La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli (Toca la campanilla y dice): Pido a la Secretaría informe a esta Presidencia si existe el quórum reglamentario para esta sesión.
La Secretaria diputada María Sara Rocha Medina: Se informa a la Presidencia que existe el quórum reglamentario para esta sesión.
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: Se pide al Secretario de la Honorable Cámara de Senadores, haga del conocimiento de esta Presidencia la asistencia de senadores y senadoras de la República.
La Secretaria senadora Eugenia González Hernández: Con mucho gusto señora Presidenta.
Se informa al Honorable Pleno que de acuerdo con el registro previo de asistencia, se encuentra debidamente acreditada la asistencia de 78 senadoras y senadores.
La Secretaria diputada María Sara Rocha Medina: Hay quórum del Congreso General, diputada Presidenta.
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: Gracias Secretaria. (A las 17:06 horas) Se abre la sesión de Congreso General para conmemorar el Bicentenario del Natalicio de Don Benito Juárez García.
Se designa en comisión para recibir al Presidente de la República, a los siguientes ciudadanos legisladores:
Diputado Francisco Cuauhtémoc Frías Castro, diputado Roberto Antonio Marrufo Torres, diputado Armando Leysón Castro, diputado José Erandí Bermúdez Méndez, diputada Guadalupe Judith Díaz Delgado, diputado Sergio Augusto Magaña Martínez, diputado Reynaldo Francisco Valdés Manzo, diputado Luis Antonio González Roldán, diputado Pedro Vázquez González, y diputado Juan Fernando Perdomo Bueno; y a los señores senadores: Rubén Zarazúa Rocha; Filomena Margaíz Ramírez; Rutilio Cruz Escandón Cadenas, y Emilia Patricia Gómez Bravo.
Se designa en comisión para recibir al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a los siguientes ciudadanos legisladores:
Diputada María de Jesús Aguirre Maldonado, diputado Alfredo Gómez Sánchez, diputada Rebeca Godínez y Bravo, diputado Ernesto Herrera Tovar, diputada Jacqueline Argüelles Guzmán, diputado Juan Antonio Guajardo Anzaldúa, y al diputado Jesús González Schmal
Por su parte para acompañar al Ministro Mariano Azuela, igualmente se designan:
Al senador Doroteo Zapata García, senador Gilberto Mongan Álvarez, y senador Rafael Palacios Cordero.
Esta Presidencia invita a los legisladores integrantes de las comisiones procedan a cumplir con su cometido y se declara un receso en espera del Presidente de la República.
(La comisión cumple con su cometido)
(Receso)
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: Se reanuda la sesión.
Se invita a los presentes a ocupar sus lugares.
Se invita a los presentes a ponerse de pie para rendir honores a la Bandera y posteriormente escuchar el Himno Nacional.
(Homenaje a la Bandera)
(Himno Nacional)
Nos acompañan en esta Sesión Solemne el licenciado Vicente Fox Quesada, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
El Ministro Mariano Azuela Huitrón, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Familiares de Don Benito Pablo Juárez García. Sean ustedes bienvenidos.
El Honorable Cuerpo Diplomático acreditado en México.
Ciudadanos gobernadores y el Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Ciudadanos Presidentes de los Congresos Estatales y de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
Ciudadanos Presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia Estatales y del Distrito Federal.
Representantes de organizaciones liberales; representantes de instituciones académicas de Educación Básica, Media, Media Superior y Superior e invitados de la Comisión Especial para los festejos del "Bicentenario del Natalicio de Benito Juárez".
Sean todos ustedes bienvenidos a la Casa de la Nación. (Aplausos)
Nos acompaña como Presidente del Senado, corresponsable de la organización de este magno evento de Congreso General, al Presidente del Senado, senador Enrique Jackson Ramírez. (Aplausos)
Él es de aquí, pero entre los dos organizamos este evento. Gracias.
Harán uso de la palabra los siguientes legisladores hasta por diez minutos:
El diputado Emilio Chuayffet Chemor, representante del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Institucional. El senador Héctor Larios Córdova, representante del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional. El senador Oscar Cruz López, representante del grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática. La senadora Emilia Patricia Gómez Bravo, representante del grupo parlamentario del Partido Verde Ecologista de México. El diputado Pedro Vázquez González, representante del grupo parlamentario del Partido del Trabajo. El diputado Jesús Martínez Alvarez, representante del grupo parlamentario de Convergencia.
Posteriormente, nos dará su mensaje el Presidente de la Comisión de Festejos del Bicentenario del Natalicio de Don Benito Juárez García, el senador Sadot Sánchez Carreño y finalmente el mensaje de la Presidenta del Congreso de la Unión, la diputada Marcela González Salas y Petricioli. (Aplausos)
Tiene el uso de la palabra el diputado Emilio Chuayffet Chemor del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Institucional.
El diputado Emilio Chuayffet Chemor: Ciudadanos titulares de los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial de la Unión: Honorable Congreso: Señoras y señores:
Hoy recordamos a Benito Juárez y con él, la reforma y el triunfo del liberalismo. Detrás de la historia siempre está la historia; detrás de la vida de Juárez, la vida del liberalismo mexicano, de ambos, de la idea y del hombre, del programa y de la voluntad que le dio cima, derivan lecciones que en nuestra circunstancia debemos aprovechar.
El liberalismo es un intento de explicación del mundo que pugna por transformarlo, es ideología que quiere hacerse realidad. En él, la idea quiere condicionar al hecho, pero a su vez recibe de éste, una decisiva influencia que la perfecciona. El liberalismo crea ante todo, en el poder transformador del derecho y de las instituciones; recoge esa convicción en todos sus grados y matices, desde el fetichismo ingenuo que concede facultades milagrosas a la ley, hasta el idealismo práctico que sostiene que dentro de ciertos limites es posible cambiar la realidad a partir de la norma. El proyecto liberal está en cimiente en la Constitución de 1824, democracia, libertades civiles y públicas, federalismo, protección a la propiedad y libre cambio.
La dictadura, la experiencia trágica de la pérdida de nuestro territorio y desde entonces, la conciencia del riesgo de nuestra vecindad, la miseria de cinco de ocho millones de habitantes la ineficacia del "programa conservador" y la desigualdad consecuente, abren la escena histórica a través de la Revolución de Ayutla a Juárez y a la gigantesca generación de la reforma que le acompaña.
Arribamos por la crisis más severa del siglo XIX al momento estelar de nuestra historia. Consumada la Independencia, habrá ahora de consumarse la creación de la nueva sociedad civil y política. México se precipita irremisiblemente a la modernidad: la reforma está en marcha, inunda la Nación; Ocampo, desenterrando las "tesis de Mora", preconiza la secularización; Lerdo, exige la moralización del poder público y de la sociedad"; Juárez avanza en el terreno del igualitarismo. Todos coinciden en la vuelta al principio descentralizador del federalismo y reclaman también la Supremacía del Estado.
