Legislatura LIII - Año II - Período Ordinario - Fecha 19861009 - Número de Diario 15

(L53A2P1oN015F19861009.xml)Núm. Diario:15

ENCABEZADO

LIII LEGISLATURA

DIARIO DE LOS DEBATES

DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS DEL CONGRESO DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Registrado como artículo 2a. clase en la Administración de Correos el 21 de septiembre de 1921

AÑO II MÉXICO D. F., jueves 9 de octubre de 1986. NÚMERO 15

SESIÓN SOLEMNE

SUMARIO

APERTURA

BIENVENIDA

De la presidencia a personajes invitados a esta sesión

HOMENAJE A DON GUADALUPE VICTORIA

Hacen uso de la palabra para rendir homenaje al general Guadalupe Victoria, primer presidente de México, en ocasión de la conmemoración del bicentenario de su natalicio, los CC. Ángel Sergio Guerrero Mier del Partido Revolucionario Institucional; Gonzalo Altamirano Dimas del Partido Acción Nacional; Eraclio Zepeda Ramos por el Partido Socialista Unificado de México, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Partido Mexicano de los Trabajadores; Jaime Haro Rodríguez del Partido Demócrata Mexicano; Magdalena García Rosas del Partido Socialista de los Trabajadores; Vicente Calvo Vázquez del Partido Popular Socialista y Reyes Fuentes García del Partido Autentico de la Revolución Mexicana.

ACTA DE LA PRESENTE SESIÓN

Lectura y aprobación. Se levanta la sesión.

Se pasa a sesión de Cámara.

DEBATE

PRESIDENCIA DEL C. JUAN MOISÉS CALLEJA GARCIA

(Asistencia 305 ciudadanos diputados)

APERTURA

El C. presidente ( a las 11:15 horas): - Se abre la sesión.

BIENVENIDA

El C. presidente: - Esta presidencia le da la más cordial bienvenida al senador Guillermo Mercado Romero, primer vicepresidente de la honorable Cámara de Senadores, quien concurre a esta sesión con la representación de la colegisladora.

De igual manera saludamos la presencia del ciudadano gobernador de Durango, licenciado José Ramírez Gamero; a los ministros de la honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación; a la presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Clementina Gil y a los magistrados del mismo tribunal.

HOMENAJE A DON GUADALUPE VICTORIA

El C. presidente: - La presidencia informa a la soberanía de esta Cámara que han solicitado el uso de la palabra para conmemorar el bicentenario del natalicio del general Guadalupe Victoria, los siguientes ciudadanos diputados: Ángel Sergio Guerrero Mier, por el Partido Revolucionario Institucional; Gonzalo Altamirano Dimas, por el Partido Acción Nacional, por los Partidos

Popular Socialista Unificado de México, Partido Revolucionario de los Trabajadores y Partido Mexicano de los Trabajadores, el diputado Eraclio Zepeda Ramos; por el Partido Demócrata Mexicano, el diputado Jaime Haro Rodríguez; por el Partido Socialista de los Trabajadores, la diputada Magdalena García Rosas; por el Partido Popular Socialista, el diputado Vicente Calvo Vázquez; por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el diputado Reyes Fuentes García.

En consecuencia tiene el uso de la palabra el diputado Ángel Sergio Guerrero Mier.

El C. Sergio Angel Guerrero Mier: - Señor presidente, señoras y señores diputados, señor gobernador del estado de Durango, señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, señor representante del Senado de la República; distinguidos invitados especiales, señoras y señores: honrar la memoria de los héroes que nos dieron patria y libertad en el recinto de este órgano Legislativo de la Unión, no constituye de manera alguna el simple recuerdo de efemérides relevantes de nuestra historia; es más que nada el reconocimiento y la reflexión responsable de lo que somos como Nación.

El juicio y el análisis sereno de nuestro desarrollo histórico y de la larga lucha que el pueblo de México ha sostenido, sostiene y seguirá sosteniendo para obtener, mantener y preservar su independencia, su libertad y su soberanía.

Es saludable ejercicio cívico que en el marco de este escenario republicano en cuyos muros hemos dejado el testimonio en aurias letras de las mujeres y de los hombres que con su esfuerzo y su entrega a nuestras mejores causas han hecho posible la concreción de los destinos nacionales, hagamos un breve alto en el trabajo cotidiano para reflexionar con las actuales generaciones en lo trascendente de sus hechos y de sus circunstancias.

Al conmemorar en esta sesión solemne el bicentenario del natalicio de Guadalupe Victoria, primer presidente de México y benemérito de la patria, estamos no sólo rindiendo el homenaje merecido a uno de los próceres más limpios y puros de nuestra luchas libertarias, estamos profundizando también en lo que fue piedra angular de nuestra historia, el nacimiento de una Nación, la Nación mexicana.

Guadalupe Victoria el prohombre de Durango, forja su temple vertical y su carácter férreo al influjo de la reciedumbre y lo abrupto de las montañas de la Sierra Madre Occidental que allá en su natal Tamazula avistaba en el azulado horizonte.

Inspirado en un amor a la libertad que el airoso panorama de los valles y serranías había fomentado en su espíritu, intuía desde su niñez y adolescencia que detrás de aquellas imponentes cimas se encontraba su superior destino. Sabía seguramente que el basto territorio descrito en sus primeros libros un nuevo pueblo surgido de la fusión de dos razas, esperaba anhelante a los caudillos que habían de conducirlo a la liquidación de tres siglos de dominación y batallaje.

Visión reservada a los predestinados a realizar las grandes tareas de la humanidad, pero sabía también José Miguel Ramón Adauto Fernández y Félix, que carente de los dones inapreciables de la educación y de la cultura, es improbable que un hombre alcance las altas metas y objetivos de su vida y por ello, pase a la oposición del ascendiente, parte del cálido hogar, cruza solitario las enormes montañas en una larga y dolorosa travesía para llegar a la ciudad de Durango donde habido del saber concurre a las aulas conciliares, única posibilidad educativa de la provincia en aquella época y de ahí a la capital del país donde en el Colegio de San Ildefonso alcanza el grado de bachiller y a continuación inicia el estudio de las leyes.

Sin embargo, no habría de culminar sus estudios, la vehemencia de su amor patrio era más fuerte que sus afanes académicos, pero es indudable que su tránsito por el conocimiento del derecho incluiría determinadamente en la formación del hombre que en todas las etapas de su vida mostró siempre un respeto reverencial por la observancia estricta y del imperio de la ley. Actitud que convirtió en la norma invariable de su conducta pública y privada y arraigaría en él la firme convicción de estructurar un estado de derecho como marco indispensable para garantizar la existencia y el desarrollo de la República.

Deja entonces la sobriedad de las aulas universitarias para iniciar otra carrera, la carrera de héroes, sumándose a la causa insurgente en la defensa heroica del sitio de Cuautla junto a Morelos y de ahí al sitial de los elegidos a través de una entrega sin límites al movimiento libertador; Oaxaca, Tehuacán, Izucar, Guajuapan de León, Puebla, Fuente del Rey, pero sobre todo la orografía contrastante de las costas y selvas del estado de Veracruz habrían de ser los escenarios de la lucha irreductible hasta la penalidad y el sacrificio del fénix de la insurgencia. Su pasión y su fe mantienen viva a la llamada de la rebelión que parecía extinguirse con la desaparición del generalísmo. Escribe, proclama, lleva los demás jefes insurgentes, implora, exhorta, presiona y logra reactivar la lucha para dar paso a la etapa definitiva que culminaría con el triunfo, etapa en la que la historia con justicia resalta las acciones de dos hombres forjados en las montañas de México, Vicente Guerrero que en las sierras sureñas del

estado que hoy lleva su nombre, combate con denuedo, y Guadalupe Victoria que de los lares veracruzanos extiende la lucha de todos los confines nacionales. Dos próceres, con un ideal común: la libertad de México.

Larga y vibrante epopeya la del ilustre hijo de Durango, digna de un exhaustivo análisis biográfico que aun esperan las páginas de nuestra historia.

Bastemos ahora subrayar los rasgos más importantes de la personalidad avasalladora de un patriota ejemplar: su valor temerario que lo llevó sin vacilaciones a ser el primero en el combate, su fe inconmovible en la causa de Hidalgo y de Morelos que aseguro su permanencia, y su continuidad hasta la victoria, su estoicismo increíble que lo llevó a deambular, hambriento y desnudo, por las barrancas y las cuevas inaccesibles de las tierras más agrestes, perseguido por la insidia y la traición, antes que aceptar el indigno indulto virreynal.

Su fortaleza y su firme determinación, que lo hicieron el prototipo del patriotismo que iluminó a la generación visionaria, que consciente de su tiempo y de su responsabilidad, a riesgo de perderlo todo, hasta la propia vida, asumió con decisión el papel que le asignó el destino: lograr un país libre y soberano.

Insobornable ante las ambiciones de poder; inconmovible en sus ideales y en su convicción de que sólo bajo la forma de gobierno republicano la nueva nación podría transitar hacia las metas superiores de libertad y de justicia; intransigente ante los sueños imperiales de Iturbide, "el iluso y terco republicano", al decir de aquél no descansó hasta ver materializada la verdadera independencia de México, en la constitución de una República libre, representativa, democrática y federal.

Primer presidente de México, Guadalupe Victoria, estructura el Gobierno republicano de la naciente Nación, sentando los cimientos de un sistema político democrático y nacionalista que prevalece hasta nuestros días; sin arredrarse ante la evidente inexperiencia de los cuadros administrativos, que de la lucha accedían a las funciones públicas; sin desesperarse ante el difícil panorama de una crisis económica y financiera que menoscababa la credibilidad en su régimen y que agobiaba a el país; impertérrito ante los negros augurios de los eternos profetas del desastre, que sumados en grupúsculos seudopolíticos, negaban neciamente la posibilidad de lograr una identidad nacional y una nación autónoma libre de rectorías ajenas; Victoria organiza a la República en el marco estructural que la Carta Magna de 1824 consagraba:

Fortalecimiento de los Poderes Legislativo y Judicial, propiciando en la esfera reglamentaria la definición de funciones y facultades de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, vigencia plena del federalismo con reconocimiento a la soberanía interior de los estados signatarios del pacto federal, reorganización y saneamiento de la hacienda pública, implementación de una política exterior, expedición de disposiciones legales para crear la milicia nacional para el fomento de la educación y la cultura, así como de comunicaciones terrestres y marítimas, sienta las bases para fundar el Colegio Militar y la Academia de Marina. Deja en suma, desde la primera magistratura de la federación constancia de sus virtudes y capacidades como estadista y legislador. Todo ello sería bastante para considerarlo forjador de nuestras instituciones, pero no terminaría todavía la misión al servicio de la Patria con el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo.

