Legislatura LIII - Año I - Período Ordinario - Fecha 19851221 - Número de Diario 56

(L53A1P1oN056F19851221.xml)Núm. Diario:56

ENCABEZADO

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS

DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

LIII LEGISLATURA

Registrado como artículo de 2a. clase en la Administración Local de Correos,

el 21 de septiembre de 1921

AÑO I México, D. F., sábado 21 de diciembre de 1985 TOMO I.- NÚM.. 56

SESIÓN SOLEMNE

SUMARIO

APERTURA

La Presidencia declara que esta sesión se celebra con el fin de conmemorar el CLXX aniversario luctuoso del "Siervo de la Nación", Don José María Morelos y Pavón

BIENVENIDA

Por parte de la Presidencia a invitados a esta sesión

HOMENAJE

Hacen uso de la palabra los CC. Germán Tena Orozco del PAN, Eraclio Zepeda Ramos del PSUM, Martín Tavira Urióstegui del PPS, Jaime Haro Rodríguez del PDM, María de la Luz Gama Santillán del PARM, Eduardo Acosta Villeda del PMT, Efraín Jesús Calvo Zarco del PRT, Jorge Amador Amador del PST y Jorge Montúfar Araujo del PRI

AGRADECIMIENTO

De la Presidencia por la presencia del C. senador Antonio Riva Palacio López, Presidente de la Gran Comisión de Senado de la República

ACTA

De la presente sesión. Se aprueba. Se levanta la sesión. Se pasa a sesión ordinaria

DEBATE

PRESIDENCIA DEL C. FERNANDO ORTIZ ARANA

(Asistencia 263 ciudadanos diputados)

APERTURA

El C. Presidente (a las 10:55 horas): - Se abre la sesión solemne.

Se va a iniciar la sesión solemne para conmemorar el 170 aniversario luctuoso de Don José María Morelos y Pavón.

BIENVENIDA

EL C. Presidente: - Es muy satisfactorio para esta Cámara contar con la distinguida presencia de los CC. senadores de la República y su Presidente de la Gran Comisión senador Antonio Riva Palacio López. (Aplausos.)

Contamos con la presencia de los señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, general y licenciado Tarcicio Márquez Padilla y licenciado Leopoldino Ortiz Santos. (Aplausos.)

A todos nuestros invitados expresamos el respetuoso y cordial saludo de esta Representación Nacional.

HOMENAJE

El C. Presidente: - Tiene la palabra el señor diputado Germán Tena Orozco de la fracción parlamentaria del Partido Acción Nacional.

El C. Germán Tena Orozco: - Señor Presidente del Senado; ciudadanos; senadores; compañeros diputados; señoras y señores:

Me corresponde a mí, diputado nacido en Morelia, honrar la memoria del gran José María Morelos.

Debo dirigirme a este congreso reunidos los miembros de ambas cámaras, mientras mis compañeros de Acción Nacional siguiendo el gran ejemplo del gran Demócrata a quien hoy homenajeamos se encuentran reunidos en el Zócalo.

Protestan por los sucesos de Chihuahua que todos ustedes conocen donde en contra de un acto arbitrario tres ciudadanos destacados de Acción Nacional se están muriendo de hambre.

Es la nuestra una dolorosa evocación del pasado. México entero recuerda el martirio de su héroe indiscutible y en todas las almas hay una nota de emoción y gratitud. Una ola de gratitud nacional nos congrega para honrar la memoria de José María Morelos y Pavón, y sin embargo el generalísimo Morelos es todavía un héroe en parte ignorado y en parte incomprendido. Se le ama por su contribución a nuestra libertad, se le venera por el dolor de su sacrificio, se le rinde homenaje porque ofrendó su vida en aras de una patria que fuere libre pero con ser amado y venerado como un padre, no lo es tanto cuanto merecen sus virtudes de héroe, su talento, su amor por los humildes, su valor sereno, que supo ser audacia frente al peligro y dominio tranquilo frente a la muerte.

No se le admira aún bastante por el ardor de su fe, su fe encendida en México y en su destino; ni por su institución de reformador y de vidente, que le hicieron trazar sin pretenderlo acaso, todo el programa que México ha seguido en sus revoluciones.

Tenemos los mexicanos una deuda con él, que no se salda con levantarle bronces. Es la de estudiarlo más, de conocer más hondamente su pensamiento y su obra, porque la figura de Morelos es más grande de lo que aprendimos en los textos de historia. Estudiarlo más concretamente en la magnitud de sus empresas militares, y las modificaciones que su prodigiosa actividad produjo en el medio y en la época que le tocó vivir, y finalmente, la trascendencia y permanencia de sus ideas que son el antecedente lógico de los impulsos crecientes del México independiente hacia la consecución de sus ideales de mejoramiento social.

Tiene su vida facetas luminosas de pensador, de educador, de visionario; tiene también, como es humano, pequeñas manchas de sombra, las flaquezas, los errores inevitables de quien se lanza al vórtice de una revolución. Pero todo eso, errores, flaquezas y limitaciones, son poca cosa frente al mérito real y auténtico del héroe que había en él, héroe en la más alta, en la más pura acepción del término.

Recordamos hoy señores diputados, el epílogo trágico de la fecunda vida del gran Morelos; fugaz en el tiempo, pero de una infinita agonía. Aún duele el alma al recordar las últimas escenas de su martirio. En la madrugada del día 22 de diciembre de 1815, con pesadas cadenas en las manos y ominosos grillos en los pies, lo sacaron de la Ciudadela en un coche acompañado del padre Salazar y de un oficial del coronel D. Manuel de la Concha. Seguíale una nutrida escolta a caballo, del mismo coronel. Fue aquella una lúgubre jornada en la cual no se escuchaba más que el chirriar de las cadenas y las plegarias litúrgicas del reo.

Sabía sí, que le llevaban al suplicio; pero ignoraba el lugar y la hora de la ejecución.

Conmovióse hondamente al pasar por el Tepeyac ante el augusto santuario de Santa María de Guadalupe. Al llegar a la capilla del Pocito creyó que era aquel el lugar escogido para sacrificarlo, y dijo lleno de valentía: "aquí me van a sacar, vamos a morir".

Más no era así, sirviéronle allí ligerísimo alimento y prosiguió la torturante marcha entre la polvareda molesta del camino y los grises paisajes del invierno, hasta que llegaron al pueblo de San Cristóbal Ecatepec. Era este el sitio escogido por el virrey como escenario de una de las más dolorosas tragedias de la América, y mientras se hacían los últimos preparativos porque nadie estaba advertido, se instaló al reo en un cuartito de paja.

Morelos guardaba una serenidad imperturbable. Como se hacía tarde quisieron ofrecerle algo de comer y le presentaron una taza de caldo.

¡No había algo mejor! Empezó a tomarlo con tranquilidad y mientras esto hacía conversaba de cosas indiferentes.

"Señor Concha. ¿Sabe usted que esta iglesia no es tan ruin como yo creía?" "Efectivamente señor, la iglesia es bonita."

"El terreno sí es demasiado árido. Ya se ve, donde yo nací es el jardín de la Nueva España."

"Me han dicho que es usted de un pueblo inmediato a Valladolid." "No, señor, nací en la ciudad; pero como desde niño tuve una vida errante, pocas veces he permanecido en Valladolid."

¡Con qué clarividencia acudirían a su memoria los lugares más bellos de Michoacán!

En primer término Valladolid con su belleza genuinamente latina, diáfana y luminosa; allí había venido al mundo en una casa de la famosa calle de la Estampa, cincuenta y dos años atrás: allí habían transcurrido los inolvidables días de su primera infancia; había discurrido por las calles del Silencio y de la Mira al llano; habíase divertido con el trompo y las canicas en las calles del Retamo y de la Aldea y, en la rinconada de la Pila del Angel, había jugado a los soldaditos y a las guerras.

Llegaron los años mozos y el contacto con las faenas duras del campesino primeramente en Zindurio, en los aledaños de Valladolid, y más tarde en Tahuejo, por las calcinadas tierras de Apatzingán.

Empujado por su carácter inquieto y aventurero y apremiado también por las estrecheces económicas, viose convertido en arriero y empezó para él, el trajinar penoso, el ir y venir entre Valladolid y el Sur de Michoacán, entre México y Acapulco, ya bajo los abrasadores rayos de un sol tropical, ya soportando las lluvias torrenciales que anegaban los caminos. Siempre afanosamente ocupado, transitando por aldeas y pueblecillos, conociendo todas las veredas, observando las costumbres de las gentes sencillas, y sobre todo, sufriendo con ellas las miserias, angustias e inquietudes de los desheredados y despreciados.

Nuevamente Valladolid porque debe estudiar. Ahora contempla con ojos nuevos la levítica ciudad. Porque ha conocido otras partes aprecia en su justo valor la arquitectura de los templos y palacios forjados de cantera color de rosa.

Ya diácono una larga temporada en Uruapan, la belleza imponderable que mira su imagen en las inocentes aguas, del Cupatitzio y se arrulla serena con la eterna canción de la "Tzararacua". Más allá el azul lago de Zirahuén y el soñador lago de Pátzcuaro; más acá la esmeralda de los pinos de la sierra de Tancítaro y Patambán; las enmarañadas regiones de Coalcoman y Aguililla pobladas de pumas y jaguares y finalmente el inmenso mar del sur colorado de blanca espuma.

Mas todo esto quedaba a una distancia inmensa y envuelto en una brumosa lejanía. Estaba el reo a un paso de la muerte, y no había tiempo para traer a la memoria los ya lejanos días plenos de aventura.

"¿Sabe usted a que ha venido aquí?"

"No a punto fijo - contestó Morelos -; pero lo presumo... voy a morir..." Silencio mortal reinó entre todos los presentes. Los sacerdotes empezaron nuevamente la salmodia... a la verdad, algo había allí que estrujaba el alma, y enternecía el corazón. Los circunstantes asistían a una verdadera tragedia griega en la cual el hado implacable cerníase siniestramente sobre el más grande genio militar que había conocido la Nueva España.

Una vez más el coronel Concha rompió el silencio: "Tómese usted todo el tiempo que necesite". "Compañeros - dijo festivamente Morelos - fumemos antes un puro, porque esta es mi costumbre."

Lo encendió con parsimonia y empezó a disfrutar sabrosamente. Quiso hablar a solas con uno de los sacerdotes que le asistían - el vicario de San Cristóbal - para que en nombre de Dios perdonase una vez más todas sus culpas.

Apenas recibida la absolución, escuchóse un redoble de tambores y, al oírlo no queriendo ser gravoso para nadie, exclamó Morelos con suma delicadeza: "Hola, a formar. No mortifiquemos más. Señor Concha, venga un abrazo... será el último"... metió luego los brazos en un chaquetón y dijo bromeando todavía: "¿Bah, esta será mi mortaja! Aquí no hay otra.

Pidió en seguida un santo cristo y empuñándolo piadosamente en una de sus manos empezó a orar calladamente y salió al lugar de la ejecución.

"¿Aquí he de hincarme?" "Preguntó".

"Sí, aquí - replicó el padre Salazar - haga usted de cuenta que aquí fue nuestra redención."

Arrodillóse Morelos de espaldas al pelotón que tendía hacia él sus fusiles. A la voz de mando dispararon cuatro soldados; pero la descarga dejó aún vida en el héroe, que se agitaba, atravesado por los proyectiles, y todavía pudo quejarse, tal vez ofreciendo como rescate espiritual sus tremendos sufrimientos finales. Cuatro nuevos disparos cayeron sobre el cuerpo, ya tendido, y acabaron hasta con los quejidos confusos y los estremecimientos y el ángel de la muerte extendió sus negras alas sobre el caudillo inmortal.

"Es fácil ser patriota - dijo el maestro Vasconcelos - cuando el patriotismo nos produce ventajas inmediatas de dinero, posición y poder; pero hacen falta sinceridad y entereza para seguir siendo patriotas cuando la patria sólo otorga persecución, negación y pobreza."

Fue este último el caso de Morelos. Nunca negó a la patria los sacrificios que le fue pidiendo poco a poco; estuvo siempre dispuesto a ofrendarle la vida, que es la mejor prueba de sinceridad y amor.

Al Morelos obsesionado por la grandeza de su país, al amigo de los humildes y oprimidos, al luchador denodado e infatigable por obtener las libertades de sus conciudadanos, al laureado con la guirnalda de tantos triunfos,

faltábale una gloria tan solo; morir por la causa que defendía. Ceñida esta corona estaba definitivamente consagrado.

Los últimos alientos (de la vida) de Morelos no se fueron por los estragos de la última descarga. Vive el humilde cura de Carácuaro por el prestigio inmortal que le dieron sus brillantes victorias y el reconocimiento de su prodigiosa figura militar, la más grande sin duda entre los caudillos de la insurgencia y quizás entre todo los soldados de México. Vive la figura - que atrae y emociona - del reformador social que soñó con una nación organizada sobre la base inconmovible del reconocimiento de que el pueblo es el titular primario del poder político, y de que es el pueblo mismo el beneficiario último de la existencia de ese poder y del cumplimiento eficaz y recto de sus atribuciones. Vive en la memoria, en la conciencia y en el corazón de todo un pueblo; el que tan justamente quiso llamarse "Siervo de la Nación" porque entendió su misión como servicio y entrega hasta el sacrificio de su propia vida.

A él que fue categóricamente republicano y demócrata y por ello promovió e hizo posible la existencia del Congreso de Chilpancingo.

A él que inspiró el decreto constitucional de Apatzingán donde se consagran ya los principios de la ciudadanía para todos, del equilibrio de la autoridad pública por la división de los poderes, de las libertades y derechos humanos frente al estado.

A él que finalmente entregó su persona y su esfuerzo al servicio de las instituciones surgidas de su propia obra y murió por ellas; si acaso retornara, señores diputados, y volviéndose a nosotros nos preguntara hoy: ¿Qué habéis hecho de México que yo os dejé, mitad sueño y mitad desgarramiento, ansia y dolor al mismo tiempo? ¿Qué habéis hecho vosotros de mis quejidos, de mis estremecimientos y de mi sangre?, podríamos responderle acaso.

Está tranquilo, padre, ¿ni tu grito de rebeldía, ni tu sangre han sido estériles? Podríamos responderle: ¿La patria que nos diste es ya lo que tú querías, altiva y libre como soñó tu orgullo? Podríamos afirmar "La revolución que tú iniciaste, para que el campesino tuviera tierra y todos la dignidad de hombres libres, esa revolución no la hemos traicionado jamás...

Yo creo que no... por todas partes comprobamos que la mixtificación es una de las más funestas constantes de nuestra vida pública... Por todas partes mentira cínica o simulación hipócrita... constitucionalmente formamos una democracia; así lo proclaman fervorosamente nuestros gobernantes en declaraciones de consumo doméstico y de exportación, como si al mandamiento legal correspondiera una ardiente convicción, devotamente compartida por todos... datos esenciales de la democracia, "los derechos del hombre y del ciudadano y el sufragio universal", son continuamente violados en México.

No hay que afanarse mucho para comprobar que las llamadas garantías individuales son una mera catalogación de las prerrogativas y del derecho personal que las autoridades no se cansan de violar; y el sufragio, con alguna excepción incompleta, ha sido burlado siempre cínicamente.

No existe la democracia en México, ni puede existir mientras la fracción dominante se considere titular de un monstruoso monopolio; mientras el Estado, para ejercerlo, sostenga un partido oficial; mientras el privilegio de la fuerza, mil veces más odioso que el de la sangre, sacrifique el bien común en aras del apetito individual; mientras no se reconozca como cimiento, estructura corona del orden social, la noción sagrada de la persona humana íntegra e inviolable.

La doctrina clásica de la división de poderes y su recíproca independencia para el ejercicio de las funciones del Estado, no tiene en México rigurosa aplicación. Si así fuera, el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial actuarían cada uno, lo mismo en el orden federal que en el régimen interno de los Estados, con intangible soberanía dentro de la órbita augusta de sus respectivas atribuciones.

