de mexicano que se requiere para arribar a extractos sociales más justos; la seguridad social se ha ampliado radicalmente, y por todo esto en México nos sentimos cada vez más seguros de nuestro destino y más dueños de nuestra patria.

La Revolución permanece y tiene vigencia. Por encima de sus detractores, de los que creen que con ellos comienza la historia olvidan sus más claras lecciones, a 75 años de iniciada y a 68 de vida constitucional, debemos dilucidar si el proyecto de desarrollo nacional en la libertad con justicia e independencia sigue siendo viable para satisfacer las necesidades actuales del país y compatibles con las realidades de un mundo cada vez más complejo, conflictivo y violento.

La estructura del Estado mexicano, su doctrina constitucional, la filosofía social que le dio origen, la tesis del nacionalismo revolucionario como vía para el desarrollo integral de la Nación y el programa histórico que lo tiene vinculado a las aspiraciones populares, no solamente siguen teniendo la vitalidad necesaria para fijar y mantener el rumbo del país, sino que son los únicos medios idóneos para hacer frente a las contingencias del presente y del futuro y los únicos instrumentos comprobadamente válidos para preservar nuestra existencia como Nación soberana.

A los opositores del régimen revolucionario, que el pueblo mediante el sufragio se ha dado, debemos decirles que están obligados, ahora más que nunca, en el marco de la reforma política, a plantear sus puntos de vista en el campo de la confrontación ideológica y a la luz de la discusión elevada y trascendente de los principios que cada quien sostiene.

En la contienda de las ideas y de los ideales, hoy como siempre nuestra Revolución renueva sus banderas, lucha por ellas y a plena luz las defiende con limpieza frente a todo; que las otras corrientes ideológicas hagan lo mismo; que no oculten tesis y objetivos; que digan qué país quieren construir para que sea sustituto del que ahora disfrutamos; con qué características de libertad y de justicia y qué perfil de antecedente histórico y de consecuente económico y social; que se presenten a la ciudadanía diáfanamente si en verdad queremos todos perfeccionar nuestro sistema democrático vamos a someternos, nosotros los primeros, sin disfraces ni ocultamientos al juicio de la historia y a lo inapelable de nuestro pueblo.

Los hombres de la Revolución estamos comprobando que el compromiso de trabajar unidos por la prosperidad de la Nación, nos obliga a todos por igual a señalar aciertos y errores, a corregir fallas y desvíos, a compartir sin reservas las responsabilidades, pero también a no ser vergonzantes ni oportunistas, sino amigos invariables, revolucionarios, conscientes y solidarios con el Presidente de México en todas las circunstancias que comprometan a la Nación.

En este LXXV aniversario, recordamos al mundo el esfuerzo de nuestro pueblo por mantener incólumes nuestra soberanía e independencia; demandamos el esfuerzo de todos los hombres de la tierra para lograr la paz universal; advertimos a las potencias mundiales del peligro de su insensatez en la proliferación de armas que pueden terminar con nuestra especie; censuramos las actitudes que frenan el desarrollo económico de los pueblos y exigimos un nuevo orden económico en el mundo y la revisión universal del problema de la deuda externa de los países en desarrollo; postulamos el respeto irrestricto a la voluntad de todas las naciones para darse el sistema de vida que mejor les convenga. Nuestro pueblo seguirá construyendo su historia en la libertad, la independencia y la justicia; continuará en su empeño por edificar una nueva sociedad; alentarán nuestra Revolución y en el recuerdo de quienes surgidos de él lo encabezaron en sus mejores luchas.

En este aniversario, llamamos a todos los mexicanos a conservar la unidad en lo esencial, a todos los revolucionarios y hombres progresistas, a impulsar la marcha de nuestra patria en la edificación de estratos sociales más dignos y más justos. A los campesinos y a los obreros para que en el cruce de todos los caminos de México, su fuerza organizada impida cualquier desviación que dañe el prestigio, la marcha o el crecimiento de nuestro movimiento social. A los maestros de México, a conservar el liderato de la comunidad y a no permitir penetraciones de dentro o de fuera que vulneren nuestra personalidad como Nación o nuestra independencia y soberanía. A la clase media producto legítimo de la Revolución para que apoye sin reservas en los momentos de prueba que vivimos, a nuestro movimiento social, pero que al fin circunstanciales, habremos de superar. A la juventud para que eleve el sentido creador de su existencia y participe como lo ha hecho ejemplarmente, en todas las jornadas que se libren por la patria. Al Ejército surgido de nuestro pueblo, para que continúe su firme adhesión a las normas constitucionales que dan estabilidad a la República.

Rendimos homenaje y recordamos con emoción y respeto a Francisco I. Madero, y José María Pino Suárez, a los hermanos Flores Magón, a Aquiles y Carmen Serdán, a Venustiano Carranza, Francisco Villa y Emiliano Zapata, Felipe Carrillo Puerto, Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas.

Pero sobre todo, a los millones de mujeres y hombres que con su pensamiento y con su acción se convirtieron en héroes anónimos de la guerra civil y de la construcción del México en el que ahora todos alentamos.

Mi partido, surgido de este movimiento social y unido al pueblo creador de la historia, seguirá impulsando el sentido dialéctico de la Revolución procurando la soberanía de la Nación sobre todo lo que existe en su territorio, la tierra y los recursos naturales al servicio de nuestro pueblo, el trabajo para dignificar la existencia y asegurar nuestro progreso e integridad, la educación popular y el uso de la ciencia y de la técnica para proteger a los hombres de las fuerzas incontroladas de la naturaleza y de la sociedad.

Las instituciones para garantizar el imperio de la ley y el respaldo a la voluntad de los ciudadanos; los funcionarios como servidores del pueblo y y representantes de la ley que los mexicanos nos dimos: el Estado para proteger la dignidad del hombre, la integridad de la familia y la soberanía de la patria; el Ejército para servir al pueblo, honrar a la Nación y salvaguardar a las instituciones.

Nuestras relaciones internacionales basadas en el respeto al derecho de todos los pueblos para sostener con patriotismo y mantener con decoro nuestra soberanía; la democracia, para expresar nuestros anhelos y elegir a los que mejor defiendan nuestras ideas. El respeto al sufragio para asegurar la estabilidad social y política de las instituciones; los partidos políticos para que acepten sin reservas la convivencia democrática y preserven a la Patria de cualquier signo de esclavitud o de tiranía.

En la independencia y en la Revolución seguiremos orgullosos de nuestra historia, signos de la herencia de trabajo y patriotismo de todos los héroes de nuestras luchas libertarias, empeñados en seguir las huellas luminosas de su existencia. Este es el camino que los mexicanos hemos escogido, el que queremos continuar, el que impulsa nuestra historia y nuestra idiosincrasia, el que aceptamos los revolucionarios y el que reclama la inmensa mayoría de nuestro pueblo. (Aplausos.)

El C. Presidente: - Hará uso de la palabra el C. diputado Máximo de León Garza.

El C. Máximo de León Garza: - Compañeras y compañeros diputados. El grupo parlamentario del Partido Socialista de los Trabajadores se une el día de hoy al homenaje que esta soberanía rinde a la heroica generación de mexicanos que hace justamente 75 años, el 20 de noviembre de 1910, iniciaron el movimiento armado que hoy conocemos como la Revolución Mexicana.

Esta Revolución concluida victoriosamente en 1917 al aprobarse la Constitución que hoy nos rige, fue, sin duda alguna, el evento más importante ocurrido en nuestra sociedad a lo largo del presente siglo, pues determinó, de una manera contundente, el tipo de formación social que hoy somos.

Iniciada como un movimiento puramente político, tras banderas democráticas formales como el derecho al sufragio y la no reelección del Poder Ejecutivo, muy pronto la acción de las masas, principalmente los campesinos y los trabajadores urbanos, le imprimieron un contenido social avanzado, que la convierten en la primera Revolución triunfante de este tipo en el continente latinoamericano, y una de las más radicales en su tiempo a nivel mundial.

En un país con apenas 15 millones de habitantes, predominantemente rural, pues más del 80% de ellos vivían en el campo, de un pavoroso atraso cultural, con una industria apenas naciente y unos medios de comunicación insuficientes, más de un millón de mexicanos murieron en poco más de un lustro, en el esfuerzo armado por cambiar un modelo de sociedad autoritaria, antidemocrática, fuertemente estratificada socialmente, y penetra en todos los foros por el imperialismo, que había nacido tras la larga dictadura pseudoliberal del general Porfirio Díaz.

Esta gigantesca insurrección de las masas fue, por sus objetivos y conclusiones finales, una etapa, la tercera y última, de la revolución burguesa en nuestro país. Pero fue, al mismo tiempo, una guerra campesina por la tierra en la cual su ala más radical, la zapatista, que sostenía el Plan de Ayala, hizo propuestas y tomó empíricamente medidas orientadas a un desarrollo distinto, no capitalista.

Como en toda revolución burguesa auténtica, su ala izquierda, nutrida por las aspiraciones y los deseos de los trabajadores urbanos y las capas ilustradas de la pequeña burguesía, desborda los marcos del capitalismo y anuncia los gérmenes de lo que será y es hoy, la lucha por un orden social más avanzado, el socialismo. Este papel lo representó, en el caso de nuestra Revolución, la corriente ideológica y política del floresmagonismo.

Esa ala, sus ideas y reivindicaciones, no podían vencer entonces porque el punto de unificación de las diversas fuerzas de clase que participaban en la Revolución, en su mayoría de carácter burgués, estaba en las demandas y propuestas que finalmente quedaron escritas en la Constitución General de la República. Pero sin su intervención, sin sus programas avanzados, sin la tenacidad con que las sostuvieron, ese centro de gravedad hubiera estado situado mucho más a la derecha.

La clase obrera, por su número relativamente pequeño en el conjunto de toda la sociedad, por sus debilidades ideológicas, por la índole misma del conflicto central que se ventilaba, no podía todavía desempeñar un papel hegemónico. Sin embargo, sus luchas fueron importantes e influyentes, avanzó orgánica e ideológicamente, pero no pudo, ni

ni puede todavía, evitar que las tendencias burguesas dirijan al Estado.

Este carácter dual de la Revolución Mexicana se reflejó claramente en la Constitución de la República. Aprobada después que el movimiento campesino villistas y zapatistas había sido derrotado militarmente, y las tendencias radicales obreras neutralizadas ideológica y políticamente. En la Constitución se refrenda el caracter capitalista de nuestra sociedad, pero se introducen derechos sociales que permiten una mejor organización de los trabajadores urbanos y rurales para la defensa de sus intereses de clase. Y para organizar la lucha por una sociedad no capitalista en el futuro próximo.

Se reafirma el principio de la soberanía popular, al establecer en el artículo 39 el derecho del pueblo para modificar en todo tiempo la forma del Gobierno, así como se limita el derecho de la propiedad privada, al condicionar su exigencia a las modalidades que dice el interés público.

Fue precisamente en este marco constitucional que pudieron realizarse, en su momento, todos los cambios estructurales - reforma agraria, expropiación petrolera, formación y desarrollo del sector estatal de la economía, etcétera - , que han hecho posible el México de hoy.

Sin embargo, el carácter burgués de la hegemonía política establecida en el Estado Mexicano formado tras el período de luchas armadas, a pesar de que en diversos momentos ha sido fuertemente cuestionada por el movimiento obrero, campesino y popular de masas, ha determinado una evolución que reproduce ahora en las nuevas condiciones internacionales y continentales, muchas de las lacras que en 1910 provocaron precisamente el movimiento armado.

Lejos de haber alcanzado la plena independencia nacional, desterrando la penetración y explotación extranjera, principalmente norteamericana, estamos hoy más influidos que nunca, en prácticamente todas las esferas del quehacer social. La gigantesca deuda externa nos convierte, en el orden económico, en un país tributario del poderoso país vecino, cancelando las perspectivas de un desarrollo importante para el futuro.

A pesar de que hemos logrado un crecimiento significativo en la planta productiva, ésta se encuentra fuertemente deformada y técnicamente dependiente, de tal modo que no nos garantiza la producción necesaria para satisfacer las necesidades populares, al mismo tiempo que en las capas altas de la sociedad se estimula un consumismo suntuario verdaderamente escandaloso.

Nuestra sociedad ha llegado a niveles de estratificación social jamás conocidas en el pasado, y con pocos ejemplos similares en el mundo, pues un reducido número de mexicanos, colocados en la cúspide de la pirámide social, tal vez no mayor del 1% de la población total, controlan y disfrutan el grueso de la riqueza social producida por todos los mexicanos.

El grado de explotación a que es sometida nuestra fuerza de trabajo es una de las más altas en el mundo capitalista y todavía no ha sido posible garantizar empleo estable un porcentaje importante de la misma, en algunos momentos, superior a la tercera parte del total.

El régimen político, a pesar de los limitados avances positivos determinados por la Reforma Política, tiende constantemente a recurrir a métodos arbitrarios, poniendo en riesgo la estabilidad futura del mismo.

Finalmente en los últimos tres o cuatro lustros, el modelo de desarrollo impuesto en el país ha entrado en una profunda crisis estructural, cuyos principales índices negativos se han acentuado particularmente después de los trágicos acontecimientos naturales registrados el 19 de septiembre.

De aquí que, para nuestro partido, se impone hoy la necesidad imperiosa de retomar la lucha de quienes, en el período de 1910 - 1917, pugnaban por una vía de desarrollo y un tipo de sociedad distinta a la que hoy tenemos. Es decir, de quienes planteaban, como hemos anotado una vía de desarrollo no capitalista, objetivamente orientada en el futuro al socialismo. En el marco internacional de hoy, y tomando en cuenta las fuerzas sociales existentes en el interior de nuestra sociedad, esta tarea histórica es ahora perfectamente realizable.

Es lo que hoy planteamos como nuestra lucha por alcanzar un gobierno popular de reconstrucción nacional.

Como es sabido, los acontecimientos posteriores al sismo de septiembre pusieron a la orden del día las tareas inmediatas de la reconstrucción nacional en todas las esferas del quehacer social.

Nosotros, los miembros del Partido Socialista de los Trabajadores, fuimos los primeros en poner en el tapete de la discusión esta importantísima cuestión nacional. La consigna principal que rigió nuestra campaña electoral de 1985 fue precisamente: por un "Gobierno Popular de Reconstrucción Nacional".

Desde nuestro punto de vista, la reconstrucción nacional es un proceso profundo de cambios en la estructura económica y política de la sociedad, proceso que involucra necesariamente a todas las clases y sectores sociales a participar de manera activa.

La sociedad mexicana no puede aspirar a ningún cambio relativamente importante si este no es impulsado o por lo menos sustentado por la fuerza de una clase o un grupo social en movimiento. Este hecho se demostró una vez más al decretarse la expropiación de 7 mil predios urbanos en el Distrito Federal, para resolver parte de los problemas creados por el sismo, pues esto fue una respuesta concreta del Gobierno Federal, a una exigencia popular manifestada clara y justamente.

Importantes aspectos de la vida económica del país han sido reconstruidos en épocas pasadas gracias al papel jugado por las masas en su planteamiento y exigencia. El momento actual determinará nuevos levantamientos de las masas, y estos no deben producirse de manera espontánea, sino que debemos conducirlas por la vía constitucional a la victoria, aprovechando todas las conquistas establecidas por los revolucionarios de 1910 - 1917 en este orden de cosas.

La reconstrucción nacional implica, por sobre otra consideración, la necesidad de replantear, para darle un nuevo contenido, el pacto histórico del movimiento obrero con el Estado mexicano. No deben prevalecer ya en la acción del Estado, los intereses de la gran burguesía, sino los propios del movimiento obrero, campesino y popular de masas. Por ello, el papel del movimiento obrero será fundamental en el futuro inmediato. Debe dejar de ser un factor pasivo, para transformarse en activo.

El lograr un gobierno popular de reconstrucción nacional, como paso previo a una lucha más profunda para desarrollar una vía no capitalista de desarrollo, es ahora más necesario que nunca.

Por ello, como un paso más en esta dirección, anuncio desde esta alta tribuna nacional que el día de hoy no nos limitaremos a éstas solas palabras para recordar a nuestros antecesores revolucionarios de 1910. ¡No! para dentro de unas horas, todos los militantes del Partido Socialista de los Trabajadores desfilaremos por las calles principales de la ciudad para llegar al Palacio Nacional y entregar al C. Presidente de la República, nuestro programa de reconstrucción nacional y demandarle sea tomado en cuenta en la acción inmediata de su Gobierno. De este modo, de modo concreto, contribuidos a la magna tarea de poner en movimiento a nuestro pueblo en la lucha por las reivindicaciones que hoy le son fundamentales.

Nuestra fracción parlamentaria, con el permiso de ustedes, se retirará de esta sesión para incorporarnos, en nuestra calidad de militantes del partido Socialista de los Trabajadores, a esta magna concentración que denominamos "V Encuentro Nacional de los Trabajadores de la Ciudad y del Campo" y que hemos organizado bajo la consigna central de reconstrucción nacional para reparar injusticias. Muchas Gracias.