A pesar de sus propósitos de dedicarse al cultivo de la tierra, la República lo llama de nuevo, requiere del valioso aporte del patriota, ante los intentos de desunión y ambiciones de poder de diversas fracciones: comandante militar y gobernador de Puebla, Oaxaca y Veracruz, secretario de Guerra, diputado y senador por Durango, Veracruz y Puebla; Victoria, siguió entregando su esfuerzo aportando su genio lo mismo en defensa de las instituciones republicanas en acciones bélicas, que propiciando el mejoramiento de las leyes al través de sus intervenciones en el Senado Mexicano y en la Cámara de Representantes.

Prócer de alcances inconmesurables: Miguel Machado y otros patriotas isleños le piden que vaya a liberar a Cuba del yugo español. Bolívar expresa su admiración al "Excelso Libertador Mexicano, que sin temor a los sacrificios ha sido el baluarte y ejecutor de la independencia de la valerosa Nación Mexicana" y le pide su apoyo a la causa de la unión panamericana que en Panamá celebra su primer congreso.

Libertador, estadista, legislador, Guadalupe Victoria es en la historia de este país, ejemplo de patriotismo más acendrado. Con él se inicia la vigorosa corriente del nacionalismo mexicano, que se sigue expresando en el presente, como el único camino viable para el cumplimiento de nuestro proyecto político en el que la libertad, la independencia, la justicia y la soberanía son sus premisas fundamentales.

Visionario del futuro del país que coadyuvó a conformar, advirtió que solo con la unidad indisoluble de los mexicanos será posible fortalecer y preservar nuestras conquistas, y llevar a la nave del Estado, como él invocaba, que surca los mares tempestuosos y difíciles, de las asechanzas internas y externas, al puerto de la felicidad.

Victoria, que había sido víctima de infundios y calumnias de voceros reaccionarios, que había

resistido los ataques de neorrealistas y centralistas sabía sin duda, que las tendencias ideológicas de su época, habrían de prolongarse en el tiempo y en los espacios políticos del desarrollo futuro de la Nación, como corrientes antagónicas en función de objetivos distintos: insurgentes y realistas, yorkinos y escoceses, federalistas y centralistas, juaristas y proimperialistas, revolucionarios y científicos; a lo largo de nuestra historia y desde la independencia de dos vertinentes políticas claramente definidas y con proyectos bien diferentes.

La primera de ellas, aglutinando siempre a la inmensa mayoría de los nacionales, al impulso y consenso que ha motivado los guías de nuestras luchas sociales, empeñada en conformar y perfeccionar la estructura de un Estado, independiente y soberano por las vías del sistema republicano y en el marco de un régimen de derecho cuya cima es la Constitución, y que ha tenido la capacidad de corregir errores y desviaciones, de superar las deslealtades y las traiciones de la otra corriente, y de sumar la voluntad mayoritaria en un proyecto de Nación en la que la libertad y la justicia son los valores supremos de nuestra convivencia de nuestro desarrollo.

La segunda vertiente, expresándose siempre en función de privilegios y pretendidas de oligarquías económicas que invariablemente se oponen a las reivindicaciones esenciales del pueblo mexicano y que no han vacilado, en muchos momentos difíciles de nuestro devenir, en alearse con fuerzas externas, en solicitar su injerencia en asuntos internos que sólo a nosotros compete resolver, en vanos intentos de cambiar el rumbo histórico de la Nación mexicana. Por eso es importante mantener vivo el recuerdo de Guadalupe Victoria, consumador de nuestra Independencia Nacional. Por eso es importante recordar nuestros orígenes y nuestro desarrollo histórico, porque con sus lecciones felices y amargas hemos tenido los mexicanos las experiencias invaluables para conformar el tipo de país que queremos, para superar nuestros problemas y para seguir alcanzando los objetivos que nos marcamos para la obtención de estadios superiores de bienestar general.

Reflexionar en el hecho de que nacimos a la vida independiente en medio de una grave crisis, no es caer en el fatalismo histórico, es reconocer la lucha incesante que hemos tenido que librar para superar los problemas que se han opuesto a nuestra marcha ascendente y a la consecución de la justicia social que postulamos.

Hoy como ayer, la nave del Estado navega por los mares tempestuosos de las asechanzas internas y externas, los reflejos del complicado mundo de la economía mundial se expresan en otra crisis que nuevamente nos agobia y obstaculiza nuestro desarrollo. Hoy como ayer la nave del Estado tiene un guía sereno y capaz que ha sabido conducirla con patriotismo en medio de la tormenta y que mantendrá inculumnes los principios fundamentales de la Nación: el presidente de la Miguel de la Madrid. Muchas gracias.

El C. presidente: - Tiene la palabra el diputado Gonzalo Altamirano Dimas.

El C. Gonzalo Altamirano Dimas:

«Señor presidente.

Honorable asamblea:

Miguel Fernández Félix aparece en el campo de batalla con un nombre ajeno pero con una personalidad propia que permitió que Guadalupe Victoria emergiera en la historia patria no sólo como un insurgente que luchó a riesgo de su vida por la Independencia de México, sino además que su nombre quedara asociado a la vida institucional del país, al figurar como primer Presidente de la República Federal en 1824.

La vida no es una autopista entre la cuna y la tumba. Así lo entendió Victoria al darle a su existencia un sentido responsable y a la vez heroico, pero siempre entregado a las mejores causas del país.

Cuando México le exigió, su presencia en el campo de batalla, allí estuvo, lo mismo cuando fue requerido por la Nación para encabezar al Poder Ejecutivo.

De sus hazañas con las armas, la historia registra la toma de Oaxaca, acompañando a Morelos, donde sus soldados eran ametrallados y además se encontraban en la imposibilidad para avanzar, ya que el fuerte, firmemente artillado, contaba con un foso que dificultaba el avance insurgente. Allí se hizo célebre su frase: "Va mi espada en prenda". ¡Vamos por ella!; frase que era una verdadera arenga para sus soldados los que se lanzaron tras su jefe y tomaron por asalto el fuerte.

Con anterioridad a la firma del acta de independencia, Victoria ya era general brigadier y su oposición a los sueños imperiales de Iturbide motivaron su encarcelamiento en 1822, año en el que resultó electo diputado al primer Congreso Constituyente por su natal Durango; posteriormente logra fugarse de la prisión y se traslada a Veracruz, donde siguió luchando por las ideas republicanas, traduciéndose esa lucha en los planes de Veracruz y Casamata que fueron el antecedente de la caída del Imperio Iturbidista.

Otra muestra de patriotismo dio Victoria cuando en 1823, enviados españoles llegaron a nuestro país para plantear un tratado de paz y amistad; proposición que rechazó como representante de

nuestro Gobierno en esas pláticas, negándose a firmar hasta que España reconociera la independencia y fuera entregado el fuerte de San Juan de Ulúa, último reducto de la colonia.

Una vez que Iturbide abdicó, el reinstalado congreso se dio la tarea de formar un gobierno provisional, que adquirió el título de Supremo Poder Ejecutivo, integrado por tres personas: Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negrete.

Felipe Victoria, es una obra publicada sobre el primer presidente de México, nos dice: Guadalupe Victoria tenía que seguir empuñando la espada, a fin de contener los sentimientos de rencor, de venganza o de envidia como el hecho del inquieto y ambicioso Antonio López de Santa Anna, quien no bien triunfado un movimiento por el iniciado, tomo el rumbo de San Luis Potosí, declarándose "Protector de la Federación".

Los legisladores se engolfaban con la insubsistencia del famoso Plan de Iguala y los tratados de Córdoba, con el resultado final de que la Nación quedaba en libertad de constituirse en la forma de gobierno que más le acomodase... Aquellos legisladores, justo es reconocerlo, mostraron actividad para dar nuevas formas y enderezar la nave republicana, en sus aspectos social y económico principalmente; pero viéndose embarazados por la anarquía que empezó por todas partes.

Imposible, por tanto, parecía que hubiera fuerza capaz de dominar tan confusa baraunda; sin embargo -escribió Alamán-, preciso es confesar que el Poder Ejecutivo en su penosa situación, pudo en fuerza de talento y firme voluntad, colocarse a la altura de los acontecimientos y desplegar una energía de que hay pocos ejemplos.

Ante esa situación, el diputado Ramos Arispe, de claras ideas republicanas y con objeto de asegurar la paz, dar mayor acción al Gobierno y reprimir las constantes asonadas, propuso que el Poder Ejecutivo se depositara en una sola persona, elegida por el Congreso y tomando el nombre de "Presidente de la República".

Después de concluida la Constitución de 1824, además de los trabajos electorales, se dividieron las opiniones del pueblo entre los generales Victoria, Guerrero y Bravo diciéndose finalmente por el primero, al recibirse en forma unánime la votación de los estados, que de acuerdo con la ley, debía verificarse.

Es así como el 2 de octubre de 1824, la primera Secretaría de Estado, publicó el decreto mediante el cual, el Soberano Congreso General Constituyente, calificó las elecciones de Presidente y Vicepresidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Al prestar el juramento de ley ante el soberano Congreso General Constituyente, Victoria habló con la emoción y la alta responsabilidad de quien en sus manos se depositaba el mandato de ejecutar las leyes para bien de la Nación. Allí dijo: "una ciega obediencia que sólo se mide por el tamaño de mis compromisos, me ha decidido a admitir un puesto que la ley prohibe rehusar. A manos más ejercitadas debió confiarse el sagrado depósito del poder, y ellas hubieran consumado la obra grande e inmortal de vuestra soberanía...", con humildad y palabras trémulas agregó: "Padres de la Patria, depositarios del favor del pueblo, vosotros sois testigos de los sentimientos que me animan en vuestra respetable presencia. El juramento que hoy pronuncian mis labios se repetirá siempre ante Dios, ante los hombres y la posterioridad. Empero, no omitiré recomendar a la benévola consideración de todos mis compatriotas, que la nave del Estado ha de surcar un mar tempestuoso y difícil; que la vigilancia y las fuerzas del piloto no alcanzan a contener el ímpetu de los vientos; que existen averías en el casco y el norte es desconocido. Peligros no faltan, complicadas son las circunstancias, y sólo el poder del regulador de los destinos, la ciencia y precisión de los representantes del pueblo, conducirán esta nave al puerto de la felicidad.. la gran Carta Constitucional, áncora de nuestras esperanzas, define los poderes y previene los auxiliares del Gobierno. A las luces del soberano Congreso Constituyente Mexicano, a la alta política de la futura Cámara de Representantes y del Senado, al tino y cordura de los honorables congresos de los estados, de sus ilustres gobiernos y de todas las autoridades, se atribuirán con fundamento los aciertos de la administración que comienza en este día". Hasta aquí las palabras de Victoria, que hoy no han perdido vigencia y claman por la humanidad en el ejercicio del poder y por el celo y la entrega a la causa más grande, a la que pueden entregarse un Presidente de la República y un Congreso de la Unión: México; que en su historia y sus valores, sus bosques y sus montañas, sus ríos y sus mares, y lo más importante, sus hijos, los mexicanos.