¿Es esto lo que sucede en la práctica? Uno solo es el poder desenfrenado, sin responsabilidad y sin límites que lo contengan. Los otros, ridícula comparsa, le sirven sumisa e indignamente. Ni intentan siquiera ser un verdadero poder. Se saben incapaces de imperio, de autonomía y de decoro. Mentira también que vivamos en un sistema de instituciones y de normas legales. Nos ahoga una creciente proliferación de decretos, leyes, reglamentos, códigos. Forman la selva propicia para el ataque incesante al derecho desamparado.

Cada día somos menos libres; cada día se nos trata más duramente. La única ley efectiva es el capricho despótico o rapaz de quienes ejercen la autoridad, poca o mucha.

Mentira la independencia económica de la política expropiatoria que empobrece al país, arruina al mexicano y paga al extranjero poderoso; mentira la redención del campesino y del obrero, esclavizados políticamente, tan lejos como antes del bienestar económico posible y atacados como nunca en su integridad personal; mentira la pretendida defensa de la soberanía nacional por quienes abandonan los propios caminos de nuestro destino, para seguir

rutas ajenas destructivas de las esencias patrias.

Los peores cómplices de estos crímenes son, más que los asesinos y los torturadores de los cuerpos, "más que los acampados en posiciones privilegiadas por saciar apetitos de poder o de bienestar material, aquellos que llamados por vocación o profesión al servicio del espíritu, lo traicionan para entregarse al rencor faccioso, al poder insolente y remunerador, al egoísmo o al miedo."

El intelectual oportunista, el escritor a sueldo, el periodista que tiene en la tarifa código y evangelio, el maestro que cuida más el puesto que la enseñanza, el magistrado que es primero "revolucionario" que hacedor de justicia, el profesionista gana - pesos que podría ser orientador y guía en el urgente esfuerzo de salvación nacional y a quien sólo preocupa la salvación de su seguridad, de su comodidad y de sus ganancias; estos unos por acto, otros por omisión, son los genuinos enemigos de la verdad.

Necesitamos sacudirnos esta costra abominable. Necesitamos reaccionar contra esta comedia falsa y degradante. Necesitamos luchar por el advenimiento de la verdad en la ley, en las instituciones, en los métodos de gobierno, en todos los aspectos y momentos de nuestra vida pública. Necesitamos señores diputados una vida limpia y honrada.

Ante el Congreso de Chilpancingo fue, precisamente, ante quien Morelos se declaró "Siervo de la Nación", y nosotros, señores diputados, y el pueblo que representamos en torno a figuras como la de Morelos - cuya egregia categoría heroica reconocemos todos, sin discrepancia - en torno a figuras de esa nobleza, nosotros hemos de afirmar los vínculos claros y recios de la solidaridad nacional: hemos de buscar la inspiración y el ímpetu que se requiere para continuar por la vía indeclinable de la democracia, ¡que él soñó!: la edificación inacabable de una comunicación humana, ordenada, justa y digna; que bajo el amparo supremo del derecho, en la paz, quiere contribuir al desarrollo armónico en la convivencia de los pueblos todos.

El camino es muy largo y aún nos falta mucho que andar. Aún hay muchos hombres que arrastran cadenas de miseria y ceguedad. ¡Que el ímpetu de José María Morelos nos sostenga y habremos de acabar con ese oprobio! Tengamos fe en nuestro destino, y el mexicano sentirá el orgullo de gritar su estirpe. Muchas gracias.

El C. Presidente. - Tiene la palabra el ciudadano diputado Eraclio Zepeda Ramos, del Partido Socialista Unificado de México.

El C. Eraclio Zepeda Ramos. - Compañeros diputados, señores senadores, señores ministros:

Si a cada casa de México, Morelos llega con derecho propio, es ante esta soberanía donde su figura es imprescindible: Morelos convocó al Congreso, creyó en el Congreso, se sometió al Congreso, respetó al Congreso. Por eso, entre muchas cosas, su nombre inmenso permanece como cimiento necesario en estos muros.

Hoy, que la ocasión luctuosa nos convoca en este 170 aniversario de su sacrificio, el Congreso no será estatua de sal, porque el hijo del carpintero Manuel no está atrás de nosotros, sino hay que buscarlo hacia adelante, caminar en su busca el frente de nosotros, hacia los días que vendrán.

Morelos, cuya grandeza llena la memoria nuestra, no vive en los museos: camina entre los hombres y las mujeres que fabrican la casa donde la nación habita. Las enseñanzas que plantó en estas tierras nuestras vienen de allá, de la experiencia práctica del sencillo ranchero de Tahuejo, pero van buscando el día en que la patria vive en la plena soberanía parlamentaria.

Niño pobre, joven pobre, cura pobre, Morelos trabajó cerca del pueblo pobre, con ese pueblo, dentro de ese pueblo. Conoció los difíciles tratos donde se pierde la justicia. Aprendió oficios que templaron su cuerpo y dieron habilidad a sus manos, cabalgó durísimas veredas que fortalecieron sus piernas; supo de tratos entre gente sencilla, de trabajos difíciles, de mesas magras.

Deslumbrado con Hidalgo, su maestro, aprendió las ideas nuevas que se le hicieron carne porque ya desde antes conocía su mundo. Hombre de ideas, se remontó a lo universal concreto para que ellos fueran parte de la realidad, la realidad terrible de su tiempo.

Cuando la rebelión estalló, el país y Morelos habían madurado para escuchar la campana que en Dolores convocó.

Capellán de alzado, había pedido "licencia de altar portátil", pero muy pronto advirtió que el oficio que la historia le exigía era más humano que divino y se transformó en insurgente. Médico de almas, supo que tenía que alistarse como Doctor de Pueblos, partero de sueños, extirpador de vergüenzas, cirujano de injusticias.

Si el antiguo Bachiller en Filosofía se graduó de "Mozo de esperanzas" en la Universidad de México, el ahora combatiente recibía la calificación más grande que se pueda aspirar; graduarse de hombre que vive en su tiempo.

Grande en la paz fue hombre grande también en la guerra. Había educado un carácter firme en largos tratos con sus feligreses, con los hombres y mujeres puestos a su cuidado para salvarles las almas. Había también forjado ese carácter en sus tratos con los labriegos, con los creadores de cosechas y ganados, con los amigos y compañeros que le buscaban para salvarles el producto de su trabajo. Había aprendido de la vida normas sencillas de orden y disciplina que le hicieron pronto conductor de esfuerzos. Desde sus marchas iniciales de soldado entendió los cuidados de la guerra, intuyó los oficios necesarios en un comandante de hombres, desarrolló los cuidados para convertirse en constructor de ejércitos populares.

General del pueblo, bajo su mando combaten la esperanza y el futuro, la justicia y la libertad, la dignidad, la democracia y la soberanía. Morelos aprende muy pronto que las fuerzas de la nación deben ser de operatividad máxima. Encuadra unidades disciplinadas, efectivas en la primera línea de guerra y otorga a los que no están en condiciones de cumplir esta función la honrosa responsabilidad de producir los bienes requeridos para sostener la lucha. El pueblo produce los recursos necesarios para que el pueblo en armas lleve la guerra de donde habrá de nacer la Patria. Pero estos productores deberán armarse como apoyo de la primera línea de batalla: Los nombra milicias urbanas y milicias rurales. Da instrucciones precisas de qué tipo de armas deberán portar, cuántas, cómo y cuándo. Sus minuciosas precauciones describen la bolsa con piedras para la honda que portará permanentemente cada labriego.

De la correspondencia de Morelos conocemos dos cartas que nos iluminan sus primeros días de soldado. En la primera, el 21 de octubre de 1810 solicita un coadjutor, para su curato de Carácuaro, pues "por comisión del excelentísimo señor Don Miguel Hidalgo, fecha ayer tarde en Indaparapeo, me paso con violencia a correr las tierras calientes del sur", dice Morelos. Y 10 días después, en Huetamo, escribía orgullosamente alegre a su compadre Don Francisco Díaz de Velasco: "Anteayer llegué a ésta con 16 indígenas armados de Nocupétaro y hoy me encuentro con doscientos noventa y cuatro de a pie y cincuenta de a caballo". En esa carta, con su inicial experiencia de 10 días de comandante en armas, escribe: "Veo de sumo interés escoger la fuerza con que debo atacar al enemigo, más bien que llevar un mundo de gente sin armas ni disciplina. Cierto que pueblos enteros me siguen a la lucha por la independencia, pero los impido diciendo que es más poderosa su ayuda labrando la tierra para darnos el pan a los que luchamos y nos hemos lanzado a la guerra... hasta ponernos en posesión de la tierra y la libertad."

Bajo su mando se desarrollo el ejército que está naciendo en nuestra América. Surgen los jefes de nuevo tipo, inventores de una guerra popular que desgasta al enemigo. Ya no son los militares patriotas educados en el ejército colonial los únicos que adiestran y dirigen a los insurgentes: Ahora están también los matamoros, los galeana, los guerrero, hombres templados en las tareas civiles quienes habrán de inventar las tácticas y estrategias que convienen al pueblo.

El país crece bajo la caballería insurgente, se consolida con la artillería insurgente, se sostiene con las milicias insurgentes. El pueblo, ladrillo tras ladrillo, va inventando a México con el territorio liberado.

Morelos es todo un general triunfante, su mirada abarca la estrategia, la táctica elogística como antes conoció doctrina y teología, como antes dominó los trabajos y los días campesinos, como antes labró la madera en sus días de niño carpintero. Y antes como ahora Morelos conoce el esfuerzo, la fatiga, la pobreza, el hambre.

En el Sur está ahora la almendra de la Patria. De ese territorio liberado por Morelos, habrá de germinar el gran país que sueñan los combatientes.

Morelos está en ahora en Oaxaca, en Cuautla, en Chilpancingo. Las fuerzas nacionales bajo su mando marcan con sus lanzas y espadas las fronteras crecientes de la libertad. Bajo su mando Matamoros corre y recorre al Istmo y libra en Tonalá, Chiapas, y el único hecho de armas de la tierra por la independencia en tierras Centroamericanas.

La guerra, la organización de los territorios nacionales, la producción de armas y vituallas, la necesidad de crear condiciones apropiadas para la vida de la sociedad naciente, los tratos internacionales para el abasto de armas y los primeros contactos diplomáticos constituyen una nueva forja para José María Morelos. Y siguiendo la coherencia de su desarrollo el General da un paso más a la grandeza: el Morelos estadista.

El 17 de noviembre de 1810, a menos de un mes de su insurgencia, Morelos en nombre de Hidalgo, publica en su cuartel general de El Aguacatillo, la supresión de castas y la esclavitud: "El bachiller don José María Morelos, cura y juez eclesiástico de Carácuaro, teniente del excelentísimo señor don Miguel Hidalgo, capitán general del Ejército de América. Por el presente y a nombre de su excelencia, hago público y notorio a todos los moradores de esta América y establecimientos, del nuevo gobierno, por el cual, a excepción de los europeos,

todos los demás habitantes no se nombrarán en calidad de indios, mulatos ni otras castas, sino todos generalmente americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá esclavos en lo sucesivo, y todos los que los tengan serán castigados. No hay cajas de la comunidad y los indios percibirán los reales de sus tierras como propias."

Y es en este documento donde Morelos nos señala una norma que en nuestros duros días actuales, con una deuda externa agobiante, es nuestra luz para caminar en la penumbras. Dice Morelos: "Todo americano que deba cualesquier cantidad a los europeos, no está obligado a pagarla; y si fuere los contrario, el europeo será ejecutado a la paga con el mayor rigor". ¡Por esto está inscrito su nombre en estos muros!

Desde Tixtla, el 13 de agosto de 1811, con la nación huérfana por la reciente muerte de Hidalgo, Morelos informa a Ignacio Rayón su adhesión a la junta, porque no hay duda que a los principios nos fue preciso extender muchas comisiones para aumentar el fermento pero ya es tiempo de amasar el pan". Su genio político lo lleva a reunir todas las fuerzas. Pero en esa misma comunicación Morelos diseña el necesario equilibrio entre los que serán miembros de la Junta: no pudiendo asistir personalmente Morelos nombra como su representante a don Sixto Verduzco y dice a Rayón que no lo hace "en persona de su excelencia porque debiendo ser uno de los miembros de la Junta no se diga que lo ha querido ser todo".

Esta absoluta fe de Morelos en el mando conjunto y representativo va formando su idea del Congreso.

En marzo de 1812, en pleno sitio de Cuautla, Morelos hace saber "que la soberanía, sólo reside en la nación, sabed también que toda nación es libre y está autorizada para formar la clase de gobierno que le convenga y no ser esclava de otra". En estos tensos días de Nicaragua libre y amenazada, el pensamiento de Morelos vive. ¿Por eso está su nombre en estos muros!

Cuando en la Junta Suprema se presentan conflictos que ponen en peligro su pluralidad, Morelos escribe a su representante don José Verduzco:

Yo me sacrificaré por hacer obedecer a su majestad, la Suprema Junta, pero no podré fomentar a un individuo de ella para que destruya al otro, porque sería destruir el sistema. Y, por lo mismo, jamás admitiré el tirano gobierno, esto es el monárquico, aunque se me eligiera a mí mismo por primero. Es conveniente que nos arreglemos a la Constitución publicada y en la que estén entendidas las provincias. Todo lo demás es desacierto." ¡Por eso está su nombre en estos muros!

Durante el sitio de Acapulco, Morelos tiene una claridad absoluta de que "La Revolución es ejercicio de virtud". Sabe también que si la nación es soberana, esa soberanía estará representada en un Congreso. En el Acapulco liberado Morelos convoca a una junta general de representantes. "Proporcionando un terreno seguro y capaz de plantar en él algún gobierno, debemos comenzar por el prometido en el plan de nuestra santa insurrección que es el de formar un Congreso compuesto de representantes de las provincias que promuevan sus derechos. Y como cada uno deba ser electo por los pueblos de la misma provincia que representa." Y exige escoger muy bien a cada representante que va a ser elegido porque va "a ser miembro del Congreso, defensor y padre de todos y cada uno de los pueblos de su provincia, para quienes debe solicitar todo bien, y defenderlos de todo mal".

Dos meses después aclara a Rayón: "No pretendo la presidencia. Mis funciones cesarán establecida la junta y me tendré por muy honrado con el epíteto de humilde "Siervo de la Nación".

Hay en Morelos una búsqueda inicial, aprendida de Hidalgo, para encontrar la multiplicación de nuestra fuerza. Morelos sueña y trabaja por sus sueños: la unidad de anhelos para todos los americanos, la América meridional, nuestra América. Le interesan las noticias y las luchas y los padeceres que vienen de Haití, Buenos Aires, Caracas, de la Habana, el Perú. Va buscando el nombre de la patria que nace.

En la apertura del Congreso de Chilpancingo, su más alto día, el que fue de alta vida, Morelos busca sus raíces más profundas: "Genios de Moctezuma, Cacama, Quautimozin, Xicoténcatl y Caltzontzín, celebra en torno de esta augusta asamblea, exclama. Y une el Congreso con la caída de México -Tenochtitlán. Aquélla la derrota, éste el triunfo.

Es en Morelos donde la herencia crece. Ya no es la Nueva España sola. Es el Anáhuac, los pueblos primigenios quienes triunfan.

En Morelos la noción de Patria no es sólo ya una categoría política por alcanzar. Es algo conocido, con olor, y gusto de trabajos. Morelos aprendió a amar el territorio de sus trabajos de paz, primero. Y en la guerra después, padeciendo "Ya en las derrotas, ya en la fuga, ya en los bosques, ya en las montañas, ya en los márgenes de los ríos caudalosos, ya en los países calidísimos, ya careciendo hasta del alimento preciso para sostener una vida miserable y congojosa", según sus propias palabras.

Es Morelos, ante todo, un hombre. Nada menos y nada más que un hombre. Por eso es grande. Con su cuerpo sufre, sufre son su alma, supera látigos y avanza. Morelos no es un semi - dios mitológico. Es un hombre "tan sencillo como tú o como yo, si tú y yo pudiéramos ser tan sencillos como él". Allí radica su grandeza.