El C. Presidente: - A continuación, hará uso de la palabra el C. diputado Pedro José Peñaloza.

El C. Pedro Peñaloza: - Señor presidente; señores diputados: Yo quisiera suplicarle al señor presidente, que pusieran atención, si son tan amables los diputados, es una sección solemne y no veo que exista ese rasgo.(Silbidos.)

El C. Presidente: - Se ruega a todos los presentes a guardar compostura, ocupar los asientos que le correspondan y no distraer a los señores diputados.

El C. Pedro José Peñaloza: - La Revolución mexicana modeló de abajo a arriba a este país; forjó y templó en el sentido más extenso de la palabra, el carácter, la decisión, la conciencia, las tradiciones del pueblo de México.

Las masas que salieron de la tormenta revolucionaria en 1920, no eran las mismas que la desencadenaron en 1910; habían derribado varios gobiernos, habían destruido la clase de sus opresores más odiados, los terratenientes; habían ocupado con su ejército revolucionario la vieja capital de los opresores; Habían derrotado, humillado y destruido a su ejército, el mismo que por tantos años había sido el símbolo de la represión, el terror contra las masa; habían ejercido formas de autogobierno, habían ocupado y repartido tierras, habían enviado a sus jefes militares a la convención; en una palabra, habían irrumpido en la historia por primera vez, tomando violentamente sus manos mientras la Revolución ardió, el gobierno de sus propios destinos.

Esta Revolución aparece en un primer momento como una lucha entre dos fracciones de la burguesía, en la cual el sector que intenta apoderarse del control del Estado acude a la movilización de masas en su apoyo; el movimiento revolucionario es cambiante porque desde el Plan de Ayala el Golpe de Estado de Victoriano Huerta y el asesinato de Madero, la actividad revolucionaria es mantenida exclusivamente por la fracción zapatista.

El maderismo dispersa a las fuerzas armadas que movilizó, asume el control del Estado y de su ejército y enfrenta con este a la revolución campesina mientras introduce algunas reformas políticas democráticas en el Estado.

A partir del asesinato de Madero, la Revolución vuelve a extenderse como una nueva crisis interburguesa, en un nivel superior al inicial entre la fracción de Huerta y la encabezada por Venustiano Carranza. Esta lucha, en la cual se organizan y triunfan los ejércitos constitucionalistas, culmina con la destrucción del ejército nacional por la división del Norte de Zacatecas. Un nuevo período se inicia con la Convención de Aguascalientes hasta la ocupación de la ciudad de México por los ejércitos campesinos de Zapata y Villa. El movimiento de masas revolucionario alcanza su cúspide. Es probablemente el que en su mayor número de hombres armados constituyó el ejército y las bandas revolucionarias que unen villistas y zapatistas atrayendo hacia sí a un sector radical del constitucionalismo y controlando así la Convención de Aguascalientes. Ella se presenta como la más auténtica encarnación jurídica de la Revolución, verdadero nudo de sus contradicciones, fuerzas y resoluciones, espejo

de sus grandes sueños imprecisos y sus trágicas carencias políticas. Con la bandera de la legalidad revolucionaria de la Convención, la División del Norte y el ejército Liberador del Sur ocupan la capital del país e intentan establecer su propio gobierno nacional; el ejército de Carranza y Obregón deslizado por la fuerza de atracción de los ejércitos campesinos en ascenso, se repliega sobre las costas de Veracruz, pero la incapacidad de las fracciones campesinas para organizar el estado nacional, la inestabilidad y la defección posterior de las otras tendencias del constitucionalismo que las habían apoyado, la radicalización del constitucionalismo y sus leyes agrarias, obreras y administrativas, es decir, su capacidad para reorganizar el estado, la desilusion y el cansancio de las grandes masas campesinas, son todos factores convergentes que determinan el reflujo de la marea revolucionaria y el avance de las fuerzas antagónicas del constitucionalismo. Bajo esa presión la Casa del Obrero Mundial, se inclina definitivamente hacia el constitucionalismo y firma el pacto de los Batallones Rojos, dirigidos contra los ejércitos campesinos. Obregón derrota a la división del Norte y Zapata se repliega sobre el estado de Morelos, y ahí lleva su momento culminante, su experiencia de autogobierno, su ensayo de comuna campesina.

A la derrota del villismo sigue el enfrentamiento abierto de Carranza con el movimiento obrero y la derrota de la casa del Obrero Mundial en la huelga general de julio de 1916, la cual acentúa el descenso de la Revolución.

La fracción de Carranza se desgasta como antes la de Madero, en la guerra contra el último bastión de la revolución campesina. Los zapatistas, cuando finalmente este bastión se disgrega con el asesinato de su jefe. La suerte de su antagonista los carrancistas está sellada. En la lucha contra la revolución en retirada, su aislamiento social ha llegado al punto máximo.

En noviembre de 1919, este curso lo lleva al fusilamiento del general Felipe Ángeles. Sobre la derrota velada radical de la Revolución, la de Emiliano Zapata como antes del villismo, y el agotamiento de las fuerzas de su ala derecha y conservadora. La de Venustiano Carranza asciende finalmente la estrella de Alvaro Obregón.

El general revolucionario invicto que con el apoyo del ejército asume el poder cuando las masas fatigadas se repliegan, el pronunciamiento obregonista abre una nueva pugna armada interburguesa en la Revolución declinante, que se cierra con el asesinato de Carranza y la entrada de Obregón a la capital flanqueado por el general Pablo González, el verdugo del zapatismo. Y el general Genovevo de la O., el principal jefe campesino sobreviviente del ejército campesino. Imposible un símbolo más trasparente del juego de equilibrio en que se apoya el nuevo poder de Obregón, y que ha continuado hasta nuestros días.

Pero sería importante analizar entre todos los vaivenes que ocurrieron en el movimiento revolucionario mexicano el papel que jugaron los ejércitos campesinos. Si observamos la línea que marca la Revolución desde 1910 hasta 1920 veremos una constante, la única fracción que nunca interrumpió la guerra, que tuvo que ser barrida para que cesara, fue la de Emiliano Zapata. Después de los acuerdos de ciudad Juárez fines de mayo de 1911, todas las fracciones revolucionarias al llamado de Madero depusieron las armas, la Revolución había triunfado; don Porfirio habrá caído. Todas, menos la de Zapata, la Revolución no Había triunfado, la tierra no se había repartido, los zapatistas se negaron a entregar sus armas y a disolver su ejército, cedieron su programa: el plan de Ayala.

En noviembre de 1911 continuaron tenazmente su combate. Resultado evidente: entre mayo de 1911 caída de Porfirio Díaz y febrero de 1913, asesinato de Madero, es decir, durante un año y nueve meses, sólo el ejército libertador del Sur mantuvo la continuidad en armas de la Revolución Mexicana, que es lo que explica por un lado la tenacidad y por otro el éxito de los campesinos zapatistas en mantener solos y contra todos la idea de permanencia de la Revolución.

La explicación no reside solamente en el programa agrario de Zapata; otros sectores siguieron a Madero en pos de la tierra y decidieron suspender la lucha armada. Otros también la poseían y la devolvieron. La clave de toda la Revolución, y esa es una enseñanza muy importante, es que las masas decidan por sí mismas que puedan gobernar sus propios destinos, fuera de las decisiones y de las imposiciones del Estado, de las clases dominantes. Para esto, lo decisivo es que tengan una organización independiente, a través de la cual puedan expresar las conclusiones de su pensamiento colectivo y ejercer su autonomía.

La clave de la resistencia permanente del Sur, es que ahí existía una organización. Eran los pueblos, el antiguo órgano democrático de los campesinos comunitarios, el centro de liberación y decisión donde había resultado por su cuenta durante cientos de años sus problemas locales, con el cual lo habían organizado.

Los pueblos, todavía vivos como ejemplo de vida comunal de los campesinos en su resistencia del siglos, al avance de las haciendas, fueron el organismo autónomo con que entraron naturalmente a la Revolución los surianos. Todo esto se resumía en el grito con que Otilio Montaño proclamó la insurrección del Sur: ¡abajo haciendas y vivan pueblos! Era un grito político, profundo, la recuperación y el reparto de las tierras, sino también la conquista de la capacidad de decidir, los pueblos

se constituían así en el sencillo instrumento de autogobierno de los campesinos.

Todo esto se resume en esa verdadera declaración de independencia programática y organizativa que es el plan de Ayala. El plan de Ayala, al disponer que la tierra se repartiría de inmediato y que posteriormente serían los terratenientes expropiados quienes debieran presentarse ante los tribunales para justificar el derecho que invocan de la tierra, invierte radicalmente los términos en que se daba en el plano legal la lucha entre pueblos y terratenientes, y constituye, sin ninguna duda, una subversión de la juridicidad burguesa.

El Plan de Ayala, decían los hechos, que un punto del país, en el estado de Morelos, la insurrección campesina había escapado a la lógica estricta de la subordinación de los intereses de una de las fracciones burguesas dirigentes.

La trayectoria del zapatismo es, en la Revolución Mexicana, la forma concreta de ese fenómeno presente en todas las revoluciones. La doble Revolución, la Revolución en la Revolución, la vía por la cual las masas persisten en afirmar sus decisiones más allá de las inevitables mediaciones de las direcciones, el camino de su autonomía y su autogobierno organizado.

El resultado final de la Revolución, se definió, sobre todo, al nivel del Estado. La Revolución destruyó el viejo Estado de los terratenientes y de la burguesía exportadora y estableció un nuevo tipo de Estado. El corte entre el Estado porfiriano y el Estado postrevolucionario exterminante. Consiste en lo siguiente:

El Ejército Federal fue destruido y fue sustituido por un nuevo Ejército. En el cual no fueron asimilados ni integrados los altos oficiales del viejo Ejército. Ese ejército, el porfirista, fue destruido en la batalla de Zacatecas y esa destrucción fue realizada por el ejército de campesinos, dirigidos por un general campesino, Francisco Villa, que tomó Zacatecas desobedeciendo las órdenes de Carranza. De ahí la condena de limbo de la historia que ha sufrido el general Ángeles, quien "traicionó" a su clase poniendo sus conocimientos militares al servicio de los ejércitos revolucionarios, los campesinos y subordinados.

El hecho contundente, es que el viejo ejército fue destruido. Esto no ocurrió en la Argentina de Perón, ni en el Chile de Allende; ahí reside el carácter radical del asalto de la Revolución Mexicana contra el Estado, aunque luego el Estado reorganizado fuera nuevamente un Estado burgués y eso fue posible, porque antes, en el momento decisivo, los zapatistas conservaron sus armas y su autonomía. La confluencia de zapatistas y villistas en la Convención de Aguascalientes, marca el apogeo de la Revolución.

En la convención de Aguascalientes, contra la tercera oposición de Carranza, que siempre los consideró bandidos, y desde su punto de vista de clase, es decir de terratenientes, tenía razón, entraron con pleno derecho los zapatistas sin disolver su ejército ni su organización, es decir, sin deponer sus instrumentos de autonomía. Se dirá que el Estado Mexicano no se reorganizó a partir de Aguascalientes, sino de Querétaro, es cierto, pero Querétaro se produjo a más de un año después de la ruptura de Aguascalientes y sin esta convención no habría habido el Congreso de Querétaro ni habría tenido igual carácter.

En el Congreso de Querétaro, se definieron políticamente dos corrientes, la conservadora, que apoyaba el proyecto de Carranza y otra radical o Jacobina, como la llamaban sus adversarios, y aceptaban ser llamados ellos mismos que querían introducir profundas reformas políticas y sociales en la estructura jurídica del país.

Sus resoluciones finales reflejaban lo que había sido la derrota de los principales proyectos antagónicos que se habían enfrentado en la Revolución: el carrancismo y el zapatismo.

Sin dudas, durante el período del general Cárdenas, las masas mexicanas irrumpieron de nuevo en la escena política nacional. Cárdenas y su equipo resolvieron el conflicto que se dio en el seno de la dirección del Estado, cuyo portavoz más preclaro era el general Calles, rompiendo las reglas del juego establecidas en 1929 por la fundación del PNR en lugar de dejar el enfrentamiento encerrados en los marcos del aparato político estatal. Es decir, el PNR y los altos mandos militares, donde la influencia de Calles sería siendo determinante.

Cárdenas introdujo en la disputa un factor imprevisto por sus adversarios, se salió con, la Movilización Obrera iniciada desde antes de su presidencia, la apoyó desde el Estado y a su vez conquistó su apoyo para lanzar el nuevo movimiento obrero, reorganizado y en ascenso contra la fracción callista de la burguesía y del aparato estatal.

En el turbulento año de 1935, el año de las dos huelgas por día de la sindicalización en masa de las grandes manifestaciones obreras y populares y las batallas de caballos contra taxis en el Zócalo, se decidió el destino en México y se afirmó con el sostén obrero la administración del Estado que abriría el camino en 1936 a la basta reforma agraria y en 1938 a la Expropiación Petrolera.

En ese proceso de ofensiva popular, reformas sociales y conquistas obreras y campesinas, vino envuelta también la subordinación política institucional de las organizaciones obreras del Estado, cuyo duro precio posterior fue la indefención de los trabajadores ante el rivalismo derechista y antiobrero del poder estatal, apartir de 1940 hasta la fecha.

Quizás el Estado moderno en México, del cual ustedes reivindican, soñó Cárdenas construir, de ninguna manera, pensamos, que el

pensamiento del Presidente Cárdenas coincida con la actualidad. Si no recordemos lo que escribiría 35 años después en el testamento el general Cárdenas y de uno de cuyos sueños y objetivos habían sido derrotados por un proceso objetivo y por fuerzas de clase mucho más allá de su control y sus cálculos.

He aquí lo que decía Cárdenas en 1970: "es necesario a mi juicio - decía Cárdenas - completar la no reelección en los cargos de elección popular con la efectividad del sufragio, pues la ausencia relativa de este postulado mina los saludables efectos del otro, ademas debilita en su base el proceso democrático, propicia continuismo de grupo, desmoraliza la ciudadanía y anquilosa la vía de los partidos. Esta situación abate el espíritu cívico de la ciudadanía, especialmente de los jóvenes que en vez de una lucha de principios e intereses encontrados, encuentra en paradójica unión partidaria a explotados y explotadores, revolucionarios y reaccionarios.

Sobre los capitalistas extranjeros, Cárdenas decía: la política tendiente a obtener cuantiosos créditos y préstamos del exterior, en la confianza excesiva de nuestra capacidad de pago por el desarrollo que promueven, tendrán también que considerar la pesada carga que esa política hace incidir sobre la economía del pueblo, el hecho que condiciona y acentúa la malsana unilateralidad del comercio exterior y mina las bases del desarrollo independiente. En ciertas ocasiones, - sostenía Cárdenas - la política referida hace que se cierna un ominoso silencio ante actos dilatorios de la soberanía a indebidas presiones políticas y económicas que el imperialismo ejerce sobre México. Consideró Cárdenas también, que de sostener el monto y el ritmo del endeudamiento externo que hace más de dos décadas se practica, se otorgaría innecesariamente una arma que perpetúa la independencia y en cuanto a los efectos la historia de México es muy elocuente.

Sobre la tierra, decía Cárdenas, la concentración de la riqueza no es por cierto una meta de la Revolución Mexicana y sin embargo es necesario reconocer que es un fenómeno en proceso ascendente; esto obedece en lo que se refiere al campo, a un nuevo acaparamiento de la tierra, del agua y el crédito en manos de modernos terratenientes llamados pequeños terratenientes llamados pequeños propietarios. Sobre el trabajo, decía Cárdenas, los obreros han carecido de defensa gremial combativa y consecuente respecto a sus derechos de usufructurar una mayor parte de la riqueza que producen; la inoperancia de los sindicatos como organizaciones de resistencia, debido en parte al abatimiento del ejercicio de la democracia interna y también a la inacción de sus dirigentes, hace que ese sector de la sociedad se encuentre abandonado a la rutinaria revisión de sus contratos de trabajo.

Sobre la Revolución Mexicana - seguía Cárdenas hablando - medio siglo de experiencia ha hecho obvio que la ley suprema de la República , la Constitución, pueda esgrimirse con distinto espíritu, no tanto por su interpretación subjetiva como por los intereses que se hacen representar en el poder con mayor fuerza y es inútil ignorar que de tiempo atrás los intereses conservadores han adquirido señalada influencia debido a la aceptación tácita de la tesis, falsa por incompleta, de que para repartir la riqueza hay que producirla, primero con la afluencia de recursos financieros sin considerar que quienes transforman la riqueza han dado origen e incrementado con su trabajo tales recursos; con la política de unidad nacional - sigue hablando Cárdenas - sin distingos sociales de liberalismo económico, de colaboración de clases y de restricta penetración del capital foráneo, se puede prolongar la idea más aparente que real, de que se vive una etapa de desarrollo con justicia y paz social.