Palabras sobran y tiempo falta para pincelar por lo menos la obra, que como insurgente y sobre todo, como estadista logró Guadalupe Victoria.

Hoy conmemoramos un aniversario más del natalicio de quien la historia registra como el primer Presidente de México, por lo que este acontecimiento nos motiva a hacer algunas reflexiones sobre el ejercicio del poder.

La idea de la división de poderes representó el aspecto dinámico que impediría la violación de la libertad. "Que el poder detenga al poder" es el grito del nuevo pensamiento, es la frase que troqueló y completó las teorías de toda una época: la aurora de constitucionalismo moderno.

A mediados del siglo XVIII Montesquieu publicó "El Espíritu de las Leyes", y en unas cuantas líneas expresó la idea de la división de poderes: que el poder detenga al poder, que lo detenga por y para la libertad del hombre. Que una misma persona no posea todo el poder porque entonces la libertad fenece.

La teoría de la división de poderes la encontramos también siglos atrás en la "polis griega" a través del pensamiento del estagirita. En un párrafo de sus obras "La política", leemos: en todas las constituciones hay tres elementos con referencia a los cuales ha de considerar el legislador diligente lo que conviene a cada régimen... de estos tres elementos, pues, uno es el que delibera sobre los asuntos comunes; el segundo es el relativo a la magistratura, o sea cuáles deben ser, cuál su esfera de competencia y como debe procederse a su elección y el tercer elemento es el Poder Judicial. En este párrafo Aristóteles hace simplemente una descripción de la Atenas clásica; y en ella no era posible un poder superpuesto a los ciudadanos, ya que ellos eran el único poder posible.

Soberanía popular y derechos del hombre y del ciudadano son ideas que la Revolución Francesa plasmó en la de otros países. La nueva estructura política basada en las ideas de soberanía y derechos del hombre, dio nacimiento al estado de derecho, el cual representó el anhelo de los hombres de ser gobernados, no por sus semejantes, sino por las leyes.

En Inglaterra encontramos vestigios embrionarios de la división de poderes con el rey Jacobo I, cabeza de dinastía de los orange. El rey había declarado que era competente para resolver cualquier asunto jurisdiccional. Coke, justicia mayor del reino, le contestó: "de acuerdo con la ley de Inglaterra, el rey en persona no puede juzgar causa alguna; todos los casos civiles y penales, tendrán que fallarse en algún tribunal de justicia, de acuerdo con la ley y la costumbre del reino". La contestación real fue: "Creo que la ley se funda en la razón; yo y otros, poseemos tanta razón como los jueces".

Coke - resumen de virtudes ciudadanas- contra opinó: "los casos que atañen a la vida, a la herencia, a los bienes o al bienestar de los súbditos de su majestad, no pueden decidirse por la razón natural, sino por la razón artificial y el juicio de la ley, la cual es un arte que requiere largo estudio y experiencia, antes de que un individuo pueda llegar a conocerla a fondo".

Planteadas así las posiciones, el rey declaró que según las tesis de Coke, él estaría sometido a la ley, lo cual era tradición sostener: la réplica de justicia mayor consistió en que el rey no está sometido a ningún hombre, sino únicamente a "Dios y a la ley".

Se ha afirmado que el espíritu de las leyes es una utopía, porque no estuvo inspirado en Inglaterra, ya que en el siglo XVIII la gran isla europea no era el país magnifico de la libertad que Montesquieu describió, sino que estaba constituida públicamente por una oligarquía, un gobierno de mediocres y egoístas, de gobernantes corruptos y un pueblo torturado, explotado, burlado y despojado. El pensamiento de Montesquieu aún perdura: que se asegure la libertad.

El sistema presidencial se caracteriza por que el Gobierno está principalmente en manos de un presidente elegido por el pueblo y los ministros son nombrados y removidos discrecionalmente por él, y no son responsables ante el Congreso. El sistema presidencial marca cierta independencia entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo. El Poder Ejecutivo no puede disolver el Congreso, pero éste no puede ejercer el voto de censura, al no ser responsable el Ejecutivo ante el Congreso. En México, el Presidente puede ser equiparado a un rey europeo del siglo XVIII, sus poderes son amplios y en su campo de acción no existe restricción alguna.

El tratadista Daniel Moreno encuentra en nuestro Ejecutivo una reminiscencia prehispánica, con poderes casi mágicos, solidarizándose con la afirmación de que en México tenemos un emperador sexenal. Para el fallecido Cosío Villegas, México es la única República del mundo gobernada por una monarquía sexenal, absoluta y hereditaria en línea transversal.

Por su parte, Alberto Salceda opina "su omnipotencia no conoce ninguna de esas limitaciones que forman el complicado sistema de frenos y contrapesos ideado por el federalismo, por el parlamentarismo, por la división de poderes y por el régimen de partidos".

Otro autor sintetiza las funciones del Presidente: es el jefe del Estado y el jefe del Ejecutivo; el director de la política internacional; la voz del pueblo y la voz del país; el verdadero legislador o cuando menos el colesgilador más importante; el jefe nato del ejército; el jefe de su partido, el coordinador de las fuerzas económicas; el encargado de la educación pública; el administrador de la Hacienda Pública y de los bienes nacionales; el director del crédito y la menda y el autor de la prosperidad o el responsable de la bancarrota. Según Jorge Gaxiola, sus palabras tienen enorme trascendencia y suelen revestir las dimensiones de un verdadero credo político, susceptible de aglutinar intereses y creencias o de dividir al país en antagonismos irreconciliables.

El Presidente llega a ser la persona más influyente del país; es quien designa los altos funcionarios, a los jefes del ejército, a los ministros de la corte, a los gobernadores, a los senadores y

diputados del mundo oficial, y en ocasiones hasta los presidentes municipales. Es quien llena de honores -recuérdese el título de doctor honoris causa a Durazo Moreno- pero también puede colmar de descrédito público a una persona -léase Jorge Díaz Serrano- puede hacer fácilmente millonaria a una persona, pues es en último extremo quien otorga las principales concesiones administrativas, y su poder es tan grande que pocos hombres se atreven a oponerse a sus mandatos.

El Presidente en México, es quien determina en forma preponderante el estilo de vida durante su período. Puede darle al país un sistema con una orientación social, de beneficio a las grandes clases sociales -las más débiles - o puede aliarse al pequeño grupo de privilegiados del poder y del dinero; puede encauzar los recursos del erario a resolver los problemas del país o permitir su desvío y destino ilegítimo, y sobre todo, puede convertirse en cauce de la democracia, respetando el voto del pueblo, o transformarse en su verdugo.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece en su artículo 81: "que la elección del Presidente será directa y en los términos que disponga la Ley Electoral; esto quiere decir que la elección será a través del voto directo y secreto". Pero esto dice la Constitución; la práctica de nuestro país establece que el Presidente en turno designe a su sucesor.

Jorge Carpizo en su obra: "La Constitución Mexicana de 1917" afirma que el Presidente es el gran elector de su sucesor, sin que nadie lo dude, pero es más, ni siquiera se le critica, por el momento, todo hace suponer que se acepta esta prerrogativa del Presidente sin que sea posible poder decir cuál será el desarrollo de esta función presidencial o hasta cuándo estas reglas del juego van a funcionar". Para quienes objeten este juicio basta remitirlos a las expresiones del exsecretario López Portillo y hoy senador Roberto Casillas, quien a través de una declaración pública reconoció que el Presidente designa a su sucesor como "el fiel de la balanza".

Por su parte el artículo 80 constitucional establece que: "se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un sólo individuo, que se denominará Presidente de los Estados Unidos Mexicanos". Esta expresión es clara y no hace excepción de territorio o de habitantes en el ámbito del país. Sin embargo, la disposición se ve afectada o disminuida de alguna forma cuando el Presidente de la República reúne también el carácter de Presidente o jefe nato de su partido. No se puede encabezar una fracción y ser a la vez Presidente de todos los mexicanos.

Los partidos son grupos políticos que representan intereses legítimos, pero al fin son éstos parte de la sociedad; en cambio la institución presidencial debe tener como primordial interés el velar por México y gobernar para todos los mexicanos. El presidente no puede ser parte de los antagonismos entre los grupos políticos; sino por el contrario debe estar por encima de éstos y mantener su autoridad moral, requisito indispensable para guiar los destinos del país.

En nuestra teoría constitucional se discute si el Ejecutivo debe tener preponderancia sobre el Legislativo o viceversa.

Ya Emilio Rabasa en su obra La Constitución y la Dictadura sostenía que el poder omnímodo del Legislativo, producto de la sensibilidad, antiejecutiva de los hombres de Ayutla que querían ver en el Presidente el entronizamiento de un nuevo Santa Anna, condujo al desequilibrio de los poderes. Expresaba que el despotismo anárquico del Congreso conducía a la inutilidad de hecho, del Ejecutivo y que no quedaba más alternativa, ante la incompatibilidad entre el Gobierno y la Constitución, de subordinar la segunda, para lograr la existencia del primero, dando origen a la dictadura; esto es, darle carácter constitucional a las facultades que en la práctica había venido ejerciendo el Ejecutivo. Esto fue afirmado en 1912 y obviamente las circunstancias no son las mismas aunque las discusiones siguen dándose sobre la necesidad de que un poder prevalezca sobre el otro.

Hemos señalado ya que en la actualidad el Ejecutivo tiene excesivas facultades que en la práctica y en la letra hacen difícil la actividad del Legislativo.

Nuestro país requiere una fiel observancia del constitucionalismo especialmente de la división de poderes; representando fielmente el principio que establece que no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en una sola persona, salvo el caso de facultades extraordinarias autorizadas por la propia ley.

Un ejecutivo fuerte no es en sí antidemocrático, siempre y cuando esté controlado y subordinado al sufragio universal y que sus actos estén enmarcados dentro de la ley fundamental.

El Poder Ejecutivo no puede actuar más allá de las facultades que le otorgan la ley fundamental y las leyes derivadas de ésta; no puede salirse de ese marco de referencia, y si lo hace su actuación es inconstitucional o ilegal. Igualmente el Legislativo y el Judicial, son poderes con facultades limitadas. La Constitución los crea, los organiza y les otorga sus atribuciones, no pueden actuar sin fundamento constitucional o legal, es más este principio constituye en el orden jurídico mexicano una garantía individual.

Señoras y señores diputados: que la memoria de Guadalupe Victoria, sea evocada con acciones congruentes de quienes ejercen el poder; que la solemnidad de esta ceremonia no sea pretexto para exculpar obligaciones y tareas que son ineludibles. Recordemos hoy, como Victoria dijera en su tiempo: "dos cosas únicas, dos cosas y nada más: que se consolide el sistema representativo federal popular, mediante el patriotismo ilustrado del sano juicio de los mexicanos; y que se respeten, se obedezcan y se cumplan fielmente la Constitución, ese sagrado código y las leyes que lo garantizan".