Como todo combatiente Morelos ha sentido la inquietud que anuncia los combates. Este gris palpitar que predice la primera carga, el primer disparo. Después del sobresalto han aprendido una verdad que es patrimonio de todos los soldados de la libertad: el valiente es el que vence el miedo. Sólo las bestias no temen. El hombre con esfuerzo se transforma en valiente. El valiente con esfuerzo se transforma en héroe. Pero sigue siendo hombre. Amo a Morelos por sus fatigas y sus quebrantos. Con esa humanísima carne se endurece el hombre. De Chilpancingo venimos todos. El Congreso, nuestro Congreso, es digno por herencia que Chilpancingo nos dona. Sobre sus hombros de gigante, nosotros los más pequeños nos empinamos para aprender su dignidad desbordada.

En Chilpancingo recoge la sabiduría que ha ido encontrando en sus días y sus noches. Señala que "La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano compuesto de representantes de las provincias en igualdad de números". Pone allí la semilla que trabajosamente germina en nuestros días. "Que los poderes Legislativo Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos". Nos exige que "Las (leyes) que dicten nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indecencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto". En estas largas noches que han antecedido a esta sesión solemne que hoy nos reúne, he pensado, con rubor, en Morelos cuando exige "Que para dictar una ley se haga junta de sabios en el número posible para que proceda con más acierto y exonere de algunos cargos que pudieren resultarles".

En nuestros días, cuando la nación se levanta en contra de prácticas nefandas, y las cámaras que integran el honorable Congreso abordan un problema largamente silenciado, ofensa viva en el corazón del pueblo, pienso en Morelos: "Que en la nueva legislación no se admita la tortura". ¿Por eso también está su nombre en estos muros! Orgullosos como somos de nuestra soberanía nacional llevamos en la sangre las palabras de Morelos: "Que las tropas extranjeras no pisen nuestro suelo". Y agrega precavido: "Y si fuere en ayuda, no estarán donde la Suprema Junta".

Esto y más es Chilpancingo. Decir Chilpancingo es decir Morelos. Decir Morelos es decir ahora y mañana y los otros mañanas. Un mes después del Congreso, Morelos dice el 5 de octubre de 1813: "Que los naturales que forman pueblos y repúblicas hagan sus elecciones libres". Hay en Morelos la seguridad de la diversidad de la Patria: La nación no vive sólo en los criollos y los mestizos.

Mucho y bueno se dirá hoy del Congreso de Chilpancingo. Yo quise recoger lo que aún es techo por tejar, sueño por construir, quise amar a Morelos vivo, luchando junto a nosotros. Y él, que fue representante popular, que con orgullo se exhibía como nombrado "por voto universal del pueblo" nos impulsa a legislar con la memoria de sus propios esfuerzos. Dice Morelos: "peregrinos en el campo inmenso de la ciencia legislativa, confesamos, ingenuamente, que un proyecto semejante no cabía en la esfera de nuestras posibilidades, nos atrevimos empero a tentar su ejecución ciñéndola precisamente a tirar las primeras líneas para exitar a otros talentos superiores a que tomando la obra por su cuenta, la perfeccionasen sucesivamente hasta dejarla en su último mejoramiento.

El 23 de octubre de 1814, en Apatzingán, José María Morelos, diputado por el Nuevo Reyno de León, firma junto a sus otros compañeros legisladores esta comunicación del Congreso Supremo -que nos llega hasta esta Tribuna con su fuerza eterna:

"La arbitrariedad no tiene acomodo en nuestro sistema, podemos francamente practicar todo lo que no se oponga a las leyes, por más que contradiga las pasiones y caprichos de los que gobiernen..."

Amoroso de la Nación, respetuoso de la verdad del otro, Morelos entiende que la democracia puede cosecharse sólo con el cultivo constante del patriotismo y de la inteligencia. Y dice él: "Abominemos el espíritu del partido que en cualquier evento nos sumergiría infaliblemente en el fango de la esclavitud, el Congreso está por encima de ello".

Por eso también está su nombre en estos muros. Gracias. (Aplausos.)

El C. Presidente: - Tiene la palabra el señor diputado Martín Tavira Urióstegui, de la fracción parlamentaria del Partido Popular Socialista.

El C. Martín Tavira Urióstegui: - Morelos, líder de las masas populares. Tal vez sea dable afirmar que la dimensión de la personalidad

en la historia se mide por los ideales que forjó a lo largo de su lucha, por el carácter de régimen económico, social y político que "diseñó" y por el grado en que su programa se ha ido cumpliendo en el transcurso del combate.

Los grande hombres nunca se quedan en lo inmediato. Son visionarios en la medida en que ven la perspectiva. Ven la realidad presente como escenario de una batalla que comienza y que ha de rebasar la vida de la generación que les toca vivir.

Pero el camino que trazan los conductores con su pueblo, siempre arranca de un paraje, de una realidad. Aun las utopías más románticas no han sido inventadas a partir de sueños imposibles, sino como vehementes protestas contra una sociedad preñada de injusticias.

José María Morelos y Pavón fue hijo de aquella realidad dramática de un pueblo aplastado por el colonialismo. Nació creció en un país saqueado en sus recursos naturales y en su dinero, asfixiado por una política económica de prohibiciones, estancos, monopolios y gabelas. Vio cómo la tierra se concentraba en unas cuantas manos. Fue testigo del abismo entre las clases sociales y los grupos étnicos, entre los que todo lo poseían y los que carecían de todo. Conoció la discriminación racial llevada hasta sus extremos, él, que resumía en su ser las tres etnias que configuraron el mosaico racial de la Nueva España. Palpó un sistema político sin derechos del hombre, en que la intolerancia era la práctica corriente de un gobierno en manos de un puñado de extranjeros, generalmente enfermos de ambición. Se dio cuenta de que la cultura era privilegio de sectores reducidos de la población.

Pudo compenetrarse - ¿cómo no? - de las ideas fundamentales de su tiempo. Bebió en el nuevo caudal de la Ilustración Mexicana, rama frondosa de la Ilustración Europea. Recibió la sabia de la filosofía racionalista. Se empapó de las doctrinas políticas modernas: los derechos del hombre, la soberanía popular, la división del poder, el régimen republicano, el derecho de los pueblos a su libre determinación.

Pudo saber que la Revolución - la de 1789 en Francia - no era una simple palabra demoniaca, sino esplendorosa llamarada, cuyas chispas podían incendiar otros continentes y otros países. Tuvo que saber que la conquista de la independencia por los pueblos no era hipótesis de doctrinarios, sino elocuente ejemplo en el país del Norte.

Pero las luces de la Ilustración sólo podían alumbrarle el panorama. Por la vía de la práctica tenía que llegar a la conclusión de que el hombre puede vivir de doctrinas sólo en la medida en que vive de realidades. Con profundidad conoció la vida rural antes de ser estudiante. En la hacienda de Sindurio, cerca de Valladolid (hoy Morelia) y en la de Tahuejo, en la Tierra Caliente michoacana, sintió la explotación de los trabajadores, generalmente indígenas. Sean ciertas o no las afirmaciones de Bustamante respecto de las correrías de Morelos como arriero por las lejanas tierras del Sur, es evidente que el héroe vallisoletano "ganó experiencia en la difícil escuela de la vida", como dice Ernesto Lemoine Villicaña.

A los 25 años ingresó al Colegio de San Nicolás para labrarse un porvenir por una de las pocas vías que existían: el sacerdocio. Joven acostumbrado a las durezas de tierras inhóspitas, sólo con un tesón poco común pudo hacer que su maestro José María Pisa lo calificara de "mozo de esperanzas". No se sabe bien a bien si recibió lecciones directas de Hidalgo, pero lo cierto es que el futuro iniciador de la Gesta de 1810 había impregnado de sabiduría y reformas la benemérita Institución. Pero eso para Morelos fue siempre un maestro, no tan sólo en el sentido escolar, sino en el político.

Como otro paréntesis en su vida tierracalenteña, Morelos goza por dos años de la Rusticatio Mexicana en Uruapan, el vergel michoacano cantado por Rafael Landívar, como auxiliar del párroco y maestro de retórica.

En 1798 el obispo San Miguel lo nombra cura de Churumuco llamada justa o injustamente "La Puerta del Infierno". Después pasaría a Carácuaro y Nocupétaro, doce años otra vez en tierras cálidas, alternando el sacerdocio con la actividad comercial.

El hombre tiene 45 años, cuando estalla la Revolución Insurgente. Había nacido el 30 de septiembre de 1765 en Valladolid. Está listo para la acción suprema que puede realizar un hombre: hacer la revolución. Pero una verdadera revolución no es una fugaz aventura romántica, ni una breve incursión por los caminos de la violencia sin brújula alguna: sino una conmoción social de tal magnitud, que sólo los gigantes pueden entender y darle conducción. Por eso las etapas excepcionales, capaces de comprender el sentido de la historia y el rumbo que un pueblo en lo particular quiere seguir. Por eso quienes son capaces de desentrañar las causas que subyacen en el fondo de una sociedad en crisis, tienen el genio para saber qué es lo que hay que destruir y sobre los escombros de lo que se va a echar abajo, qué es lo que hay que levantar.

Desde luego una auténtica revolución tiene que plantearse ante todo lo que y sobre todo, el problema del Estado. ¿En razón de qué? Porque ese problema tiene que ver con el poder económico, social y político de un país. Ningún Estado en la historia ha sido neutral frente

a los intereses en conflicto. Poder estatal significa fuerza física y política de una clase social sobre otras clases.

Morelos desde los inicios de su combate entendió que la lucha militar tenía que ser sólo un medio al servicio de objetivos políticos: edificar una nueva sociedad y un nuevo Estado después de reducir a escombros la estructura colonial que el Estado español había cimentado sobre nuestra tierra durante los tres siglos de brutal sometimiento.

Todos los afanes de Morelos, desde su entrevista con Hidalgo en Charo e Indaparapeo, se dirigieron a hacer el "diseño" de lo que debía ser el nuevo Estado: Desde luego que los primeros trazos se los dio su maestro, como bien lo reconoció en carta a Rayón; pero a medida que la Revolución ampliaba sus horizontes de espacio geográfico y político, Morelos fue enriqueciendo con su gran talento, el ideario de la lucha y le fue dando perfiles más precisos al nuevo Estado Mexicano. Ningún ángulo descuidó. Por eso con absoluta justeza y justicia Morelos ha recibido el título de estadista, sobre cualquier otra cualidad, Pero no estadista a secas, sino el creador del Estado mexicano.

Como lo dijo en el punto 11 de "Los sentimientos de la nación", estaba convencido de que nada permanece estático en la vida política y "Que los estados mudan costumbres y, por consiguiente, la Patria no será del todo libre y nuestra, mientras no se reforme al gobierno, abatiendo el tiránico, substituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español, que tanto se ha declarado contra nuestra Patria."

¿Qué características debía tener el nuevo Estado mexicano? Debía ser la organización jurídica de una nueva sociedad en lo económico, social y político.

En primer lugar un Estado independiente. En varios de sus documentos Morelos habla de poner un dique que salvaguarde nuestras riquezas del pillaje extranjero. Al ordenar la acuñación de moneda, exige que nuestro dinero no se fugue hacia otros países. Tiene una tesis contundente respecto de los bienes de los españoles amasados con sudor de nuestro pueblo: deben ser nacionalizados. De un plumazo declara nulas las deudas de los mexicanos con los extranjeros. En el punto 10o. de "Los Sentimientos de la Nación" habla de "Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha". Son las medidas y los principios de la independencia económica de la nación.

En el acta de Chilpancingo del 6 de noviembre de 1813, Morelos y sus compañeros del Congreso de Anáhuac definieron lo que debe ser la libre determinación del pueblo mexicano: el ejercicio de la soberanía usurpada por un poder extranjero; el derecho a darse el régimen interno que mejor convenga a su felicidad; la facultad de forjar una política internacional acorde con los intereses del país. Estos son los principios de nuestra independencia política.

Fue el forjador de la forma republicana de gobierno en México. El nuevo Estado tenía que ser la antípoda del Estado español, por eso Morelos fue apasionadamente antimonarquista. En carta a Rayón fechada el 29 de marzo de 1813, el Caudillo Suriano le dice: "Jamás admitiré el tirano gobierno, esto es, el monárquico, aunque (se) me eligiere a mí mismo". Por supuesto "Los sentimientos de la Nación" y la Constitución de Apatzingán tenían que refrendar este principio.

Entendió con claridad que el federalismo no podía ser el resultado sólo de condiciones políticas, sino de factores económicos y geográficos. Por Decreto de 18 de abril de 1811 creó la "Provincia de Tecpan"; y en su proclama del 28 de junio de 1813 explicaba que la nueva Entidad federativa se ha formado "Porque se compone de lenguas de tierra". Morelos es el verdadero creador del Estado de Guerrero. Algún día la división político - territorial del país ha de ajustarse a esa realidad que el genio de Morelos captó.

Fue el creador del Estado moderno, separado de la iglesia, sustentado en los Derechos del Hombre y ajeno a privilegios de corporaciones. La iglesia católica ha de dedicarse a su labor espiritual y nunca interferir en asuntos políticos. Así lo expresa al obispo de Oaxaca, Antonio Bergoza y Jordán, en carta del 25 de noviembre de 1812: "El sacerdote...sólo se ocupe en la felicidad de las almas". Al ordenar al cabildo eclesiástico de aquella ciudad que no hable contra los insurgentes, en su documento del 5 de junio de 1813, Morelos proclama que "Los derechos de la Patria son más sagrados que los de cualquier individuo o corporación". Negaba toda autoridad de un clero antinacional y sujeto a un poder extranjero. Así, con motivo de una circular del arzobispo de México a los curas, Morelos hizo esta anotación, el 12 de junio de 1813: "Devuélvase ésta, por no estar este Arzobispo electo por legítimo gobierno americano..." Y en el punto 4o. de "Los sentimientos de la Nación", suprimió los fueros, porque el principio de la igualdad ante la ley exige "Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados". Morelos inició la Reforma que Juárez y su Generación habían de coronar. Hoy en que un clero político ensoberbecido es otra vez un instrumento al servicio de intereses antinacionales, el pensamiento de Morelos debe ser

el arma permanente de todas las fuerzas revolucionarias.

Hemos dicho que Morelos recibió la cultura política europea de su tiempo; pero no se quedó en el plano del liberalismo clásico. Fue a la raíz de los problemas sociales de México y con ello su visión del mundo y de la vida se hizo más amplia. Caló en los sufrimientos del pueblo más humilde y se dispuso a entregar su propia vida en aras de los explotados. Por eso al lado de los derechos del hombre o garantías individuales, puso el acento en lo que hoy llamamos garantías sociales.

Siguiendo los lineamientos de su maestro Hidalgo, declaró varias veces abolida la esclavitud "y todo lo que a ella huela" y suprimió el tributo. Arremetió contra la discriminación racial, a veces con fina elegancia, como cuando le dijo a Quintana Roo que "el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamiento", esto es, no hay razas superiores ni inferiores. Por decreto del 5 de octubre de 1813 desde Chilpancingo, prohibió tajantemente que se obligara a los indios a prestar servicios personales. Con su agudo talento, al ordenar desde Tecpan, el 13 de octubre de 1811, que cesara la guerra de castas, explicó que la lucha social y política que estaba sosteniendo el pueblo y la nación, no tenía nada que ver con las diferencias puramente raciales.

Y siempre su mirada puesta en el ideal de elevar a los humildes y a los demás desprotegidos. Al manifestarle a Quintana Roo sus puntos de vista respecto de los asuntos que debían ocupar la atención del Congreso de Chilpancingo, destaca el derecho a la educación para las masas laborantes: "Que se eduque a los hijos del labrador y del barretero como a los del más rico hacendado y dueño de minas . . ." Habla de la necesidad de que el Congreso busque los recursos jurídicos para que el débil no sucumba frente al poderoso: "Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario . . ."

Y para los que defienden hoy la llamada economía de mercado y la liberación de precios como "estímulos y garantías para la inversión", aquí está el pensamiento y la práctica del Héroe de Cuautla: por decreto del 13 de marzo de 1813 dado en el Paso de la Sabana, cerca de Acapulco, ordena el control y la congelación de precios de los artículos de primera necesidad.