Lo que ocurre es que el proceso que siguió la Revolución después del período preconstitucional, entro al período de las instituciones y de entonces las posiciones oficiales importantes han sido ocupadas por hombres con intereses creados con la contrarrevolución, contrarrevolución pacífica - se decía - que ni era eficaz al ejido, al derecho obrero, a la educación especialista y esto lo sostenía Cárdenas en 1970 - 1971. La actual política del gobierno mexicano nada tiene que ver con las propuestas del mensaje póstumo de Cárdenas, ninguna fracción de la burguesía, ni siquiera la llamada nacionalista, en franca derrota y retroceso, lo reivindican o proponen. Ese programa supone una vía de modernización, de México que el gobierno al que perteneció hasta el final, Cárdenas, rechaza en bloque. Volvemos así en cierto como indirecto, a los términos del enfrentamiento de 1935, tanto Calles como Cárdenas, querían en su momento modernizar el país pero mientras que el primero quería hacerlo desde arriba, el segundo olfateó el aire de los tiempos, optó por apoyarse en las demandas y movilizaciones de los trabajadores y modernizar con el impulso de trabajo.

Sin embargo, estos términos ya no existen. Este México, el mismo de entonces, es también otro, el proyecto cardenista al fin de cuentas era compatible con los intereses y necesidades de una fracción y con el desarrollo y expansión del conjunto del sistema.

Hoy ninguna fracción del capital tiene interés ni considera compatible sus intereses con una modernización de México desde abajo. La movilización de las masas que ella requiere sobrepasa ampliamente los marcos de esos intereses. La prueba más contundente es el propio mensaje póstumo de Cárdenas, que define un programa que ya difícilmente puede ser considerado compatible con el actual grupo dirigente del gobierno. Podemos imaginarnos la sonrisa entre benévola y condescendiente de más de un modernizador que decide los destinos del país actualmente, al leer el mensaje póstumo al que hemos aludido. No dudamos que en su fuero interno podrán pensar que el general Cárdenas era un hombre

ingenuo y de sus ideas eran simplistas y obsoletas; que no tomaban en cuenta la complejidad del mundo actual. Y sin embargo, esos mismos problemas se volverán a presentar en su momento, cuando los trabajadores y campesinos, las clases medias empobrecidas, los intelectuales, las mujeres y los jóvenes, se ubiquen en un cambio en el curso de los intereses históricos del conjunto de la Nación.

Defender los intereses de los trabajadores frente al azote de la crisis requiere más allá de la política de apoyo de cualquier sector de la burguesía, defender los intereses de México frente a la disciplina y a la reglamentación de las multinacionales y del Fondo Monetario Internacional, utilizar el sector nacionalizado, incluida la banca para planificar, liberar de las trabas burocráticas a la estructura sindical y su posibilidad de elegir a sus representantes democráticamente; defender la vida de las fuerzas de trabajo, el salario social y global, la seguridad social, la vivienda, la educación y por supuesto la defensa de la soberanía nacional.

En representación de toda Nación explotada las masas campesinas mexicanas fueron capaces en diez años de guerra civil de rehacer el país de arriba a abajo, de alzar como figuras mundiales a sus dos más grandes dirigentes: Emiliano Zapata y Francisco Villa, y de influir poderosamente en toda la Revolución latinoamericana de la época. Eso hicieron las masas mexicanas entre 1910 y 1920, comprender aquel período crucial y su continuidad histórica tiene importancia decisiva, no sólo para el análisis histórico, sino fundamentalmente porque ahí vienen y parten las masas mexicanas para organizar sus luchas.

La historia de la Revolución Mexicana ha sido desfigurada, y sus rasgos esenciales ocultados por historiadores oficiales; ellos escriben como apologistas o detractores, nunca como analistas objetivos.

Por otra parte, ellos no reconocen en las masas a los protagonistas de la Revolución, aunque aveces lo afirman superficialmente, sino que las ven como la materia inerte moldeada por la voluntad de algunos dirigentes, y mientras éstos han dejado el registro de sus dichos, sus iniciativas o sus escritos, los verdaderos protagonistas hacen la historia, pero no la escriben.

Un ejemplo de esto, finalmente, el carácter misterioso que adquieren las figuras de Villa y de Zapata, que aparecen como hombres rudos e ingenuos, o astutos, o manipulados por otros más cultos y capaces, pero nunca como lo que realmente fueron, los más grandes dirigentes de las fuerzas sociales decisivas en toda una etapa de la Revolución, fuerzas que llevaban entonces, en sus armas, el progreso de México, y que los convirtieron, a ellos, ante los ojos de las masas campesinas de América Latina, en representantes y símbolos de la capacidad de decisión revolucionaria que aquellas mismas encierran y despliegan.

A 75 años del movimiento revolucionario, nosotros seguiremos desplegando las banderas que enarbolaron Zapata y Villa, Flores Magón y millones de mexicanos anónimos, que entregaron su vida en la perspectiva de construir una Nación libre y soberana. Muchas gracias. (Aplausos)

EL C. Presidente: - Hará uso de la palabra el C. diputado Carlos E. Cantú Rosas.

EL C. Carlos E. Cantú Rosas: - Señor presidente; respetables diputados y asistentes a este acto: El movimiento armado de 1910, no es solamente la materialización del espíritu ancestralmente rebelde de una raza que reconquistó con balas en la independencia y en la reforma su soberanía y autodeterminación, es también el precursor de las anheladas transformaciones sociales materializadas por los liberales mexicanos, surgidos del petcah, del calpulli, del tequio, del ejido comunal y de la estructura misma de la ciudad - Estado prehispánica, contenida en la tradición del "chicomostoc". Cuando los afrancesados criollos y mestizos pretendieron transplantar a nuestras latitudes la caricatura de un capitalismo sajón con ribetes de aristocracia europea, se contrariaron las aspiraciones, anhelos y tendencias naturales de un pueblo que a través de milenios, ha comprobado la validez de su propia trayectoria con justicia social.

La Revolución Mexicana fue la protesta airada y violenta de este pueblo que no tolera que le cierren el paso. Por eso no requirió de ideólogos extranjerizantes, ni de nuevas teorías económicas, propiciadas por intereses ajenos. No hizo otra cosa que retomar el camino que visualizó Benito Juárez, guiado por su vocación firme de republicano y patriota y de hombre convencido de que "la democracia es el destino de la humanidad futura; la libertad, su indiscutible arma y la perfección posible, el fin a donde se dirige."

Las revoluciones estallan, cuando falla la justicia distributiva, desaparecen las oportunidades, se incrementan las desigualdades y el pueblo ve reprimido su nivel de vida y amenazada su supervivencia.

Las causas son principalmente económicas y están condicionadas desde luego, por factores ideológicos, estructurales, ambientales, tecnológicos, culturales y de otro órdenes. Andrés Molina Enríquez, Luis Cabrera, Flores Magón, Filomeno Mata, Francisco I. Madero y otros ideólogos y precursores de la Revolución, percibieron, con patriótica sensibilidad, el brutal impacto que las desigualdades económicas prevalecientes a principios de siglo, ocasionaba, en las mayorías desposeídas que en busca de justicia y libertad, encauzaron sus anhelos reivindicadores al movimiento social de 1910.

La Revolución Mexicana nació pobre, como hija de la esperanza de los oprimidos. Es el movimiento social en el que un pueblo cansado de imposiciones y de ser explotado, vierte las angustias que los desposeídos derraman

por toda la Nación, en un estertoreo grito de democracia, justicia, tierra y libertad.

El pueblo triunfante en el movimiento armado, entregó sus anhelos de reivindicación social al constituyente de Querétaro, quien superado atavismos e intereses propios y extraños, logro plasmar en los postulados de la Constitución del 17, los legítimos reclamos, escritos con sangre en los campos de batalla.

De entonces a la fecha, lamentablemente, la ideología de la Revolución, su espíritu y la letra misma de la carta magna, ha venido siendo distorsionados y manipulados en muchos sentidos para enmarcar programas de gobierno que se les apartan. El partido auténtico de la Revolución Mexicana sostiene que los principios originales del movimiento armado, plasmados en la Constitución de 1917, siguen siendo válidos y vigentes para el desarrollo con justicia del México actual y del futuro, dado que ellos señalan el conjunto de acciones políticas, que hacen posible el reencuentro popular y su ejercicio en todas las esferas de la vida nacional.

A pesar de lo que algunos digan, la Revolución Mexicana surgida a resultas de los legítimos reclamos insatisfechos de un pueblo tradicionalmente mancillado jamás ha sido, es o será patrimonio exclusivo de ningún partido, secta u organización y sólo en las enfermas mentes de los demagogos, se puede concebir tal falacia para seguir engañando a un pueblo al que en múltiples ocasiones han defraudado, al no tomar en cuenta sus legítimas aspiraciones, ocasionando con su criminal ligereza ideológica, que algunos confusos y desvalidos conciudadanos, busquen refugio en doctrinas extrañas propiciadas por las hegemonias que pretenden dominar al mundo, tomando a nuestro país como un gigantesco campo de experimentación ideológica y a muchos mexicanos como inermes "conejillos de indias", empleados en la nefasta defensa de espurios y antinacionales intereses.

En la perspectiva de la historia, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, en su nueva era, concibe a la Revolución como la continuación y síntesis de los movimientos liberales de la independencia y la reforma, cuyas elevadas aspiraciones siguen siendo válidas y están asimiladas cabalmente en nuestro ideario fundamental.

La Revolución de 1910, fue la continuación lógica de las transformaciones sufridas por el pueblo mexicano, a través de su larga historia.

Independencia, reforma Revolución, son etapas sucesivas de un mismo proceso de liberación y manifestaciones contundentes de ese liberalismo autóctono: liberalismo social mexicano que encuentra su mejor expresión en le pensamiento y la acción de los hombres de la reforma.

Por eso puede afirmarse que muchas de las banderas del juarismo, arrinconadas durante el régimen de Porfirio Díaz, fueron retomadas 50 años después por los liberales revolucionarios y siguen vigentes esperando su consumación.

75 años han transcurrido desde el movimiento social que convulsionó al país en 1910 y lamentablemente, parece ser, que en algunos estados y municipios de la Nación, el grupo de "científicos" de Porfirio Díaz, ha vuelto al poder. Faltan aulas para nuestros hijos, tierra para los campesinos, fuentes de trabajo para los obreros, crédito para las industrias, alimentación , hospedaje y vestido para nuestras familias.

Por otra parte, mientras que la brutalidad policiaca hace víctimas diariamente a millones de desvalidos mexicanos y la ausencia de seguridad jurídica pone la justicia en manos del mejor postor, grupos de oportunistas, auxiliados por el hampa electoral, mancillan diariamente la voluntad ciudadana.

Nos encontramos frente a una realidad ensombrecedora, sin claras expectativas para los miembros de las clases populares que ven angustiados cómo sus míseros salarios apenas alcanzan para mal comer; frente a una nación rica en historia, con muchos héroes y mártires, exigiendo que los sacrificios de muchas generaciones de mexicanos valgan la pena frente a una país que hizo la primera Revolución del siglo y que puso el ejemplo de lo que el pueblo organizado es capaz de hacer, frente a una ciudadanía que contempla en el panorama nacional opciones políticas sin afinidad con la historia patria.

Ahora como en 1954, año en que fuera fundado el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, las razones para dar la lucha política se mantienen vigentes, entonces los revolucionarios que vieron humear sus fusiles advertían que los objetivos por los cuales ellos lucharon no se estaban cumpliendo y que pequeños grupos de nuevos revolucionarios de cartón, usufructuaban los puestos públicos y que se apoderaban de los frutos que el movimiento Revolucionario concedía al pueblo. Desesperados observaban cómo en el transcurso de los años se cambiaban el sentido del artículo 27 constitucional, y se instrumentaban adiciones en otras leyes que impedían en la práctica su aplicación. Contemplaban inquietos cómo el artículo 3o. sufría modificaciones y crecían en los centros de enseñanza la influencia de la ideología de los enemigos seculares del pueblo mexicano; protestaban al ver la postración de los campesinos sin tierra y al comprobar la simulación de la pequeña propiedad.

Hoy como nunca, enfrentamos un panorama mucho más complejo y preñado de riesgos que en el pasado, se yerguen amenazantes algunos de los problemas que ya asomaban la cabeza a principios de este siglo, pero crecen portentosamente al influjo de nuestro desarrollo y evolución, tales como la escasa o nula producción en el campo y en la industria, insalubridad, analfabetismo desocupación, deuda externa y carencia de vivienda, a los cuales se les suman una infinidad de

problemas que antes ni tan siquiera se imaginaban. Los enmarca a todos ellos en el contexto internacional nuestra posición desfavorable de nación de considerable atraso en nuestra producción de materias primas y campo de conquista para las transnacionales imperialistas.

Ante esta perspectiva, los mexicanos conscientes buscamos fuerza e inspiración en nuestros principios tradicionales que han guiado a nuestra nación y a nuestro pueblo hacia las metas de Independencia, Libertad y justicia Social.

La Constitución es el fruto de un auténtico pacto social que el pueblo con su propia sangre, y en su texto se establece el proyecto de la nación que los mexicanos aspiramos a tener.

Los eternos enemigos de la libertad, del progreso de México, lo son también de la Revolución, hoy levantan de nuevo su cabeza pretendiendo sacar ventaja de la confusión que embarga al pueblo ante las crisis económicas y de valores para afianzar sus posiciones y conquistar el poder.

Los discursos, los desfiles, las ofrendas florales, las guardias de honor que ante las estatuas de los próceres realizan algunos "prohombres y dirigentes", en días como estos resultan más el simple cumplimiento del protocolo oficial, que el sincero y determinante afán de acatar realmente los postulados del movimiento social de 1910 y la Constitución de 1917.

Por eso nosotros, en el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, consideramos que el mejor homenaje que podemos rendir a los hombres de la Revolución, es seguir su patriótico ejemplo y exigir que se cumpla y respete la Constitución en forma absoluta y categórica; que se ponga un dique efectivo a la pretensión reaccionaria de modificar el artículo 3o., para apoderarse de manera definitiva de la educación y manipular las conciencias de las nuevas generaciones; que se mantenga incólumne el principio de la separación de la Iglesia y el Estado y la letra y el espíritu de los artículos que la consagran; que en todo el ámbito nacional, conforme al texto constitucional los individuos disfruten plenamente de sus derechos sin sufrir en ningún momento las persecuciones, las torturas los martirios y la privación ilegal de la libertad a lo que diariamentese hace referencia en este recinto, como práctica cotidiana de algunas agrupaciones policiacas, que se respete el contenido del artículo 27 constitucional, fundamento vital del campesinado mexicano; que se respete en todos sus términos lo señalado en la fracción VIII del artículo 73 de la Constitución, a fin de impedir se concerten en detrimento de nuestra economía, mayores empréstitos con el extranjero; que se apliquen en verdad las garantías que consagra el artículo 123 de nuestro documento fundamental, otorgando a los obreros las garantías a que tienen derecho y se respete su decisión para elegir a sus líderes y escoger a sus representantes y gobernantes, sustituyéndolos del manipuleo a que son sometidos, cuando de concurrir a las urnas se trata. En fin, observar, respetar y aplicar estrictamente, todos y cada uno de los artículos de la Constitución General de la República.

En este aniversario de la Revolución la República vive momentos difíciles. La crisis por la que transitamos, refleja una sensible pérdida de valores. El fervor patrio está cada vez más alejado de los actos que conforman nuestra vida cotidiana y resulta muy alarmante la pérdida de confianza en nuestras instituciones y de credibilidad en los altos funcionarios del Gobierno de la República. Hemos visto cómo los funcionarios públicos se enriquecen y la corrupción campea por las oficinas burocráticas.

Hemos observado cómo la ideología de la Revolución se convierte en fraseología de los demagogos y cómo el pueblo desespera ante las promesas que no se cumplen.

Estamos ciertos que las soluciones no se hallarán en conciliábulos en el extranjero, que comprometen nuestra existencia como país soberano.

La deuda externa se encuentra hoy, convertida en el eje de nuestra problemática nacional, es punto de referencia y tema de definiciones políticas, en torno a ella en el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, sostenemos que es necesaria la inmediata moratoria negociada de la deuda; que no es posible continuar el pago de los intereses usureros de la Banca Internacional y sacrificar por ello, el proyecto de nación, que las mayorías populares compartimos.

Demandamos la inmediata reordenación económica integral para que las actividades productivas del país, retomen su impulso y vigor haciendo racionalmente redituables las labores agroindustriales y castigando severamente las acciones de los especuladores.

Salvemos a México; defendamos su industria, sometida hoy por tasas de interés prohibitivas en un mercado interno débil con crecientes costos en las materias primas.

Que no se despoje a la industria del impulso que requiere para contribuir al desarrollo nacional, ni se escatimen al campo los apoyos y recursos que necesita para producir. Que se piense en el campesino como productor y no como simple objeto de manipulaciones electorales.

Negarle hoy a un trabajador, profesionista, técnico, obrero, burócrata o campesino, la oportunidad de trabajo, es socavar la seguridad nacional e imponer situaciones injustas, a mexicanos que han contribuido a construir el país que todos disfrutamos.