Salón de Sesiones del H. Congreso de la Unión, 9 de octubre de 1986.

Por la fracción parlamentaria del Partido Acción Nacional, diputado Gonzalo Altamirano Dimas».

El C. presidente: - Tiene la palabra el diputado Eraclio Zepeda Ramos.

El C. Eraclio Zepeda Ramos: - Con su permiso señor presidente; compañeras y compañeros diputados, invitados especiales a esta Sesión Solemne, queridos compañeros estudiantes, público en general: vengo hoy con la honrosa representación del Partido Mexicano de los Trabajadores, del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del Partido Socialista Unificado de México. Esto me honra en forma inmensa, pero además me hace ver con claridad que son los trabajadores, que no son los que luchan por el futuro luminoso del país, que son los hombres y mujeres que desde las fábricas y los talleres y el campo van poniendo piedra a piedra la casa futura para que ustedes jóvenes, vivan en un país más justo, más digno, más humano, más nuestro. Son estos trabajadores vivos los herederos directos de todos los grandes hombres y las grandes mujeres que fueron haciendo con su trabajo y su sacrificio la casa que hoy tratamos de mejorar.

Sabido es que Durango ha sido siempre generoso en el aporte de héroes, hombres y mujeres llenos de pasión patriótica, salieron siempre de los duros campos de Durango a entregar su vida, su esfuerzo, su sangre, su inteligencia. Entre ellos, entre esos combates, un joven combatiente cambia su nombre para cambiar la Patria. Y en su nombre va ya todo un programa revolucionario, todo un programa de un camino distinto. El en ese momento es Guadalupe, y él sabe que Hidalgo ha tomado también a Guadalupe como signo de este país que va a nacer, él toma pues el nombre de lo que puede ser en este momento la almendra de la Patria. Y es también Victoria, la victoria de la Patria la que va a cabalgar con Guadalupe Victoria, venido de Durango para establecer, junto con su gran maestro el gran comandante Morelos los caminos que han de venir.

Mucho debió haber pensado Guadalupe Victoria en los tensos días del Congreso, en el cual el Siervo de la Nación, Morelos confiaba plenamente en el poder plural de los congresos. Mucho debió aprender y también después pudo haber olvidado.

Pero sin embargo, ahí junto a Morelos, él sabe que el único camino grande que tendrá el país será la sabiduría de los muchos, el poder concertado de todo, la inteligencia portada como un camino para poder hacer grande el país.

En Victoria, nosotros aprendemos la terquedad republicana. En Victoria aprendemos nosotros el origen revolucionario y que se mantiene así para luchar en contra de las desviaciones. En Victoria aprendemos también la urgente necesidad de aprender nuestra historia más profunda.

La preocupación que tienen nuestros compañeros estudiantes de conocer más la victoria, la compartimos todos nosotros. Conocemos mal a Guadalupe Victoria, conocemos mal los aportes de Guadalupe Victoria, conocemos mal los errores de Guadalupe Victoria, conocemos mal al hombre Guadalupe Victoria. Y si sabemos que la grandeza de un país es heredar su historia, si sabemos que un pueblo cree las historias, es un pueblo que no puede ser jamás vencido, y hay de aquel pueblo que olvida su pasado porque entonces caerá de rodillas. Cuando pensamos esto sabemos que una de la primeras responsabilidades de nosotros, de nuestra generación, es estudiar profundamente este período luminoso de nuestra formación nacional.

En aquellos días la guerra había sido prolongada y difícil, únicamente Guerrero mantenía encendido el fuego de la lucha en el actual estado que lleva su nombre. La lucha había sido prolongada, y de pronto surge una fuerza nueva de como un oportunismo gigantesco trata de encabezar la lucha. Es Iturbide, Iturbide un capitán del Ejército Español; Iturbide un hombre proveniente de clases altas, qué distancia tan grande hay entre el origen campesino y popular de Morelos y de Guerrero al origen aristocrático de Iturbide. Y como cada quien lleva a su casa el pan que comió de niño, Iturbide trata de meter de contrabando a nuestro país una idea absolutamente ajena a nosotros: el imperio. Este país nació con fe republicana, este país nació con una fe democrática, este país nació con una fuerza incontenible para inventar una nación. Iturbide se presenta de pronto y entra de soslayo y luego muy presente y se hace para tristeza y desgracia del tiempo mexicano de aquellos tiempos, emperador de México.

Es curioso como los habitantes del sur para nosotros esto fue sumamente importante. Debo decir y no estoy fuera de lugar porque nunca

recordar la historia es fuera de lugar, que nuestras tierras del sur, las tierras que entonces se ubican en la capitanía general de Guatemala, en América Central, ahí no hay guerra civil, ahí no hay guerra de independencia, el único disparo que heroicamente se tira en Centroamérica que es el actual Tonalá, Chiapas, lo dispara este general genial, este cura del pueblo, este combatiente grande que es Matamoros.

Mucho tendremos que agradecer de los hombres del sur de Matamoros que algún día tendríamos que ir a Morelia en el lugar de su asesinato para rendir homenaje a este capitán del pueblo que lleva a la guerra contra el ejército imperial español a la tierra de Centroamérica , en este caso de Tonalá, Chiapas. Sin embargo, cuando el ejército trigarante es poderoso, cuando Iturbide se acerca nuevamente a las fronteras de Centroamérica, Centroamérica precipita su independencia; y tenemos orgullo nosotros los de Chiapas que es precisamente el cabildo de Comitán el primero que se independiza en todo Centroamérica, inmediatamente después le sigue el de Tuxtla, el de Chiapas, y luego los de Guatemala, luego los de El Salvador, luego los de Nicaragua, y todos se independizan con una actitud de defensa, ellos quieren que cuando el ejército trigarante se acerque no tenga nada que hacer en aquellas tierra. La dura carga económica de un ejército, la dura carga de inseguridad que gente armada podría llevar, queda solucionado de golpe con una independencia de improviso que ya no tiene que ver nada con España, y le dicen: señores, no tienen nada que hacer en estas tierras nuevas.

Y cuando Iturbide hace el imperio, entonces precipita la inmediata anexión de aquellos territorios al imperio, ah, porque los visibles, porque quien piensa en democracia en aquéllas épocas está perdido, porque aquí la democracia puede haber no únicamente entre los visibles, es una época en que la democracia se ejerce cínicamente entre pares, entre iguales, entre señores, es la democracia de los visibles. Nosotros estamos ahora empeñados ciertamente en crear la democracia de los invisibles que aunque muy pocos lo ven, sin duda se siente en su esfuerzo grande hacia la historia.

Ellos cuando saben que Iturbide está al frente del imperio vienen inmediatamente y cuando Guadalupe Victoria crea la República por la que habíamos luchado, por la que se habían empeñado los mejores hombres, entonces aquellas provincias se retiran, no es república lo que buscan, no es república, buscan simplemente un no cambio para que las cosas sigan igual, un no cambio para que nada vaya a ser diferente de la explotación de época colonial.

Con orgullo podemos decir, los descendientes de los chiapanecos de entonces, de nosotros, fuimos los únicos que regresamos a la gran tierra mexicana para inventar este país.

Cuando Guadalupe Victoria crea la patria, la patria todavía está difícilmente dibujada, es la voluntad de los mexicanos de ir cerrando lentamente los dedos para hacer puño, para poder hacer una patria digna y fuerte, la que ha hecho el genio de esta Nación.

Toda mutilación al territorio es una mutilación a este espíritu de Guadalupe Victoria, toda mutilación de inteligencia para no prestársela a la grandeza de este país, es una ofensa a Guadalupe Victoria, pero también tenemos que pensar en otras cosas.

Los pobres fundadores de nuestro país, pensaron una patria que fuera taburete con tres patas iguales, para que el taburete fuera firme y la patria se pudiera sentar a descansar al caer la tarde.

El Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, debían de ser exactamente lo mismo, Victoria decía al principio, debe de haber recordado mucho las enseñanzas de Morelos en los tensos días de la guerra en Oaxaca y habrá pensado en el Congreso, sin embargo cuando Guadalupe Victoria es ungido como primer Presidente de México, él, el soldado puro, él, el combatiente, él, el hombre de letras, también está poniendo la primera piedra de una institución que hoy en nuestros días, cuando la democracia es grande y extensa, hoy en nuestros días debe de ser también sujeta a estudio desapasionado, objetivo, científico, político, serio, para ver si las otras dos patas del taburete vuelven a crecer en las dimensiones exactas y la patria pueda sentarse tranquilamente en las tardes.

Vuelvo a hacer recuerdos de la generosa tierra de Guadalupe Victoria. Allí, él que se cambio el nombre para ponerle nombre a la patria, está también anticipándose otro gran soldado que va a cambiar también su nombre; y Doroteo Arango deja su nombre y Pancho Villa cabalga en los mismos territorios que Guadalupe Victoria.

En fin un día como hoy, aproximadamente en el segundo centenario de Guadalupe Victoria, es mucho lo que tenemos todavía que meditar y que aportar, entre otras cosas, la seguridad absoluta de que conocemos muy mal a Guadalupe Victoria y en segundo lugar, que las luchas dadas para la creación de la patria aún no han terminado.

Seremos cada vez más grandes, si nunca ningún mexicano es capaz de olvidar a uno sólo de los héroes que pudieron edificar este país y Guadalupe Victoria es uno de ellos. Gracias. (Aplausos.)

El C. presidente: - En uso de la palabra, el diputado Jaime Haro Rodríguez.

El C. Jaime Haro Rodríguez: - Señoría, honorable asamblea: al asumir su independencia, México era el país más extenso de toda hispanoamérica y todos los males geopolíticos eran mayúsculos, puesto que nos asediaba un aislamiento internacional, teníamos líos en la frontera entonces como ahora, y había el separatismo de regiones y la falta de una comunicación con el Oriente, con la América del Sur y con Europa. El Tratado Onís Adams de 1819, no había fijado suficientemente bien los linderos con los Estados Unidos, y tampoco eran precisas las demarcaciones del sur y sobre todo, en la franja fronteriza con la colonia inglesa de Belice. La demografía mexicana no creció durante la guerra de independencia, dentro del territorio de 4 mil 665 km 2 vivían apenas en 1822, 7 millones de habitantes y la guerra contra España había costado 600 mil vidas que eran la décima parte del total; equivaldría decirse la mitad de la población trabajadora y aparte de escasa esta población, como en los días coloniales, se apretujaba en el centro porque nadie quería ir a las vastas zonas del norte puesto que eran un peligro, una invitación al despojo y una arca abierta.