Un doloroso desprendimiento habrá de dividir a los liberales, marcando el proceso constitucional del 57 y desencadenando la guerra civil de los tres años. Se separan en cuanto al método, celeridad o gradualismo; los "puros de Nueva Orleáns", Juárez, Mata, Ocampo, Arriaga, responden: "una revolución que se detiene, retrocede". Los moderados cuestionan, sin embargo, la conveniencia del tiempo.
Los "puros" no tienen duda: se apoyan doblemente en el espíritu del siglo y en la potencia de la voluntad nacional. De inmediato obtienen frutos: La "Ley Juárez" sobre Administración de Justicia, la "Ley Lerdo" que Desamortiza a los Bienes Eclesiásticos y la "Ley Iglesias" que crea el Registro Civil.
El Congreso Constituyente se instala con "moderados" y "puros". La Constitución vuelve a ser, en cierto sentido, una gran transacción. El texto por un lado suprime los fueros, expresando sus autores que la igualdad será, de hoy en más, la gran Ley en la República, pero no seculariza, no consagra de la libertad de cultos. Apenas prescribe la tolerancia gracias a la influencia mediatizadora de Comonfort.
Atrapado por sus vacilaciones, Comonfort cede a la reciedumbre de Juárez. Sigue en su caída la inexorable sentencia del precursor Mora. En política, los temperamentos medios participan de todos los inconvenientes de los extremos sin ninguna de sus ventajas.
El Presidente Juárez, va a dar entonces al liberalismo –que ya era sinónimo de federalismo y democracia- significado, primero, de supremacía del Estado y después, de nacionalismo.
Cuando estalló la guerra, como lo explicó Juárez al término de ella en célebre discurso dirigido al Congreso el 9 de mayo del 61, "el pueblo sintió la necesidad de no limitarse a defender sus legítimas instituciones, sino de conquistar nuevos principios para no volver al punto de partida, sino avanzar en la reforma".
La Ley de Nacionalización de los Bienes del Clero, expedida en julio del 59, va más allá de la desamortización; nacionaliza y declara separados para siempre al Estado y a la Iglesia. La ley del 4 de diciembre del 60, irrumpe en la novedad: postula la libertad de creencias, culminación de nuestro proceso liberal, invirtiendo ahora los términos del discurso político para decir que lo herético, es querer obligar a alguien a compartir la búsqueda del absoluto en el que cada quien pueda creer. Seculariza la sociedad y llega así a una solución mexicana: la Iglesia está siempre sujeta al Estado en todos aquellos actos que tengan efecto en la sociedad civil.
Con arreglo a la teoría de la Soberanía, el Estado de seculariza y no interfiere en las actividades estrictamente religiosas con arreglo a las libertades de culto y de creencia. Desde entonces en México –y no es opcional- "ni Iglesia con poder político, ni injerencia Estatal en la fe". (Aplausos)
La nueva sociedad, el liberalismo triunfante y el Presidente Juárez, van a enfrentar ahora su prueba final. Desde los días lejanos del 40, un liberal desencantado, decepcionado de nuestros tropiezos y consternado por el alto precio que por ellos pagábamos, Gutiérrez de Estrada exclamaba: "A la paz por la monarquía". Luego de la guerra del 47 agregaba que el monarca tendría que ser un príncipe europeo para resistir el embate del expansionismo norteamericano.
En 61, derrotados los conservadores inventaron la monarquía, embaucaron a un príncipe y montaron la tragicomedia de la intervención. Con Juárez a la cabeza el liberalismo se funde ahora, como escribe Rabasa, con la idea de patria: nacionalismo, democracia, igualdad, federalismo y secularización, son ya los contenidos del concepto multívoco de lo liberal.
Vuelta la paz, Juárez termina sus días como transformador que aspira a la perdurabilidad de su obra porque la sabe buena revolucionado la educación, proveyendo su gratuidad, disponiendo su obligatoriedad y subrayando su profundo contenido formativo, ético y político.
A su muerte el liberalismo se interrumpe de la manera más cruel. Díaz oficializa la práctica de la simulación, convierte al Benemérito en estatua despojándolo de su dimensión humana como hombre de aciertos y yerros y lo vuelve con malicia dogma descarnado.
Pero la revolución reanuda, contra lo que se cree, el proceso liberal. A Juárez debemos el triunfo del liberalismo, por eso y como tributo a su memoria he querido recordar las ideas que lo movieron y a las que conmovió dando concreción.
Juárez es como dice Simpson, el hombre de la ley; el símbolo de un México todavía perdido en el distante futuro; Juárez es lección viva más en tiempo de crisis que de serenidad y calma. Porque en la crisis nos aproximamos a él y a sus circunstancias y comprendemos mejor su grandeza.
Juárez y los varones de la Reforma moralizaron a México, democratizaron su vida, revitalizaron el espíritu descentralizador del federalismo, pelearon por la igualdad, afirmaron la supremacía del Estado y confundiéndose con la Patria encarnaron el nacionalismo beligerante y triunfante, revolucionario y transformador.
Dos días después de la muerte del indio Juárez, escribía Justo Sierra: Su memoria será un estímulo para sus conciudadanos si las amargas horas de la prueba vuelven a enlutar la frente de México. Y quién sabe si algún día esa grande alma, más purificada, tenga que venir a habitar otra vez entre nosotros con una misión más difícil todavía pero más trascendental y que él sabrá llenar con más gloria.
Hoy, releyendo a Justo Sierra, se antoja que más que un editorialista escribió un profeta.
Muchas gracias.
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: Tiene el uso de la palabra el señor Senador Héctor Larios Córdova, representante del grupo parlamentario del Partido Acción Nacional.
El senador Héctor Larios Córdoba: Con el permiso de la presidencia; señor Presidente de la República; señor presidente de la Suprema Corte de Justicia; familiares de don Benito Juárez; compañeras, compañeros legisladores; cuerpo diplomático:
Sin duda alguna hoy es un gran día de fiesta para México y no podría el Poder Legislativo Federal dejar de tomar parte en este homenaje nacional que en todos los rincones de nuestra Patria hoy se rinde al más universal de los mexicanos, a don Benito Juárez García, en sus 200 años de natalicio.
Su obra, los principios que lo inspiraron, las transformaciones que indujo en nuestro México, son parte de nuestro pasado común y nuestro presente que nos une y nos da identidad.
Somos los mexicanos un pueblo que compartimos un territorio y un gobierno que nos dimos. Pero adicionalmente nos unen y nos permiten constituir una nación, una historia común, tradiciones y valores, un lenguaje que nos comunica y una diversidad cultura y étnica que nos enriquece.
Puesto entonces que la historia común es uno de nuestros elementos que nos une y el protagonista más reconocido de esa historia, Benito Juárez, debe en consecuencia ser factor de unidad de los mexicanos y debe seguir siendo por siempre símbolo de orgullo e identidad nacional.
Juárez, un mexicano que dedicó su vida en cuerpo y alma al ejercicio de la política, al servicio público en los tres poderes y en los tres niveles de gobierno: regidor del ayuntamiento de Oaxaca; juez civil; funcionario estatal; diputado local; dos veces gobernador de Oaxaca; diputado federal; ministro de justicia y ministro de Gobernación; ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; y desde luego, tres veces Presidente de la República.