No sacrifiquemos los derechos sociales a la salud, a la educación, al trabajo y a la vivienda digna. Que no se incrementen las diferencias sociales, creando ejércitos de miseria, con soldados de la desocupación.

Impidamos se hipoteque el territorio nacional y el futuro de nuestros hijos.

Que el cumplimiento de nuestros compromisos internacionales, no se lleve a renunciar a nosotros mismos.

Que no se cambie el rumbo para pagar lo que otros dilapidaron ni se entreguen ahora, las empresas que ayer conquistó la Revolución. Los mexicanos todos por distantes que de este lugar se encuentren o humildes que sean, exigimos en congruencia profunda claridad en los actos de gobierno.

Veníamos a luchas por la democracia, bandera fundamental del movimiento Revolucionario. A defender el sufragio. La libre expresión de las ideas y el fortalecimiento del municipio libre; ningún mexicano puede eludir esas batallas.

Debemos acudir a nuestra experiencia histórica y reencauzar al país por la senda que recorrió Hidalgo, que continuo Morelos, que cimentó Juárez, por el camino que reabrieron Madero y Carranza, por la ruta patriótica que trazó Lázaro Cárdenas y que nos hizo recuperar el destino luminoso de la dignidad nacional.

Ya no es posible seguir soportando a los autollamados "Herederos de la Revolución", integrantes de un narcista círculo de elogios mutuos que en sus pedestales de oropel pretenden constituirse en los ojos y oídos de nuestros gobernantes, a quienes ocultan la grave realidad del panorama nacional, suponiendo ilusamente que ante la sola remembranza de las luchas de sus ancestros el país resolverá, como por arte de magia los más graves de sus problemas.

Los verdaderos próceres revolucionarios murieron en la inopia y sus descendientes, viudas e hijos sobreviven en míseros cuartuchos, mal alimentados y peor vestidos, ausentes de apoyo oficial; de ahí, que aquellos que mantienen su presencia en el ámbito gubernamental basados únicamente en lo que sus antecesores hicieron en le proceso revolucionario, carecen de toda legitimidad y contextura moral y soló se han dedicado a vegetar en torno a las migajas que se desprenden de los manteles oficiales, viviendo del apellido y nombre de ilustres personajes, presentes en los momentos estelares de nuestra historia patria.

Aceptar que por el solo hecho de ostentar un nombre o apellido es un revolucionario, sería tanto como establecer una monarquía en el país, integrada por personajes de ilustres apellidos.

La patria requiere con urgencia, de gobernantes y gobernados que impulsen incansablemente el proceso revolucionario, en primordial beneficio y protección social de las mayorías desposeídas y luchen contra los caciques que dominen regiones y localidades imponiendo su voluntad a las mayorías contra quienes han hecho de los puestos públicos fuente de riqueza personal; contra los líderes sindicales corruptos y facciosos que tan sólo se sirven de los obreros; contra los funcionarios que manipulan los resultados electorales, burlando la voluntad popular: contra líderes de membrete que nadie eligió y que dicen representar grupos de ciudadanos; contra los líderes campesinos que traicionando su clase se alían a los latifundistas; contra los tecnócratas que imponen soluciones de gobierno, desvinculadas del pensamiento y de los intereses de las clases populares; contra los funcionarios judiciales, que soló aplican la ley a quien no puede pagar por burlarla; con quienes han impedido la participación abierta y total de las mujeres en política; contra quienes se han aprovechado de la buena fe y limpieza de miras de la juventud, para servir a sus propósitos; contra los individuos voraces, que extenúan a los obreros en las fábricas a cambios de salarios de hambre; contra los especuladores y vendepatrias, que han convertido en moneda extranjera el trabajo de los mexicanos; contra los medrosos y los pusilánimes, que no quieren compartir los riesgos que confronta la reconstrucción de México actual, contra los que piensan que la política del país debe sumirse en la abyección y servir a los inconfesables intereses de cualquiera de las hegemonías que pretenden dividirse al mundo: contra los desnacionalizados, que sueñan con anexarnos al vecino país del norte: contra los que sostienen que México debe desvincularse que su solidaridad con las naciones hermanas del Centro y Sudamérica, en suma, contra quienes pretenden desviar el camino de México, del destino que con su esfuerzo y con su sangre, escribieron los héroes de la Revolución Mexicana.

Debemos desechar de hoy y para siempre a los eternos parásitos de la Revolución: a esos que viven de los que otros hicieron relatando ajenos combates, sufriendo por heridas no recibidas, cobrando por sangre no derramada y presentes siempre desde su nacimiento en todas las ventanillas de pago para seguir viviendo en monárquicas mansiones enclavadas en exclusivas colinas disfrutando en unión de sus familiares selectas viandas en los más lujosos restaurantes conviviendo con el jet set internacional y añorando en todo momento a Maximiliano.

Un viento renovador recorre los cuatro puntos cardinales del país. Aceptemos el reto que el presente y el futuro nos depara, nos aprestemos a la lucha no transigiremos en la defensa de nuestros principios.

Seamos leales ha nuestra historia principios y tradiciones. Creamos firmemente en el movimiento Revolucionario de 1910, en la síntesis de guerra y de la Independencia y la Reforma, y que sus postulados siguen siendo válidos para el México de hoy y del futuro. ¡En eso creemos y por eso luchamos!

El juicio de la historia nos contempla... Está por escribirse el futuro y empieza a quedar el presente atrás. Reiniciemos en estos momentos, señores diputados integrantes de esta LIII Legislatura, con el vigoroso impulso de los integrantes de todos los estados los renovados afanes de un pueblo cansado de imposiciones que ya no quieren más mentiras, que está saturado de promesas y que cree, con

nuestro esfuerzo, podemos crear a partir de este momento la nueva era que todos anhelamos para México. Muchas gracias.

EL C. Presidente: - En seguida hará uso de la palabra el compañero Miguel Eduardo Valle Espinosa, en vista de la ausencia del señor diputado Roberto Castillo Martínez, por encontrarse enfermo.

EL C. Eduardo Valle Espinosa: - Con su permiso señor presidente; legisladores, representantes populares; integrantes de un poder republicano formalmente independiente: La Revolución es revolución, afirmó Luis Cabrera, y con ello dio cuerpo a la concepción popular, de que entonces, en aquellos años no se trataba solamente de una modernización del Estado mexicano que eliminara la dictadura personal. Ahora a 75 años de la rebelión política encabezada por Francisco Indalesio Madero, sabemos que el proceso revolucionario iniciado en 1910 llegó a la transformación de la estructura económica, a la reforma del Estado, a nuestra vinculación material con el exterior y a la política Internacional.

Ahora podemos afirmar, con la ventaja de la reflexión será que nos otorga el tiempo que entregar 18 millones de hectáreas a más de 800 mil beneficiarios durante el período de Lázaro Cárdenas, cuando el concepto esencial de propiedad estaba ligado precisamente a la tierra y al país no llegaba a 30 millones de habitantes, fue un paso radical y justiciero. También sabemos que reivindicar para la nación la riqueza petrolera y de nuestro subsuelo fue ejercer y consolidar los derechos de la nación frente a las ambiciones legítimas de las transnacionales más poderosas de su tiempo, las empresas petroleras.

Apoyar a pueblos africanos en su lucha contra el colonialismo europeo y a la república española, fue desafiar a una poderosa relación internacional de fuerzas que actuaba contra emancipación de los pueblos, tradicionalmente oprimidos y explotados por los países desarrollados en términos industriales.

Crear una infraestructura económica y social básica para impulsar el desarrollo nacional no fue un esfuerzo gratuito ni inútil de los agraristas, los ferrocarrileros, los maestros, los médicos agrónomos mexicanos. La hazaña de la Revolución, hoy traicionada en sus principios, con sus héroes convertidos en piedras y no en ejemplo cotidiano, fue obra de un pueblo encabezado en sus aspiraciones libertarias por Zapata, Villa y Flores Magón.

Ahora a 75 años de distancia, cuando el problema de la democracia y de la estructura y el ejercicio del poder público no se encuentra resuelto y cuando los grandes problemas nacionales vuelven a explotar por la ambición, la miopía y la falta de patriotismo de la clase privilegiada y dominante, es fácil decir: Que la Revolución no fue una revolución.

Pero en historia nacional se encuentran inscritas no soló las durísimas batallas de los hombres con que las armas en la mano murieron por sus ideales, sino los actos soberanos del pueblo frente al imperialismo angloamericano y frente a la propia oligarquía. Y las revoluciones no se miden por los prejuicios individuales antiguos o modernos, sino por las consecuencias históricas que producen en largos periodos, y estamos hablando de tres cuartos de siglo.

Setenta y cinco años han transcurrido desde que una rebelión política abrió paso a un cambio profundo en la estructura de la nación; venciendo en su momento al congelamiento de las demandas campesinas y obreras hasta la violación expresa del principio del Sufragio Efectivo. No Reelección.

Ahora, de nueva cuenta estamos en le círculo vicioso de la afirmación de los privilegios para unos cuantos y la negación de hecho de los derechos de los más, y con ello nos encontramos una vez más en peligro de la disolución de la nación en cuanto su independencia y en cuanto su soberanía. Pues si hemos de ir a las raíces de México, habremos de admitir que la Revolución lo conforma y da sustancia desde los tiempos de Miguel Hidalgo y su decisión de terminar con la tortura y la esclavitud; de José María Morelos y Pavón y su afirmación combatiente de la soberanía de América; de Valentín Gómez Farías y su lograda aspiración de separar la Iglesia del Estado; de Ponciano Arriaga y su lucha casi solitaria por la Reforma Agraria; de Ignacio Ramírez y su defensa por la dignidad de los asalariados; de Ignacio Zaragoza y de Benito Juárez a la hora de restaurar la República y expulsar al invasor venciendo a la contrarrevolución para dar base real al triunfo liberal, definitivo para la existencia de una República en poder del pueblo, al menos en teoría; un pueblo que se entiende y se sabe múltiple, plural políticamente, étnica y culturalmente y que al mismo tiempo busca la justicia y la libertad para todos.

De esta manera, si en algún lugar del planeta la existencia y reciedumbre de una nación han dependido una y otra vez en sus raíces y manifestaciones vitales, en su ser y en cómo se desenvuelve en su circunstancia, de la transformación progresiva del estado de cosas, económico, político y cultural; es el lugar del planeta, es esta patria grande que llamara Bolívar; México el país de nuestros abuelos el que será de nuestros hijos a pesar de empresarios acreedores cuya patria es las ganancias y de los políticos corruptos cuya responsabilidad se ha esfumado, si alguna vez la tuvieron.

Revolución de independencia, reforma y revolución agraria constituyen así tres momentos de la historia de la nación que no solamente señalan el ir adelante en la formación, la consolidación y la presencia en la república de la comunidad de las naciones, sino que dan

un hilo conductor para comprender la lucha permanente del pueblo por la injusticia social y la democracia política.

Por la libertad, que debe expresarse en hechos de comida, habitación, salud, empleo, educación, garantizados para los más y la eliminación de los privilegios de los menos, y en voto decisivo de la mayoría manifestado con limpieza y responsabilidad y con la capacidad de las minorías, para estar presentes a la hora del diálogo nacional.

Capacidad no soló para hablar y para que se les escuche con inteligencia y tolerancia a la hora de criticar y hacer proposiciones, sino para participar en paz en la evolución nacional, con igualdad de derechos, igualdad que parte del principio básico de que la minoría pueda ganar la voluntad popular y convertirse, ciertamente, en mayoría.

La Revolución, entonces, es independencia económica y soberanía nacional, porque es afán constructivo para satisfacer las necesidades de las mayorías, por medio del trabajo positivo que usen nuestros recursos nacionales, no para agradar al agio internacional, sino para modelar un pueblo libre por su capacidad productiva y por su humanismo, por su fraternidad, por los hermanos desposeídos de la tierra y su solidaridad con los iguales de los campos y las ciudades mexicanas.

Ahora la nación se encuentra en graves dificultades, pero hubo un momento en que los problemas ancestrales parecían en camino de resolverse; cuando se movilizó políticamente al México de los sin voz, al México de los que producen con sus manos la riqueza nacional, para ganar la dignidad humana y el progreso de la nación. Se actuó masiva y nacionalmente para beneficio de la patria. Con Lázaro Cárdenas culminó la revolución. Por eso fue posible ir adelante en el curso nacional que se había degradado por la demagogia, la represión y la corrupción de buena parte de quienes entendieron la Revolución como revuelta y como botín personal del grupo o de personas.

Así fue adelante una Revolución que parecía estancada por el poder personal que corrompe, por un maximato en el poder que corrompía máximamente negando de paso la afirmación central de que ya no era hora de caudillos sino de instituciones y partidos al servicio del cambio necesario y posible.

Todo lo que culmina envejece y todo lo que envejece muere, más aun cuando se despolitiza y se desorganiza al pueblo usando la represión, la demagogia y la corrupción como lo hacen los gobernantes especialmente desde Miguel Alemán. Se despolitiza y se desorganiza, se hace demagogia y se usa la corrupción y la represión para abrir paso a la sobre - explotación de la fuerza de trabajo y al saqueo de nuestros recursos naturales para ampliar los privilegios de unos cuantos y para cercenar o negar los derechos de la mayoría a pesar de que proclamen a voz en cuello y se inscriban en la Constitución para no cumplirse, regresando a la funesta tradición del estado colonial que señala la ley se acata pero no se cumple . La antigua Revolución, el tiempo de nuestros padres o abuelos ya culminó, ya murió y ya la enterraron, quedan en pie los ideales y las demandas, algunas muy viejas, muchas nuevas, queda, pues, nuestro tiempo, el de una nación que ahora sufre como en el siglo pasado, de un despojo y de muchos agravios. Del despojo que ahora no es territorial, sino financiero y material. Y de los agravios de la corrupción, la demagogia y la represión. El triángulo de la estabilidad de los gobiernos de la revolución institucionalizada. Queda el desempleo de muchos millones y el hambre y el odio posible que soló los ciegos no tomarán en cuenta de decenas de millones. Queda la probabilidad de la violencia desgarradora y terrible; se encuentra presente la alternativa de la violencia de las instituciones contra el pueblo que sufre de hambre y sed de pan y de justicia. Especialmente contra los jóvenes que ya no ven a Morelos y Zapata, sino mercancías y costumbres ajenas que no se encuentran a su alcance. Jóvenes que no encuentran satisfactores ni en el campo ni en las ciudades. Jóvenes que se pueden dividir y que nos pueden dividir. Por ello, es buen momento para decir una vez más en la historia de la nación, frente a nuestra miseria material y nuestros vicios políticos: el camino es la revolución, para terminar con el despojo de que somos objeto, el camino es la revolución. Para acabar con los agravios políticos y sociales, el camino es la revolución. La revolución del pueblo obrero y campesino. La revolución que constituye un reencuentro con nuestra tradición política más elogiosa, la que comprende que no puede haber libertad política sin igualdad económica y social. Pero que tampoco pude haber bienestar económico y social sin libertades. El camino es la revolución. Aunque ahora se pretenda ocultar o negar. Una revolución que nosotros deseamos pacífica pues queremos que no sólo la paz en las calles y en las tierras de México, sino también y sobre todo, la paz en las conciencias.

Porque la central aspiración del pueblo mexicano es establecer una sociedad sin violencia contra el hombre, en la cual los medios e instrumentos de producción sean de propiedad social y no de unos cuantos. En que la democracia sea de los trabajadores y no de la burguesía, el ejercicio del poder sea social y no personal o de grupo, y la sociedad se estructure sobre bases de igualdad y de justicia sin discriminaciones ni privilegios.

Este es el lenguaje de nuestro tiempo, pero ya que en la formación de la nación hubo quien dijo que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, que dando todos iguales y sólo distinguirá a un americano del otro el vicio y la virtud. Por supuesto lo afirmó Morelos, el que quería ser solamente el siervo de la Nación.

Y ahora que nuestra nueva esclavitud es compleja por los bajos salarios y de la degradada condición humana de los más, ahora que el despojo no tiene respuesta oficial y sí complacencia entreguista, es situación obligada para convocar al pueblo a recobrar la razón de ser la República, la libertad, la igualdad, la soberanía, la fraternidad; para recobrar esa razón de ser, para evitar la disolución no hay otros gritos: ¡Que viva la Revolución! ¡Que viva México! (Aplausos.)

EL C. Presidente: - En seguida hará uso de la palabra el C. diputado Indalecio Sáyago Herrera.

EL C. Indalecio Sáyago Herrera: - Compañero presidente, compañeras y compañeros diputados: Hace 75 años se inició la Revolución Mexicana. En el proceso histórico de nuestro país, se trató de la tercera gran transformación cualitativa. En 1810 conquistamos la independencia política de España; pero quedó intacta en términos generales, la estructura heredada por la Colonia. En 1857, la generación de liberales encabezados por Benito Juárez, emprendió una serie de cambios profundos que prácticamente constituyeron la segunda revolución de la historia nacional. En 1910 el pueblo proclamó, por la vía de lucha armada, importantes reivindicaciones y demandas sociales y políticas. Se buscaba, como anhelos superiores, la conquista de la plena independencia económica, la elevación sustancial del nivel de vida del pueblo y la instauración de un régimen democrático.