Pero en el orden económico, como ahora, las cosas eran peor; la producción minera se redujo, en 11 años a 6 millones de pesos en vez de los 30 a que llegó en el año de 1810; el valor de la producción agrícola se contrajo a la mitad y el del industrial a un tercio. En 1822 los ingresos del erario fueron apenas de 9 mil 500 millones de pesos y los gastos de 13 millones, y como si el déficit anual de 4 millones fuera poco, el naciente país recibía la herencia de la deuda pública de 76 millones, pavorosa para entonces como la de hoy es pavorosa para nuestros días, y la baja de los ingresos estatales no fue puramente pasajera, se debió en gran medida a la abolición de un impuesto injusto que fue el tributo per capita de los indios; tampoco el alza del gasto público podía ser transitorio puesto que había que sostener un ejército numeroso y fuerte para conservar la independencia. La hacienda estaba condenada a un estado de bancarrota crónica y a caer en garras de agiotistas internacionales.

Y en el orden social, también había mucho que hacer; la declaración de la igualdad jurídica de todos los mexicanos, dejó a los indios acostumbrados a un régimen de tutela, indefensos ante los criollos, la igualdad de derechos agudiza la desigualdad de fortunas y los 3 mil 479 latifundios crecen a costa de los terrenos de las comunidades indígenas. También era de esperarse que sólo con la legislación igualitaria un empeoramiento de las condiciones laborales de peón y del artesano y por otra parte la discordia civil, favoreció la mezcla de razas ciertamente y la consolidación de una incipiente clase media. A partir de la Independencia de 1821, será ésta la que le dispute el poder a la aristocracia terrateniente; y al otro día de consumación, salieron a flote las dificultades políticas, la inexperiencia de los criollos en la administración pública, la inclinación de los caudillos menores a constituirse en "reyesuelos" de las tierras donde habían luchado, y los deseos de los caudillos mayores para reyes o presidentes del país. Y la guerra de partidos entre monarquistas y republicanos, militares y civiles, clérigos y burócratas; desinterés político de la gran masa de la población y la vehemencia política aguda de una culta minoría.

En estas condiciones se derrumba la figura que tiene filetes dorados y que vistió las cúpulas del imperio, pero en el fondo subyace y quedó en la conciencia del pasado común que constituye el factor de la formación de una nación, pero sobre todo, el sentimiento nacional que ayer vivió y aleteaba en todo el país. Es cierto que la Nación es principalmente la portadora de un destino común, de un destino histórico, pero es también la principal medida del producto histórico de este destino. Los recuerdos políticos, las guerras ganadas, y perdidas con el entusiasmo y con el tremendo dolor que producen; la opresión y el maltrato, las invasiones y el miedo que producen, contribuyen en gran medida a la formación de una solidaridad de los mitos comunes y de las leyendas, heroicas, arrancan siempre los grandes sentimientos nacionales. Los héroes legendarios y los históricos mantienen la llama sacra de una conciencia nacional, no en vano se usa a la historia como el elemento más importante en la educación del ciudadano, el patriotismo se enciende con la vida de los mártires y de los héroes nacionales, un paso más y el sentimiento nacional se convierte en nacionalismo y la patria se ve como un Dios a quien se adora y por quien se muere. "La personalidad individual naufraga siempre en esta conciencia colectiva, ha dicho Parela.

Y este sentimiento que se desenvuelve al calor de la conciencia de un común pasado solidario, sentimiento que sin duda juega un gran papel en la formación de las conciencias nacionales, a veces puede anquilosar a una Nación cuando se desarrolla un culto excesivo del pasado, y cuando no está acompañado de un sentimiento dinámico apoyado en el presente. Un culto excesivo del pasado puede conducir a la conciencia nacional quietista y hacer pasiva e inoperante, que compensa su ineficacia y su pobreza con un orgullo desmesurado, sin relación con el verdadero valor de sus actuales creaciones culturales.

Y a este respecto, y en el mismo sentido, nos dice Ortega y Gasset: "las glorias más o menos legendarias en tiempo pretérito, o la belleza del cielo o el garbo de las mujeres o la chispa de los hombres que hallamos en nuestro torno, componen una masa de realidades más o menos presentes que es para muchos la patria".

Y esta noción de patria engendra un patriotismo inactivo, siempre espectacular y estático en el que el alma se dedica a la fruición de lo existente, y en lo que hay algo de venturoso por delante. El retrógrado por eso, en lugar de gozar del pasado como presente, trata de eternizarlo falsamente como presente, intentando detener el curso de la historia de su propia nación, y vive engañosamente sobre las bases de lo que ya no existe, de que la actualidad es siempre un presente.

El haber convivido intensamente en el pretérito, el haber participado en empresas comunes, el haber compartido un mismo destino y el haber pasado glorias y penas juntos, el haber tenido que afrontar peculiares problemas en circunstancias especiales, el vivir el mismo marco territorial, son factores que configuran en una determinada forma, y que tiñen de un matiz especial la cultura de una Nación, o mejor dicho, que por virtud de esto se contribuye poderosamente a constituir la Nación sobre las bases de ese matiz cultural tan específico.

En el patrimonio cultural concretamente matizado de una Nación, existe no sólo la lengua, ni la fe religiosa, ni los conocimientos, las técnicas, las obras y las actividades artísticas, sino que figuran también las valoraciones vigentes, las actitudes predominantes, las normas, las costumbres, la economía, la organización política, las tradiciones, todo lo cual va configurando ciertos aspectos de un alma individual, y va modelando las relaciones y los procesos de la vida social, con su sello, con su estilo propio. Y este estilo propio que caracteriza el matiz nacional de una cultura, constituye principalmente en la formación de la nacionalidad, la fuente más importante de un sentimiento nacional. Ya Renán observó que la participación en un común pretérito, es un componente muy importante de la nación. La realidad de ésta comprende además y principalmente el sentimiento de solidaridad para las empresas del presente y el sentimiento de solidaridad para las empresas del porvenir.

Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente, el haber hecho juntos grandes cosas, querer hacer otras más, he aquí las condiciones para poder ser un pueblo. En el pasado una herencia de glorias y de remordimientos; en el porvenir, un mismo programa que tenemos que realizar, la existencia de la Nación será un plebiscito cotidiano.

Y comentando estos famosos párrafos de Renán y especialmente el último, que la nación es un plebiscito cotidiano, Ortega y Gasset nos dice que esa idea de que la Nación es un plebiscito cotidiano, opera sobre nosotros como una liberación. Sangre, lengua y pasado comunes son principios estáticos, fatales, rígidos e inertes, son prisiones. Si la Nación consistiese en eso y nada más, la Nación sería una cosa situada a nuestras espaldas, con lo cual no tendríamos nada que hacer. La Nación sería algo que es pero no algo que se hace, ni siquiera tendría sentido defenderla cuando alguien la ataque. Si la nación consistiese nada más en un pasado y en un presente, nadie se ocuparía de ella ni de defenderla.

Acaece que el pasado nacional proyectó alicientes reales o imaginarios en el futuro, nos parece deseable un porvenir en el cual nuestra nación continúe existiendo y por eso nos movilizamos, no por la sangre, no por el idioma ni por el pasado común. Al defender la Nación defendemos nuestro mañana y no defendemos nuestro ayer. Esto es lo que reverbera la frase de Renán: la Nación como el excelente programa siempre para un mañana.

El plebiscito decide un futuro de éste y creará también un futuro que consiste en la perduración para siempre. De hecho la idea nacional conserva el lastre de adscripción del pasado al territorio de la raza, por más que los mismos comprendan que la Nación triunfa siempre como un principio de unificación humana y en torno de la vida.

La nación es el arco y el Estado es la flecha, y la flecha es la vida, la acción, el movimiento que siempre busca el banco. El estado actúa como un factor dinámico en la formación de una nación. El Estado no es una forma de sociedad que en el hombre se encuentre dada y de regalo, sino que se necesita de también fraguarlo penosamente todos los días.

El Estado comienza cuando el hombre intenta evadirse de la sociedad nativa de la cultura, de la sangre en que está inscrito. Originariamente el Estado consiste en esa mezcla de sangre y de lengua.

El principio estatal, es el movimiento que lleva a aniquilar las formas especiales de convivencia interna, sustituyéndolos en una forma social adecuada a las nuevas convivencias. El Estado es siempre, cualquiera que sea su forma primitiva, antigua, medieval o moderna, esa invitación a un grupo de hombres que se hace a otro grupo de hombres, para ejecutar juntos una empresa. Y esta empresa, cualesquiera sean sus trámites intermediarios, consiste a la postre en organizar un cierto tipo de vida.

El Estado es el proyecto de empresa común más amplio, su realidad es puramente dinámica, es un hacer, es la comunidad de la actuación, no es la comunidad anterior, tradicional y memorial la que proporcione el título de una vivencia política, sino para la comunidad futura en un efectivo quehacer, no lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a ser mañana juntos, es lo que nos reúne en un Estado. Y de aquí la facilidad con que la

unidad política brinque en occidente sobre todos los límites que aprisionan a la concepción de los estados antiguos, resulta así el formador de las naciones.

Y si en el año de 1821 se consumó la Independencia de México, sin que se consumara de manera satisfactoria, ¿Cuál sería la forma de Estado y de Gobierno que eran las convenientes al país y cómo encauzar la revolución social de nuestros libertadores, que según opinión de Mario de la Cueva, se enfrentaron en lucha de clases?

Al reunir el Primer Congreso Constituyente en la vida política nacional estaba fuertemente centralizada, formaba una red política unitaria.

Este era el régimen que habíamos heredado de la colonia y no un mosaico de entidades autónomas, sino de provincias mal configuradas y estables en cuanto a su organización. Por ello los diputados constituyentes electos en forma rudimentaria, no expresaban sino su propio sentir, aunque algunas provincias, al reclamo de la Constitución de Cádiz, llegaron a formar procesos de oposición local favorables al sistema federal.

La actitud hostil, por otra parte el imperio, hace que Iturbide disuelva el Congreso. La revolución de Casamata que caudilló Santana, que agrupan las diputaciones provinciales en una clara tendencia federalista y en contra de las corrientes fuertemente centralistas.

La desaparición del imperio robusteció con firmeza al Partido Liberal y a una tendencia federalista. Hombres destacados como Ramos Arizpe, expresan ya el sentir federal de las provincias. El 12 de junio de 1823 el Congreso expide el voto del Congreso para asegurar el régimen federal; ese importante documento de la organización política mexicana dice: "El soberano Congreso Constituyente en sesión extraordinaria de esta noche, ha tenido a bien acordar que el Gobierno pueda proceder a decir a las provincias si el voto de su soberanía es por el sistema de República Federal, y que no lo ha declarado en virtud de haber decretado se firme convocatoria para un nuevo Congreso Constituyente de la Nación".

Entre los enemigos del federalismo debemos señalar a Carlos María Bustamante que emitió aquél célebre voto en la discusión del artículo 5o. del proyecto del Acta Constitutiva, y que fue leída en la sesión del soberano Congreso la mañana del día 13 de diciembre de 1823. El sostuvo que ninguna razón de utilidad se presenta para adoptar la forma de república federada, además que ataca la igualdad, que crea la oligarquía, la tiranía y la disolución y lleva la pobreza de los pueblos.