La gran epopeya de vencer con tenacidad a la invasión extranjera y al imperio de Maximiliano, le ganó el respeto y el reconocimiento internacional.
En vida, fue reconocido por el Congreso de Colombia y por el gobierno de la República Dominicana, declarado "Benemérito de las Américas".
Víctor Hugo le escribió a Juárez en 1867: "México se ha salvado por un principio y por un hombre. El principio, la República. El hombre, sois vos". El mismo Víctor Hugo publicó en varios diarios del antiguo continente: "Europa en 1863 se arrojó sobre América. Por una parte, dos imperios. Por la otra, un hombre. Un hombre con sólo un puñado de hombres. Después de cinco años la nube se ha disipado y entonces se ha visto dos imperios caídos por tierra, y sobre este horroroso derrumbamiento, un hombre de pie: Juárez y al lado de ese hombre la libertad".
El mejor homenaje que podemos rendir a Benito Juárez en una ocasión tan especial es ponderar objetivamente el valor de su obra y de su legado, considerando para ello tanto al hombre como a su tiempo destacando en todo caso lo que la figura del presidente Juárez representa en la definición del México actual y como parte fundamental del pasado común de todos los mexicanos.
Lo anterior sería imposible si no mantenemos el respeto entre el pasado y el presente. Si juzgamos a los personajes sólo desde perspectivas ideológicas afines o antagónicas, o si revivimos querellas seculares que ni son nuestras, ni nos traen algún provecho.
Pavorosa posibilidad el que este homenaje fuera la ocasión para reiniciar enfrentamientos estériles y no motivo de reencuentro con nuestro pasado.
De su personalidad desataca su tesón, su perseverancia. Por su origen zapoteco, por la terrible condición de pobreza en el pueblo que lo vio nacer, con un futuro verdaderamente sombrío, su historia parecería –sin más- una epopeya.
Tenía que ser así el caso de un mandatario que ejerció el poder en uno de los tiempos más complejos de la historia de México. En condiciones de interminable guerra civil, miseria e ignorancia generalizadas; pérdida importante del territorio nacional; debilidad institucional; bancarrota fiscal; desorden interno y para colmo, intervención extranjera.
Datos concretos de un entorno político adverso, por decir lo menos, el cual sin lugar a dudas dio lugar a decisiones controvertidas que han sido analizadas desde múltiples puntos de vista y que marcan el legado que Benito Juárez dejó a México y a la humanidad.
El propio Juárez reconocía su perseverancia. En la carta que en 1870, tres años después del fusilamiento de Maximiliano enviaba a los franceses junto con otros mexicanos, con motivo de la invasión que estos sufrían por parte de Prusia, les decía: "En cuanto a mí, y éste es mi único mérito, ayudado por algunos patriotas indomables mi fe no vaciló nunca. A veces, cuando me rodeaba la defección a consecuencias de aplastantes reveses, mi espíritu se sentía profundamente abatido, pero inmediatamente reaccionaba recordando aquél verso inmortal del más grande los poetas: ninguno ha caído si uno sólo permanece en pie".
Benito Juárez no fue ni mucho menos un hombre de esos que ceden respecto a los principios y objetivos que se fijan para lograr; su tesón y determinación fueron reconocidos por sus contemporáneos y se convirtieron en causa eficiente del devenir de la época de Reforma y de la construcción del Estado laico.
Los graves retos que debió enfrentar ni lo doblegaron ni lo derrotaron; por el contrario, en cada episodio donde podría preverse que acabaría su carrera política terminaría cada vez más fortalecido, venciendo al final a todos sus oponentes: liberales y conservadores.
Cultivó virtudes ejemplares que deben destacarse como la austeridad republicana, identificable en la imagen de un funcionario que no se enriqueció a expensas de su cargo, que mantuvo un patrón de vida digno y sin ostentaciones que, pese a todos los obstáculos, formó una sólida familia y que ante las adversidades asumió una fortaleza interior y una capacidad de resistencia pocas veces vista en la historia de México.
De su formación como abogado adquirió como político un fuerte compromiso con el estado de derecho y con el respeto a la Constitución. Decía: "La voluntad general, expresada en la Constitución y en las leyes que la nación se ha dado por medio de sus legítimos representantes, es la regla a que deben sujetarse los mexicanos para labrar su felicidad a la sombra de la paz, porque una vez que la voluntad voluble de un hombre sustituya a la de la ley ya no hay más que anarquía o despotismo o las dos cosas juntas".
En términos objetivos es indudable que el balance final, donde se deben de incluir desde luego el rescate a la soberanía nacional o la segunda independencia, como la llamaba él, la separación de la iglesia y el Estado, la noción constitucional de organizar a la República conforme a los principios de la igualdad de los ciudadanos ante la ley, el sistema federal, la democracia, la división de poderes, así como la construcción de instituciones cuya función para gestionar el bienestar prevalecen hasta nuestros días es en sí mismo bastante para que la obra del presidente Juárez ocupe merecidamente el lugar que tiene en la historia.
Hombre de gran sensibilidad, baste como ejemplo que en una época de enormes dificultades, mediante decreto creó la Escuela Nacional de Ciegos para que ahí se formaran, aprendieran oficios y pudieran integrarse a la sociedad.
Político liberal moderno, impulsó el primer ferrocarril en México con inversión extranjera. A través de las Leyes de Reforma realizó la separación entre Estado e iglesia, desarrollando el Estado laico y acabó con los fueron eclesiásticos y militares.
Acción Nacional reconoce y siempre ha reconocido como una de las principales aportaciones de Juárez a nuestra patria el Estado laico. Sin libertad los valores humanos se asfixian y perecen. Ofende a la libertad de las personas que se pretenda, desde el Estado, imponer formas de pensamiento o de conducta personal.
Cómo no estaría a favor del Estado laico un partido que nació y ha vivido proclamando la primacía de la persona humana, que ha luchado porque no tenga cortapisas el ejercicio de su libertad, sin más límites que el derecho de los demás.
Muy lejos de Benito Juárez concebir el Estado laico como un Estado que combate a las iglesias o a las religiones; por el contrario, el Estado laico es la única garantía de libertad de cultos y de libertad religiosa.
Así lo afirmó el propio Juárez en septiembre de 1860. Decía: "Es nuestro objeto cumplir y hacer cumplir la ley y hacer efectivas las garantías que tiene el hombre para pensar, hablar, escribir, adorar a dios en su conciencia y ejercer sus demás facultades sin otro límite ni valladar que el derecho de otro hombre".
En este bicentenario valdría la pena profundizar en el conocimiento de esta persona como ser humano, con sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus errores, pero sobre todo impulsar la idea juarista, completar el fortalecimiento del Estado de la República de la separación de poderes.
Con todo ello hemos estado comprometidos y lo seguiremos estando todos los que pertenecemos a Acción Nacional. (Aplausos)
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: A continuación tiene el uso de la palabra el senador Oscar Cruz López, en representación del grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática.