La Revolución de 1910 fue una revolución social porque destruyó el orden económico semifeudal que existía en la etapa de la dictadura. En esa estructura imperaba la más completa concentración de la tierra, relaciones semiesclavistas en las haciendas y latifundios, aunque florecían formas capitalistas en el sector industrial que se dedicaban a la industria de transformación, con la presencia predominante del capital extranjero.

A 75 años de distancia es posible concluir que esa estructura económica y esas relaciones de producción han cambiado de una manera radical. Las principales ramas de la economía se han nacionalizado y hoy existe un importante sector estatal que representa la mejor garantía para que, con el ejercicio de la rectoría del Estado en el desarrollo económico, la Revolución alcance sus más elevados objetivos, la nación consolide su independencia y soberanía , y el pueblo obtenga mejores condiciones de existencia.

En 1910, México era un país predominante agrario y minero y la mayor parte de la población se dedicaba a las actividades del campo. Hoy, México es una nación con un elevado grado de industrialización la industria representa la mayor parte del Producto Nacional Bruto y la mayoría de la población ahora vive en ciudades grandes y pequeñas.

Sobre la Revolución Mexicana se han planteado dos tesis: la primera considera que se trata de un movimiento plenamente vigente, que está vivo como el primer día y que su actividad constructiva y de rendición social ha sido rectilínea y en proceso ascendente. Se le reclama como un movimiento original, que estableció un sistema económico y político equidistante del capitalismo y del socialismo. La llamada economía mixta se eleva a la categoría de un modo de producción, sui generis. Se plantea que la Revolución debe equilibrar los intereses de todas las clases sociales y beneficios, por igual, a los ricos y a los pobres.

La otra tesis sostiene que la Revolución quedó liquidada al final del sexenio de Lázaro Cárdenas y que a partir de ese momento todo el proceso fue de carácter contrarrevolucionario. Que ante esta situación de franca y total desviación y degeneración, se impone la necesidad de organizar una nueva revolución, ésta de carácter socialista. Considera que todos los gobiernos, desde Avila Camacho hasta el actual, han sido derechistas y se han entregado completamente a los empresarios y al imperialismo .

El PPS no está de acuerdo con ninguna de estas dos concepciones acerca de la Revolución Mexicana, de las cuales se derivan distintos criterios y actitudes políticas.

Para el Partido Popular Socialista, la Revolución - desde la Independencia hasta hoy - al alcanzar las metas que se fija en cada etapa, se propone otras nuevas, por las que hay que luchar con mayor vigor, hecho éste explica el proceso dialéctico que la caracteriza.

Si en 1910 fue revolucionario luchar por demandas esencialmente políticas, como fueron el sufragio efectivo y la no reelección, a la llegada de Madero a la Presidencia de la República surgieron de las entrañas del pueblo demandas con objetivos más elevados, como fueron el reparto de la tierra y la desaparición de las haciendas, con su sistema semifeudal de explotación. Ya en el proceso más violento de la Revolución, con la aparición en la lucha de nuevas clases como fueron los grupos obreros, representados por la Casa del obrero Mundial que surgía, y en la presencia vigorosa de Francisco Villa en el norte, que mucho tenía de representante de una fuerza que ya no era de los peones del sur, se levantaron las banderas de la conquista de los derechos sociales que estuvieron presentes en los debates del Constituyente, a fines de 1916.

Se puede decir que la Revolución Mexicana alcanzaba sus más elevados triunfos iniciales, en esta etapa, al darse a sí mismo la Constitución más avanzada de todo el mundo de su tiempo.

Con el artículo 27 Constitucional, la nación recuperaba todas la riquezas naturales al declarar que la propiedad de tierras y aguas comprendidas dentro del territorio nacional le corresponden originariamente y,

más todavía, al romper definitivamente el viejo concepto que hasta entonces imperaba de lo que la propiedad privada significa, fincando el nuevo concepto de que es el Estado el que fija sus características, dándola en concesión a los particulares y haciendo que adopte las modalidades que dicte el interés público, creando así el derecho del Estado a expropiarla para beneficio de la colectividad. Con el 27, los artículos 3o., 123, 130 y todos los demás que configuraron en la práctica el cuerpo de doctrina y las banderas por las que el pueblo debía luchar, constituyeron una indudable victoria de la Revolución

Para entonces, y frente a la claudicación de las fuerzas que originalmente fueron revolucionarias como Plutarco Elías Calles en el poder y Luis N. Morones, su instrumento en el movimiento sindical, comenzó a surgir un movimiento obrero más avanzado, con líderes como el Maestro Vicente Lombardo Toledano que desentrañaban la naturaleza de las contradicciones que se daban entre las nuevas clases y subclases que se perfilaban en un país generado por una revolución armada y en el que se disputaban las nuevas fuerzas productivas, así como los peligrosos obstáculos que representaban las inversiones extranjeras y el imperialismo, para el desarrollo del país, elaborando, sobre esa base teórica, los nuevos objetivos de la Revolución en marcha, en cuya dirección empezaba ya a dejarse sentir el movimiento obrero.

En el programa mínimo de acción de la CROM depurada, presentado por el maestro Lombardo Toledano en 1933, se fijaban los siguientes objetivos, que evidentemente no eran sólo para el movimiento obrero, sino para la Revolución en su conjunto:

"Prohibición para el capital extranjero de adueñarse de la tierra, del petróleo, del carbón de piedra, de las minas de hierro, de la energía eléctrica, de los ferrocarriles, de los telégrafos y de los teléfonos y de los medios en general de comunicación, o de controlar, mediante monopolios o concesiones privilegiadas, esos instrumentos fundamentales de la economía del país."

"intervención directa del Estado en los diversos aspectos de la producción económica." Estos lineamientos se fueron enriqueciendo cada vez más con las luchas del movimiento obrero, que empezaba a tomar la vanguardia revolucionaria del pueblo, compartiéndola con los agraristas más avanzados, y fueron también penetrando como ideas en la conciencia de las grandes mayorías y de los hombres que en el poder se resistían a dejarse arrastrar por la pendiente contrarrevolucionaria.

De esa manera, impulsado por las grandes masas populares y los hombres que con las armas en la mano habían hecho la Revolución, arriba al poder el general Cárdenas y por la interacción de su conduzca democrática y avanzada y la acción de las grandes masas obreras y campesinas, se inició la más vigorosa etapa de asenso revolucionario; se distribuyó la tierra, en las regiones más productivas del país; se impulsó la educación popular; se creó la Comisión Federal de Electricidad; se nacionalizaron los Ferrocarriles Nacionales de México; se creó el instituto Politécnico Nacional; se nacionalizó y expropió el petróleo y, lo que es más importante todavía se demostró frente a la burguesía, la derecha y el imperialismo, que la Revolución Mexicana estaba vigente, era vigorosa y capaz de fijarse metas cada vez más elevadas respecto a las que le habían dado origen.

Tan este hecho es verdad que, con el impulso dado por Lázaro Cárdenas, así como gobiernos posteriores a él, y el movimiento obrero a la Revolución, se desarrollaron las fuerzas productivas; se fortaleció el capital nacional, creando industrias medianas y pequeñas en todas las ramas de la economía en manos de mexicanos y, en medio de ascensos y claudicaciones, pasaron a manos del Estado por vía de expropiación, la compra o la creación de empresas, las ramas fundamentales de la economía como son la siderurgia, el azufre, los puertos, las telecomunicaciones, la aviación comercial, los servicios telefónicos locales y de larga distancia, la banca, la electricidad, la energía nuclear, los transportes urbanos en la ciudad de México; se instituyó la reforma política, etcétera y, además, se crearon centenares de empresas de la industria de la transformación y los servicios públicos; que contribuyeron a desarrollar la rama de todos los servicios que favorecieron al pueblo y consolidaron la independencia nacional.

Más este avance revolucionario, peligrosamente, ha desviado muchos de sus logros. La Revolución impulsó un importante grado de desarrollo de las fuerzas productivas y se han elevado los niveles de salud, educación, viviendas; pero una característica fundamental consiste en que ese progreso se ha concentrado en una breve minoría explotadora y en unas cuantas regiones de nuestro país. La injusticia distribución de la riqueza y del ingreso se han profundizado en el marco de la actual crisis. La política conciliadora que pretende quedar bien con los pobres y con los ricos, al final ha beneficiado, sobre todo, a éstos, a los ricos.

Aunque el estado ha nacionalizado las ramas estratégicas, una gran parte de la economía nacional está controlada y monopolizada por grandes capitales nacionales y extranjeros, que han sido altamente beneficiados con la política de protecciones, apoyos y estímulos, que han pretendido manejarlas como si fueran corporaciones privadas y en lugar de fortalecer la rectoría del Estado en el desarrollo económico, lo han debilitado ha favor de la economía de libre mercado.

La injusta distribución de la riqueza y el grado de dependencia que hemos alcanzado con el mercado estadounidense y con las instituciones financieras que controla el gobierno de ese país, son los principales retos que hoy enfrentamos. Los breves grupos de la burguesía industrial y comercial se han con

solidado como un poderoso factor de poder de alcance nacional y hoy representan la principal amenaza y obstáculo para la realización de los cambios revolucionarios. El 10 por ciento de población concentra el 30 por ciento de la riqueza nacional más de la mitad de la clase obrera medio subsiste con el salario mínimo, el desempleo alcanza el 14 por ciento y a ello debemos agregar el subempleo; la mayoría de los ejidatarios y comuneros apenas ganan para subsistencia elemental; las mejores tierras han sido acaparadas por los grandes neolatifundistas; prefieren la exportación de sus alimentos a los Estados Unidos que satisfacer la demanda interna.

Se han efectuado reformas contrarias a la Constitución de la República y a los principios originarios de la Revolución Mexicana, en los artículos 3o. y 27, que se han convertido en verdaderas concesiones a la burguesía reaccionaria, el clero político y el imperialismo.

El 40 por ciento de la población, compuesta por obreros, campesinos y empleados tiene un nivel de alimentación que está por debajo de las normas mínimas para el desarrollo normal del ser humano; el 30 por ciento de las viviendas no reúnen las condiciones elementales de comodidad e higiene; todavía más de seis millones de compatriotas no saben leer y escribir y de cada de diez niños que se inscriben en el primer grado de la escuela primaria, seis no la terminan y de éstos sólo diez tienen acceso a los otros niveles de la educación y sólo cinco terminan una carrera universitaria o politécnica.

Hay un déficit acumulado de más de dos millones de viviendas; el 30 por ciento de la población no tiene acceso a los sistemas de seguridad social, los niveles de nutrición y de vida que habían alcanzado algunos sectores se ha reducido en los últimos años como consecuencia de la inflación.

Aproximadamente 10 mil familias de la alta burguesía tienen fortunas de más de 2 mil millones de pesos; la inversión privada ha ido a la zaga y en lugar de invertir, esta burguesía ligada al imperio del norte, han preferido sacar sus capitales y depositarlos en los Estados Unidos. Este grupo se dedica también a la asociación con el capital extranjero y a sabotear la estabilidad de nuestra moneda, además de evadir al fisco, y violan las obligaciones que se les impone la Ley Federal del Trabajo.

Y existe, se manifiesta, opera una política de conciliación. En esta política de conciliación se presentan los ejemplos de los gobernadores de Nuevo León, Sonora, Guanajuato, San Luis Potosí, que han otorgado importantes cargos administrativos a grandes empresarios, panistas y sinarquistas, que a través de la historia se han dedicado ha combatir a la Revolución Mexicana. Se les otorga, además, toda clase de apoyos y estímulos - con el peregrino propósito de que en su gestión prive una supuesta paz social - , lo que se traduce en una auténtica entrega de parte del poder político a la derecha contrarrevolucionaria.

El pueblo luchó en 1910 por la independencia económica de la Nación; pero la verdad es que ésta se encuentra seriamente comprometida por el tremendo peso que significaba el pago de la deuda. El gobierno tiene que compartir la elaboración de la política económica con el FMI, la reserva Federal de los Estados Unidos y con los grandes bancos privados, la mitad del presupuesto de destina al servicio de la deuda, por lo que no hay recursos para promover el crecimiento de la industria y la agricultura y el 60 por ciento se destina a las arcas de los centros financieros.

La forma como se está abordando la deuda externa, en que sólo se están pagando intereses y una pequeña parte de amortizaciones, a las vez que está cancelado nuestro desarrollo económico, disminuye el ejercicio de nuestro gobierno. El eventual ingreso al GATT nos haría depender, totalmente, en la esfera comercial, de las decisiones e intereses de los grandes países capitalistas que controlan ese organismo. No debemos olvidar además, que las empresas que tienen una real capacidad exportadora son las que tienen el dominio mayoritario del capital extranjero. La Revolución Mexicana se propuso un desarrollo industrial y económico autónomo y no colonialista, como el que existe en Taiwán o Singapur.

El nacionalismo revolucionario es fruto del movimiento iniciado en 1910. Esta vía de desarrollo que nuestro pueblo se ha dado y que nadie ha inventado o le ha impuesto desde fuera, consiste en hacer progresar y fortalecer la rectoría del Estado. Se opone a este principio la idea de que sea el mercado libre, es decir, los monopolistas y acaparadores, quienes fijan los precios, las utilidades y los salarios. El Estado sería un simple guardián de los grandes intereses privados que terminarían por imponerse.

El nacionalismo revolucionario se propone afianzar la autonomía nacional, pero la abierta simpatía que algunos funcionarios han expresado por el plan Baker, se opone a este objetivo elevado. Es cierto que ha México le ofrecen nuevos créditos, pero a cambio de entregar más áreas de nuestra economía al capital extranjero; de continuar vendiendo y desmantelando las empresas estatales y de contener las exigencias de los obreros para obtener un salario más decoroso. El desarrollo que se nos propone es con bases falsas, porque fundamenta en un mayor endeudamiento externo, haciendo a un lado la política de obtener más recursos internos, gravando en forma progresiva al gran capital.

Las deficiencias, que con frecuencia se observan en el manejo de las empresas estatales, no se deben a que el Estado sea un mal administrador, como afirman interesadamente los proimperialistas, enemigos del progreso y la independencia de México, sino a la infiltración de elementos privatistas, técnicos en

muchos casos, preparador en las escuelas de la burguesía privada, o con cursos de posgrado en los centros de educación superior que maneja el imperialismo en los Estados Unidos o en otros países de alto desarrollo capitalista, quienes - desligados del proceso histórico de México y de las necesidades de su pueblo y poseedores de una mentalidad desnacionalizada - imponen, desde las posiciones que ocupan, concepciones contrarias a los intereses reales de la economía nacional.

En ese mismo sentido actúan los capitalistas privados, ligados al exterior, que estimulan todas las formas de corrupción de los funcionarios públicos para asociarlos a sus intereses antinacionales y antipopulares.

El Partido Popular Socialista afirma que la aplicación del régimen democrático debe acelerarse como vía para impedir que el proceso nacionalizador se privatice, se deforme y deje de servir a los intereses de las amplias masas populares, así como para elevar la eficiencia de la empresas paraestatales. Es urgente que las fuerzas democráticas de dentro y fuera de gobierno actual presionen a los altos responsables del poder público para que destituyan a los funcionarios traidores a los principios escénicales de la Revolución Mexicana y se incorpore a la clase obrera y a otras capas populares en la dirección política y económica del Estado, en todos sus niveles. Es necesario modificar la composición social del Estado mínimo, en la que los elementos de la burguesía proimperialista poseen un peso específico importante que actúa en contra de los objetivos históricos del propio Estado y de la nación, por lo que deben ser reemplazados inmediatamente por representantes de distintos sectores patrióticos y democráticos de la vida nacional. Sólo así se puede garantizar que la distribución del producto social se oriente en un sentido democrático y se avance por la vía mexicana del desarrollo económico sin que éste se trabe y se deforme.

Pero sí mucho, es lo que ha logrado la Revolución Mexicana en los 75 años de su vigencia, a pesar de los retrocesos y a las claudicaciones de sus gobiernos y de sus hombres, es muchísimo más, infinitamente más que lo que falta por hacer y corregir que justifique plenamente los enormes sacrificios que ha hecho el pueblo para alcanzar los avances logrados.

Y esa tarea, señoras y señores diputados, la de trazar el camino para alcanzar los objetivos no logrados hasta hoy es la que ahora nos corresponde, no a todos los que estamos aquí, porque en el seno de esta Cámara hay enemigos de la Revolución, traidores a la Revolución y prevaricadores, quienes ya enriquecidos, le han dado la espalda y nada tiene que ver con ella.

El Partido Popular Socialista se refiere, para realizar esta tarea, a las fuerzas democráticas, patrióticas y revolucionarias que construimos la mayoría y que, por ello, debemos ser capaces de imponer los nuevos objetivos de la Revolución, a quienes pretenden frenarla y enviarla al pasado de la historia.