El aconsejaba que se demorase la acción del sistema federal y de la república, la estructura social de la colonia y la desigualdad y distribución de la riqueza, que permite la constitución del fondo social que es la causa real a su vez de la Independencia de la Nación mexicana, con lo que se llega a la conclusión de que la Independencia puede ser, en términos generales - en la opinión de De la Cueva-, la lucha de clases.

Y al consumarse la Independencia en 1821, no eran varios los estados los que surgían a la vida independiente, sino un Estado unitario que correspondía al antiguo virreinato. Los diputados del primer constituyente reunidos en 1822 no representan a las entidades autónomas, ni siquiera a las entidades de la América Central que no habían pertenecido a la Nueva España, mandaron a sus representantes para celebrar el pacto con las provincias del virreynato, sino que previamente se declararon unidas al nuevo Estado unitario y después se enviaron a sus representantes al Congreso.

Y pocos meses después se reúne el Congreso Constituyente el 5 de noviembre de 1823 el cual expide al Acta Constitutiva de la Federación Mexicana el 3 de febrero de 1824, primera expresión genuinamente constituyente del pueblo mexicano, dice Tena Ramírez, y luego el 4 de octubre del mismo año la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos.

El artículo 5o. del Acta Constitutiva de la Federación declara que la Nación adopta para su Gobierno, la forma de República Representativa Popular Federal. La Constitución de 1824 adopta este precepto con la visión mexicana, es decir, denominándose "Nación Mexicana".

Desde luego tanto el Acta Constitutiva de 1824, como la Constitución Federal del mismo año, no puede decirse que sean documentos políticos originales, fue una manera de un elegante vestido para un pueblo desnudo. La mayor parte de las instituciones adoptadas no correspondían al nivel cultural y económico del país, preceptos adoptados y conquistados para culturas superiores que adoptaron en forma inconveniente para alejarse de la verdadera realidad institucional, por ello ninguna de nuestras constituciones, salvo aquélla de política social de 1917 han tenido la realidad efectiva y pasan a ser documentos literarios, lo dice Sierra Rojas.

Recalca Antonio Caso, que fuimos una colonia española y nuestros mayores por imitación extralógica, hicieron apresuradamente de nosotros una República Federal y democrática.

Somos un conglomerado de razas distintas, una síntesis abigarrada de culturas diversas, un país de bajísimos territorios con formidables problemas

étnicos y agrarios, con problemas pavorosos relativos a la educación pública, a la organización de la justicia, al ejercicio orgánico del sufragio, y agrega más adelante: "esta iniciación extralógica aún cuando sea puramente extralógica, no lo es tanto si vemos que a principios del siglo XVI es causa de un estado de patología social en que México ha vivido desde la consumación de su Independencia", y concluye: "los pueblos inventores de nuevos regímenes políticos y sociales serán copiados constantemente y por modo extralógico en naciones como la nuestra que en el siglo XVI eran apenas una cultura neolítica".

En los siglos XVII y XVIII una colonia española sin relaciones culturales con el universo, sino a través de la metrópoli, y en el siglo XIX República democrática, representativa y federal, conforme a la teoría de la Constitución, y un estado que pugna por organizarse en las formas del socialismo más exclusivo.

Numerosos autores norteamericanos están convencidos de una total influencia de la Constitución de su país de 1787 en nuestros textos vigentes desde 1824 a la fecha y algunos suponen como Moses, que la Constitución de 1824 fue copia de los Estados Unidos.

Esta opinión es compartida por algunos autores como Ignacio Ramírez que consideró la Constitución de 1824, que no era sino una mala traducción de la norteamericana y esta misma censura hizo a la comisión en 1857.

Emilio Rabasa contestó esta afirmación diciendo que nuestros legisladores no cometieron el desacierto de copiar instituciones que habían sido de mucho, opuesto a lo que requerían nuestros antecedentes, nuestras propensiones y nuestros vicios. Ni la Constitución de 1957, ni la de 1824 que de aquella tomó la mayor parte de la organización política, son copias de su modelo.

El Congreso Constituyente fue convocado de acuerdo con el Tratado de Córdoba, su tendencia fue claramente barbónica y sirvió de bandera al Partido Conservador y a las clases privilegiadas del país. El tipo de gobierno por el que luchaban era el monárquico y centralista, y otro partido dominante fue el iturbidista que desenvocó en la organización de su imperio, y por último el Liberal Republicano, que pronto acusó las tendencias del liberalismo moderno y la del liberalismo radical.

Estos grupos se orientaron al establecimiento de una República Federal apoyados en las provincias que se declararon partidarias del sistema federal, por ello el 12 de julio de 1823, el restaurado Congreso inició el voto para la forma federal de la República.

Tanto los antecedentes de los miembros de la comisión que elaboró el Acta Constitutiva de 1824, como los debates del segundo Congreso Constituyente que formó la República del mismo año, demuestra una cierta tendencia al sistema federal norteamericano, ya que algunos federalistas conocían el texto de la Constitución de aquel país, pero no realizaron una copia vil, ni servil al de la Constitución de 1787; Miguel Ramos Arizpe recibió de Esteban Austín un proyecto de bases generales para la organización federativa mexicana, que se cita como su antecedente.

Pero debe recordarse que el propio Ramos Arizpe en las Cortes de Cádiz, ya presentaba las memorias sobre la situación de la provincia interna en el oriente, desde el 7 de noviembre de 1811, en las cuales censuraba al centralismo administrativo de la colonia.

En el Congreso de 1824, estuvo también presente el pensamiento político francés, en particular las ideas de la soberanía de Juan Jacobo Rousseau, nombre que es citado expresamente en el manifiesto que divulga la Constitución. Además es precisa la influencia de la Constitución de Apatzingán, y de la Constitución española de 1812.

Los artículos relativos a los secretarios de Estado por ejemplo, son iguales a los de la Constitución de Cádiz y se sustituyen solamente al monarca por el Presidente. Y en cuanto a lo de la visión de poderes, sus antecedentes se remontan a aquéllas constituciones.

No debemos omitir que el artículo 31 del Acta Constitutiva y los artículos 145 al 165 de la Constitución del 1824, fueron tomados como ejemplo a la declaración francesa de los derechos del hombre y del ciudadano.

No podemos dejar de mencionar que además de la Constitución española, la francesa y la norteamericana citadas, se señaló las influencias y algunos documentos importantes tales como la obra del sudamericano Vicente Rocafuerte en 1823, sobre las ideas necesarias a todo pueblo independiente y quiera ser libre y el proyecto de las bases generales para la organización federativa de Esteban Austin, y el Pacto Federal de Anáhuac de Prisciliano Sánchez:

Se dividió al país en 19 estados y cinco territorios; facultó a cada estado para elegir gobernantes y asambleas legislativas propias como lo hacían los Estados Unidos y según lo tenía previsto la de Cádiz. El Gobierno Federal tendría tres poderes clásicos según la doctrina de Montesquieu. El Poder Legislativo, se componía de las Cámaras de Diputados y Senadores; el Ejecutivo debería ejercerlo el Presidente o en su ausencia, un

Vicepresidente; el Judicial, a su más alto nivel, se atribuyó a la Suprema Corte; por lo que toca a principios, la Constitución de 1824 mantuvo como religión del estado, la católica; prohibió el ejercicio de cualquier otro, y ordenó las libertades de palabra e imprenta; instrumentó las primeras elecciones que elegirían a Guadalupe Victoria como su primer magistrado.

En 1825 había caído en poder de tropas mexicanas el Fuerte de San Juan de Ulúa, que era el último reducto español en México, pero ni España, ni los españoles perdieron entonces la esperanza de reconquistar la antigua colonia; mientras se preparaban expediciones que partían de Cuba, los españoles residentes en México conspiraban y el Gobierno decidió expulsarlos y esta expulsión ayudó a consolidar la independencia, pero fue perjudicial para la economía, pues con los expulsados, salieron sus capitales. Entraron en su lugar los onerosos créditos y empréstitos exteriores y el dinero y la maquinaria inglesa para la rehabilitación de la minería, llegaron los comerciantes de Hamburgo, de Francia, de Inglaterra y de Estados Unidos. Se vivió la pugna de las logias, y se fraccionó el país.

Señoras y señores diputados; son estas las circunstancias históricas que enmarcan la vida y la obra de quien hoy conmemoramos su bicentenario, de quien empezara siendo José Ramón Adauto Fernando y Félix y terminara siendo Guadalupe Victoria, de quien naciera en Tamazuli y muriera en 1843 en el Castillo de Perote, de quien empezara en Oaxaca y en las selvas veracruzanas como guerrillero y terminara reposando como los héroes en la Columna de la Independencia, del que fuera el último súbdito de la Nueva Vizcaya y el primer ciudadano de México, del que cambiara la espalda de la insurgencia, por la pluma que perfiló la institución presidencial, del que soño con la utopía de la Independencia e inauguró la vialidad de la República.

Bien por Guadalupe Victoria, decir con infiesta: "que el hombre es el argumento para rendirse al universo y que la libertad hace al hombre amo del cosmos y entendedor de los otros hombres. El derecho es tanto ordenamiento coactivo de normas, como norma de orden con sentido, y que el Estado y el derecho, son las síntesis de independencia personal y social, independencia que da al hombre su dignidad y su posibilidad de misión, porque sin libertad puede existir el Estado, pero la libertad no puede existir sin el Estado y la prenda que el Estado empeña a la libertad siempre será la ley, será la Constitución. Porque sabemos que el hombre es la Patria que pasa y que la Patria es el hombre inmortal".

Gloria pues a Guadalupe Victoria. Muchas gracias.

El C. presidente: - En uso de la palabra la diputada Magdalena García Rosas.

La C. diputada Magdalena García Rosas: - Señor presidente, compañeros y compañeras: la fracción parlamentaria del Partido Socialista de los Trabajadores consideran un gran acierto de esta soberanía, el dedicar esta sesión solemne a recordar, aunque sea brevemente, a uno de los caudillos más destacados de nuestra lucha por la Independencia y la formación del Estado Nacional, que junto con Hidalgo y Morelos formó parte de la corriente política más avanzada y revolucionaria, de cuantas estuvieron presentes en esa etapa tan agitada de la historia patria.

Me refiero claro está, a don Manuel Félix Fernández, mejor conocido por el seudónimo adoptado por él para su actuación publica: don Guadalupe Victoria, cuyo bicentenario de su natalicio celebramos este año, y quien fuera el primer Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, desde el 10 de octubre de 1824 hasta el 1o. de abril de 1829.

Resulta conveniente recordar cómo a fines del siglo XVIII, la estructura económico- social formadas tras casi tres siglos de colonización española, entró en una profunda crisis estructural, que no pudo resolver antes del estadillo de la Revolución de Independencia en 1810.