El senador Oscar Cruz López: Con su permiso, ciudadana Presidenta. Ciudadanos titulares de los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial de la República Mexicana; compañeros integrantes del Congreso de la Unión; distinguidos familiares del Presidente Juárez; señoras y señores:
En 1550, en Valladolid, España, Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas polemizaban acerca de la racionalidad de los indígenas mexicanos, de que si eran capaces de gobernarse por ellos mismos o requerían de la tutela extranjera. Trescientos años después recibieron la respuesta, contundente, con el indio grande de Guelatao.
Todavía en el siglo XIX qué difícil era aspirar a las luces del conocimiento superior y aún ahora sobre todo para los indígenas considerados hombres de servidumbre, seres inferiores, mexicanos que en el México independiente todavía se encontraban atrapados en las mallas estamentales de la Colonia.
Desde niño Juárez manifiesta su amor al conocimiento y a la libertad. De joven es el estudiante modelo que ávido de saber penetra en los libros y se entrega con sus conocimientos como arma a la tarea de forjar una nueva sociedad; la defensa de los pueblos losichas evidencia su carácter legítimo como abogado de la raza indígena.
Qué difícil ha de haber sido para las elites privilegiadas, aceptar que un indio zapoteca pudiera elevarse y alcanzar las más altas responsabilidades, que hubiera podido gobernar su estado natal y que fuera capaz de crear leyes, más aún, que osara en ellas atentar contra los fueros y los privilegios de las clases superiores.
Así, menospreciado por los conservadores mexicanos y europeos, Juárez, el indio ladino en opinión de los monarcas y adalides de las ideas más retrógradas del viejo mundo, era considerado incapaz de gobernar un país que por sí mismo parecía ingobernable.
Cuánto se equivocaron. Con determinación Juárez se alzó como un constructor del Estado mexicano y como defensor de su soberanía.
Durante muchos años y por los más diversos motivos se han hecho inventarios biográficos de Benito Juárez; no son menos las auditorias históricas y las denuncias políticas o los anatemas de quienes se consideraron socios de Dios. Así es siempre con los grandes hombres. Su grandeza transita entre las pasiones y las miserias humanas, entre las loas y los vituperios y ante la leyenda y los lugares comunes, se yergue el estadista con entereza, sin deuda alguna para su patria.
Su origen indígena, su preparación profesional, la gubernatura en el estado de Oaxaca y aun su exilio, contribuyeron a su formación política templando su carácter.
En Nueva Orleáns, en rústica mesa en donde se enrollaba tabaco, ahí mezclaba el trabajo con el estudio, la crítica con la meditación, un grupo de exiliados mexicanos. En el destierro forjaban el espíritu de la Constitución de 1857; Carta Magna que como dijo Carlos Pereyra, hizo del papel una institución viva donde se animaron las formas de las leyes con su alma inmensa y las que hizo pasar a la conciencia popular como partículas de su propia individualidad. De un libro de preceptos hizo epopeya al asociarla a nuestra historia y asoció a la Constitución a nuestro propio carácter e infundió en ella un hálito potente.
Qué lejos en aquel entonces estuvo la dictadura santanista de prever que en Nueva Orleáns Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, José María Mata, Manuel Zepeda Peraza y desde luego, Benito Juárez, cincelaran la república liberal.
El Juárez que conocemos se forjó en el crisol de las tormentas. En él emergió el estadista, el impasible, el símbolo. Es así que Benito Juárez representa la síntesis de la historia nacional, en él se resumen la de los próceres anteriores, la encarnación llameante de Hidalgo y de Vicente Guerrero, y, es al mismo tiempo, la revisión del espíritu constitucionalista del inmenso Morelos.
Juárez está llamado a convertirse en esa antorcha luminosa, en medio de un centralismo vergonzoso, en donde unos cuantos han acaparado tierras, en donde el clero abandona la nitidez de su misión espiritual y se preocupa por conservar la propiedad de los bienes temporales, dominado por el ansia de poder y de mando.
Su recorrido posterior fue la lucha continua, la presidencia de la República, la Guerra de Reforma, la invasión extranjero, el Imperio de Maximiliano, el triunfo de la República, llevan su apellido.
En nuestro tiempo, Juárez con su espíritu liberal, contendería por una república civilista y defendería el Estado laico, sin fueros y sin recompensas ultraterrenales.
Llamaría a civiles, como lo hizo, para atender los asuntos públicos. Enfrentaría con los recursos que él no tuvo, los rezagos y las graves desigualdades sociales. Defendería el Estado de derecho y aplicaría las leyes, no permitiría, ni por casualidad, ultraje alguna a la Soberanía nacional.
Juárez, firme practicante de la austeridad, la honradez y la sobriedad, no tendrían cabido los faltos de sensibilidad, los impregnados de oportunismo y afanes protagónicos, y, por ninguna razón permitiría que los omisos de la ley, los corruptos, los traficantes de influencia y los servidores públicos de cualquier nivel, sirvieran a los intereses de los privilegiados, para atentar contra las libertades y las garantías fundamentales de los mexicanos.
Señoras y señores, aun cuando a la distancia nos parecen las hojas de la historia un inmenso alud que nos sepulta con su peso, que las acciones nos parecen una obra de titanes, no debemos perder de vista que fueron seres humanos como nosotros, los que libraron las más cruentas luchas que forjaron a la nación mexicana.
Seamos justos en el juicio histórico. Aquilatemos las obras de quienes limpiaron el camino que hoy recorremos con menor esfuerzo. Rindamos tributo en la figura de Juárez, a los realizadores de las transformaciones históricas de México. Juárez tuvo, claro, que un sistema democrático y liberal, sólo se funda sobre el estricta observancia de la ley y que implica el respeto a sus libertades.
Los momentos y las circunstancias que actualmente vivimos, reclaman del concurso de todos los mexicanos, para actuar como un todo en la defensa de la nación, frente a los adversarios de dentro y de fuera, que quisieran vernos entregados a intereses extranacionales, repitiendo el estado de servilismo, con el que la Independencia, la Reforma y el Movimiento de 1910 dejó atrás.
Juárez y nuestros próceres cumplieron ya con su parte, nos heredaron un país libre y digno, corresponde a nosotros perfeccionar nuestras instituciones, asentar nuestra democracia y proseguir sin titubeos la ruta de la transición democrática.
Hagamos homenaje a Juárez, robusteciendo el equilibrio entre los poderes, transformando a fondo la administración de justicia, fortaleciendo la soberanía de los estados y la autonomía de los municipios, reconociendo verdaderamente los derechos y las culturas de los pueblos indios, en suma, democratizando el ejercicio de la autoridad y restituyendo el poder a los ciudadanos.
En homenaje al Presidente Juárez, perfeccionemos la educación pública, defendámosla y defendamos al estado laico, como cimiento del estado social y de derecho, porque la instrucción es el fundamento de la libertad y del engrandecimiento de los pueblos, y el estado laico garantiza la actualización permanente del conocimiento, la certidumbre de una enseñanza desprovista de prejuicios.