La cuestión de la tierra tenía que ocupar el centro de los afanes revolucionarios. Reafirmó en varios documentos la orden de Hidalgo de devolver las tierras a las comunidades indígenas que habían sufrido despojos. Pero fue más allá. Ordenó el fraccionamiento de las haciendas y fijó las características de la pequeña propiedad, "porque el beneficio positivo de la agricultura consiste en que muchos se dediquen con separación a beneficiar un corto terreno que puedan asistir con su trabajo e industria . . ." Este concepto prístino que recogió la Revolución Mexicana, ha sido desgraciadamente deformado por reformas contrarrevolucionarias de carácter constitucional.

El punto 12 de "Los Sentimientos de la Nación" es piedra de toque del pensamiento social de Morelos: "Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto". Vicente Lombardo Toledano afirmó que con esta cadencia de ideas Morelos "dio las normas que, en el lenguaje de nuestro tiempo, se pueden expresar diciendo que el interés colectivo esta por encima del individual y que la finalidad suprema de la organización política de la nación -tarea que incumbe al Estado-, consiste en educar al pueblo y en distribuir de una manera equitativa la riqueza pública. Los artículos 3o., 27 y 123 de la Carta Magna, entre otros, de ahí nacieron".

Y no podía faltar el pensamiento internacionalista. El respeto a la libre determinación propia y ajena. La no intervención en los asuntos internos de una nación. Estos son principios nítidamente expuestos en "Los Sentimientos de la Nación" y en la Constitución de Apatzingán. Debían tener el rango de doctrina constitucional para el pensamiento insurgente. De manera que el arsenal de ideas que poseemos y las acciones que realizamos en materia de relaciones exteriores, vienen de lejos, de los gloriosos 1813 y 1814 años del Congreso de Anáhuac y del Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, ambos los hijos que Morelos engendró con el más grande amor de su vida. La Carta Magna que nos rige se enriquecería con un nuevo Capítulo que contengan los principios que guían la política internacional de México. Con ella la doctrina del ilustre Nicolaita, sería mandato permanente para el Estado y para la nación.

Se ha dicho con razón que "Los Sentimientos de la Nación" es el documento político más notable de la historia de México. De él derivaron las Constituciones avanzadas que ha tenido el país, desde la de 1814 hasta la Carta Magna que hoy nos rige. Fue la Constitución de Constituciones. En ella Morelos delineó lo que debía se la nueva sociedad y el nuevo Estado. Pero se salía de los cánones tradicionales. Desentonaba con los criterios rígidos de las

Constituciones clásicas de Europa y Estados Unidos. Pero contenían los principios por los cuales Morelos estaba dispuesto a dar hasta la vida. El Generalísimo lo entregó a los Congresistas para que se sirviera de base al elaborar la Ley Suprema.

Permítaseme que proponga una tesis heterodoxa: la Constitución de Apatzingán, con todas las cualidades que tiene, no reflejó en toda su magnitud las más altas ideas sociales de Morelos. Cotéjense "Los Sentimientos de la Nación" con la Carta de 1814 y se verán las diferencias. Son las mismas divergencias entre la corriente democrática popular de Morelos y la corriente liberal ilustrada de los diputados criollos que componían aquel Cuerpo Legislativo. Esta historia se repitió en el Congreso Constituyente de 1856-57 y en el de Querétaro de 1916-17. Es la lógica de las contradicciones sociales y la lógica de la batalla de las ideas aun dentro de un mismo caudal revolucionario.

El 22 de diciembre de 1815 la barbarie colonialista acabó con aquella vida creyendo que acababa con la obra. En realidad los imperios coloniales se suicidan cuando derraman la sangre de los que luchan por la libertad y la independencia.

Como expresó el Maestro Lombardo Toledano: El héroe Suriano "Sabía que todos los principios a los que dio formas se habrían de lograr. Por eso cuando fue aprehendido y llevado al cadalso estaba en paz con su conciencia, y murió feliz porque había vivido de antemano la patria del futuro". Muchas gracias. (Aplausos.)

El C. Presidente: -Tiene la palabra el ciudadano diputado Jaime Haro Rodríguez de la Fracción Parlamentaria del partido Demócrata Mexicano.

El C. Jaime Haro Rodríguez: -Una espada en medio de un jardín y eso es Morelos.

Su Señoría; honorable asamblea; señoras y señores: Desde la Guerra de Troya; hasta la de nuestros días marchan también los poetas al son de los tambores. Morelos fue la espada extraordinaria de la insurgencia que hirió como nadie lo había hecho al despotismo de virreyes y de obispos y que derrotó como nadie lo había hecho a Mariscales y Alférez.

Fue dueño de todo el sur del país desde el corazón de Michoacán hasta las Costas del Pacífico y del Golfo, especie de inmensa fortaleza natural, de entrada casi inaccesible, pródiga que se apoyaba en los brazos divergentes de las Cordilleras y formaba una curva en la Mesa Central desde donde amagaba a un tiempo a las villas del oriente y a Puebla, a Toluca y al propio corazón de esta Ciudad de México.

Cruel, impasible, viendo desde muy alto y poniéndose al nivel de todas los detalles, Morelos fue el terrible cura al decir de Justo Sierra, que se despojó un día de su sotana negra ante el añoro de los mestizos para vestir con pompa improvisada los arreos del guerrillero y así asistía a los tedeums con que se le sometió al clero y a las grandes ceremonias cívicas en que se le sometieron todos. Y Luego se metió por las montañas del sur para hacer la historia, ¿era un enviado de Dios? Quién sabe, quizás con su fruncido ceño y su mirada magnífica traía en su espada como destellos de aurora y traía la espada con los poderes de arcángel.

Lo cierto es que trazó en nuestra geografía y en la leyenda un surco gigantesco de triunfos y de muerte; juntó al acero y la lumbre para fundir el cáliz y para hacerlo espada y el incienso lo convirtió en la pólvora y los restos de su iglesia se transformaron en el fragor de los cuarteles; fue la cruz quien le sirvió de espada.

Súbdito de su momento histórico, Morelos no es el caudillo transitorio de la insurgencia, sino la alta figura real y consciente del porvenir.

Nació el 30 de septiembre de 1765 en la Ciudad de Valladolid, hoy Morelia, en su honor, del Estado de Michoacán. Y en el balance de su grandeza hay que pesar su origen humilde y su oscuro pasado que lo enmarcaron en una rígida convivencia social, herencias del sistema colonial. Todo lo condenaba al anonimato y a la negación de un destino histórico, a la imposibilidad de un quehacer para el porvenir; a sus inmaculados afanes por organizar cuerpos de ejércitos a él que no había tenido escuela castrense, a sus victorias militares, a él que no era un estratega; a sus triunfos políticos, a él que no era un líder sino simplemente un patriota. Y sin embargo, su vocación de insurgente, fiel al llamado de Hidalgo, hizo que un día se juntaran en torno de su ruda presencia los pendones y las banderas y que el cañón hablara con el trueno y fuera la tempestad hecha proclamas.

Apatzingán y Chilpancingo son cunas de leyes y decretos para una patria del futuro; república y democracia son conceptos que se cargaron de valores.

Ya otras veces han delineado su personalidad egregia y han descrito sus hechos militares; y ya otras voces mejores que la mía cantarán sus glorias y su hermosa estatura de insurgente, legislador y guerrero, como los recios varones que perfiló Plutarco.

Y hace 170 año, señores diputados, los fusiles realistas cegaron el incendio de sus ojos y la flama de su pecho, y si la sencillez presidió sus orígenes, la sencillez corona el final, lo

demuestra el siguiente documento, un sello con armas eclesiásticas que dice:

"Juzgado Eclesiástico de San Cristóbal Ecatepec. Yo, don Alfonso de Quiroz, Notario del Curato y Juzgado Eclesiástico de San Cristóbal Ecatepec. Hago constar que hoy día de la fecha se ha recibido en este curato para que se le dé sepultura cristiana al cadáver del que fue presbítero, don José María Morelos y Pavón, quien en el año de 10, siendo cura párroco de Nacupétaro, se reveló en contra de la autoridad de nuestro señor el Rey, que de Dios goce, uniéndose a su antiguo maestro y amigo el cura don Miguel Hidalgo, induciendo a los naturales a insurreccionarse, estando en continua guerra por espacio de 5 años, derramando sangre europea, incendiando poblaciones sin obedecer los edictos del santo Tribunal de la Fe, que lo citaban y lo aplazaban hasta que Dios, cansado de tantas iniquidades, permitió que fuera derrotado por el coronel Concha y capturado, siendo conducido a México donde fue juzgado y sentenciado a muerte, cuya sentencia se ejecutó el día de hoy, frente al Gran Palacio de la salida de este pueblo. También se recibieron los objetos que traía consigo y que se sellaron separadamente cada uno y cuya lista va al calce y con relación respectiva.

El Presbítero don José María Morelos y Pavón era un hombre de 48 años o 50, vestía de negro, con pantalón corto y medias de seda y zapatos con hebillas de plata; según la orden del Excelentísimo señor Virrey y Capitán General de esta Nueva España, Félix María Calleja, fue sepultado el citado cadáver sin pompa alguna en el cementerio de esta Iglesia, del lado del Evangelio, a 10 varas de la torre, sin poner señal alguna. Todo lo cual hago constar en el presente pergamino, así como que se dio el correspondiente recibo del cadáver, como los objetos del difunto. Rúbrica y objetos recibidos: Un breviario romano, un pequeño diccionario francés y español del año del 98, con firma del finado Cura don Miguel Hidalgo, un librito de oraciones con nombre de doña Juana Pavón, una bolsa de cuero con útiles de sacar lumbre y fumar, con su nombre, un paño de sol grande bordado de seda, un sombrero de copa alta, una capa de paño grana; todo lo cual queda en el archivo de este juzgado."

Es el mejor retrato, señores diputados, de quien pudieron ser Alteza Serenísima prefirió ser el "Siervo de la Nación" y si es un misterio el destino de sus restos, y si desconocemos en dónde se encuentran sus venerables huesos, podemos decir que su tumba y su altar están en su corazón de los mexicanos. Porque les héroes se amortajan muchas veces con el sudario de un dolor y luego son envueltos por el lienzo inmortal de las banderas: porque sobre las sedas que acarician los patricios y sobre las copas de los banquetes homéricos o las hebras de luz de las sandalias que adornan las diosas, se encuentra la justicia y porque sobre el acero de un fiero reflejo sobre el carro de guerra o el fulgor de las corazas de los héroes se encuentra la defensa gallarda del derecho y porque sobre el orgullo heráldico y la consagración de los Césares y las tiaras de pontífices está la libertad; porque por sobre el oro purificado por el fuego como el hombre es purificador por el dolor, está la historia, la espada maravillosa que truncó palmeras y las convirtió en laureles queda envuelta para siempre en un pañuelo hecho de luz; y desde entonces, el "Siervo de la Nación", Morelos, es para México el pregón, el penacho y el canto; pregón de libertad, el penacho de lucha y el canto de victoria. Muchas gracias.

El C. Presidente: -Tiene la palabra la diputada María de la Luz Gama Santillán por la fracción parlamentaria del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.

La C. María de la Luz Gama Santillán: -Con su permiso señor Presidente. Compañeros diputados y diputadas, distinguidos compañeros de la Cámara de Senadores: La unánime decisión de esta LIII Legislatura, en este acto solemne trae nuestra presencia hasta esta tribuna, supremo pódium de la Patria en el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana nos sentimos obligados en esta nueva era, a considerar las analogías que el pensamiento y la conducta de Morelos, adalid de nuestra Patria tiene con nuestros propios actos y esencia ideológica.

Conscientes de nuestro pasado histórico, no podemos desligarnos de la herencia patriótica y heroica, que nos ha legado Morelos.

Patética, dolorosa, fue tu muerte, Morelos, pero tu vida marcó ejemplo para los hombres de tu tiempo y para todas las edades. Tu vigor, tu bravura, tu decisión sin límites, tu entrega incondicional a la suprema causa de la Patria gran Morelos, son como un grito de alerta para los mexicanos todos. ¡No dar marcha atrás para seguir el sendero que nos hemos marcado!

¡Servir al pueblo!

¡Caminar codo con codo con él, y abanderar sus justas demandas, José María Morelos, sacerdote, el "Siervo de la Nación".

José María Morelos, sacerdote, jefe militar, reformador político y social, jefe principal de la independencia mexicana y "Siervo de la Nación", como él mismo se denominaba, estaba a punto de cumplir 48 años de edad cuando terminó la conquista de Acapulco y partió a Chilpancingo a organizar el nuevo congreso

nacional. Había poco en su aspecto que sugiriera grandeza: era de pequeña estatura y constitución robusta; medía un poco más de 1.50 metros de estatura, y quizá pesaba unos 75 kilos. No tenía una apariencia especialmente imponente. Sus rasgos faciales eran toscos y ordinarios; tenía verrugas visibles, y una gran cicatriz atravesaba su nariz a causa de una grave caída que había sufrido en su adolescencia. Su color y su tez eran oscuros; tenía labios gruesos, y cejas espesas y juntas. Su cuerpo había sido acondicionado por una existencia que había pasado caso enteramente en el campo y al aire libre, pero padecía mucho de malaria y de migraña. Se ha sugerido que le pañuelo que usaba sobre la cabeza, y con que casi siempre aparecen en sus retratos, pudo haberlo usado para aliviar el dolor de cabeza. Pero pudo haberlo empleado sólo para que el pelo no le cayera sobre los ojos o para mantener su frente libre de sudor. Sufrió numerosas heridas por accidentes y caídas; y en su correspondencia de 1811 a 1813 hizo frecuentes referencias a sus enfermedades y a su mala salud en general; constantemente había sufrido intentos de asesinato y amenazas de muerte. Dos veces le advirtieron que sería envenenado; y una vez Rayón le escribió comunicándole que un hombre con un gran vientre iría a aprehenderlo y a entregarlo al virrey. Pero esta amenaza, como otras, las otras, la recibió con su calma característica; al final de la nota de advertencia de Rayón, Morelos escribió en son de burla: "No hay necesidad de ello, mis padecimientos me están matando".

En un país en que a través de su historia se ha visto plagado de hombres ambiciosos que ha buscado altas posiciones sólo para engrandecerse y por la gloria y las recompensas personales, Morelos fue una excepción conspicua. Por ejemplo, fue característico en el rechazar el título de suprema alteza que el Congreso de Chilpancingo intentó conferirle, y honrarlo. Pasaron millones de pesos por sus manos, pero virtualmente cantidades para cubrir sus parcas necesidades personales. Fue un hombre de costumbres y gustos simples toda su vida; amaba el trabajo arduo, y esperaba que lo imitaran sus compañeros y sus subordinados; se burlaba de lo artificial, de lo rebuscado, de la pereza y del vicio y su única complacencia consistía en una copa de aguardiente y un cigarro ocasionales.

Literalmente expresó: "He obrado con conocimiento (le escribió Morelos a uno de sus oficiales): Ellos han depositado su suerte en mi conducta. No puedo engañarlos, porque mil infiernos no serían capaces de castigar mi maldad. No quiero dejarlos empeñados, ni menos sacrificarlos. Soy cristiano, tengo alma que salvar, y he jurado sacrificarme antes por mi patria y mi religión que desmentir un punto mi juramento."

La idea de convocar un congreso nacional de representantes provinciales pudo habérsele ocurrido a Morelos aproximadamente un mes antes de expedir su decreto del 28 de junio de 1813, en que establecía los reglamentos para su información, en abril, como se recordará, había mostrado deseos de que la junta de Rayón sirviera como un núcleo, y que el número total de sus miembros aumentara a siete o nueve; los miembros adicionales serían elegidos por las provincias; pero tan grande era su disgusto con las continuas riñas y pleitos que había entre Rayón y sus compañeros, que en mayo Morelos descartó su plan original en favor de un congreso nacional de su propia creación. Por consiguiente, le siguió a Rayón que los cinco miembros de la junta deberían reunirse en Chilpancingo el 8 de septiembre de 1813, y allí sus miembros "serían reelegidos o depuestos", para que "pudieran eliminarse las diferencias individuales". Así, Morelos ofreció a Rayón y a sus compañeros la oportunidad de ser miembros del congreso nacional, pero con la condición de que mostraran deseos de cooperar.