En efecto, en los umbrales del XIX se registró en el país un incremento notable de la industria, el comercio y la agricultura. De tal modo que al crecer modernizándose las fuerzas productivas, agudizarán extraordinariamente las contradicciones sociales, políticas e ideológicas ya existentes en la sociedad colonial, esto coincidía con una etapa de profundos cambios revolucionarios en el resto del mundo, en particular Europa; gracias al hundimiento de los regímenes feudales y al avance, expresado de muchas maneras, del sistema capitalista de explotación.

De este modo, la crisis final del sistema colonial tiene como manifestación principal el choque entre la todopoderosa burocracia virreynal española, que se aferra a los restos de su poder despótico, y los hacendados criollos dueños de la tierra, nuevos señores del campo mexicano que ven cerrado su paso al poder político por el carácter colonial del estado novohispano. A partir de 1908 la lucha va tomando una cariz cada vez más violento y finalmente se da el estadillo revolucionario en 1810 con el Grito de Dolores.

La emancipación de México del yugo colonial se debió al poderoso movimiento revolucionario basado en la heroica lucha de las masas populares, dirigidas por los representantes políticos de los hacendados criollos y la naciente burguesía mexicana. Esta lucha se desarrolló en medio de una

profunda crisis de la España feudal y del debilitamiento de los pilares económicos y políticos de su sistema colonial. También contribuyeron al éxito de la Revolución, el ascenso general del movimiento liberador en el resto de la América hispana y las condiciones favorables de la situación internacional.

El pueblo mexicano pagó un alto precio por su victoria en la guerra de Independencia, en el curso de ella se destruyeron enormes fuerzas productivas, se desorganizó la vida económica del país y se registraron grandes pérdidas humanas (más de 600 mil muertos, según algunos autores). Pero estos sacrificios no fueron en vano; la guerra liberadora tuvo una enorme importancia para todo el desarrollo de México y de otros países de América Latina, condujo a la liquidación del sistema colonial y al establecimiento de su independencia política.

La antigua colonia, carente de derechos, se transformó en un Estado soberano, con ello se puso fin a numerosas restricciones que maniataban el desarrollo económico. De este modo, se crearon condiciones favorables para el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción, y para la incorporación del país al sistema económico mundial.

Fueron abolidos los tributos y el trabajo obligatorio de los indígenas en favor de particulares, del Estado o de la iglesia; se suprimió la esclavitud y se estableció el régimen republicano y parlamentario, se promulgó una constitución; se puso fin a la inquisición y se abolieron muchos títulos aristocráticos de origen colonial.

Sin embargo las tendencias más avanzadas y revolucionarias dentro del movimiento por la Independencia, no tuvieron el mismo peso a lo largo de todo el proceso, siendo determinantes en su inicio con la actuación de Hidalgo primero y Morelos después, pasaron a un segundo plano a la muerte de éste y el triunfo final, al consumarse la Independencia; ocurrió cuando las fuerzas políticas más conservadoras, representadas por Iturbide tenían la hegemonía en su conducción. Por ello, la lucha por las trasformaciones más avanzadas se prolongó en los primeros años del México independiente, hasta derrotar el efímero imperio de Iturbide; imponer el sistema republicano, proclamar la primera Constitución del país; y tomar posesión de su cargo el primer Presidente Constitucional de México: don Guadalupe Victoria, en 1824. Es dentro de este panorama, que se inscribe la personalidad del ciudadano que hoy recordamos.

Nacido en Tamazula, Durango, en 1986, abandonó sus estudios en el colegio de San Ildefonso para incorporarse a las fuerzas insurgentes, bajo las órdenes de Morelos, participó de manera muy destacada en numerosas acciones de armas, pero es recordado particularmente por su valentía en la toma de Oaxaca, el 25 de noviembre de 1812. En 1814, por orden del Congreso de Chilpancingo, se hizo cargo de la lucha por la Independencia en el estado de Veracruz.

Desde el primer momento, figuró entre los partidarios más consecuentes del ideario avanzado de Morelos, de tal modo que cuando se proclamó en 1821 el Plan de Iguala, propuso su modificación para llamar al gobierno, a un antiguo insurgente y no a un príncipe extranjero. Por este motivo, Iturbide lo relegó a un segundo plano y al formalizarse su gobierno imperial, lo puso preso por sus declaradas opiniones republicanas.

A la caída del imperio, figuró junto con Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negrete en el Triunvirato que se encargó provisionalmente del Poder Ejecutivo; celebradas las elecciones federales en 1924, fue electo Presidente Constitucional y pasa a la historia como el primer mexicano que ocupó ese elevado cargo.

Durante los agitados años de su gestión, se aprobaron numerosas medidas de carácter avanzado; se establecieron relaciones diplomáticas con Inglaterra, Estados Unidos, Colombia y América Central; se redujeron en número las fiestas religiosas, se firmaron los primeros convenios económicos con Inglaterra; se centralizaron las finanzas estatales y se creó la Tesorería General de la Nación; se formalizó la desaparición de la esclavitud, se inició la reglamentación central de la educación, etcétera.

De este modo, se afianzó para siempre en la conciencia de los mexicanos los principios fundamentales del sistema republicano del gobierno, desapareciendo casi por completo las fuerzas políticas monárquicas.

Al mismo tiempo, al acreditar una delegación oficial para participar en el Congreso Latinoamericano convocado por Bolivar, celebrado en Panamá en 1826, inició el proceso de formación de la conciencia latinoamericanista, tan propia de nuestros sectores democráticos más avanzados.

Para nosotros los socialistas mexicanos de hoy, el recordar la trayectoria política de los hombres más avanzados de la gesta nacional por la Independencia, no es un ejercicio puramente verbal, pues nos proclamamos coincidentemente herederos de su mejores afanes, continuadores de la lucha por sus ideales.

En las nuevas condiciones de México y en el mundo, muchos de los mejores objetivos de estos hombres están muy lejos todavía de ser una realidad concreta. La Independencia Nacional todavía se ve cuestionada por fuertes presiones

externas, la exigencia de un México más justo y democrático, todavía está muy lejos de ser alcanzada.

De aquí, porque los socialistas estamos comprometidos en luchar no sólo por conseguir esos objetivos, sino en desarrollarlos de acuerdo con la época, para asegurar a la generación de mexicanos que hoy apenas están haciendo, un país más independiente, más democrático, más justo y más feliz para todos.

Muchas gracias compañeros diputados por su atención.

El C. presidente: - Tiene la palabra el diputado Vicente Calvo Vázquez.

El C. diputado Vicente Calvo Vázquez: - Señor presidente; señoras y señores diputados: esta sesión solemne convoca para rendir a un destacado combatiente por la Independencia y soberanía de la Nación, ha sido utilizada por el partido de la derecha, que es precisamente el enemigo actual de la independencia y la soberanía, para hacer una serie de cargos políticos no fundamentados en ideas, sino recurriendo a la mera petición de esterotipos.

Contra la institución de la Presidencia de la República y contra sectores importantes de las fuerzas democráticas y patrióticas, maniobra que el Partido Popular Socialista rechaza con energía, reitera mi partido su preocupación porque considera que hoy la Patria está severamente amenazada por las fuerzas expansionistas más poderosas de la historia: el imperialismo norteamericano. Y consideran su deber llamar a la unidad de los patriotas, de los progresistas y revolucionarios para defender lo conquistado a lo largo de nuestra historia en luchas heroicas por nuestro pueblo y para defender y consolidar la independencia y la soberanía nacional; y que se cumpla la Constitución, en efecto; que se respete y se cumpla su artículo 3o., el 27 y 123 y sobre todo el 130.

Señoras y señores diputados; el estudio y la atención, en su nivel histórico adecuado de los hechos y actos libertarios de los héroes de nuestra Patria, nos dan la dirección objetiva para transitar por los caminos de la acción política y alcanzar los objetivos que el pueblo mexicano se ha trazado desde que las contradicciones de clase dieron al movimiento insurgente.

Desde entonces nuestro pueblo ha mantenido una lucha permanente para arribar a una sociedad más justa. El proceso revolucionario de nuestra Patria, se inició con la insurgencia que dio las lineas fundamentales para alcanzar, no tan sólo la independencia política, sino también nuestra liberación económica; destruir toda la estructura feudal esclavista que nos impuso la colonia y establecer un gobierno que fuera la genuina expresión de las masas populares.

Evocar la figura del general Guadalupe Victoria en el bicentenario de su nacimiento, es evocar a la pléyade de grandes hombres que nos dieron patria; es recordar a don Miguel Hidalgo, a don José María Morelos y Pavón, don José Antonio Torres, a Benedicto López, a los Galeana, a los Bravo, al mulato Valerio, a Mariano Matamoros, a Eugenio Montaño, a Vicente Guerrero, a José Francisco Asorno, Antonio Valadez, Allende y Aldama, quienes formaron la plana mayor de los jefes militares de la Independencia. Todos ellos surgieron del pueblo de la colonia, indios, mestizos, mulatos y negros que formaron los ejércitos libertadores de México.

Nuestro movimiento insurgente fue una auténtica revolución del pueblo, no fue sólo un movimiento de carácter político, sino una lucha económico- social, sus grandes caudillos como Guadalupe Victoria salieron de esos contingentes que durante el dominio extranjero no habían podido ser los usufractuarios de los bienes de su Patria, ni habían tenido voz para conducir los destinos de su Nación. Ejércitos que se lanzaron a la lucha por romper la estructura política y económica impuesta por el gobierno colonialista a la Nueva España.

El ansia de libertad, señoras y señores diputados, fue uno de los móviles del movimiento insurgente, salir de la esclavitud a la que se tenía sometido el pueblo, los gobiernos ostentados por peninsulares y sólo por peninsulares, fue otra de las causas del movimiento de Independencia.

La ubicación de las castas españolas en los altos puestos del gobierno virreynal, de la iglesia y del ejército y también el régimen económico que favorecía la metrópoli imperial, empobreciendo la Nueva España, pidiéndole desarrollar sus fuerzas propias y establecer un desarrollo social y económico y político autónomo.

Doscientos años ha que nació don Guadalupe Victoria (1786), un hombre escogido por la convicción de sus ideales y por la esperanza del triunfo de los mismos, el estandarte de Hidalgo, con el que inicia la Revolución de Independencia que siguieron los indios mexicanos y mestizos, para derrocar al Gobierno que los oprimía y sumía en el hambre y la miseria, así como de su fe en la victoria del movimiento insurgente, forma su nombre: Manuel Félix Fernández, nombre con el que se registra en la iglesia Guadalupe Victoria, nombre con que se registra en la historia.

Fue uno de los más valerosos lugartenientes de Morelos, estuvo en las acciones de mayor

renombre con el caudillo suriano, la toma de Oaxaca, el 25 de noviembre de 1812, la batalla más brillante que sostuviera Morelos, en la cual demostró su estrategia genial, Guadalupe Victoria se distinguió como nadie; su frase "va mi espada en prenda, voy por ella"; refleja el coraje de un hombre que estaba dispuesto a dar la vida por su Patria en todas las circunstancias.