En la disputa actual por la nación, proponemos bregar, para lograr transformación que permitan que las condiciones de miseria y de inseguridad social sean superadas, y que los avances en la democracia política, no sean lo único que tengamos que enaltecer.
Aceptemos que es indispensable la mejora del sistema de justicia, un mayor compromiso del Legislativo con la nación, la realización de elecciones libres que presupongan no sólo la certidumbre de los resultados, sino la alternancia en el poder, evitando la intromisión grotesca de algún poder para incidir en las decisiones ciudadanas; la expresión efectiva de las preferencias políticas y culturales de las minorías también deben de ser garantizadas; la multiplicidad de fuentes de información política para el ciudadano y la efectiva igualdad jurídica de los ciudadanos ante la ley.
Juárez reclamó siempre a sus ciudadanos ser juzgados por sus actos y no por su pensamiento "Mis dichos son acciones", afirmaba, sin embargo, su concepción ideológica de la realidad que enfrentó es clara y aleccionadora. Hoy, en el marco del Bicentenario del Patricio de Guelatao, asumamos que es indispensable que consensuemos un nuevo rumbo de la nación. Es impostergable un nuevo proyecto de nación en el que quepamos todos, en el que se modere la opulencia y la indigencia de los mexicanos y en donde reafirmemos nuestra capacidad como nación de edificar con civilidad y con la razón una patria para todos.
Muchas gracias.
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: A continuación tiene el uso de la palabra la senadora Emilia Patricia Gómez Bravo, representante del grupo parlamentario del Partido Verde Ecologista de México.
La senadora Emilia Patricia Gómez Bravo: Muchas gracias señora Presidenta. Ciudadana diputada Marcela González Salas y Petricioli, Presidenta de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Diputados; ciudadano senador Enrique Jackson Ramírez, Presidente de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Senadores; ciudadano Vicente Fox Quesada, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; ciudadano Ministro Mariano Azuela Huitrón, Presidente de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación; ciudadanas y ciudadanos Ministros de la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación; familiares de don Benito Juárez García; ciudadanas y ciudadanos legisladores de México y de las naciones hermanas aquí presentes; el PARLACEN; el PARLATINO; Parlamento Europeo; Colombia, Cuba, entre otros; distinguidos invitados:
Hoy venimos con admiración y respeto a conmemorar el Bicentenario del Natalicio de don Benito Juárez, persona de sumo ilustre que nos ha brindado el ejemplo más sublime que un individuo puede tener: el amor a la patria. Pero este ejemplo, este amor no es gratuito; es producto de la experiencia de un hombre que desde niño supo luchar, tuvo ideales de justicia y de respeto muy altos.
Huérfano a temprana edad; analfabeta hasta su adolescencia, es muestra de la valía de la Nación Mexicana, de la perseverancia de nuestros hermanos indígenas y de la profunda necesidad de mejorar el país joven que en ese momento era nuestro México.
Indígena, abogado, gobernador, legislador, jurista y juez; Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Presidente de la República. Hombre ilustrado, valiente progresista, estadista; mexicano; patriota, son sólo algunos de los tantos calificativos que se le han dado al indígena zapoteca, oriundo de Guelatao, Oaxaca, que ha inscrito su nombre no sólo en la historia de nuestra nación, sino también de todas las naciones democráticas, independientes, civilizadas y progresistas del mundo.
Su vida personal estuvo marcada por eventos que posteriormente influyeron en gran medida sus decisiones como gobernador de su estado natal y como Presidente de la República. Muestra de ello es que en su peregrinar académico encontró y sufrió marginación, discriminación, situación ésta que hizo fuera incorporada en su programa de gobierno liberal la política concerniente a la gratuidad de la educación, como hoy nuestra Constitución lo reconoce.
Ordenó el respeto a la integridad y el derecho del estudiante, buscó que la educación secundaria y profesional fueran encaminadas al bienestar y al amor a la patria; creó la primera escuela para sordomudos en México. En suma; reconoció la necesidad de elevar las conciencias y la educación de nuestros jóvenes.
Según sus biógrafos, como gobernador, procuró el equilibrio económico y ejecutó obras públicas; caminos, reconstrucción del Palacio de Gobierno; fundación de escuelas normales; levantamiento de una carga geográfica y del plano de la Ciudad de Oaxaca; reorganizó la Guardia Nacional y dejó excedentes en el tesoro. Qué gran ejemplo del buen gobernar.
Benito Juárez promulgó en su estado la Constitución de 1857; se le nombró Ministro de Gobernación ese mismo año y posteriormente fue elegido Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Como Presidente de la República, tuvo una visión y luchó por llevarla a cabo; su política unió los lazos de hermandad entre las naciones. Uno de sus logros fue el referente al establecimiento de un estado laico; separó la administración del Poder Público de cualquier rasgo religioso, a fin de dar mayor libertad a esa función.
Desgraciadamente hoy pareciera que esa acción a todas luces republicana, se encuentra en peligro por la actuación de algunos a los que les ha encomendado garantizar el cumplimiento de las leyes y el bienestar de la República.
No podemos permitir un retroceso en esa materia; la libertad de creencia o de filiación política, no debe ser coartada por esto o por persona alguna, por el hecho de ser asalariado o estar bajo el mando de un servidor público, sea municipal, estatal o federal.
En otra faceta poco reconocida de su vida, Juárez fue hombre profundamente respetuoso de la naturaleza y la vida en todas sus manifestaciones en el contexto bioético de su tiempo, de su época, así algunos le atribuyen a este ilustre personaje la frase y la cito: "La protección a los animales forma parte esencial de la moral y la cultura de los pueblos civilizados", y termino la cita.
Pero el valor de Juárez no era el de pronunciar frases célebres, sino el de llevarlas a la práctica. Así, mediante el decreto de ley de dotaciones a los fondos municipales del 28 de noviembre de 1867, Juárez ordenó la prohibición de las corridas de toro por considerarlas un espectáculo indigno. Resulta irónico, pues, ahora sin embargo que a 200 años de su natalicio, la mayor plaza de toros en el mundo se localice en la delegación que lleva su nombre.
Pero sin duda el principal mérito de Juárez fue la búsqueda de la igualdad de entre los mexicanos, situación que entonces lo llevó a promulgar la Ley Juárez en donde más allá de sólo suprimir privilegios de ciertos grupos, reconocía la necesidad de una equidad frente a la ley, principio básico de la República y de cualquier estado progresista.
Es necesario que se retome esta política, que se busque la igualdad de todos frente a la ley y sentemos las bases para que se generen oportunidades y se combata la desigualdad que se sigue padeciendo en nuestro país.
Lo hecho por Juárez le ha merecido el reconocimiento de la historia de México y del mundo como un hombre de estado, reformista y progresista; la obra juarista nos obliga a reflexionar sobre las reformas que la nación demanda; hoy, para continuar su búsqueda de mejores condiciones de vida para sus habitantes.
En su momento Juárez logró, a pesar de la adversidad, consolidar las reformas que el país requería en su tiempo. Ayer como hoy, la nación demanda la toma de decisiones y qué mejor ejemplo a seguir que el del Benemérito de las Américas.