En primer término, señores diputados, nos deben preocupar de manera profunda el mayor de los problemas de nuestro pueblo, que no hemos podido resolver cabalmente: el de la tremendamente injusta distribución de la riqueza, que ha hecho cada vez más pobres a los pobres y ha convertido cada vez más ricos a los ya insultamente ricos, que padecemos, y para ello, señoras y señores diputados, tenemos que definir la estrategia. O hacemos leyes y adoptamos medidas que protejan a los hartos y a los satisfechos, a pretexto de crearles confianza en México para que aquí se sigan enriqueciendo, amasando fortunas para depositarlas en el exterior, explicando cínicamente que se trata de una medida antipatriótica pero legal; o dictamos leyes y adoptamos medidas que por la vía de las nacionalizaciones, fortalezcan cada vez más al sector estatal de la economía, para favorecer a las grandes masas de nuestro pueblo, es decir, decidir, decidir de una vez que el principio esencial de la Revolución vuelva a presidir sus luchas. Es decir, que la Revolución es unilateral, parcial, para favorecer exclusivamente a los de abajo, dejando que los de arriba, con lo mucho que ya tienen, se defiendan solos.

Pero sin claudicaciones, sin contemplar imposibles que se vendan al sector privado las empresas productivas creadas por el Estado, como sucedió ya con la cadena hotelera y como se trata de hacer con otras doscientas empresas más, que mucho le costaron al pueblo mexicano. Ahora si queremos en verdad impulsar a la Revolución, debemos, en lugar de venderlas, crear nuevas empresas estatales y ensanchar la vía de las nacionalizaciones, expropiando muchas de las existentes o creando nuevas. Desarrollar la investigación científica y tecnológica en manos del Estado; crear empresas fabricantes de máquinas para hacer máquinas; crear una empresa estatal única que explote, beneficie y enriquezca los bosques del país, incluidas la selva y el desierto; nacionalizar el comercio exterior; nacionalizar la industria químico - farmacéutica; nacionalizar las aguas territoriales y curativas del país; entregar de inmediato, las tierras ociosas a los campesinos y derogar inmediatamente el amparo agrario; nacionalizar los autotransportes federales y otras y otras más, que México necesita para fortalecernos económicamente.

Compañeros diputados.

Un nuevo colonialismo agrede y amenaza a los países al desarrollo: El colonialismo financiero. México no podrá hacerle frente sino poniendo en movimiento nuestro nacionalismo revolucionario, que se propone el progreso social, pero con soberanía nacional, económica y política.

La vía mexicana de desarrollo tiene que fincarse en una mayor intervención del Estado en la economía y en un proceso descolonizador

que sólo puede alcanzarse mediante la política de nacionalizaciones. Este es el único rumbo que puede preservarnos de la dependencia.

la intervención del Estado en la economía es la única ruta que puede conducirnos a conquistar mejor niveles en la ciencia y en la tecnología, para acrecentar nuestras fuerzas productivas en beneficio de las amplias masas populares y en una más justa distribución de la riqueza.

La Revolución Mexicana no fue un movimiento de conciliación nacional. Fue una gesta para deslindar los campos: el de los enemigos del pueblo y de la nación, que ha pretendido entregar al país a las fuerzas del exterior; y de los patriotas que han luchado por alcanzar el ideal de independencia, democracia y progreso social.

La Revolución Mexicana tiene que rechazar hoy la democracia burguesa tradicional que se apoya en la empresa privada y en los derechos del hombre puramente declarativos. La democracia que en el presente proclama nuestro movimiento social, es un nuevo sistema de gobierno que tenga su base en una alianza de las fuerzas avanzadas del país, las organizaciones obreras y campesinas, los partidos políticos progresistas, los movimientos democráticos de la juventud y de las mujeres, con la exclusión definitiva de las fuerzas reaccionarias y proimperialistas del poder público.

Es la hora de nacionalizar el Estado, como lo expresó Vicente Lombardo Toledano. Ponerlo en manos de las fuerzas patrióticas, democráticas y antiimperialistas, para construir un nuevo inexpugnable frente a los enemigos de fuera y de dentro de México.

¡Viva la Revolución Mexicana!

¡Viva México! (Aplausos.)

México, D. F., noviembre 19 de 1985.

El C. Presidente:- En seguida hará uso de la palabra C. diputado Arnoldo Martínez Verdugo.

El C. Arnoldo Martínez Verdugo:- Señor presidente; compañeros diputados: La Revolución Mexicana de 1910, merece el recuerdo y el homenaje de nuestro pueblo, porque fue una de sus grandes hazañas, uno de sus esfuerzos más prolongados y decididos por transformar un orden de cosas caduco y por conquistar mejores condiciones de vida para todos, por hacer de México un país propio. Pero una cosa es la revolución como acontecimiento histórico, como un período de grandes movilizaciones sociales y políticas que interrumpió la continuidad de la dominación oligárquica y estableció muchos de los derechos y aspiraciones del pueblo trabajador, que dio base para un desarrollo impetuoso del capitalismo, que era entonces aunque no lo es hoy, una tarea progresista, avanzada, que expresaba uno de los aspectos del desarrollo nacional. Y otra cosa es la conversión de la Revolución en un instrumento ideológico para una nueva dominación, para justificar en su nombre las políticas más alejadas del interés de quienes se lanzaron a las armas para conquistar una nueva vida, un régimen de libertades y un país plenamente independiente en lo económico y en lo político.

Nosotros somos de aquellos que sostienen que la Revolución Mexicana no es eterna. La idea de continuación de la Revolución a lo largo de 75 años, es una idea falsa desde el punto de vista histórico y tiene un objetivo ideológico y político muy concreto: al de legitimar al poder existente, al que sea, con todas las variantes que podemos observar en la lucha política de los últimos 75 años.

Es por eso que esta concepción resulta una concepción justificadora. No vamos a vivir bajo un régimen revolucionario cuando se aplica una política que contradice las principales aspiraciones por las cuales las masas trabajadoras salieron a combatir duramente más de siete años, cuando nuestro país sufre una crisis en gran parte derivada del abandono de las posiciones nacionalistas que demandaban cuidar la independencia y su aspecto esencial: la independencia económica.

No podemos comulgar con la idea de que vivimos un régimen revolucionario cuando la política económica se hace para agredir y afectar a la parte fundamental de la población que es su población trabajadora, cuando se paraliza toda idea de reforma agraria y se pauperiza sistemáticamente a las masas campesinas con políticas de precios que los vuelven uno de los sostenes del resto de la población.

De la Revolución de 1910 nosotros recogemos la decisión de nuestro pueblo por conquistar nuevos derechos, nuevas libertades, por derrocar a un poder ajeno, obsoleto y opresivo, por democratizar a fondo el país, y por intervenir de modo directo en todos los asuntos del Estado.

Recogemos también la aspiración de resolver a fondo, y de modo rápido las tareas de entonces, sin dilaciones, sin contemplaciones. que era lo que querían los hombres que tomaron las armas.

Los revolucionarios de 1910 escogieron la vía directa, el camino más corto, para resolver las transformaciones que ya habían madurado en la sociedad mexicana.

Yo no rechazo la reforma; no descarto la vía sinuosa, paulatina, siempre y cuando no se pierda el rumbo y el programa sea una meta real, que guía consuetudinariamente los actos. Pero de 1910 a 1920 triunfaron los que no querían cambios revolucionarios, sino pequeñas y limitadas reformas que aumentaban los sufrimientos del pueblo trabajador. Las fuerzas que impulsaban la vía revolucionaria. no lograron la victoria. Los ejércitos campesinos de Zapata y de Villa, que representaban el ala popular de la revolución, fueron derrotados en el campo de batalla y también en la arena política. Y fueron derrotados principalmente en la arena política porque no mostraron

la suficiente capacidad para dirigir al resto de la población trabajadora y del pueblo revolucionario. De este modo, la hegemonía pasó a manos del ala liberal oligárquica, que en lugar de cambios revolucionarios, estableció una política de lentas y limitadas reformas, que eran lo contrario de las aspiraciones populares.

Los obreros no contaron entonces con una fuerza propia, y fueron fácilmente divididos. Y en diversas ocasiones utilizados para combatir a los ejércitos campesinos. Es verdad que continuaron su esfuerzo de organización independiente, mas éste sólo fructifica hasta después de aprobada la Constitución y de instaurado el régimen de los vencedores. Pero en los momentos decisivos, la clase obrera mexicana no tuvo la capacidad de apoyar la acción de los campesinos, y establecer esa alianza, la alianza obrera y campesina, que era la única posibilidad de que la Revolución diera base a la vía de las transformaciones rápidas y radicales de la base económica- social y del régimen político.

Triunfaron quienes aspiraban a sustituir una dictadura personal odiosa por un régimen de renovación democrática que poco después se convertiría en la dominación de un grupo político, cuyos intereses residían en el desarrollo de una sociedad capitalista, sin las trabas del régimen oligárquico anterior.

Fue, desde entonces, que los triunfadores aprendieron a sostener su hegemonía y a ensanchar su poder a base de separar y dividir a obreros y campesinos y a base de dividir internamente a cada una de estas clases, que era y son, sobre todo actualmente, las portadoras de los cambios en el sentido del progreso fundamental que el país necesita.

Por eso, los obreros y los campesinos tienen que aprender la lección que nos ha dejado esta experiencia de lucha tan larga y de tantos sacrificios. No le debe entregar la dirección a nadie, sino que tiene que aprender que sólo su propia hegemonía, que sólo su propia dirección sobre el resto de la población trabajadora, es lo que garantiza los cambios en el sentido progresista y, sobre todo, lo que abre las posibilidades para las grandes transformaciones revolucionarias.

Esta correlación de fuerzas, que favorecía a la burguesía y a los terratenientes liberales, determinó que la Revolución de 1910 no conquistara la democracia para el pueblo mexicano.

Los verdaderos portadores de la democracia, eran y son los obreros y los campesinos. Y si estos eran aplastados y derrotados militarmente, era lógico que su influencia no estuviera en el nivel en el cual podrían influir a otras fuerzas políticas, sobre todo de aquellas que se encaramaron en la dirección del proceso revolucionario.

Cambió la dictadura personal por una dominación de grupo, que representa una forma similar de continuismo.

Por eso, esta tarea, la de la democracia, es una tarea que todavía se tiene que plantear como cuestión a resolver por la actual generación de luchadores por el avance, por aquellos que, efectivamente, tomen a la Revolución Mexicana como un punto de apoyo, como una inspiración, como algo que debe ser desarrollado en las condiciones actuales, porque fue un proceso que se interrumpió y que no llevó a que las transformaciones a las que aspiraba la mayoría se convirtieran en realidades de la vida diaria de un pueblo.

Por eso también, la Revolución de 1910 no dio pasos significativos hacia la igualdad que estaba en el fondo de las aspiraciones de los trabajadores. La sociedad se fue haciendo cada vez más desigual y es ahora mucho más desigual de lo que era cuando comenzaron las batallas de 1910.

Las grandes fortunas de hoy, el poder de una minoría enriquecida y cargada de privilegios es lo contrario de las aspiraciones de las masas y no surgió de repente, surgió del aprovechamiento de aquellos que se colocaron a la dirección del nuevo Estado. Esta es una realidad que no se puede negar y era lo contrario de una de esas aspiraciones fundamentales.

La Revolución tampoco resolvió el problema agrario, 17 años después de terminada la Revolución, (o sea, de aprobada la Constitución que establecía los cambios fundamentales y los logros del pueblo revolucionario); el hambre de tierras, después de esos 17 años, amenazaba con una nueva Revolución, y fue entonces cuando apareció el Gobierno de Cárdenas y fue hasta 17 años después, 17 largos años en que se había gobernado en nombre de la Revolución, pero no se habían cumplido ninguna de las aspiraciones fundamentales del pueblo trabajador. Por eso la Revolución tampoco creó una nación plenamente independiente; avanzamos en este sentido, la Revolución sentó las bases para que nuestro país, efectivamente conquistara mayores espacios de libertad, pero hoy estamos tan sometidos al capital imperialistas como en 1910, aunque en una forma distinta. Conquistamos el petróleo, nacionalizamos la electricidad, nacionalizamos la tierra en manos de compañías extranjeras, pero caímos bajo la dependencia financiera, que es la forma actual que prefiere el capital extranjero para ejercer su dominación sobre otros pueblos, particularmente sobre los de América Latina.

Fue el gobierno de Cárdenas el que retomó las banderas revolucionarias que había arriado el maximato callista; fue en los años de Cárdenas cuando tuvo una verdadera reforma agraria, fue también en estos años cuando el movimiento obrero conquistó sus derechos a la organización, cuando el programa obrero comenzó a ejercer auténtica influencia en la dirección del país y en la dirección del Estado, fue entonces cuando adquirió vida el postulado antiimperialista de la Constitución; cuando efectivamente el país comenzó a asumirse como un país propio y por eso el período de 1934 a 1940 fue de

impulso al desarrollo nacional y democrático, fue de impulso al nivel de vida de los trabajadores. Fueron estos intereses los que se colocaron como los intereses principales en torno de los que debería girar la actuación del Estado, pero las reformas profundas, estas reformas estructurales, y democráticas y nacionalistas no eran parte íntegramente de la Revolución de 1910, se realizaban a impulso de la gran crisis de 1929 a 1933; de la nueva concentración de tierra que se había producido en esos años, ahora en manos de una nueva oligarquía surgida de la Revolución y del desastre nacional al que había conducido la nueva dependencia del imperialismo norteamericano.

También fue resultado este período de la búsqueda de una nueva salida a la crisis económica y social cuyos responsables internos eran los gobiernos del maximato, gobierno que también gobernaban bajo la bandera de la Revolución, que también se consideraban los herederos y además los únicos herederos del proceso revolucionario, pero habían conducido al país a una crisis de la que solamente se podía salir con grandes transformaciones de tipo social y económico que se apoyaran, como en efecto sucedió, en los obreros y en los campesinos.

Las grandes reformas de Cárdenas fueron realizadas no a base de enfrentar a obreros y campesinos, sino propiciando una alianza entre ellos. Ciertamente que bajo la hegemonía del Estado, pero sin atropellar sus propias formas de organización y respetando a sus propios dirigentes; utilizando el arma ideológica, pero abandonando los métodos de la represión y de la desorganización interna que eran, y después de este gobierno siguieron siendo, los métodos fundamentales que utiliza el poder para relacionarse con estas dos clases.

Durante el gobierno de Cárdenas surgió una nueva alternativa, un nuevo programa, que no podía surgir durante la década de 1910 a 1920, y este programa se sintetizaba en el lema de "por una democracia de trabajadores", y esto es lo que le daba al cardenismo un nuevo carácter como expresión de una etapa nueva de desarrollo histórico de México. ¿Por qué? Porque en el período anterior habían madurado las fuerzas de los obreros y se habían fortalecido también las organizaciones de los campesinos bajo una forma distinta, ya no como ejércitos, sino como grandes organizaciones autónomas.

Es verdad que Cárdenas se apoyaba en el contenido de la Constitución, que sintetizaba las conquistas revolucionarias, pero las superaba llenándolas de un contenido nuevo, precisamente el que le daban los obreros revolucionarios.

Setenta y cinco años nos separan del gran estallido popular de 1910. La Revolución vive en la conciencia de nuestro pueblo. Todavía sus héroes son los héroes actuales de nuestro pueblo, pero esa revolución que ellos emprendieron y que no pudieron conducir a la victoria, ha sido sepultada por el poder, se volvío retórica, se volvió homenaje, discurso anual; ya sus tareas no pueden ser resueltas por aquellos que todavía dicen gobernar en nombre de la Revolución; es una nueva tarea y hay que decirlo claramente, una nueva revolución la que comenzará por cumplir las reivindicaciones pendientes, pero que no quedará ahí, que alcanzará nuevas metas que se sintetizan hoy en el lema de democracia y socialismo.

Hoy tenemos que impulsar las nuevas transformaciones y los que sean fieles a la Revolución de 1910- 17, a sus tareas y a sus formas de lucha, tienen también que ser fieles a lo que nos plantea la nueva situación que es ir hacia cambios de contenido auténticamente revolucionario.

Las viejas consignas, pues, han adquirido un nuevo contenido, ese nuevo contenido hay que dárselo ahora a la principal demanda que no pudo ser resuelta en estos 75 años, la democracia. Hoy tenemos que planteárnosla como una tarea vieja, pero que tiene muchos atributos nuevos: es una democracia electoral la que se necesita, sí, pero también una democracia que otorgue nuevos derechos para los nuevos sectores de la sociedad que han ido desarrollándose.

Esta democracia tiene que partir de la necesidad de reconocer la plena autonomía para los obreros, la independencia sindical, la libertad de afiliación política y por lo tanto la renuncia a que las organizaciones de trabajadores sean incorporadas a una sola organización política, lo que niega el carácter pluralista de los propios obreros. Tiene que garantizar la participación de los obreros en la dirección de las empresas, en la definición del destino de los recursos nacionales y en la conducción completa del país.