Guadalupe Victoria jamás perdió la fe en la liberación de su país. Cuando la Revolución Insurgente parecía extinguida después de la muerte de Morelos, Guadalupe Victoria, al igual que Vicente Guerrero y otros combatientes, recurrieron a la guerra de guerrillas. Era indispensable mantener la llama de la insurgencia en las montañas, en la selva, en los caminos estratégicos, hasta que nuevamente la llamarada se avivara y volviera a incendiarse el país.

Guadalupe Victoria combatió Veracruz, allá se refugió en la selva y en la montaña para hostigar los comboyes realistas en el camino del puerto a la ciudad de México.

Era un ermitaño por su aspecto, pero tenía los ojos y el alma pegados a la tierra mexicana, tenía que cumplir con un mandato del Congreso de Chilpancingo. De allá salió templado, endurecido para afrontar los peligros, pero sensible ante las demandas del pueblo y de la Nación.

No se adhirió el Plan de Iguala de manera incondicional, sino que pensó que era indispensable cotejarlo con la realidad y con las aspiraciones del pueblo. Se dio cuenta en ese cotejo, que no había nada en común entre el pensamiento conservador del Plan de Iguala y las ideas de la Revolución Insurgente, por eso propuso cambios substanciales al documento.

Esa valerosa y consecuente actitud, hizo que Iturbide lo mandara encarcelar, de ahí que Guadalupe Victoria no participara en la estructuración del efímero imperio.

Fiel a sus ideas republicanas, se levantó en armas en contra de Agustín de Iturbide al igual que Vicente Guerrero. El imperio fue destruido y los antiguos insurgentes tomaron las riendas del país. Formó parte del Triunvirato que se hizo cargo del poder al rodar la corona del antiguo realista Vallisoletano.

El 10 de octubre de 1824 tomó posesión como primer Presidente de la República, tenía que gobernar con una Constitución híbrida que era el fruto de una transacción. Las fuerzas avanzadas ganaban el federalismo y la República representativa; pero toda la estructura económica- social de la colonia quedaba intacta.

A pesar de todas las dificultades que afrontaba el país, Guadalupe Victoria trató de enumerar a la naciente República por la senda de un gobierno popular y democrático.

Durante su gestión presidencial, se tomaron las medidas necesarias para expulsar definitivamente a los españoles de San Juan de Ulúa; se concertaron las primeras relaciones diplomáticas; se enviaron delegados al Congreso Anfitriónico de Panamá, convocado por Simón Bolivar en 1826; se impulsa la educación y la cultura moderna con la difusión del sistema Lancasteriano; se impulsa la imprenta en todos los estados de la República y Tlaxcala nace a la vida nacional como nuevo territorio de la Federación, antecedente de su categoría de estado.

Guadalupe Victoria, hombre de acción y con anhelos de ser siempre un militante avanzado, perteneció a lo que podríamos denominar el partido de la izquierda en los albores de nuestra vida independiente. Junto con Guerrero y otros paladines de ideas progresistas, se afilia a la masonería yorkina, la que luchaba por llevar hasta sus últimas consecuencias los anhelos populares que se perfilaron desde la Revolución Insurgente.

Guadalupe Victoria, en esta hora de peligro para la Nación, cuando el imperialismo nos presiona para que cambiemos el rumbo, es ejemplo a seguir, por su intransigencia revolucionaria y nacionalista. Jamás quiso amnistiarse y hasta el último momento de su vida, cumplió el compromiso adquirido voluntariamente con su patria.

Su vida es un ejemplo de heroicidad y estoicismo, nunca pactó con los traidores ni con los enemigos de la Nación y mantuvo sus principios hasta el último momento.

Guadalupe Victoria, quien estuvo en donde la lucha revolucionaria lo colocó; ocupa, por derecho propio, un lugar entre los próceres de nuestra historia.

El C. presidente: - Tiene la palabra el diputado Reyes Fuentes García.

El C. Reyes Fuentes García: - Rendimos hoy público y merecido homenaje a la memoria enaltecida de un heroico valor nacional, un patriota que con su sangre y su vida escribió páginas inmortales en la historia patria. Rendimos hoy homenaje emocionados al primer Presidente de esta patria nuestra independiente, rendimos homenaje en el CC aniversario de su nacimiento, al patriota inmortal don Guadalupe Victoria.

Don Guadalupe Victoria, nació a finales del siglo XVIII en Villa de Tamasula, antigua provincia de Nueva Galicia, hoy estado de Durango, el 29 de septiembre de 1785. Su nombre verdadero fue el

de Miguel Fernández, hijo de don Manuel Fernández y Alejandra Félix, honorable familia mexicana.

Los éxitos de don José María Morelos causaron profunda impresión entre la juventud de aquellos días, porque los ideales de Morelos eran ideales de Independencia nacional frente al colonialismo español.

El joven Miguel Fernández Félix, siendo estudiante se incorpora al ejército insurgente, adoptando el nombre simbólico de don Guadalupe Victoria, la victoria habría de resultar favorable a las armas insurgentes, y en su propio apellido consagró para la historia el triunfo de las armas y para gloria nacional, fue el primer Presidente de México independiente.

Después de la proclamación de independencia, Guadalupe Victoria preclaro liberal, volvió a tomar las armas contra el realista y monárquico Agustín de Iturbide, que se hizo elegir emperador. Pronto cayó el efímero imperio de Iturbide y el Congreso Federal restablecido, nombró en la capital de la República en Triunvirato como Poder Ejecutivo. Este Triunvirato se integró por Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete.

Agustín de Iturbide derrotado, partió de Tacubaya al 30 de marzo de 1823, saliendo por Veracruz hacia el destierro. Se le respetó la vida pero pronto volvió de incógnito al país, desembarcó en Soto la Marina, Tamaulipas, fue aprehendido y fusilado por traidor, por acuerdo del Congreso de aquél estado. Fracasó una vez más el intento de imponer a México un gobierno monárquico; la Independencia y la Patria se salvaron, Iturbide fue fusilado el 29 de julio de 1824 y sepultado ahí, en el atrio de la iglesia de Padilla, Tamaulipas.

Don Guadalupe Victoria emergió con su pueblo triunfante, y con ello con la República, y la República siguió su marcha independiente. El 10 de octubre de 1824 el Congreso General eligió presidente a don Guadalupe Victoria, así se eligió el primer presidente de nuestra República, don Guadalupe Victoria falleció el 21 de marzo de 1842, pero su espíritu, su temple republicano unida en nuestras conciencias y en la conciencia de nuestra pueblo de México.

El Congreso Federal lo enalteció justamente, otorgándole el título relevante de "Benemérito de la Patria".

Dos hechos relevantes caracterizan aquel período histórico, el intento de Iturbide por restaurar la monarquía como forma de gobierno en contradicción con el Gobierno republicano, y segundo, los intentos de la triple alianza, Francia, Inglaterra y España de volver a colonizar a México.

Los intentos monárquicos de Iturbide terminaron su fusilamiento, ahí en Padilla. Y los intentos de colonización también terminaron con el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía, en el Cerro de las Campanas. Asimismo, cierto es, en 1847, los Estados Unidos de Norteamérica quisieron también con el nacimiento de la nación mexicana. Una nueva potencia colonialista que invadió a México y proclamó la doctrina Monroe: "América para Norteamérica". quiso dominar al país.

La joven nación mexicana resultó victoria contra los colonizadores, fue un período de liberación de las colonias de América para constituirse en naciones independientes y soberanas. La nación mexicana libró una lucha heroica, pero al fin, victoriosa, don Guadalupe Victoria es un símbolo inmortal de esas luchas junto a una pléyade de patriotas como Morelos, Bravo, Hidalgo.

Al conmemorarse el bicentenario del nacimiento de don Guadalupe Victoria, la nación mexicana y su pueblo, mil veces heroico, reafirma sus ideales, sus aspiraciones y los firmes propósitos de seguir librando batallas por la nación que nos heredaron nuestros héroes.

Sigue estando en peligro la independencia y la soberanía de la nación, pero hoy más fuertes, más unidos que nunca, está el pueblo de México dentro del avance progresista y democrático de la nación.

Compañeros diputados, don Guadalupe Victoria, primer Presidente de México, de pensamiento liberal esclarecido, grabado está en la historia patria. Sus restos mortales yacen en la Columna de la Independencia en el Paseo de la Reforma, pero su imagen, sus principios y sus victorias, yacen para siempre en las conciencias y en los corazones de todos los mexicanos son imborrables.

Al rendir homenaje enaltecido a don Guadalupe Victoria en este día, rendimos homenaje a todos nuestros héroes que nos dieron patria, que nos dieron nación, que nos dieron independencia. En la LIII Legislatura del Congreso de la Unión vive actual y está presente esa inspiración y ese ejemplo del primer Presidente de México don Guadalupe Victoria.

ACTA DE LA PRESENTE SESIÓN

El C. secretario diputado Antonio Melgar Aranda:

«Acta de la Sesión Solemne de la Cámara de Diputados de la Quincuagésima Tercera Legislatura del H. Congreso de la Unión, celebrada el día nueve de octubre de mil novecientos ochenta y seis.

Presidencia del C. diputado Juan Moisés Calleja García.

En la ciudad de México, a las once horas y quince minutos del jueves nueve de octubre de mil novecientos ochenta y seis, con asistencia de trescientos cinco ciudadanos diputados, la presidencia declara abierta la sesión solemne con el fin de conmemorar el bicentenario del natalicio del general don Guadalupe Victoria, primer Presidente de México.

La propia presidencia da la bienvenida y agradece su presencia en esta sesión del C. Guillermo Mercado Romero, quien concurre con la representación de la H. Colegisladora del C. licenciado José Luis Ramírez Gamero, gobernador del estado de Durango; de ministros de la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación; de la C. Clementina Gil, presidenta del Tribunal Superior de Justicia, y magistrados de este mismo alto tribunal.

Acto seguido, hacen uso de la palabra para rendir homenaje a don Guadalupe Victoria, los CC. Ángel Sergio Guerrero Mier del Partido Revolucionario Institucional; Gonzalo Altamirano Dimas del Partido Acción Nacional; Eraclio Zepeda Ramos por el Partido Socialista Unificado de México, Partido Revolucionario de los Trabajadores y Partido Mexicano de los Trabajadores; Jaime Haro Rodríguez del Partido Demócrata Mexicano; Magdalena García Rosas del Partido Socialista de los Trabajadores; Vicente Calvo Vázquez del Partido Popular Socialista; Reyes Fuentes García del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.

Está a discusión el acta. No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica, se pregunta si se aprueba. Los que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. Aprobada, señor presidente.

El C. presidente: - Se levanta la sesión solemne, y esta presidencia agradece la asistencia con que nos han honrado nuestros distinguidos invitados.

TAQUIGRAFÍA PARLAMENTARIA Y

DIARIO DE LOS DEBATES