Don Benito fue un revolucionario no un reaccionario, que jamás tomó las armas para mancharse las manos de injusticia sólo por la defensa del país. Buscó el mantenimiento de la República y de la Constitución por encima de su integridad física, de su libertad y de su permanencia de la persona en suelo nacional.
Es así como su ejemplo debe ser incorporado a la vida cotidiana, a la de las instituciones y de la política, pues ello fortalecer nuestro espíritu y patriotismo. Debemos todos los mexicanos, más allá de orientaciones políticas, de niveles sociales o de religiones o razas unirnos y continuar la obra de Juárez; el respetar el derecho ajeno, de conformarnos como una nación y luchar como éste ilustre personaje por un México de igualdad, de libertad, de fraternidad, un México de respeto, de oportunidades y desarrollo y sobre todo, un México sin fronteras al norte.
Por todo ello y para quienes integramos el Partido Verde Ecologista de México, don Benito Juárez García, representa un digno ejemplo a seguir en la construcción de la estabilidad social del México que todos deseamos. No puedo dejar la tribuna, sin mencionar a la mujer que lo apoyo, a la mujer que sin ni siquiera pensar dos veces que era un indígena, lo acepto, le dio la estabilidad y la paz que necesitaba en su hogar, para que él pudiera tomar el camino hacia la inmortalidad, a doña Margarita Maza de Juárez.
¡Viva Juárez! señores. ¡Viva la República! y sobre todo, ¡Viva México!
Muchas gracias. (Aplausos)
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: A continuación tiene el uso de la palabra el diputado Pedro Vázquez González, en representación del grupo parlamentario del Partido del Trabajo.
El diputado Pedro Vázquez González: Con la venia de la Presidencia. Señora y señores titulares de los Poderes de la Unión: Legisladoras y legisladores: Distinguidos invitados especiales:
El día de hoy conmemoramos el Bicentenario del Natalicio de Benito Juárez García. Indudablemente el nombre de Juárez está asociado prácticamente a toda la segunda mitad del Siglo XIX y su pensamiento, obra y acción, perdura hasta nuestros días.
Juárez sirvió a la República, como quizá ningún otro mexicano lo ha hecho. En la actividad política desempeño cargos en el Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial en su natal Oaxaca. En el ámbito del Gobierno Federal fue Secretario de Estado, Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Presidente de la República.
A Juárez y al valiente grupo de mexicanos que lo acompañaron en aquellos aciagos días, correspondió consolidar las instituciones de la República. En aquélla época la confrontación entre centralistas y federalistas; que no quedó del todo resuelto con la Constitución de 1857, fue motivo para que los partidarios de la reacción influyeran, para que el Presidente Ignacio Comonfort, diera un auto golpe de Estado, poniéndose al margen de la ley y de la propia Constitución que protestó cumplir y hacer cumplir.
Bajo esta circunstancia, el entonces Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Benito Juárez, accede a la Presidencia de la República. A Juárez y a la brillante generación que lo acompañó, les corresponde la dura tarea, no sólo de constituir gobierno, sino prácticamente constituir una nación.
Desde la ciudad de Veracruz el 12 de julio de 1859, dicta una serie de disposiciones conocidas como " Las Leyes de Reforma"; cuyo propósito medular, fue establecer en la ley lo que el Congreso Constituyente de 1856-1857, no fue posible incorporar. La alta jerarquía eclesiástica, así como las clases económicamente poderosas, fueron enemigas sistemáticas de la adopción de las ideas plasmadas en la Constitución del 57; así como de la forma de Estado Federal.
Como fuerzas opositoras al Partido Liberal y al gobierno legítimo de Benito Juárez, financiaron la actividad bélica de Miguel Miramón y de otros. Estos grupos destinaban recursos económicos y materiales a la reacción, mismos que se negaban a reconocer al gobierno legalmente constituido.
Con la expedición de las Leyes de Reforma, Juárez logró recuperar para el Estado Mexicano y su gobierno, la plena potestad del gobierno civil. La Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, terminó con los bienes de manos muertas y puso en el mercado las inmensas propiedades que en manos de la Iglesia permanecían ociosas. En esta ley se dispone, en el artículo 3º. la perfecta independencia entre los negocios del Estado y los negocios puramente eclesiásticos lográndose, además, la libertad de culto rompiendo con el monopolio religioso que la Iglesia Católica tuvo en México durante 338 años.
El Gobierno de Benito Juárez, tuvo que enfrentar no sólo la guerra civil conocida como "la guerra de los tres años", le correspondió también afrontar la invasión solicitada por un pequeño grupo de mexicanos a Napoleón III, Emperador de Francia, para imponer una monarquía en México.
De nueva cuenta, Benito Juárez, su gobierno y los mexicanos, afrontaron con dignidad y heroísmo la adversidad. Los patriotas mexicanos se enfrentaron de manera tenaz con el invasor extranjero y lo que los franceses creían un día de campo en nuestro país, se convirtió a la larga en una histórica derrota. El 5 de mayo de 1862 las armas mexicanas, al mando del General Ignacio Zaragoza, se cubrieron de gloria al derrotar al mejor ejército del mundo. Este hecho sirvió para demostrar a los mexicanos que la causa republicana y la defensa de la Nación era una causa justa.
El Gobierno del Presidente Juárez fue un gobierno itinerante; su carroza y los lugares donde habitaba se convirtieron en la sede del Poder Ejecutivo. El 15 de mayo de 1867, al rendirse la Ciudad de Querétaro y apresar a Maximiliano, la República triunfa y se consolida. Las consecuencias naturales de la aplicación de las leyes mexicanas, fue el proceso y sentencia a muerte del invasor Maximiliano y de quienes lo siguieron.
El Cerro de las Campanas, representa la decisión inquebrantable de los mexicanos de no someterse jamás a ningún gobierno extranjero; de rechazar por todos los medios que fueran necesarios la invasión de cualquier país al nuestro y fundamentalmente la confianza de los mexicanos en que podemos darnos un gobierno propio en pleno respeto al orden jurídico vigente.
Las presiones al Gobierno de Juárez no sólo fueron políticas para que él abandonara la Presidencia, sino también económicas, por las cuales se pretendía que el pueblo de México pagara una injusta deuda contraída por la facción conservadora.
Juárez murió físicamente el 18 de julio de 1872; sin embargo, su frase "Entre los Individuos Como Entre las Naciones, el Respeto al Derecho Ajeno es la Paz" y que engalana la parte superior de los muros de este recinto y que es el faro que guía a todos los pueblos en defensa de su libertad, sigue viviendo como ejemplo para todos los países del mundo que sufren una invasión.
Benito Juárez vive en Palacio Nacional, Benito Juárez vive en todo el país y vive en todo el mundo donde haya hombres y mujeres ansiosos de obtener y mantener su libertad. Benito Juárez es más, es mucho más que un cuadro al que el habitante en turno de la Residencia Oficial de los Pinos pueda quitar de la pared, como si con esto se borrara de la historia. (Aplausos)
Juárez es más que un cuadro, es un símbolo; y mientras México siga siendo una República y mientras en ella exista separación entre Iglesia y Estado y haya libertad de creencias religiosas, Juárez seguirá viviendo por siempre.