Un congreso insurgente no era idea nueva de la época de la Independencia Mexicana: Hidalgo ya había sugerido uno, igual que Rayón en su Constitución de 1812. Pero gran parte del mérito de que este cuerpo se convirtiera en realidad fue de Carlos María Bustamante, quien convenció a Morelos de la gran necesidad que había de éste, diciéndole:

La Europa está convencida de la justicia de nuestra revolución (escribió Bustamante); los parlamentos de Londres y el gobierno de Washington desean ansiosos perfeccionar esta grande obra en que se interesa la humanidad oprimida al mismo tiempo que el comercio y felicidad de ambos estados. Pero ellos no han mostrado aún su generosidad hacia nosotros, porque falta un cuerpo, que siendo en órgano de nuestra voluntad, lo sea también para entenderse con aquellas potencias, bien lo han acreditado en las negociaciones que han entablado con Caracas y Buenos Aires, por haberse instalado en una otra parte los mejores congresos que podrían desea los padres de la política y escritores públicos que nos han trazado las instituciones para ahora formar la dicha de aquellos pueblos cultos.

América no puede ser libre mientras no esté sostenida por aquellas provincias, y éstas no pueden reconocerlas mientras no se presente a su cabeza un cuerpo augusto depositario de su soberanía . . .

Pasó la época de una guerra y de espada; vamos a entrar en otra de astucia y de política

indeciblemente más peligrosa que la primera. Presentemos, pues, a nuestros tiranos un congreso de sabios, la confianza de los pueblos de este continente.

En el decreto del 28 de junio de 1813, dirigido a las provincias, Morelos dio instrucciones de que se nombraran electores, que deberían reunirse en Chilpancingo el 8 de septiembre, para elegir a los miembros del nuevo congreso. Afirmaba que en cada parroquia un subdelegado debería convocar a los oficiales del ejército insurgente y a los ciudadanos principales de cada parroquia; y un día determinado deberían reunirse en la capital provincial y elegir a un representante por la mayoría relativa de votos. Posteriormente, Morelos declaró que el Poder Ejecutivo debería ejercerlo un generalísimo, al que elegirían de entre cuatro capitanes generales los oficiales insurgentes que tuvieran grado de coronel en adelante, y que deberían ser aprobado por el congreso. Este era el mismo arreglo que Rayón había propuesto en 1812, cuando sin duda pensaba obtener este puesto, pero entonces, en 1813, la situación era muy diferente a la del año anterior.

Las medidas de Morelos, naturalmente, se opuso Rayón por considerarlas ilegales y despóticas, pero sus protestas causaron muy poco afecto. Morelos le replicó a Rayón que con sus riñas sólo estaba dañando la causa, y procedió a justificar su conducta en la siguiente carta que le envió a Rayón diciéndole.

Por sus dos últimas cartas . . . veo que reuniendo en sí todos los poderes, con el pretexto de salvar a la patria, quiere que esta parezca, pues mirándola peligrar, trata de atar las manos a todo ciudadano para que no ponga el remedio conveniente . . .

Según estas verdades, resulta temerario el juicio que V.E. ha formado injustamente inputándome la obragación de su autoridad, valido de la prepotencia de ballonetas.

La junta se ha de verificar en Chilpancingo, Dios mediante, en el siguiente mes y en el modo posible, pues se ha convocado para ella cuatro meses antes. Por este hecho, ni V.E. queda desairado, ni la patria parece, que es el blanco de todo, ni la expresada junta carecerá de legitimidad, ni menos será la mofa de nuestros antagonistas, como V.E. asienta . . .

No perdamos arbitrio para libertar a nuestra común madre, que los derechos de V.E. quedan a salvo; de otra suerte será hacer V.E. mismo ilegítimo del poder que reside en su persona, pues no puede ser legítimo el que reducido a fines personales, impide los medios de que la patria se haga independiente.

Yo soy enemigo de fungir y estaré contento con cualquier destino en que se útil a la religión y al suelo de mis hermanos, no pretendo la presidencia; mis funciones cesarán establecida la junta, y me tendré por muy honrado con el epíteto de humilde "Siervo de la Nación".

El número de electores que había llegado a Chilpancingo el 8 de septiembre de 1813 era desilusionantemente pequeño, ya que Morelos deseaba proceder a formar el congreso sin demora, expidió el 11 de septiembre un reglamento, o plan de gobierno, compuesto de 59 artículos, que, según Bancroft, equivalía prácticamente a una constitución.

Reconociendo el principio de la separación de los poderes, el reglamento afirmaba que el Poder Ejecutivo debería ejercerlo un generalísimo, que sería elegido a perpetuidad de una lista de generales insurgentes por una mayoría relativa de votos de los oficiales del ejército que tuvieran el grado de coronel en adelante. Los poderes del generalísimo incluirían el derecho de proponer la legislación que considerara necesaria para el bienestar público, el Poder Legislativo residiría en un congreso compuesto de diputados propietarios elegidos por los electores, y suplentes nombrados por Morelos. Cualquier vocal, o miembro del congreso, podría proponer proyectos para que fueran estudiados, y estas proposiciones se convertirían en leyes si contaban con la aprobación de la mayoría de los miembros. Sus periodos de funciones no serían mayores de cuatro años. Los funcionarios del congreso incluirían un presidente y un vicepresidente (estos cargos los ejercerían periódicamente por rotación los vocales de cada cuatro meses) y dos secretarios, que debería nombrar Morelos para un período de cuatro años, el Poder Judicial debería permanecer por el momento en los tribunales existentes, pero en una fecha futura, habría un tribunal de cinco miembros para los casos civiles, y un tribunal eclesiástico de tres a cinco miembros para promover el bienestar de la iglesia y juzgar los casos que afectaran al clero.

Las personas de los diputados deberían declararse sagradas e inviolables; a los diputados no les permitirían ausentarse para desempeñar deberes militares o de otro tipo. Las acusaciones de traición a la patria y a la religión que se hiciera contra cualquier oficial las trataría una junta especial de cinco personas elegidas por las cinco provincias más cercanas al asiento del congreso. Finalmente se encontraba el Artículo XVII; la recomendación de Morelos de que se declarara la Independencia de España, sin haber referencia a ningún Monarca.

El 13 de septiembre, en una reunión de los electores de Tecpan que se realizó con el propósito de elegir a su diputado para el congreso,

el secretario de Morelos, Juan Nepomuceno Rosainz, leyó el reglamento; al día siguiente, en una segunda reunión de los electores, a la que asistieron algunos oficiales y naturales de Chilpancingo, Rosainz leyó el famoso documento que escribió Morelos titulado sentimientos de la nación. En él trazaba su programa político y social para que lo discutiera el congreso. Rosainz también leyó los nombres de los que deberían componer ese cuerpo. En la categoría de diputados propietarios se encontraban los miembros de la antigua junta suprema: Ignacio Rayón por la provincia de Guadalajara, José Sixto Verduzco por Michoacán, y José María Liceaga pro Guanajuato, así como José Murguía y Galardi por Oaxaca (había sido elegido quinto miembro de la junta de Rayón por una asamblea de Oaxaca), y José Manuel Herrera, elegido diputado por Tecpan por los electores de esa provincia. Fueron nombrados diputados suplentes Carlos María Bustamante por México, José María Carlos por Veracruz, y Andrés Quintana Roo por Puebla, ya que el congreso de Morelos incluyó a los que habían sido miembros de la junta suprema, Rayón siempre consideró que este sólo era una extensión del antiguo cuerpo. Se advertirá que Morelos nombró a todos los diputados, con excepción de los diputados de Oaxaca y Tecpan, y que en aquellos dos lugares era difícil que fuera elegido un candidato que no sintiera simpatía por el programa de Morelos. Por elegir su congreso, a Morelos lo acusaron de no establecer un régimen democrático cuando tenía oportunidad de hacerlo. Pero esta crítica sólo se justificaría si pudiera suponerse que México estaba preparado para la democracia en 1813.

El congreso de instaló el 14 de septiembre, y empezó a trabajar con el examen del texto "Sentimientos de la Nación" de Morelos. Después de declarar que "América es libre e independiente de España y de cualquier nación, gobierno o monarquía", en los sentimientos se afirmaba que "la religión católica será la única religión, sin tolerar ninguna otra" que sus sacerdotes deberían sostenerse con los diezmos y las primicias, que no deberían exigirle al pueblo pagar nada que no fuera las contribuciones y los donativos que se hicieran por devoción, y que dogma debería sustentarlo la jerarquía de la iglesia; el papa, los obispos y los curas, "porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó".

En cuanto a su sistema político, social y económico, Morelos afirmó en los Sentimientos que la soberanía emanaba directamente del pueblo, pero que quedaba depositada en sus representantes, y que los poderes del gobierno se dividirían en las ramas legislativa, ejecutiva y judicial. Los puestos del gobierno los desempeñarían exclusivamente los americanos; no serían admitidos los extranjeros, excepto los artesanos que pudieran dar instrucciones sobre sus profesiones, la esclavitud debía declararse abolida, igual que todas las distinciones de clase. Las leyes deberían regir a todos, excepto a algunos cuerpos privilegiados, porque "como la buena ley es superior a todos los hombres, las que dicte nuestro congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejoren sus costumbres, aleje la ignorancia y la rapiña y el hurto". Los puertos de la nación estarían abiertos a las potencias amigas, pero a los comerciantes extranjeros no les permitirían pasar al interior ni debería permitirse la presencia de soldados extranjeros en el suelo nacional. La propiedad sería respetada; la tortura debería ser abolida, igual que las alcabalas, los monopolios y el tributo, la guerra sería financiada con el impuesto de 10% a las importaciones, junto con "otro impuesto a las mercancías extranjeras", una contribución directa de 5% a las rentas. Una administración cuidadosa de los bienes confiscados a los europeos. Por último, el día 12 de diciembre se celebraría la fiesta de la Virgen de Guadalupe, y el 16 de septiembre debería celebrarse el aniversario del inicio del movimiento de la independencia.

Después de la instalación de los diputados de la lectura de los "Sentimientos de la Nación", Morelos pronunció un discurso titulado razonamiento del general Morelos en la apertura del Congreso de Chilpancingo, que Carlos María de Bustamante había preparado y que le había enviado desde Oaxaca. Sus pasajes más significativos los reproducimos aquí. Le decía:

Nuestros enemigos se han empeñado en manifestarnos hasta el grado de evidencia ciertas verdades importantes que nosotros no ignorábamos, pero que procuró ocultarnos cuidadosamente el despotismo del gobierno bajo cuyo yugo hemos vivido oprimidos. Tales son: Que la soberanía reside esencialmente en los pueblos que transmitida a los monarcas, por ausencia, muerte o cautividad de éstos refluye hacia aquéllos; que son libres para reformar sus instituciones políticas siempre que les convenga; y que ningún pueblo tiene derecho para sojuzgar a otro.

Este pueblo oprimido, semejante con mucho al de Israel trabajando por el faraón; cansado de sufrir, elevó sus manos al cielo, hizo oír sus clamores ante el solio del eterno. Comparecido éste de sus desgracias, abrió la boca, y decretó ante la corte de los serafines que el Anáhuac fuese libre . . . en el pueblo de Dolores se hizo oír esta voz, semejante a la del trueno.

Manes de las Cruces, de Aculco, Guanajuato, Calderón, Zitácuaro y Cuautla, unidos con los del Hidalgo y Allende, vosotros sois testigos de nuestro llanto . . . vosotros digo que sin duda presidís esta augusta asamblea, recibid el más solemne voto que a presencia hacemos en este día de morir o salvar la patria . . . nada hagamos, nada intentemos, si antes, y en este lugar, no juramos todos a presencia de este Dios salvar la patria y proteger las instituciones, olvidar nuestros sentimientos mutuos, y trabajar incesantemente en llenar estos objetos . . . genios de Moctezuma, Cacama, Quautimozin, Xicoténcatl y Caltzontzín, celebrad en torno de esta augusta asamblea . . . y celebrad el fausto momento en que vuestros ilustres hijos se han congregado para vengar vuestros ultrajes, al 12 de agosto de 1521, sucedió el 8 de septiembre de 1813. En aquel se apretaron las cadenas de nuestra servidumbre en México Tenocctitlan, en este se rompe para siempre en el venturoso pueblo de Chilpancingo . . . señor, vamos a restablecer el imperio mexicano, mejorando el gobierno; vamos a ser el espectáculo de las naciones cultas que nos observan, vamos en fin a ser libres e independientes.

Cuando se reunió en la iglesia parroquial al día siguiente, 15 de septiembre, el congreso designo a José Sixto Verduzco presidente temporal y discutió la elección del generalísimo, que debería ejercer el Poder Ejecutivo. A nadie le sorprendió que Morelos recibiera la aprobación unánime de los oficiales del ejército del grado de coronel arriba y la posterior aprobación del Congreso. Pero cuando le ofrecieron formalmente el puesto, se negó a aceptarlo, afirmando que creía que éste era superior a su capacidad. Algunos dirían que su rechazo del puesto era una treta, inspirada por miedo de que lo acusaran de estar sediento de poder; pero es más probable que se sintiera impulsado por una abnegación genuina y un deseo sincero de mostrar que no había creado un puesto ejecutivo con la esperanza de ocuparlo. Además, pudo haberse sentido inseguro del apoyo que tenía, y pro consiguiente pudo haberse demorado en aceptar para comprobar cuántos partidos tenía. El presidente Verduzco y los oficiales del ejército declararon que Morelos debía ser obligado a aceptar para satisfacer el deseo unánime del pueblo, pero Quintana Roo insistió en que el Congreso debía evitar cualquier acción apresurada y dedicar más tiempo a la deliberación, la disputa sólo terminó cuando se sugirió que el Congreso debía suspender la sesión por dos horas, y después anunciar su veredicto. Mientras se aprobaba la moción. Morelos se retiró.

Al término de una hora, los miembros entraron y le presentaron a Morelos un documento en el que afirmaban que había realizado deliberaciones con la gente del pueblo, a cuyas aclamaciones había accedido, y declararan que era inadmisible la renuncia de Morelos. El Supremo Congreso, continuaba diciendo el escrito, en el ejercicio de sus poderes soberanos, le pedía que aceptara de inmediato el puesto, reconociéndolo como al Primer Jefe Militar y reservándose el derecho de determinar el título que decidieran darle.

Morelos contestó que, en vista de las demostraciones públicas y de sus respeto a la autoridad del Congreso, aceptaría, con cuatro condiciones; Primera, que si las tropas de una potencia extranjera invadían el país, no debía permitírseles aproximarse a la sede del Congreso. Segunda, que a su muerte, el mando recaería temporalmente en ele jefe militar que tuviera el grado más alto después de él, que por elección se decidiera quién sería el sucesor permanente. Tercera, que el Congreso no debía negarle ayuda en dinero y hombres que él pudiera necesitar, ni exceptuar a alguna clase privilegiada del servicio; cuarta, que en caso de que muriera el generalísimo, se conservaría la unidad del ejército y del pueblo y se reconocería las autoridades establecidas.

Después que el Congreso aceptó estas condiciones, Morelos asumió el mando e hizo el juramento de defender a costa de su vida los derechos de la Nación americana y poner lo mejor de su habilidad en el puesto que le había conferido la Nación.

Después de que al Congreso le aseguraron el 25 de octubre que probablemente llegarían todos sus miembros, Morelos hizo preparativos para celebrar sesiones regulares, fijó los horarios de las reuniones, declaró que cualquier individuo debe tener derecho a presentar cualquier plan o proyecto para que lo examinara el Congreso y que podría asistir a las sesiones si lo deseaba. A fines de ese mes, todos los miembros habían ocupado sus escaños excepto Rayón, que hasta el último día del mes se presentó en la cercana Hacienda de Chichihualco, lo recibió un cuerpo de oficiales que envió el Congreso bajo las órdenes de Antonio de Sesma y lo escoltó hasta Chilpancingo con pompa y ceremonia el 2 de noviembre.