Y sólo con un cambio democrático de esta naturaleza, México podrá salir de la crisis histórica a que lo han conducido los últimos cuarenta y cinco años de dominación del grupo que detenta el poder económico y político.

El C. Presidente:- En seguida hará uso de la palabra el C. diputado Antonio Monsivais Ramírez.

El C. Antonio Monsivais Ramírez:- Compañeras y compañeros diputados, señor presidente: Vengo a esta tribuna, la más alta de la nación, a hablar en nombre de la fracción parlamentaria del Partido Demócrata Mexicano, en esta sesión especial con que se conmemora el 75 aniversario de la Revolución Mexicana.

"Hablar de la Revolución Mexicana, es hablar de lo que pudo haber sido y no fue.

Para demostrar que nuestra afirmación no carece de razón, basta analizar sin sectarismos, con honradez intelectual y con objetividad, los rasgos predominantes de la vida social

económica y política del México de 1910, y contrastarlo con el estado de cosas actual.

En los inicios del siglo XX el pueblo mexicano padecía las injusticias que provoca la concentración del poder, del saber y del tener.

En aquella época, la tierra era propiedad de unos cuantos y por ello, en el campo mexicano pocos eran los amos y muchos los esclavos.

Los obreros, tanto en las empresas de capital mexicano como de capital extranjero, eran explotados mediante inhumanas jornadas de trabajo a cambio de salarios de hambre.

Los beneficios de la educación y de la cultura estaban reservados para los pocos que acumulaban el oro y que eran protegidos por una férrea dictadura, la de don Porfirio, quien cancelaba las libertades fundamentales, impedían la organización libre de los partidos políticos; asfixiaba la autonomía de los municipios y en su persona reunía resumía los tres poderes de la República.

En este contexto social, económico y político, los mexicanos de todas las regiones escucharon a don Aquiles Serdán, quien desde Puebla les grito: ¡No permanezcáis más de rodillas!

La ciudadanía puesta de pie y esperanzada en la posibilidad del sufragio efectivo y la no reelección que proclamaba Madero, depositó en las urnas su voto contra la dictadura y la injusticia, a favor de la libertad y la democracia.

Contra la voz del pueblo que ordenaba el cambio, el dictador soberbio y prepotente, ordenó a sus secuaces que lo declararan triunfante. Los mexicanos, sin embargo, no estaban dispuestos a soportarlo más y el 20 de noviembre de 1910, se decide a conquistar por la vía inaplazable.

Bastaron seis meses para derrotar al viejo caudillo de Tuxtepec. Sin embargo, la ausencia por una parte de un programa, de un proyecto de nación claramente sostenido, y por la otra, las ambiciones y las pasiones que sugieran entre los conductores de la Revolución, constituyen la causa de que la lucha armada se prolongará bajo el repugnante arbitraje de los Estados Unidos, y de que la cuota de un millón de muertos pagada por el pueblo mexicano, fuera tal alta, dramática y desgarradora.

El hablar de la Revolución Mexicana que tuvo esta elevada cuota de sangre, es referirse, decíamos al principio, a algo que pudo haber sido y no fue. Hoy, al igual que en 1910, persiste la ofensiva concentración del poder, del saber y del tener.

En efecto, quienes se agrupan en el partido del Gobierno y se proclaman como exclusivos herederos de los ideales revolucionarios víctimas de la contradicción ideológica y programática, han concebido y aplicado una política zigzagueante y pendular de la izquierda a la derecha, cuyo resultado está a la vista: un país rico en recursos, pero habitado por una mayoría casi miserable y por una minoría que nada falta y casi le sobra todo, porque es rica hasta el insulto.

Amargo fruto de esa política zigzagueante y pendular de la corrupción que predomina en la clase gobernante que se ostenta como heredera de la Revolución, es un México dependiente e hipotecado.

Lo anterior señores diputados, forma parte de un estado de cosas que indigna a quienes militamos en el Partido Demócrata Mexicanos, es el que nos da base y fundamento no para condenar los ideales democráticos y justicieros de la Revolución Mexicana, sino para rechazar y combatir mediante el ejercicio de nuestros derechos ciudadanos, los desvíos y los equívocos de quienes han frenado las posibilidades de un desarrollo nacional efectivamente revolucionario, es decir acelerado, sostenido y compartido.

A pesar de lo hasta aquí dicho, estamos convencidos de que la celebración del septuagésimo quinto aniversario de la Revolución Mexicana, no debe ser motivo para sostener estériles triunfalismos ni para dividirnos por apasionadas controversias sobre hechos que se dieron y que no se pueden modificar.

Lo importante para nosotros es lo que podemos y debemos hacer en el presente para construir una actualidad y un futuro mejor.

Para los demócratas, el objetivo es alcanzar ese desarrollo acelerado, sostenido y compartido, lo cual es posible si todos los mexicanos nos decidimos a hacer efectivos los presupuestos de la democracia política, la democracia social y la democracia económica.

Democracia política que implica que cada quien, desde el ámbito de su responsabilidad, participe en la construcción de un andamiaje, de un camino que conduzca a la vigencia del derecho que tiene el pueblo para elegir a sus gobernantes y para participar en la toma de decisiones.

Democracia social cuya expresión elocuente e incuestionable de su existencia se dé en la existencia paralela de una sociedad paralela de una sociedad verdaderamente igualitaria en la que cada mexicano sea tratado como persona, en la que cada mexicano sea más, y tenga más y valga más.

Democracia económica, que se traduzca en la desproletarización de los mexicanos, en la suspensión de la brecha que separa a los pocos que lo tienen todo, de los muchos que nada tienen.

En donde quiera que se produzca un esfuerzo destinado a lograr un desarrollo compartido por todos los mexicanos, en cualquier parte que se produzca un decir y un quehacer orientando hacia la democratización política, social y económica de esta patria nuestra y de todos ustedes, compañeros diputados, estaremos tratando de colaborar con genuino patriotismo, con alegría y esperanza, todos los

que militamos en las filas del Partido Demócrata Mexicano.

Un maestro universitario con gran frecuencia parodiaba al maestro de la palabra que decía en una de sus obras (digo la verdad que alcanzo).

Esta fórmula es la medida de mi convicción.

No la verdad intolerante, no la verdad infalible; sino la verdad al mismo tiempo sencilla y humilde pero erguida y valiente, tan respetuosa de la ajena como desearía a su vez ser respetada la propia.

Esa lección de mi maestro me acompaña en esta ocasión, donde cada quien dice su verdad que alcanza, yo he dicho la mía.

por el honor de su atención para escucharla a nombre de Fracción Parlamentaria del Partido Demócrata Mexicano. Muchas gracias.

El C. Presidente:- Seguidamente hará uso de la palabra el C. diputado Héctor Terán Terán.

El C. Héctor Terán Terán- Compañeras; compañeros:

El diputado Osorio Marbán decía en su intervención que su partido iba a seguir impulsando la dialéctica de la Revolución. no sé yo a que se refirió, pero yo sí creo que en la historia de México ha habido una dialéctica que pudiéramos expresarla en tesis, antítesis y síntesis: dictadura, opresión y rebelión; rebelión, dictadura, opresión, y así sucesivamente a lo largo de la historia de México.

Hemos sido un país de revoluciones, de violencia y cuartelazo y de asonada; hemos estado, yo creo que no deberíamos estar ahorita celebrando 75 años de revolución, sino cien años de dictadura.

Eso, a lo largo de nuestra historia, me deja convencido de que las revoluciones son relevo de dictaduras, pero no han dado a México una estructura económica, política y social que podamos decir que ha transformado a la nación y la ha enfilado por la vida democrática que todos anhelamos.

Los pueblos, en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y de la justicia, se ven precisados en determinados momentos, históricos a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos: una tiranía que los mexicanos no estábamos acostumbrados a sufrir desde que conquistamos nuestra independencia. Nos oprime de tal manera que ha llegado a hacerse intolerable. En cambio de esa tiranía, se nos ofrece la paz, pero es una pavergonzosa para el pueblo mexicano, porque no tiene por base el derecho sino la fuerza porque no tiene por objeto el agradecimiento y la prosperidad de la patria, sino enriquecer a un pequeño grupo que abusando de su influencia, ha convertido los puestos públicos en fuente de beneficios exclusivamente personales, explotando sin escrúpulos todas las concesiones y contratos colectivos.

Tanto el poder legislativo como el judicial, están completamente supeditados el ejecutivo. La división de poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna, pero no de hecho. En México, casi puede decirse que reina constantemente la ley marcial. La justicia, en vez de impartir su protección al débil, sólo sirve para legalizar los despojos que comete el fuerte.

Los jueces, en vez de ser los representantes de la justicia, son agentes del Ejecutivo a cuyos intereses sirven fielmente.

Las Cámaras de la Unión no tienen otra voluntad que la del dictador. Los gobernadores de los estados son designados por él y ellos, a su vez, designan e imponen de igual manera las autoridades municipales.

Esas son las palabras con las que se inicia el Plan de San Luis, elaborado por Francisco I. Madero para iniciar la Revolución Mexicana.

Yo quisiera hablarles a ustedes, en esta ocasión, en nombre de nuestro partido, de esos 100 años de dictadura.

Y ¿cómo se prepara el proceso para llegar a la dictadura?. Primero lo que se hace es someter al congreso; así lo hizo Porfirio Díaz cuando al grito de no reelección subió al poder y puso a Manuel González para que preparara la reforma constitucional y pudiera él comenzar a reelegirse en 1880.

Después, dominó la corte, designando él a los ministros de la corte. Después atropelló al pueblo en el sufragio electoral. Después se coronó el monarca de la República Mexicana.

Este es el proceso para llegar a la dictadura. Y todo lo que hizo Madero, podemos nosotros también constatarlo cuando vemos que el constituyente del 17 tuvo muy en cuenta lo que estaba sucediendo en México para crear un instrumento constitucional, que permitiese al pueblo mexicano vivir dentro de la democracia.

Y dice así Carranza: "La soberanía nacional que reside en el pueblo no expresa ni ha significado en México una realidad. El poder público se ha ejercitado no por mandato libremente conferido por la voluntad de la nación, sino por imposiciones de los que han tenido en sus manos las fuerzas públicas para investirse asimismo o por ellos con el carácter de representantes del pueblo. Tampoco ha tenido cumplimiento la división de poderes, una división sólo ha estado escrita en la ley en abierta oposición a la realidad, dándose sin el menor obstáculo al Poder Ejecutivo la facultad de legislar, sobre toda clase de asuntos habiéndose reducido la función del Poder Legislativo sin que haya llegado a presentarse el caso ya no de que reprobarse, sino al menos hiciese alguna observación; igualmente ha sido hasta hoy una promesa vana el precepto que consagra la Federación de los Estados que forman la República Mexicana, estableciendo que debe ser libres y soberanos en cuanto a su régimen interior, ya que la historia del

país demuestra que por regla general y salvo raras excepciones esa soberanía no ha sido más que nominal porque ha sido el poder central el que siempre ha impuesto su voluntad, limitándose las autoridades de cada estado a ser los instrumentos ejecutores de las órdenes de aquel. En este Congreso Constituyente, cuando Carranza presenta la Constitución y viene luego el debate sería sumamente estimulante y reflexivo que vamos una de las intervenciones de un diputado constituyente, el diputado Martínez Escobar, cuando se estaba discutiendo si la corte debía ser designada por el Presidente de la República con aprobación del Senado o debía ser designado por el Congreso de la Unión, erigiéndose en Colegio Electoral, escogiendo los magistrados de los candidatos que viniesen de las legislaturas de los estados que esta fue en definitiva la que se aprobó; dice el diputado Martínez Escobar, refiriéndose a la Corte, la Suprema Corte de Justicia que entre nosotros es un doloroso sarcasmo, que no podemos en conciencia llamarle Suprema Corte de Justicia de la Nación, puesto que a través de nuestra historia judicial sólo ha sido una corte de abyección y servilismo, solo hemos tenido un conjunto de individuos nombrados por el Poder Ejecutivo de la Unión que no ha hecho sino aquello que les ha ordenado el Presidente de la República y esta yaga moral, pública y social es la que nosotros debemos curar, porque a ellos estamos comprometidos por los postulados de la Revolución Mexicana, entonces se aprobó lo que decía hace unos momentos, que el Congreso nombrara los magistrados de los candidatos que viniesen electos de las legislaturas de los estados. ¡Y qué sucedió después del 17?

Muerto Carranza llega a la Presidencia de la República Alvaro Obregón respetando los principios maderistas del Sufragio Efectivo y de no Reelección, sale de la Presidencia y se va a sembrar garbanzo a Sonora. Pero a quién deja, así como dejó a Manuel González, Porfirio Díaz, así deja a Plutarco Elías Calles a Alvaro Obregón y le prepara la reforma, las reformas, las reformas necesarias para poder encumbrarlo en la dictadura de México. Y qué hace Calles, primero, primero reforma la Constitución para que exista la reelección. En segundo lugar Calles vuelve a la Constitución del 57 para que sea el Presidente de la República el que nombre los magistrados de la Suprema Corte de Justicia.

Una vez que el Poder Legislativo dominado y manipulado para prestarse a esa reforma, es fácil ver que ya estaba allanando el camino de la dictadura de Alvaro Obregón, ¿Pero qué sucedió? ¿Fue electo Alvaro Obregón? ¿Fue electo a la Presidencia de la República? Pero cae asesinado por las balas de Toral, de León Toral.

No era posible seguir el camino de dictadura de un hombre y Calles el maquiavélico y genial Calles, en algunos intentos inventa, no a la persona que sustituya a Obregón, sino la institución o el partido que sustituya a Alvaro Obregón. Inventa el Partido Nacional Revolucionario y en lugar de la reelección del nombre se va por la reelección del partido en el poder y en 1929 nace un régimen político, no democrático, es un régimen de facción porque es un grupo de mexicanos que buscan perpetuarse en el poder a través de un partido fundado en 1929 y que tenía en sus principios de doctrina luchar por el establecimiento de una democracia de los trabajadores hasta llegar al socialismo. Exactamente así decían los principios del 29.

Con el tiempo el partido se olvidó de sus orígenes en cuanto a su posición verbal, pero en cuanto a su oposición de los hechos siguió siendo fiel a los principios doctrinarios del 29. Después el partido comenzó a dar bandazos entre la atinada izquierda, el "arriba y adelante" y la izquierda dentro de la Constitución. Y entre bandazo y bandazo se quedó desvestido y desnudo, sin rostro y eso es más efectivo a veces que tener rostro y que tener definición. El léxico gelatinoso, el sistema del régimen de facción.

Y este régimen de fracción gobierna no en función al interés común de la nación, sino al interés de los motivos de perpetuación en el poder, por eso es intolerante por naturaleza, no puede admitir una oposición que ponga en peligro su posición, y esa intolerancia lo lleva al monopolio, no sólo político, al monopolio económico y al monopolio social, porque la intolerancia es la madre del monopolio precisamente porque no admite la competencia y lógicamente si no hay competencia y no hay vigilancia se vuelve corrupto y viene la corrupción que es el tercer proceso el de ser grado y el régimen de facción.

y cuando todo esto ha fallado, cuando la oposición a pesar de eso sigue adelante y sigue luchando, vine el despotismo, al grado de que el Presidente de la República le diga a quién y cuál, cuándo debe de meterse en política. Esto ha traído como consecuencia un fracaso económico, que se traduce en un empobrecimiento del pueblo, brutal, donde su salario mínimo diario no le alcanza para comprar un kilo de carne: un retroceso brutal en los obreros porque ese sistema ha llevado al sindicato a ser un instrumento político de opresión, en lugar de ser un instrumento social de liberación.

Y este sistema faccioso, producto de una revolución traicionada, ha creado también y ha producido una sociedad desarticulada, donde ha terminado con la iniciativa y la creatividad de los mexicanos y que es lo más grave que puede sucederle a una nación. Y ha generado a través de su gobiernización, porque ha gobiernizado la economía, ha gobiernizado los organismos intermedios, ha gobernizado la vida económica, política y social, ha logrado una movilidad a la inversa dentro de la ciudadanía, dentro de los mexicanos.

Y han dicho, como no se cumplen los propósitos que ellos se han fijado como meta, la revolución sigue siendo permanente, contradiciendo

a toda lógica y a todo razonamiento. No concebimos la revolución permanente, y decía uno de los oradores que las carreteras, que las presas, que las escuelas eran producto de la Revolución Mexicana; no es cierto, hay países que no hicieron revolución y están muchos más avanzados que nosotros en materia de esos aspectos.

No voy a ser negativo y decir que no se ha hecho nada en este régimen, ni voy a satanizarlo en su totalidad, pero para hablar en contra del régimen estoy yo, la oposición; para hablar en favor del régimen está su partido y sus partidos. Yo creo que esta revolución se ha convertido en evolución, evolución en el sentido de que se van dado los cambios de estructuras en la medida que la caldera está a punto de reventar, y en una reforma política se le da acceso a los diputados de oposición, vendrá después una reforma del Senado pero no hay la reforma de fondo, de respecto al voto y a la dignidad de los mexicanos.