Al rendir hoy homenaje a benito Juárez García por el Bicentenario de su Nacimiento, queremos hacerlo también a la brillante generación de mexicanos que estuvieron a su lado: a Santos Degollado, que en cada derrota crecía su confianza en el triunfo final; Guillermo Prieto, Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada, Mariano Escobedo y otros más que confiaron en él y en la causa justa que él enarbolaba; pero de manera fundamental queremos rendir homenaje a los cientos de miles de mexicanos, masa anónima del pueblo mexicano que ofrendó su sangre y su vida en apoyo al líder indiscutible del "Movimiento Liberal": al Presidente Benito Juárez García, quien supo comprender que la dignidad y el decoro del pueblo de México no podía ser pisoteado ni mancillado ni por la oligarquía nacional, ni por ningún gobierno extranjero.
Los mexicanos de esa época lo entendieron a tiempo. Los mexicanos del México contemporáneo debemos de aprender que no se debe de tolerar ninguna acción que ponga en riesgo la unidad del pueblo mexicano; que el gobierno debe ser un instrumento de cambio y mejoramiento de las condiciones materiales de las clases populares; que en los ámbitos del gobierno civil y las iglesias, cualquiera que sea su signo, no son compatibles; que el gobierno civil len el ámbito que le corresponde debe desempeñarse siempre teniendo primacía sobre cualquier influencia religiosa.
En la celebración del bicentenario de Benito Juárez, la separación del Estado y las iglesias y la libertad religiosa, son una conquista que no puede perderse.
En el México de hoy, el pensamiento y la obra de Benito Juárez, deben de seguir siendo un ejemplo para mantener la independencia nacional en lo externo y del fortalecimiento de un Estado mexicano democrático en lo interno. Muchas gracias.
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: A continuación tiene el uso de la palabra el diputado Jesús Martínez Alvarez, en representación del grupo parlamentario de Convergencia.
El diputado Jesús Martínez Alvarez: El grupo parlamentario de Convergencia reconoce la presencia del Presidente Vicente Fox, así como la del Ministro Mariano Azuela, presidente de la Suprema Corte de Justicia; del licenciado Enrique Jackson, presidente de la mesa directiva del Senado y de la licenciada compañera diputada Marcela González.
La República está reunida para conmemorar el 200 aniversario del nacimiento de Benito Juárez. Auténtica división de poderes pero que en honor de Benito Juárez, ésta debe traducirse en verdadera separación, equilibrio y colaboración de poderes.
La distancia aclara y define. A 200 años del nacimiento de Benito Juárez, un hecho resulta incontrovertible: que Juárez es la conciencia pública de la Patria. Quien un día estuvo en el centro de las discusiones civiles de afuera y de adentro del país, hoy está en el vértice de las coincidencias nacionales.
Pensar a Juárez desde la historia, pero también en el quehacer cotidiano de nuestros asuntos y problemas, es reconocer la doble dimensión de su obra como constructor de la República y como estadista internacional.
Actualizar la figura de Juárez es aplicar sus preceptos a las condiciones en que vivimos para obtener una provechosa enseñanza y recuperar sus principios siempre vigentes por su solidez ética y su validez actual. Como presidente vivió una patria dividida e incluso invadida. Ningún capítulo de su vida fue fácil pero siempre mantuvo el ánimo sereno y firmes sus convicciones.
Los tiempos son difíciles para México, no sólo por el hecho de que termina un sexenio o por la inquietud natural que propicia los procesos electorales, sino por las asechanzas de una modernidad mal entendida, según la cual, la globalización no es más que desarrollo subordinado, esto es, subdesarrollo para las clases mayoritarias y enriquecimiento desmedido para unos cuantos.
La globalización sin embargo, no es ni debe ser patrimonio de país alguno, ni monopolio de imperialismos beligerantes. A la comunidad internacional le corresponde otorgarle fluidez con la abolición de muros fronterizos. Es inaceptable que cuando ya cayeron los muros de la ignominia en todo el orden civilizado, una nación –amiga de sus propios negocios- pretenda acorralar la realidad y poner freno a toda la economía solidaria con alambre de púas y tabiques.
¿Por qué un apotegma acuñado por Benito Juárez, presidente en el siglo XIX es hoy más urgente que nunca? "Porque entre las naciones como entre los individuos, el respeto a la dignidad que es lo propio de mí en los otros, constituye el cimiento jurídico de los derechos de todos".
La paz es producto del respeto que empieza por el reconocimiento de sí mismo y se prolonga al reconocimiento de los otros. Quien interpreta la modernidad como la imposición del fuerte sobre el débil, difícilmente tiene acceso al pensamiento de un niño indio nacido en la intrincada sierra de Ixtlán; de un ciudadano mexicano luchando por la instauración del derecho en regímenes dictatoriales; de un gobernante liberal pugnando por un estado laico, por devolverle a la iglesia su función espiritual y sacarle las manos de la cosa pública. De un reformador de instituciones que consolida la República por encima de enormes adversidades.
Hoy, cuando México está en busca de redefinir su rumbo y cuando el Poder parece deslumbrar a unos y confundir a otros, la otra de Juárez se erige como la gran guía de la actuación pública.
Don Benito Juárez luchó por una patria unida. Nunca la dividió con su discurso o sus acciones. El país que gobernó se estremecía entre sus más profundos cimientos apenas a unas décadas de haber alcanzado la independencia. Confirmó la República cuando todo estaba en contra. A pesar de los tiempos que se vivían, Juárez supo ser el presidente de la serenidad.
Convulsionada la patria por convicciones e intereses diversos, por la guerra, por la invasión y la usurpación, Juárez actuó con la energía que las circunstancias exigían pero a la vez serenamente en cada decisión, con una visión trascendente. Fue más allá de su propio tiempo. La tempestad no tiene porque modificar el rumbo.
A pesar de la magnitud de la incertidumbre, Juárez también supo ser el presidente de la unidad.
Mientras con la palabra se exalta al estado de derecho, con las acciones se le vulnera. En tanto que, cuando es preciso se utiliza como argumento a las circunstancias para invocar la excepción a la ley.
Juárez demostró que las circunstancias no orillan a nadie fatalmente a la transgresión de la norma y que la voluntad está por encima de las condiciones externas. A pesar de la gravedad de las adversidades, Juárez supo ser también el presidente de la legalidad.
2006 puede ser el año de la unidad o de la confrontación; de la serenidad o de la exaltación; de la legalidad o de la impunidad; de la desmesura o de la austeridad.
Corresponde pues a todos los mexicanos que sete año se signifique por los valores que son cimiento y edificación de la patria y no por los antivalores que socavan sus estructuras.
No más llamados que vulneren nuestra unidad, ni convocatorias, ni clasificación simplista de buenos y malos. No más calificativos que siembren resentimiento ni llamados a la discordia. No más exaltación individual a costa de la denigración del otro.