Quintana Roo y otros, le dieron la bienvenida en Chilpancingo y el 4 de noviembre, después de que prestó el juramento de su cargo, Rayón ocupó su curul en el Congreso.

El Co ngreso se dedicó a discutir los "Sentimientos de la Nación" de Morelos y decidió que el asunto más importante era declararse independiente de España, Morelos se dirigió al cuerpo constituyente y leyó una proclama que había escrito que se titulaba: Un breve ruego que le hace el Siervo de la Nación a sus Conciudadanos. "Somos libres de la soberbia y la

tiranía española, europeos ya no os canséis de inventar gobiernitos, la América es libre aunque os pese o sea, hablad en palabras sencillas e inteligibles, aprovechaos de este aviso y tened entendido que aunque muera, él os lo da, la Nación no variará de sistema por muchos siglos, "El 6 de noviembre de 1813 el Congreso aprobó una Declaración de Independencia a pesar de las protestas de Rayón que insistió en que la derrota de Hidalgo le había causado en gran parte las deserciones producidas porque se había hablado demasiado de la independencia. Rayón declaró que aunque inspiraba considerablemente respeto Fernando VII, en especial a los indios, pues se habían acostumbrado desde hacía mucho a venerar la monarquía; sin embargo el Congreso ordenó que se publicara sin temor el documento, después redactó un Manifiesto destinado a conseguir que el pueblo mexicano apoyara la independencia y al esfuerzo revolucionario. A continuación reproduciré algunas partes significativas de esta Declaración de Independencia.

"El Congreso de Anáhuac legítimamente instalado en la ciudad de Chilpancingo de la América Septentrional, por las provincias de ella, declaro solemnemente, a presencia del señor Dios árbitro moderador de los imperios y autor de la sociedad, que los da y los quita, según los designios inescrutables de su providencia, que por las presentes circunstancias de la Europa ha recobrado el ejercicio de su soberanía usurpada; en tal concepto queda rota para siempre jamás y disuelto, la dependencia del trono español; después del Congreso declaró que consideraría culpable de alta traición a cualquiera que se opusiera . . . ¡Después, el Congreso declaró que consideraría culpable de alta traición a cualquiera que se opusiera directa o indirectamente a la independencia de México que se había proclamado!

Si Morelos esperaba que el Congreso procediera a confirmar su programa social y económico en Chilpancingo, debió de sentirse desilusionado, se hizo muy poco, aparte de un decreto de abolición de la esclavitud.

Pero la piedra angular para la nación mexicana se había en Chilpancingo; y quizá con el tiempo el Congreso habría incorporado el programa de Morelos a una constitución escrita para un México independiente. Sin embargo, para terminar su estructura se requería que los insurgentes obtuvieran otras victorias en el campo de batalla, en el año de 1814 que prometía ser crítico para la Revolución Mexicana entonces tenía el propósito declarado de establecer la independencia.

El 6 de noviembre de 1813, se proclamó la independencia mexicana, Morelos y su ejército se dirigieron a Valladolid, el lugar de su nacimiento y la cuna de la revolución.

¡Oh!, Morelos, la rebeldía de tu casta indómita debió manifestarse como herida sangrante cuando viste qué lejos estaban de alcanzar los logros que para tu patria soñabas. Nuevamente el dolor cercó tu vida, tu alma entró en debate por las ambiciones intestinas, de quienes se obstinaban por formar un gobierno insurgente en Chilpancingo, mientras otros intentaban sitiar Acapulco

. Después de tu derrota en Valladolid, desapareció la fuerza, se perdió la opinión, se dividieron los pareceres del Congreso; chocaron los poderes legislativo y ejecutivo . . . apoderados entonces los hombres sin conocimientos de las riendas del mando militar; faltó la fuerza preponderante que los contuviera. Cada cual se demarcó un territorio; se hizo soberano de él, señalo impuestos, dio empleos, usurpó propiedades y quitó vidas; hirvieron las pasiones, se confundió la libertad con la licencia y el libertinaje, y el país insurreccionado, se volvió un caos de horror y confusión.

22 de diciembre, 3 de la tarde de 1915. Morelos el sacerdote, Morelos el soldado, Morelos el estadista, Morelos el Siervo de la Nación, parte fuertemente encadenado al lugar de su ejecución. Siempre te manifestaste digno. Cinco disparos infames acabaron con tu vida, pero tu nombre, Morelos, sigue vivo y vivirá en el alma de cada mexicano convencido de que las doctrinas son letra muerta mientras no se practiquen.

El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana en su nueva era lanza su voz adolorida y rebelde hacia los cuatro puntos cardinales de esta tierra que México sepa que en este campo multicolor y multiforme nacen hombres con alma de apóstol y que no sea esta fecha, ni la de su nacimiento, sus glorias o sus derrotas, las que nos hagan recordar que en el barro de su entraña hirvió siempre el fervor por su nación y la rabia y la rebeldía por las desviaciones que entonces como hoy se dieron de su ideal. Esta patria necesita hoy, para hacer realidad los ideales de Morelos, de un hombre llamaban en cada mexicano, de un hombre rebeldía, de un hombre entrega sin condiciones, para que florezcan como en tibia primavera sus "Sentimientos de la Nación" que fueron su verdad, escudo y estandarte. Muchas gracias.

Por la fracción parlamentaria del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, diputado Luis Carlos Enrique Cantú Rosas, diputado Jorge Cárdenas González, diputado Reyes Fuentes García, diputado Enrique Bermúdez Olvera, Diputado Jaime Castellanos Franco, diputado Nabor Camacho nava, diputada profesora Ma. de la Luz Gama Santillán, diputado ingeniero Héctor M. Calderón Hermosa, diputado Jorge Masso Masso, diputado

Gregorio Macías Rodríguez, diputado Juan Manuel Lucia Escalera. (Aplausos.)

El C. Presidente: -Tiene la palabra el C. diputado Eduardo Acosta Villeda de la fracción parlamentaria del Partido Mexicano de los Trabajadores.

El C. Eduardo Acosta Villeda: -Señoras y señores; compañeras y compañeros integrantes del Congreso General:

El 17 de noviembre de 1810 el juez eclesiástico de Carácuaro se convirtió en teniente del Excelentísimo señor don Miguel Hidalgo, reconociendo el antiguo juez al Padre de la Patria el título de combate, de Capitán General del Ejército de América.

En su cuartel general del Aguacatillo, ese día el futuro Siervo de la Nación dio a conocer un bando que puede considerarse como una de las actas de fundación de la República. Por supuesto se trata del bando que suprime las castas y se termina con la esclavitud.

El hombre del pueblo reivindicaba para la nación la posibilidad práctica de la igualdad y la fraternidad.

Se da a conocer un nuevo gobierno, que nadie poseerá esclavos y que se castigará a quienes tengan, y los indios, acota Morelos, percibirán los reales de sus tierras como suyas propias.

Por si faltara algo ahí, se determina: "Todo americano que deba cualquier cantidad a los europeos, no está obligado a pagarla, y si fuere lo contrario, el europeo será ejecutado a la paga con el mayor rigor".

Morelos morirá en 1815, y habrá sufrido su martirio. Pero durante varios años, el nombre de Morelos sintetizará la acción insurgente, libertaria, militar y política, con la nación estará emergiendo, y a pesar de la derrota y el martirio del héroe, la nación mexicana, el país del Anáhuac, se constituirá. Y para ello se habrá pensado asimismo en Apatzingán y Chilpancingo, y habrá ganado esa capacidad histórica, con las acciones de armas. Entre otras, con el sitio de Cuautla, ejemplo mayor de fortaleza y reciedumbre del pueblo y sus capitales.

Morelos, el guerrillero de la república, identificado con los humildes productores de la riqueza, comprendía que soberanía e independencia no pueden afirmarse plenamente sin justicia económica. Así lo dejó ver cuando estableció que los pueblos tomaran las tierras y expresando en los "Sentimientos de la Nación", "que el jornal del pobre ha de ser tal que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto, y que sólo distinguirá un americano de otro el vicio y la virtud".

Tal vez, poco sabía Morelos de tasas de interés y devaluación monetaria, pero el pueblo como él conocían del despojo y endeudamiento impuesto por la fuerza y la rapiña del imperio. El cura excomulgado, por los que vivían a costa del sudor ajeno, no cayó en la trampa del poder, desdeño la postura de alteza y señalo que el Ejecutivo debía servir a los intereses de la nación. Intereses que no identificaban entonces, ni ahora, con los que detentaban la riqueza.

Y para aquellos que temen enfrentar a los dueños de la opulencia para establecer la justicia, les aclaró que no había que temer su enemistad, porque decía: "Además de que son muy pocos comparados con el crecido número de miserables que han de resultar beneficiados, ya sabemos por experiencia que cuando el rico se vuelve pobre, por culpa o por desgracia, son impotentes sus esfuerzos".

Quede a la vista de todos la actualidad de Morelos: Soberanía, e independencia, justicia y gobierno integran una reflexión. La de la patria de los americanos como un sitio de libertad. Y en esta actualidad queda firme el núcleo de la reflexión de Morelos; la soberanía dimana inmediatamente del pueblo.

Queda dicho, ya que el pueblo establece su soberanía y que es esta soberanía la que abre paso y fortalece la soberanía de la nación. Sin la primera, no puede darse la segunda. Cuando se lastima la soberanía del pueblo comienza a degradarse la soberanía de la nación.

No, no hemos entendido suficientemente la lección de Morelos. Se ha pensado que los Sentimientos de Morelos, son utopía generosa y bella, pero utopía al fin. No es así, es verdad que hemos vivido entre la utopía democrática y la voluntad del caudillo.

Es cierto que caminamos ya 170 años desde la muerte de Morelos, nerviosos y aveces acongojados.

En otras ocasiones trágicamente despojados o a punto del desmembramiento, a punto de que malos regímenes nos rompan las coyunturas como república nacional. Pero a pesar de todas las vicisitudes y aún a pesar de perversiones en las tradiciones del Estado y en momentos que se ha establecido como nuevas tradiciones del Estado, a pesar de todo decimos: Es la utopía la que nos ha sostenido, una utopía justiciera, democrática y patriótica, sistematizada por primera vez por José María Morelos y Pavón, una utopía que es carne de la carne del pueblo, sueño personal que expresa el sueño y el deseo popular, la necesidad de la nación.

Pareciera esta fecha día de luto y para otros tiempo de soberbia para lanzar sal a nuestras profundas heridas. Este ejercicio también lo

podríamos hacer nosotros, pero lo que se trata hoy aquí es decir con limpieza que no hay auténtica democracia no porque la simulación electoral sea vicio reiterado y por superar, también porque no hay auténtica democracia, real democracia cuando el pueblo tiene hambre y sed de paz y de justicia, cuando se cometen agravios por el empresario voraz que paga salarios de ficción, ellos que tanto claman contra la economía ficción y por el político corrupto que ya ha dado la espalda a la nación cuando como el empresario deposita dólares en el exterior y permite la exacción de nuestros recursos para beneficio del extranjero.

No es ahora tiempo de canallas, es tiempo, buen tiempo para aclamar de nuevo y llamar, convocar, promover la organización consciente de los oprimidos y de los desposeídos para recuperar plenamente la soberanía de la nación. Pudiera ser que la intolerancia abriera paso de nueva cuenta a la división y que está facilitara un nuevo despojo material, pudiera ser que amnésicos no recordásemos que la utopía de Morelos puede y debe realizarse.

Pudiera ser que las circunstancias nos rebasaran y entonces ya no entendiésemos como ahora ya comenzamos a no entender que hay que defender nuestra soberanía frente al exterior que anhela nuestra riqueza y que eso sólo lo podemos hacer estableciendo la justicia en el interior.

Hoy el pueblo sufre injusticias, miserias y explotación, tiene salarios de hambre, la riqueza se concentra en unas cuantas manos igual que la tierra y hay quienes piensan que con las leyes de hoy se puede igualar a los pobres y desposeídos con los ricos.

Contradiciendo al guerrillero de la República hay quienes creen que con bajos salarios, falta de empleo, razzias, aprehensiones y torturas policiales se combaten con eficacia la rapiña y el hurto.

Este Siervo de la Nación con su conducta y hechos quería que los servidores públicos atendieran las necesidades del pueblo y no se enriquecieran a costa de éste, que hubiera igualdad y sobre todo, consideraba como enemigos de la nación y adictos al partido de la tiranía a todos los ricos, nobles y empleados de primer orden, hay miles de campesinos sin tierra, ni instrumentos de la labranza, aquellos para los que Morelos estableció: "deben también inutilizarse todas las haciendas grandes cuyos terrenos laboriosos pasen de 2 leguas, cuando mucho porque el beneficio positivo de la agricultura consiste en que muchos se dediquen a beneficiar con separación un corto terreno que puedan asistir con su trabajo e industria".

Morelos el guerrillero de la república, ese que con su inteligencia, apego y apoyo popular entendía que para reedificar era necesario destruir lo antiguo y para acabar con el despotismo y la opresión más vergonzosa, logró hacer con sus principios y voz, levantar a los dirigentes naturales en masas, resueltos a sacrificarlo todo por sacudir el ominoso yugo que les agobiaba y les enseñaba en caso de que los ricos se mantuvieran inflexibles en sus principios sanguinarios, no quedaba otro recurso que repeler la fuerza con la fuerza.

Hablando al pueblo, Morelos hijo de campesinos como si también hablara a las costureras, a los albañiles, al campesino sin tierra, al luchador encarcelado, al sindicalista traicionado por sus líderes dijo: Caminábamos, sin embargo, por entre los infortunios que nos afligían y vencidos en todos los encuentros, aprendíamos a nuestra costa a ser vencedores algún día. Muchas gracias.

El C. Presidente: -Tiene la palabra el C. diputado Efraín Jesús Calvo Zarco, de la Fracción Parlamentaria del Partido Revolucionario de los Trabajadores.

El C. Efraín Jesús Calvo Zarco: -Señores diputados y senadores: Para el P.R.T. analizar la figura de Morelos, a los 171 años de su asesinato, significa recordar la figura del que fuera uno de los más destacados revolucionarios del siglo pasado. Significa también, y sobre todo, analizar la actualidad del pensamiento de Morelos y las enseñanzas que podemos desprender de la primera revolución mexicana: la de la independencia.

No es ocioso decir que la época de Morelos fue la época de las luchas independentistas, de la transformación social y económica. El antiguo régimen se desplomaba; las ideas liberales tenía una implantación irreversible. Era la época de la gran revolución burguesa de Francia; del derrumbe inminente del poderío colonial español y de las ideas de los enciclopedistas; hecho estos que de alguna manera marcarían en sus acciones al revolucionario mexicano llamado José María Morelos y Pavón.

Quizás valga la pena recordar que las ideas de la independencia podían ser acogidas con beneplácito por los grupos criollos de la oligarquía colonial. Esto se entiende plenamente por sus pretensión de intervenir en el gobierno de su país y desarrollarlo sin las trabas impuestas por la dependencia de España. No planteaban por otra parte ninguna amenaza directa contra su predominio social. Los únicos afectados serían los grupos cuyo poder político y económico se basaba en el servilismo a la corona. La propaganda insurgente se basaba en la lucha contra esa dependencia que en un

Primer momento no lograba traer a los propietarios criollos.

Los terratenientes, en convivencia con la iglesia siguieron apoyando al bando europeo aunque muchos de ellos comulgaban en secreto con las ideas independentistas como después se haría patente. La explicación es sencilla: Los letrados insurgentes expresaron ideas que podrían serles afines, pero su fuerza estaba aún en los campesinos, en la plebe harapienta que no sabía nada de bellas doctrinas. Sólo cuando el ala radical de la independencia fue derrotada, la oligarquía pudo hacer suya esta postura.

En Morelos es en donde mejor puede observarse la confluencia de ideas propias de la clase media con el sentir del resto del pueblo. Morelos, ese jacobino mexicano, no se limitaba a reivindicaciones políticas. Su agrarismo, a diferencia de López Rayón, es claro. Suprime las cajas de comunidad para que los labradores perciban la renta de su tierra como suyas propias, y amenaza a los europeos con proseguir la guerra hasta que a nuestros labradores no dejéis el fruto del sudor de su rostro y personal trabajo.