La revolución siempre es conservación, es conservadora por naturaleza; la revolución es por su propia naturaleza un proceso de cambio y nosotros buscamos el cambio democrático de las estructuras en un proceso revolucionario, en el sentido de que debe ser lo más rápido posible y tan profundamente como lo requieren las condiciones. Debemos buscar ese cambio de estructuras, de estructuras que son las maneras de hacer las cosas, que son las normas, que son las formas, estructuras que son lo que las instituciones quieren ser para lo que fueron creadas; estructura e institución son 2 cosas diferentes y muchas veces se nos ataca a nosotros los de acción Nacional, que queremos acabar con las instituciones. No es cierto eso, institución es el sindicato y no queremos acabar con el sindicato, queremos hacer la organización de promoción para el hombre, para el sindicalizado. Queremos un cambio democrático de las estructuras tan profundo como sea necesario, pero bajo 2 condicionantes: que se respeten los derechos fundamentales de la persona de los mexicanos y se respeten sus derechos políticos y resulte la sociedad que resulte de ese cambio de estructuras, será una sociedad a la altura de la dignidad de la persona humana.

Quisimos subir a esta tribuna, junto con los demás compañeros, sostenemos nuestra tesis y nuestro criterio que acabamos de decir, decimos no como los compañeros que se bajaron aquí dijeron; !Viva la Revolución! no sé a qué revolución se referían algunos que dijeron, si a la marxista, o a la leninista, o a la marxista- leninista- troskista- stalinista, o maoísta, no sé a cuál de ella, nosotros decimos que las revoluciones son relevos de oligarquías, que la violencia no engendra la unidad de los mexicanos; que nosotros podemos los mexicanos, unidos a dialogar pero con un diálogo auténtico y sincero, que es aquél que resulta de tener en la mente y en el corazón la voluntad de darle la razón al contrario y de respetar un mínimo de condiciones para que podamos realizar el diálogo.

Los mexicanos necesitamos reflexionar sobre lo que está pasando en estos momentos. No podemos ni debemos caer en la violencia en México. Una revolución en México va a ser internacionalizada como lo está siendo el resto de las revoluciones en todo el mundo. Y entonces compañeros y compañeras, volveremos a entrar otra vez en esa dialéctica macabra que ha resultado para México entero.

Podemos dialogar los mexicanos, estamos a tiempo todavía. Tengamos la convicción de sostener nuestras diferencias. Acuérdese que mañana cuando estemos bajo tierra, otros mexicanos van a analizar este Congreso, esta Cámara de Diputados y nos van a juzgar. Luchemos nosotros porque no haya otra revolución más, armada, que acabe con las vidas de los mexicanos, con lo que se ha hecho hasta este momento en la cosa material. Luchemos por la paz, pero por la paz orgánica, la paz que brote del respeto al derecho ajeno, la paz que brote de respetar la discrepancia. Y esa paz que nos da la unidad de la uniformidad, sino la unidad de la diversidad para que todos juntos los mexicanos, podamos ir en búsqueda de un destino superior del cual se queden orgullosos y orgullosas las futuras generaciones de México y las presentes. Muchas gracias.

El. C. Presidente:- Cierra el turno de oradores haciendo uso de la palabra, El C. diputado Nicolás Reynés Berezaluce.

El C. Nicolás Reynés Berezaluce:- Señor presidente, con su venia. Honorable asamblea.

Los hechos de nuestra historia se encadenan unos a otros. Todo lo que existe en su origen en el pasado, lo mismo los aciertos que los errores, igual las instituciones que los hombres, de manera que al referirnos al hecho histórico necesariamente debemos y haremos juicios de valor que se motivan en el resultado presente que nos arrojan los hechos y las decisiones pasadas.

estos juicios de valor desprovistos ya de la confusión que produce la cercanía de los hechos, el interés personal y aún la influencia de las personas, tiene la objetividad de la comparación entre la intención y los resultados. De modo que cuando hablamos desde la perspectiva de la historia podemos, mirando al pasado, intentar la anticipación del futuro.

Las sociedades pueden así tomar decisiones más justas, más apegadas a lo que desean obtener; se trata pues de tomar en las manos la decisión para poder conducir su destino.

Pasó ya el tiempo en que se contaba la historia para cantar la loa admirativa o el ejercicio justificativo. la nación se mira en su espejo lejano para aprender de sí misma y crecer. Es esto a lo que se refería el señor Benito Juárez cuando hablaba del juicio de la historia. Un razonamiento válido vincula la independencia con la Revolución; no es la

ocasión de las fechas ni el gusto de la celebración, es ante todo y sobre todo la cuestión de causa y efecto, búsqueda de respuestas y diseño de conductas.

la altura de la independencia estuvo, y está dada por la dimensión del sueño que quiso hacer realidad. Un pueblo cultural, ideológicamente nuevo, tomó conciencia de sí, de su crecimiento y de sus fuerzas. Se supo prisionero y maniatado, y halló en su origen, que en su origen, hubo una conquista por la fuerza, un avasallamiento y una apropiación de su riqueza por su heredad, por un grupo que representando a otra nación se declaraba superior y se mantenía extraño.

Este pueblo, el nuestro, tomó conciencia de ser distinto en la inteligencia de los caudillos de aquél tiempo, y planteó, planeó y obtuvo peleando, su libertad. Creyó que librándose del extranjero, se libraría de la expoliación por la fuerza, que teniendo un gobierno propio, podría dar a los individuos que la componían, la justicia y la igualdad que reclamaba para sí como pueblo.

Nacieron así juntos los dos grandes y constantes corrientes que forman el motivo y fondo de toda nuestra vida política y económica. Pensadas por Hidalgo, formuladas por Morelos, se han llamado desde entonces Independencia y Justicia Social, Libertad Nacional y Progreso, Independencia de la República y Cambio, autodeterminación de los pueblos, y desarrollo, independencia nacional y revolución.

Ya en los primeros años de la República independiente advirtieron los mexicanos, recién rescatada la nación, que las mismas fuerzas que sostuvieron en la guerra de independencia a las tropas realistas coloniales, sostenían ahora otras tropas; las de la opresión interna que buscaban mantener a los notables y a los decentes en el uso de los mismos privilegios y riquezas que se habían querido rescatar con la independencia, conservando intacta la estructura que en lo económico y social habían construido los colonizadores.

Aprendimos, entonces, cuando expulsamos a los españoles que la colonialidad y el conservadurismo también estaban arraigados entre nuestros compatriotas. Y con Vicente Guerrero y Valentín Gómez Farías emprendimos el largo camino de la lucha interna para desterrar la colonialidad.

La Reforma de la República se hacía necesaria. Reformó nuestro pueblo el proyecto original de 1824 y al hacerlo tuvo que luchar contra los conservadores a los que venció, hasta que como es sabido estos buscaron y obtuvieron la ayuda extranjera. Ambos aliados colonialistas fueron vencidos al costo de una larga y fiera lucha en la que ese hombre del pueblo, por razón y apariencia, emparentado con nuestras más antiguas y hondas raíces llamado Benito Juárez, pudo, restaurando la República y haciendo pagar con su vida al emperador extranjero, el precio de su aventura, mostrar al fin que había surgido de la patria, como el hombre de sus ancestros acababa y fuerte, la superior figura de la nación.

Como país recién liberado se le planteó entonces al nuestro hace escasos 120 años una situación en el mundo evolucionado, en el que la colonialidad asumió nuevas formas. En nuestro caso, las económicas que poco a poco reforzaron situaciones internas de dominio, que a poco replantearon la necesidad de repetir la lucha interna para buscar la sociedad igualitaria concebida por el proyecto original. Tal búsqueda desembocó en la revolución, nacida de un proceso largo de gestación quizo liquidar las condiciones internas de colonialidad y reponer en lo económico la soberanía de la nación, por sus objetivos, por sus métodos que siguió y por la movilización que le dio origen continúa lo iniciado en 1810, con otros métodos, en otras condiciones sociales del país y del mundo y con una mayor experiencia histórica de nuestro pueblo, se concibió entonces un proyecto nacional renovado y puesto a tono con el tiempo social del país y del mundo.

Todavía nos rige la Constitución de 1917, pacto social para usar el viejo término literal, fundamental, compromiso nacional y ley suprema que preside estos años y apunta hacía el futuro.

De ella se desprenden los trabajos y los motivos sociales, que contemplan un pueblo compuesto por hombres iguales en el Derecho, libres en el origen y en el actuar, viviendo en un territorio propio, dotado con recursos naturales que deben usarse para satisfacer las necesidades de todos ellos, pueblo que quiere gobernarse así mismo para intentar sus propias soluciones, ensayar sus propios soluciones, ensayar sus propios modelos, cometer sus propios errores y enorgullecerse de sus propios aciertos. la independencia es la Revolución, aquella se mantiene y obtiene, con esta la que a su vez no puede ser si no cuenta y actúa para el pueblo.

En esta larga lucha no se pueden sustituir los valores, cambiar los métodos, actualizar las tácticas, mejorar a los hombres, pero el alto sueño, aquel que sonó Morelos cuando vió iguales al hijo del mas humilde barretero y al del más rico hacendado, aquel que soñó Hidalgo cuando vio sin cadenas a la patria y el que soñó Juárez cuando vio iguales a los individuos y a los estados y naciones entre sí, el que soñaron Zapata y Villa y el que en lo económico concibió e inició Lázaro Cárdenas y que sigue siendo un propósito digno de ser alcanzado en plenitud.

La independencia es la Revolución, formas a parte no se puede transitar hoy por un mundo en el que el comercio y los mercados mundiales, las tropelías monetarias y la integración tienen la desnudez del apetito económico que se cubre con el cinismo político, sin defender nuestros altos valores, sin la lealtad a la tierra y a la sangre, sin querer entrañablemente al pueblo valiente que hace todos los días su pan, construye su gran casa y es capaz de seguir luchando con todas sus fuerzas en el deseado futuro. Las independencia es la

revolución, el nacionalismo revolucionario es forma de la misma ideología, e idea de la historia que afirma la lucha contra la colonialidad y a favor del progreso de todos, compartiendo destino y ruta, actualidad y riesgo en la unidad de la diversidad de nuestro pueblo.

A 75 años de haberse iniciado la Revolución, los enemigos de ésta pretenden hacerse pasar como parte de los que denominan pasado inmediato y tratan de convencer a sus correligionarios de que el movimiento revolucionario se agota simplemente en esta fecha; no desconocen que la Revolución tiene un origen, pero no se atreven a expresar que éste se genera a través de los largos años de explotación, e injusticia y opresión que ejercieron los detentadores del poder económico y que dieron lugar a la explosión de una lucha armada en contra de ellos y de quienes les apoyaban desde un gobierno dictatorial. Piensan esos frustrados apóstoles, herederos de los intereses y principios de la reacción, que la Revolución, como acontecimiento histórico de gran apoyo popular no debe apropiársela gobierno alguno. Se olvidan que el gobierno representa a la revolución en el poder, legitimado por ese mismo consenso popular. Madero, Carranza, Villa, Obregón, Zapata, Calles y Cárdenas fueron hombres que hicieron la Revolución y dieron vida a las instituciones que, como resultado de ésta, se crearon para hacer posible la realización de sus objetivos en cuanto a educación, salud y justicia social.

es con el Programa de la Revolución Mexicana que el país recupera su soberanía y a través de una legislación social declara y defiende los derechos de los campesinos y los obreros. El pueblo tiene memoria, a pesar de lo que algunos piensan y sabe distinguir perfectamente entre los herederos ideológicos de los revolucionarios y los de aquellos a quienes se combatió para acabar con prebendas y privilegios. No permitiremos que éstos traten de enarbolar banderas que les son ajenas.

Quienes se disfrazan de defensores de los obreros y copartícipes en las luchas de los necesitados, que se rasgan las vestiduras desde la tribuna, pero que vueltos a su ocupación cotidiana los explotan y agreden en la fábrica, escamoteándoles derechos, salarios y prestaciones; en el comercio, encareciendo desmedidamente toda suerte de productos para tornar la situación peor de lo que parece.

No nos apropiamos de la Revolución, señores, luchamos al lado del pueblo para hacer válidos sus postulados. La Revolución tiene una dinámica y en tanto exista el hambre, el desempleo y la insalubridad los miembros de mi partido, el Partido Revolucionario Institucional, estaremos desde esta Cámara como desde cualquier otra responsabilidad concebida en la lucha por desterrarlo para respetar ante los detractores de la Revolución que la Revolución está vigente, que se renueva día a día para proteger al pueblo de sus explotadores.

La revolución no ha sido traicionada, ni ha culminado con la extraordinaria y nacionalista labor de Lázaro Cárdenas, no ha envejecido ni mucho menos ha muerto, como lo afirman quienes quieren sepultarla; sus principios siguen vigentes y todos los días el gobierno revolucionario lucha por seguir afirmando la libertad, la independencia y la soberanía de nuestra patria y por encontrar y mejorar los niveles de vida de los mexicanos.

Los diferentes puntos de vista de los señores diputados de los distintos partidos políticos que me antecedieron en el uso de la palabra, con respecto a su enfoque histórico de la revolución, son respetables, pero el pueblo de México a dicho ya la última palabra, indicando cuál es el camino que debemos de seguir y ha decidido respaldar al proyecto nacionalista y revolucionario que encabeza actualmente el gobierno de la República.

Reflexionemos, señores diputados, en nuestra historia, para no estar condenados a repetirla. la revolución vale por lo que ha hecho pero vale mucha más por lo que ha cancelado; nombrarla fue durante décadas obligación cotidiana, punto de referencia hasta el lugar común; practicarla ha sido asunto de vocación y durante mucho tiempo obligación declarada; quienes quisieron enterrarla la dicen gastada y aún piensan que puede lograrla como se habla bien de un ilustre antepasado; los neoconservadores y los impacientes la quieren usar de su significado de diccionario para buscar el cambio, si este cambio les lleva a sus manos el poder como una lotería; los desviados, los que la han querido usar en su provecho la recitan como sabida oración, pero el pueblo que la cultiva sabe confiar en sus frutos, soñar, sí, todas las tardes y trabajar todas las mañanas para que no se pierda la independencia, para que se practique nuestra revolución, la nuestra, la mexicana, la que de atrás está adelante, la que los mexicanos desde el primero hicimos para merecer esta patria, para tener en esta nación la igualdad y el rostro que nos dan el derecho a sentarnos al lado de los hombres libres de todas las demás naciones. Muchas gracias. (Aplausos.)

El C. Presidente:- Con esta sesión solemne la LIII Legislatura de la Cámara de Diputados ha rendido tributo de respeto y gratitud a los hombre y las mujeres de la Revolución Mexicana que han hecho posible la paz, la libertad y la democracia.

Se va a dar lectura al acta de esta sesión.

ACTA DE LA SESIÓN

La C. secretaria Rebeca Arenas Martínez:

« Acta de la Sesión Solemne de la Cámara de Diputados de la Quincuagésima Tercera Legislatura del H. Congreso de la Unión, efectuada el día diecinueve de noviembre de mil novecientos ochenta y cinco.

Presidencia de la C. Blas Chumacero Sánchez

En la ciudad de México, a las once horas del martes diecinueve de noviembre de mil novecientos ochenta y cinco, la presidencia declara abierta la sesión solemne una vez que la secretaría manifiesta una asistencia de trescientos veintiséis ciudadanos diputados.

La propia presidencia manifiesta que esta sesión se lleva a cabo para conmemorar el 75 aniversario de la iniciación de la Revolución Mexicana.

A continuación, para expresar sus particulares puntos de vista sobre el movimiento social de nuestro país, hacen uso de la palabra los CC. Miguel Osorio Marbán Martínez del Partido Revolucionario Institucional. Máximo de León Garza del Partido Socialista de los Trabajadores, Pedro José Peñaloza del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Carlos E. Cantú Rosas del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, Eduardo Valle Espinoza del Partido Mexicano de los Trabajadores, Indalecio Sáyago Herrera del Partido Popular Socialista, Arnoldo Martínez Verdugo del Partido Socialista Unificado de México, Antonio Monsiváis Ramírez del Partido Demócrata Mexicano, Héctor Terán, Terán del Partido Acción Nacional y Nicolás Reynés Berezaluce del Partido Revolucionario Institucional.

La presidencia dice que la Quincuagésima Tercera Legislatura de la Cámara de Diputados, ha rendido tributo de respeto y gratitud a los hombres y a las mujeres de la Revolución Mexicana que han hecho posible la paz, la libertad y la democracia.

A las catorce horas y cuarenta y cinco minutos se levanta la sesión solemne.»

Está a discusión el acta... No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica, se pregunta si se aprueba... Aprobada, señor presidente.

El C. Presidente (a las 14:45 horas):- Se levanta la sesión solemne.

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