Estas ideas fueron expresadas en sus famosos Sentimientos de la Nación que representan desde el punto de vista de nuestro partido el programa político más avanzado de la revolución de independencia. Este programa esboza las preocupaciones sociales del cura de Carácuaro y, desde muchos puntos de vista, plantea los elementos claves y definitorios del contenido social de la revolución. Insistimos en que en Morelos los contenidos sociales entroncan con los contenidos políticos de la revolución. La historia conservadora ha querido resaltar el contenido político para tender una cortina de humo sobre el socio, lo cual no es un hecho fortuito o accidental.

En ese esbozo, que es los "Sentimientos de la Nación", están los premios de un nuevo sistema teñido de humanitarismo igualitario y cristiano. Pide que los empleos sean para los americanos, que las leyes moderen la opulencia y la indigencia, que la esclavitud sea proscrita para siempre, que las distinciones de castas sean abolidas al señalar que "sólo distinguirá... a un americano del otro su vicio y su virtud".

En aquellos años estas ideas eran radicales, subversivas, dirían los apologistas del orden actual. Y era así, porque proclamar la abolición de la esclavitud era atacar una relación de trabajo que descansaba fundamentalmente en las castas. Por eso es que la revolución concebida por Morelos tiende a un orden de igualdad y justicia social fundado en la abolición de privilegios, en la protección a los trabajadores y en la propiedad del labrador sobre la tierra.

Por supuesto que Morelos nunca concibió un sistema en el que se reprodujeran las desigualdades, pero ha pasado ya siglo y medio y la indigencia, la desigualdad social y la explotación del trabajo aún no desaparecen.

Hay otros aspectos de los "Sentimientos de la Nación" que comprenden aspiraciones no cumplidas y que resultan asombrosamente actuales: Por ejemplo: Rezaba el punto 18 del histórico documento: "en la nueva legislación no se admitirá la tortura". La impunidad, el terrorismo de Estado, los malos tratos, las vejaciones; en una palabra, todo aquello que hoy consideramos como delito de esa humanidad, también quedó marcado en el ideario político de Morelos. Asombra constatar que 170 años después de la muerte del "Siervo de la Nación", la tortura sea un fenómeno perfectamente orquestado en nuestro país todavía. La existencia de más de 500 desaparecidos políticos es por otra parte prueba concluyente de que el programa político de Morelos, al no ser cumplido, sigue vigente.

Pero hay otro punto que conserva gran actualidad del documento referido. Se trata del 22, en el cual se exigía "que se quiten la infinidad de tributos, pechos, e imposiciones que nos agobian".

¡Qué mar de diferencia hay entre estos propósitos revolucionarios y la política tributaria que hoy, señores diputados de la mayoría, van ustedes a aprobar en las siguientes sesiones, y que representa agobiantes impuestos con que tiene que cargar sobre sus hombros el pueblo!

Pero veamos ahora otra faceta de la revolución de independencia. A principios de 1813, la mayoría del territorio nacional estaba dominado por los descamisados mexicanos, por los ejércitos insurgentes cuyo jefe militar y político era Morelos. Era el momento en que estaba en la cima la extensión y profundidad del movimiento independiente.

Por iniciativa de Morelos, el 15 de septiembre de 1813 se reunió en Chilpancingo el Congreso de representantes de las zonas liberadas. El 6 de noviembre el Congreso de Chilpancingo proclamó formalmente la independencia de México, rechazó la monarquía y estableció la república.

En este acto se concentraban las aspiraciones de darle un curso institucional a la revolución y se pretendían establecer las bases de la futura nación.

Por supuesto, uno de los temas centrales que planteaba el documento programático es aquel que definía (cito) "La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarlo en sus representantes dividiendo los poderes de ella en Legislativo, Ejecutivo y Judiciario"; (...) "que para dictar

una ley se discutirá en el Congreso y decida la pluralidad de votos".

El 22 de octubre de 1814, en Apatzingán, era proclamada la primera Constitución de la nación mexicana.

El Co ngreso de Apatzingán constituyó un gobierno que reemplazaba a la Junta de Zitácuaro, y nombró a Morelos encargado del poder ejecutivo, además de que sancionó algunas medidas que correspondían a una demanda popular, ya expuesta por Morelos: la abolición de la esclavitud, más la abrogación del impuesto per cápita sobre lo indios. Es verdad que el Congreso no legisló sobre algunas propuestas de Morelos, como el fraccionamiento de las haciendas, la creación de pequeñas propiedades agrarias, pero lo cierto es que se aprestó a constituir, desde sus orígenes, las bases para establecer la nación mexicana. No se trataba de una junta de ayuntamiento o de corporaciones; se trataba de un congreso de representantes del pueblo facultados para construir un nuevo estado.

El articulado que daba cuerpo a la Constitución de Apatzingán intentaba rescatar la idea central de que la soberanía reside originariamente en el pueblo y de que su ejercicio se basa en la representación nacional compuesta de diputados electos por los ciudadanos. Y el hecho clave era que la soberanía nacional se consideraba representada exclusivamente en el congreso. Una vez electo éste, se hacía depender de él todo el poder de la nación. La asamblea nombraba a los dos poderes, en los que únicamente -cito- "delegaba de modo temporal" sus facultades. Por el temor a la instauración del despotismo, el Congreso cuidó de restringir constitucionalmente hasta el máximo las atribuciones del ejecutivo. Llegó incluso a prohibir que éste recayera en una sola persona. Para evitar el procedimiento de cualquier caudillo lo delegó en tres individuos que habrían de turnarse en sus funciones; prohibió su reelección e impidió el libre traslado de residencia. Incluso, sentó algo que podría parecer insólito: el Congreso se reservó directamente el mando de las fuerzas armadas y estableció que, ocupar un puesto ejecutivo, era incompatible con el mando militar. Las medidas eran evidentes: estaban destinadas a proteger a la república contra las ambiciones de poder de caudillos.

Es verdad que el Congreso tuvo aspectos conservadores en relación a los problemas militares; que paralizó muchas de las iniciativas militares y políticas de Morelos. Uno puede criticar las imperfecciones, las medidas poco prácticas o las indecisiones del Congreso de Apatzingán. Pero lo que queremos destacar es que Morelos, a pesar de contar con el poderío militar, supo apreciar la necesidad de separar los poderes y subordinar el Ejecutivo al Legislativo. Esta actitud no demerita sino resalta la actitud del genio militar de la revolución de independencia.

Y esto era así porque Morelos pensaba a largo plazo, porque tenía un programa que le dictaba sus acciones y, sobre todo, porque tenía escrúpulos políticos.

La figura de este revolucionario alcanza hoy una dimensión contrastante con las teorías del grupo gobernante, que insiste en teorizar acerca de las supuestas virtudes y raíces mexicanas del presidencialismo.

Voceros oficiales y oficiosos, día a día, hacen una apología del presidencialismo, esa enorme concentración de poder que deja en manos de un solo hombre las principales decisiones. Esta posición es contraria a la de Morelos y tiene una manifestación concreta en la subordinación del Congreso Mexicano actual al Presidente de la República. La teorización que se hace sobre el presidencialismo tiene una conclusión evidentemente antidemocrática: pretende dejar sentado de una vez y para siempre que el país requiere que se concentre todo el poder en manos de una sola persona convalidando así la idea de la necesidad de contar con "caudillos ilustrados".

Si concedemos que el Congreso de Apatzingán de la primera hora estuvo permeado por la influencia del Morelos en la cumbre del poder militar, concedamos también que el peligro que preveían Morelos y sus compañeros de lucha en las relaciones Ejecutivo-Legislativo eran inquietudes que se convirtieron en realidad. No por nada hubo una revolución en México que nació bajo el impulso de la No Reelección y el Sufragio Efectivo, a casi 100 años después de que Morelos asumiera el Poder Ejecutivo y de que se promulgara la Constitución de Apatzingán.

La historia del asesinato de Morelos es ya bastante conocida para ahondar en ella. Sí queremos destacar en cambio el papel desempeñado por la inquisición. Como es sabido, ayer, como hoy, los inquisidores se ensañaron con la figura de este dirigente de los descamisados mexicanos. La alta jerarquía de la iglesia lo excomulgó, injurió y trató de manchar su nombre reduciéndolo al papel de un simple delator. En Morelos encontramos un antecedente remoto de los sacerdotes que a la hora actual reivindican una iglesia de los pobres y que formulan la teología de la liberación. Igual que ayer, la alta jerarquía eclesiástica intenta reducirlos al silencio. Así como no es extraño encontrar en los "Sentimientos de la Nación" la propuesta de establecer el 12 de diciembre como día de la Guadalupana, tampoco es extraño encontrar la propuesta de que se

decrete el 16 de septiembre como día de aniversario de la Independencia. Nada menos lejano para la historia mexicana que la existencia de sacerdotes que pusieron sus conocimientos a la causa de los de abajo.

Finalmente, no debe olvidarse que la guerra de Independencia fue una guerra de clases y no se comprenderá bien su carácter si se ignora que fue una revolución agraria en gestación. Por eso el ejército en el que se servían los criollos, como Iturbe, la iglesia y los grandes propietarios se aliaron a la casa española. Mucho más que en cualquier otro país de América Latina, México logró su independencia de España a través de una guerra de masas cuya figura máxima, José María Morelos y Pavón, era a la vez representante del ala jacobina de la revolución. Pero, como en los demás países latinoamericanos, no la consumó, y la inicial organización del país independiente no la hizo el ala jacobina, sino las tendencias conservadoras que eliminaron a aquéllas en el curso de la lucha. Esas fuerzas fueron las que derrotaron a Hidalgo, a Mina, a Morelos.

Luego de aquellas luchas, el proceso de independencia continuó. La nación mexicana se fue forjando al calor de los numerosos intentos de dominación que hemos padecido.

Hoy, nuestro país sufre en gran medida, la dominación de un nuevo amo, el del imperialismo norteamericano. Por eso, el P.R.T. convoca a los trabajadores mexicanos y sus organizaciones, a aquellos que han enfrentado siempre a las fuerzas invasoras, y a los explotadores y opresores del interior, a rescatar y desempolvar la imagen sacralizada de Morelos.

En la medida en que los mexicanos hagamos conciencia de nuestra verdadera historia, estaremos mejor preparados para enfrentar la próxima gesta independentista que se avecina y para hacer acopio de fuerzas y estar mejor preparados para realizar triunfantes la próxima revolución social que reclama nuestro país. Gracias. (Aplausos.)

El C. Presidente: -Tiene la palabra el señor diputado Jorge Amador, de la Fracción Parlamentaria del Partido Socialista de los Trabajadores.

El C. Jorge Amador Amador: -Honorable asamblea, señoras y señores:

Se dice que un buen embrión tiene en germen los elementos, todos los elementos de su desarrollo futuro. La patria mexicana, esta patria que tenemos y defendemos, tiene en la revolución de 1810-1815, los elementos en germen de este desarrollo en curso. Y tiene en José María Morelos el hombre que sintetiza, en su pensamiento y en su acción, estos elementos de la patria hoy presente y también futura.

Permítanme ustedes que por mi conducto la fracción parlamentaria del Partido Socialista de los Trabajadores diga este día, no un recordatorio de lugares, de fechas y de dichos, que también ha sido hecho ya por nuestros compañeros aquí en esta tribuna.

Denme la libertad de que hablemos brevemente con Morelos, nosotros, los socialistas. Los socialistas que pensamos que, como ustedes, también somos herederos de los afanes de Morelos y de su generación.

Mi Partido piensa que Morelos trazó la ruta para la liberación de nuestra patria, de nuestro pueblo. Que en los "Sentimientos de la Nación" hay todo un programa que no solamente respondió a las necesidades y aspiraciones inmediatas de aquellas generaciones, sino toda una línea que plantea la necesidad de la plena liberación de este pueblo; de la libertad nacional y también de la liberación social.

Y esa vía trazada por Morelos es la vía constitucional. Es la vía que plantea la legalidad como arma de lucha, invirtiendo totalmente las tradiciones históricas en materia de legalidad. La sociedad colonial, como todas las sociedades explotadas de la historia, son expresiones de una legalidad de las oligarquías sobre los pueblos. De la legalidad que conocen los sabios y padecen los pueblos; y la vía que plantea Morelos, es la vía de la legalidad que hacen los pueblos, que conocen los pueblos, que existen los pueblos y que luchan, de ser necesario, con las manos, con las armas en las manos para hacerla realidad.

Nosotros pensamos que esta vía está abierta; que cada vez que la nación mexicana ha estado en peligro, y que el pueblo trabajador ha tenido que salvarla, la vía ha sido la vía constitucional.

Y por eso, nosotros pensamos que ahora que se necesita romper un orden social que oprime y que explota, el pueblo de México también tienen en la vía constitucional el camino...

Morelos no solamente es un legislador de dimensiones históricas. Morelos es un conductor del pueblo, un sembrador de una nueva moral en el pueblo y en los servidores del pueblo. Morelos plantea la necesidad de construir una sociedad mexicana de trabajadores, quizás tenga que hacer una excepción y, en este caso, leer textualmente alguna de sus observaciones. Porque él plantea la necesidad de suprimir el vicio de la América mexicana; y él plantea la necesidad de que cada quien, todos ocupen su lugar como trabajadores de la patria mexicana, dice:

"No se consentirá el vicio en esta América Septentrional. Todos debemos trabajar en el destino que cada cual fuere útil, para comer el

pan con el sudor de nuestro rostro y evitar los incalculables males que acarrea la ociosidad: Las mujeres deben ocuparse de sus hacendosos y honestos destinos; los eclesiásticos en el cuidado de las almas; los labradores del cultivo de los campos de la agricultura; los artesanos en la producción de lo de primera necesidad y todo el resto de hombres se destinarán a las armas y gobierno político. No hay lugar aquí para los especuladores, no hay lugar aquí para los que no trabajan, no hay lugar aquí para los que explotan el trabajo ajeno. El sueño de Morelos es el de una sociedad de trabajadores, y Morelos es el labrador que siembra una nueva moral pública, el funcionario es electo y además revocable, el funcionario público es servidor, siervo de la nación, es instrumento del pueblo, no es el que se aprovecha o instrumentaliza al pueblo.

Hay un pensamiento luminoso que nos ha ayudado siempre a salir adelante, es un arriero cósmico que guía los caminos de nuestra patria, y esta patria hoy amenazada, esta patria hoy limitada, esta soberanía nacional reducida, porque si la soberanía reside en el pueblo y el pueblo está golpeando económica y socialmente demanda la vigencia del pensamiento de Morelos.

Otra de sus aportaciones es la audacia para comprender que al poderoso orden colonial de más de 300 años instaurado en nuestra patria podría ser destruido, podría ser destruido si se pusieran como se pusieron de pie todos los hombres de ese pueblo, no sólo la vanguardia, no sólo los criollos educados en las armas y en la vida civil, sino la más profunda retaguardia del pueblo. En esta acción de gran audacia hay un mensaje que seguirá vigente por mucho tiempo, la política como el arte de unir voluntades, como el arte de unir la vanguardia del pueblo con la retaguardia del pueblo, como el arte de disolver contradicciones menores cuando los provocadores, parece que uno de ellos norteamericanos, armaron lo que sería, lo que pudo ser el principio de una guerra de castas en las playas del Estado ahora de Guerrero, Morelos inmediatamente se hizo presente con su autoridad y lanzó el bando de Tecpan para abolir las costas y para explicarle al pueblo que esa no era la tarea principal, que el color de la piel no determinaba al enemigo principal, que se necesitaba la unidad, hoy diríamos con palabras modernas "democrática del pueblo de todos sus elementos, de todas sus partes para enfrentar al enemigo principal y ese arte de la política que el rayo del sur desplegó no solamente escribiendo cartas y bando, ese arte que consistía en ir recogiendo en sus formulaciones escritas el avance ideológico del pueblo. No es el mismo el discurso de Morelos cuando plantea, cuando justifica la lucha sobre la base de que han sido usurpados los derechos del monarca Fernando VII a cuando tajantemente dice que lo que hay que hacer es romper todo tipo de lazos con España, con el Rey y con el último de sus súbditos; es que Morelos pensó diferente o es que este genial político daba los pasos que su propio pueblo iba dando, el arte de la política como dijera un poeta consiste no en llegar solo y pronto, sino con todos y a tiempo.

Hay mil enseñanzas en el pensamiento y en la acción de Morelos; mi partido con estas modestas palabras quiere dejar sentado que dialogamos con él, que existen hoy amenazas y dificultades que demandarán de nuestro pueblo la tarea social de usar todos los recursos que la historia nos ha aportado y de colocarnos como luchadores por esa patria que hemos venido soñando desde entonces para vencer estas dificultades.

Nosotros sabemos que el sistema educativo nacional ha fallado efectivamente para que cada mexicano humilde, para que cada trabajador conozca este hermoso patrimonio que tiene todavía vivo en Morelos y en su programa, pero nuestro pueblo todavía tener en sus bolsillos un peso y en ese peso retratada la imagen de Morelos, ahí hay una demanda, la demanda de conocerlo y de atenderlo, ese peso pesa cada vez menos porque el pueblo tiene cada vez en la economía un papel menor, nuestra tarea para ser fieles a Morelos consiste en corregir este documento, consiste en luchar por elevar el papel económico, social y político de este pueblo de Morelos para que los pesos que traen retratados a Morelos, pesen más para que el pueblo de México reemprenda la tarea de la liberación total de nuestra patria social y política. Muchas gracias. (Aplausos.)

El C. Presidente: -Tiene la palabra el diputado Jorge Montúfar Araujo de la fracción parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional.

El C. Jorge Montúfar Araujo: -Antes de dar paso a mi intervención, quiero referir que aun en momentos en que tenemos que cubrir un amplio programa legislativo, se impone esta recordación que reviste y debe revestir la importancia de una inversión de tiempo para invocar las manos de quien fue padre, sacerdote, mensajero y sembrador de la legalidad política, jurídica y social a efecto de que ante la dureza de nuestra responsabilidad de hacer la ley, nos inflamemos del patriotismo y decisión, decisión de respeto y de servicio a la República.

Ciudadano senador y licenciado Antonio Riva Palacio, Presidente de la Gran Comisión del Senado de la República; ciudadanos senadores;

ciudadanos ministros de la honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación; distinguidos invitados; ciudadanos diputados:

A lo largo de la historia ha habido hombres que se convierten en símbolos permanentes, definitorios de determinadas concepciones, principios o bien de grandes movimientos políticos. Podría referir a Aristóteles, como autor de un sistema de pensamiento, para buscar la verdad del hombre universal y de su inquietud creadora; a Miguel Angel de Buonarotti, como el genio que logra esculpir y pintar para la eternidad la ambición de poder y belleza de los hombres de una época sugestiva y luminosa o bien a Simón Bolívar como el gran paladín de las nacionalidades americanas, hermanadas en su concepción ideal como una confederación continental que constituyera un mundo propicio a la libertad y a la justicia.

En esta dimensión se ubica José María Morelos y Pavón cuando en la comisión sangrienta, en la que un pueblo busca la definición de su destino en pleno caos, el gran Morelos, interpreta y logra expresar claramente el conjunto de anhelos, aspiraciones y deseos de la gran mayoría de sus compatriotas.

Las tinieblas y confusión, el desorden y la duda se rompen al impacto de los "Sentimientos de la Nación" y se define que la soberanía radica y dimana directamente del pueblo y que es el pueblo el único que puede y debe decidir sobre lo que ha de ser su forma de gobierno y su forma de vivir.

En tanto que Hidalgo es el rayo que desató la tormenta por la independencia nacional, Morelos constituye el relámpago, la reverberancia de luz que ilumina y señala el camino, cuando todo era negro e incierto, cuando no se advertía rumbo, el Morelos, lo reveló y lo diseñó.

Por esta razón, en momentos difíciles como los actuales Morelos debe ser nuestro símbolo, porque él es el legislador por excelencia, aunque la Constitución de Apatzingán no llega a ser vigente, es ella el venero de la cual parte todo el proceso de las instituciones republicanas. Tan es así, que Morelos sucumbe por proteger al Congreso, lo que él entendía como depositario de la Soberanía Nacional.

Así como ayer fue Morelos la llave para nuestro presente, su enseñanza y su ejemplo es hoy la llave para la consolidación del porvenir. Tenemos que volver los ojos a Morelos en este parlamento; profundizar en la filosofía política que nos legó, porque tenemos necesidad de reafirmar el trazo político y social de nuestra ruta, en un mundo sometido a transformaciones inusitadas.

Necesitamos como nunca, la conciencia profunda y la convicción de humildad de Morelos, porque no solamente nos acosan los tiempos sino fundamentalmente nos acosa la lentitud con la que estamos reaccionando ante las transformaciones del mundo. He ahí el gran reto para México y los mexicanos, vivimos en un mundo que evoluciona a la velocidad de la luz, que cambia con el ritmo de las computadoras y lo satélites, en tanto que nosotros, por momentos, tratamos de anclarnos en las vertientes de la incredulidad y de la duda.

En búsqueda de nuevos horizontes caemos con facilidad en la posición de convalidadores ilusos de otros sistemas políticos y de otros credos y quizás sin querer legamos lo nuestro sin entender que al hacerlo nos negamos a nosotros mismo. pasando por alto que lo que realmente tenemos que hacer es asimilar los avances técnicos y científicos de la humanidad, del pensamiento universal, sin defeccionar de nuestros valores y buscando en todo momento mejorarlos para no sucumbir en esta carrera estupenda de la modernidad.

Estamos en un parteaguas infinitamente dinámico, asistimos al final de un milenio de grandes e increíbles aventuras del hombre y pendulamos con ansiedad en el advenimiento de una nueva era, la de la humanidad cósmica; presenciamos atónitos cómo exponentes audaces de nuestra civilización, desafían los misterios de la materia y de la energía y se lanzan a la conquista del espacio y de otros mundos.

Pues bien, luchemos para hacernos a los rigores mentales y físicos de esa nueva dimensión de la existencia y de las cosas, seamos audaces, valerosos, nunca tímidos y menos aún pasivos; entendamos que nuestro tiempo tiene la urgencia de la acción, de la buena organización social y personal y sobre todo de la disciplina cultural, permanente y constante.

Debe ser, señores, esta la hora del reecuentro, México tiene que seguir su marcha siendo fiel a sí mismo, fiel a sus orígenes y a su esencia, pero no a base de quedarse quieto sino en función de cambiar, entendiendo el cambio como la capacidad de adaptarnos a las nuevas realidades del presente y del porvenir, sin dejar de ser ningún momento, nosotros mismos.

Debemos seguir el flujo y reflujo de la marca de la historia para arribar a nuevos puertos, a nuevas realizaciones y no condenar temerosos los que desconocemos hasta no entender y seleccionar la parte que nos convenga, que nos pueda favorecer. Ante el rigor de nuestros problemas económicos y los desafíos políticos que sacuden al mundo, como los que presenciamos en Centroamérica, nada hay que valga más en este momento para los mexicanos que

unidad, porque la unidad no permitirá, como lo estamos haciendo, la revisión de políticas, el replanteamiento de programas fundamentales, sencillamente, la reorientación del rumbo y la vida del país en todas aquellas cosas que no hemos hecho bien; en cambio la confrontación desordenada acentuaría nuestros males, dispersaría nuestras fuerzas, sucumbiríamos fácilmente ante las asechanzas que nos rodean; por eso es condenable y rechazamos con firmeza como lo hicimos todos los partidos el pasado 19 de noviembre en esta Cámara, los intentos de separatismo que malos mexicanos permiten o alientan.

Al respecto, señores, hago mías las palabras expresadas recientemente por el señor Presidente Miguel de la Madrid cuando señalo: los mexicanos de la frontera norte, y yo lo agrego para los de la frontera sur, son tanto o más mexicanos que los demás y las hago mías para afirmar que en México lo alientan y en cambio sí se rechazan abiertas y enérgicamente manipulaciones y presiones separatistas provenientes de dentro o de fuera del país. Y las rechazamos porque somos un pueblo consciente de su origen, de su pasado y de su realidad. Consciente de sus grandes problemas. Pero también consciente de sus potencialidades, de su consistencia material y física y de su grandioso, extraordinario vigor espiritual.

Sabemos, porque nos lo enseño Benito Juárez, que lo que no hagamos por nosotros mismo, nadie lo hará.

Volviendo a nuestro trabajo, a nuestro desempleos permítaseme señalar en esta ocasión, que hay quienes quieren que en esta Cámara pluripartidista, gocemos mientras el pueblo sufre. Sin ningún ánimo polémico, debo expresar que se equivocan quienes así piensan. En la Cámara predominamos tanto de la oposición como de la mayoría, mexicanos conscientes de la realidad de la patria, con diferentes maneras de pensar, como lo permite la democracia, con convicciones políticas distintas también, pero con una coincidencia fundamental, básica, que es nuestro amor y nuestro respeto para México. Por esa razón, aunque muchas veces chocamos y se alteran las voces y se encrespan los puños, la sangre no llega al río. Pero que puede bien claro, que con nuestras discusiones y confrontaciones, buscamos el bien de México, porque aunque es cierto que no existen las verdades absolutas, es cierto también que el pluralismo de nuestra Cámara, nos permite buscar la mayoría de razón. Es decir, la decisión que sea mejor si no para todos, por lo menos para la mayoría de los mexicanos.

En síntesis, los diputados vivimos la realidad de la vida nacional, y aceptando las limitaciones de nuestra condición humana buscamos la mejor forma de servir a la patria y defenderla. ¿Qué mejor prueba de ello que discutimos todo el tiempo en relación a los problemas específicos de los campesinos, de los obreros, de la amas de casa, de todos y cada uno de los mexicanos?

Es verdad que no podemos presentar resolución súbita a todos nuestros problemas a través de la ley, pero sobre casi todo ello existe el compromiso de nuestra deliberación abierta, razonada y libre. Quizá esta opinión directa, fresca y decidida, sea en tiempos de crisis nuestra mejor aportación porque es a la postre expresión del pensamiento colectivo en torno a las cosas y hechos que nos preocupan, nos afectan y nos lastiman.

Hay que agregar, señores, a estos razonamientos, que una Cámara sin polémica sería una Cámara muerta, como un diputado sin opinión política es menos que nada. En cambio una Cámara pluripartidista que busca mejorar la democracia, superar nuestras realidades, tiene que ser una Cámara controversial y dinámica, por momentos estruendosa.

La democracia en el trabajo ideológico plural, se fortalece y amplía, señoras, en función de un debate permanente que estamos obligados a elevar y enriquecer para alcanzar los resultados que el pueblo exige de nuestro trabaja. No debemos olvidar que estamos obligados a realizar aquí, para poder cumplir con nuestro pueblo, una creativa confrontación de alternativas, pues es a través de estas alternativas distintas de concepción como se deben expresar nuestros distintos puntos de vista sobre la realidad del país, y no a través de la demostración permanente de nuestras estructuras partidarias.

Aspiramos y aspiraremos siempre a llegar a un acuerdo fundamental que sea la base de la unidad popular de nuestro sistema democrático, en donde la tolerancia, el respeto, el diálogo y la comprensión, sean el común denominador de todas las corrientes políticas del país. Pero si hay alguna corriente a la que le corresponde mayor responsabilidad para sostener estos principios bajo cualquier circunstancia, es a la que represento. Y sabemos que solamente llegando a este acuerdo con todas las fracciones políticas del país, podrá la nación defenderse de las asechanzas de que ha sido objeto, las que hemos superado y seguiremos superando.

Sabemos que sólo así habrá paz y concordia.

Señores: ha sido una práctica del mal gusto, en mi opinión muy personal, comparar a nuestros conductores políticos con nuestros héroes nacionales, con los prohombres de nuestro pasado, sin que tengan correspondencia ni las circunstancias ni la estatura real de los primeros

con la de los segundos. Colocándome totalmente fuera de es afán costumbre poco sana, quiero afirmar que como nunca antes nuestros dirigentes y todos los mexicanos en general necesitamos inspirarnos en la decisión y la audacia de Hidalgo, cuando inició la lucha por nuestra emancipación; en la firmeza y la lucidez del gran Morelos, que logra vislumbrar y diseñar un ideario social para un pueblo que luchaba para definir su propia identidad; en la templanza de Juárez, cuando reunifica a los mexicanos y consolida nuestra condición de país soberano, y en la decisión de Madero, que rescata la capacidad de México y de los mexicanos para decidir nuestro destino en la libertad.

Por todo esto, en este de recordación luctuosa del gran Morelos, exhorto respetuosamente a todos mis compañeros de legislatura a que hagamos un esfuerzo mayor, luchando por un pluripartidismo que llegue a ser auténtica y profundamente democrático; que sea cada vez más respetable por el nivel de sus aportaciones jurídicas y políticas en beneficio de la República. Muchas gracias, señores. (Aplausos.)

AGRADECIMIENTO

El C. Presidente: -Señor senador Antonio Riva Palacio, Presidente de la Gran Comisión del senado de la República, su presencia en esta sesión solemne para recordar al gran luchador social, José María Morelos, contribuye a destacar el valor que tiene en las tareas políticas del presente, quien fuera el forjador de la independencia nacional.

A nombre de esta Cámara de Diputados le expresamos a usted nuestro sincero reconocimiento que le hacemos llegar, por su conducto, a nuestros estimados colegisladores, senadores de la República, estando seguros, señor senador Riva Palacio, que senadores y diputados que integramos el Poder Legislativo, hacemos y haremos todos los días grandes esfuerzos patrióticos para honrar a nuestros héroes indiscutible, como lo es José María Morelos y Pavón.

ACTA

La C. secretaria Rebeca Arenas Martínez: -Se va a dar lectura al acta de esta sesión.

"Acta de la sesión solemne de la Cámara de Diputados de la Quincuagésima Tercera Legislatura del H. Congreso de la Unión, celebrada el día veintiuno de diciembre de mil novecientos ochenta y cinco.

Presidencia del C. Fernando Ortiz Arana

En la ciudad de México, a las diez horas y cincuenta y cinco minutos del sábado veintiuno de diciembre del mil novecientos ochenta y cinco, la Presidencia declara abierta la sesión solemne una vez que la Secretaría manifiesta una asistencia de doscientos sesenta y tres ciudadanos diputados.

La propia Presidencia declara que esta sesión solemne se celebra con el fin de conmemorar el CLXX aniversario luctuoso del "Siervo de la Nación", don José María Morelos y Pavón, y expresa la satisfacción de esta Cámara por la presencia de ciudadanos senadores y su Presidente de la Gran Comisión senador Antonio Riva Palacio López y de los señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación licenciados Tarsicio Márquez Padilla y Leopoldino Ortíz Santos.

Acto seguido, hacen uso de la palabra para rendir homenaje a la recia figura del "Siervo de la Nación", los ciudadanos diputados Germán Tena Orozco del Partido Acción Nacional, Eraclio Zepeda Ramos del Partido Socialista Unificado de México, Martín Tavira Urióstegui del Partido Popular Socialista, Jaime Haro Rodríguez del Partido Demócrata Mexicano, María de la Luz Gama Santillán del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, Eduardo Acosta Villeda del Partido Mexicano de los Trabajadores, Efraín Jesús Calvo Zarco del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Jorge Amador Amador del Partido Socialista de los Trabajadores y Jorge Montúfar Araujo del Partido Revolucionario Institucional.

A continuación, la Presidencia dirige unas palabras de reconocimiento al H. Senado de la República.

Se da lectura al acta de esta sesión, la que sin discusión se aprueba.

A las trece horas y cincuenta minutos se levanta la sesión solemne y se pasa a sesión de Cámara de Diputados".

La misma C. Secretaria: -Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba. Aprobada señor Presidente.

El C. Presidente: -Se levanta la sesión solemne y se procede a la apertura de la sesión ordinaria.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y DIARIO DE LOS DEBATES