Necesitamos unidad, lo que no implica uniformidad. Nuestra mayor fortaleza puede ser precisamente nuestra pluralidad al servicio de la unidad.
México reclama hoy nuestra serenidad en cada una de nuestras decisiones y acciones. Demanda claridad de pensamiento, capacidad de escuchar y de proponer. Requiere de lo mejor de nosotros mismos que es y será siempre más que nuestras limitaciones. Cuanto más grande es el desafío, mayor debe ser la serenidad.
Por ello hemos intentado recordar hoy al Juárez vivo de las ideas, más allá de las anécdotas, de las historias de bronce y más allá de los mitos de la ignorancia. Ni vituperándolo ni ensalzándolo se contribuye de manera eficaz a conocer su verdadera condición de hombre público.
Hay que estudiar sus ideas a profundidad y extraer de ellas la aplicación que verdaderamente nos compete. Hoy más que nunca las instituciones y una nueva constitucionalidad republicana deben de estar por encima de los hombres del poder, y todos los gobiernos al servicio de la sociedad y de la ciudadanía.
Ante la ausencia de reglas generales aceptadas y reconocidas, los grandes proyectos se postergan y todo se convierte en materia de disputa partidizada con dominio de intereses parciales.
Estamos obligados a llegar a un gran acuerdo nacional, acompañándolo de acuerdos inmediatos para transformar los tres poderes de manera que garanticen la gobernabilidad, la estabilidad y la paz social, sin que ello dependa del resultado de las elecciones.
De esta manera podremos contar con instrumentos que permitan hacer irreversible la terminación de la transición a la democracia en nuestro país basado en principios esenciales.
Un verdadero fortalecimiento del estado de derecho, un auténtico federalismo, un nuevo régimen político de gobierno, una eficaz y efectiva separación, equilibrio y colaboración de poderes, de tal manera que queden los cimientos jurídicos sólidos para que la gobernabilidad democrática y la alternancia pacífica de los poderes públicos sean en lo futuro la mejor garantía para todos los mexicanos. Muchas gracias. (Aplausos)
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: Tiene el uso de la palabra el senador Miguel Sadot Sánchez Carreño, presidente de la Comisión de Festejos del Bicentenario del Natalicio de don Benito Juárez, del Senado de la República.
El senador Miguel Sadot Sánchez Carreño: Ciudadanos titulares de los poderes federales, honorable asamblea del Congreso de la Unión, señoras y señores:
El mejor profeta del futuro es el pasado. Por eso hurgar en nuestra historia es preparar el porvenir y por ello amasar en la memoria del pueblo los principios y valores que nos den cohesión constituyen la obligación principal de un quehacer público.
Es oportuno, hoy que celebramos los 200 años del natalicio de don Benito Juárez García, recordar su obra y reescribir con sus lecciones el presente y el porvenir de nuestra patria.
La vida y la obra de Juárez ofrecen ricas y ejemplares facetas, todas fecundas. Pero el rasgo que marca el carácter y le da sentido a su quehacer público es la honrada vocación de respeto por la ley.
Hizo de la ley su casa y su causa. Diría Juárez: "El primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley. La felicidad común debe ser su norte e iguales los hombres ante su presencia como lo son ante la ley. Sólo debe distinguir al mérito y a la virtud para recompensarla y al vicio y al crimen para procurar su castigo".
Juárez entiende a la ley no como una abstracción fría, sino como una tangible expresión que le da cabida y orden a la pluralidad de las fuerzas sociales. A través de las leyes, sobre todo las leyes de reforma que inicia precisamente con la Ley Juárez, le imprime al Estado el rostro de la República. Logra investirla de una autonomía y una fortaleza que le regateaban otras fuerzas que pretendían subordinarla.
Juárez restaura a la República y la apellida "liberal". El laicismo se impone.
Esta es la lección juarista, el republicanismo liberal. Pero además Juárez se erige y es el símbolo de la unidad y la defensa de la soberanía. En 1857 cuando la disolución amenazaba al país, recoge la bandera de la legalidad, desdeñada por Comonfort e inicia su camino que no sería el primero ni el último por el suelo de nuestra patria. Recoge en este caminar y junta en la defensa de la patria, pensamientos y voluntades, heroicos unos y sublimes otras; Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, Guillermo Prieto Zarco, Iglesias, Porfirio Díaz, Berriozabal, Mariano Escobedo, con ellos conforma la reforma.
Hoy reconocemos que así como Hidalgo con la insurgencia asienta el acta de la independencia, es Juárez con la reforma, el notario que escritura la República. Triunfa la República, sin embargo nuevas condiciones le imponen a Juárez un reto a su tenacidad; la ambición napoleónica y un grupo de mexicanos que creían ver que los fenómenos de México se resuelven con injerencias extrañas, llaman a la usurpación, la convocan y la llaman legitimidad, y al derecho lo llaman bandido.
Y el derecho, lo dirá Víctor Hugo, acepta el reto.
Aquí se ha dicho y o dijo Víctor Hugo en esa hermosa carta del 20 de junio de 1867: México se salva por un principio y por un hombre. El principio es la República y el hombre es usted, le dirá Juárez.
Juárez con ello nos muestra que la ley y el derecho son los insustituibles pilares en que descansa la República.
Hoy la República enfrenta también desafíos y retos; externos unos, domésticos otros. Ambos igual de peligrosos. Hoy no son las invasiones violentas, sino formas sutiles que socavan los valores y principios de nuestra vida comunitaria. Hoy son pretensiones a veces arrogantes de mirar los fenómenos que deben de resolverse con posiciones bilaterales o multilaterales y en donde privan únicamente soluciones de unilaterialismo insultante. La discriminación, la protección de nuestro entorno ecológico, la protección de nuestros recursos naturales; el desdén al derecho de los otros hace que se enrarezca la convivencia pacífica. Pareciera que el lenguaje de la violencia es el único que puede imponerse.
Hoy luchamos porque no se disuelvan las esperanzas de los niños, de las mujeres, de los hombres ante la frustración de alcanzar mejores niveles de desarrollo; hoy luchamos porque el respeto a los derechos humanos constituyan la condición del quehacer público y en esta lucha tenemos que recordar y volver la vista a la sierra oaxaqueña. Mirar al estadista de Guelatao, mirarlo como una lección, como una suprema lección de moral pública, como le dijera Justo Sierra.
Recordemos las palabras de Juárez que pronuncia en el discurso como gobernador del estado en 1848: "Bajo el sistema federativo, los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad. No pueden gobernar a impulso de su voluntad caprichosa sino con sujeción a las leyes. No pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir con la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley ha señalado".
La lección nos convoca y nos convoca a la unidad. A una unidad en la que pensemos que la construcción del Estado transita por la ley y por el derecho, pero la ley, entendida en el pensamiento del Indio Serrano, entendida como la única fórmula que evita las intolerancias que socava nuestra armonía y nos pueden empujar a la ingobernabilidad, porque sólo en la ley podemos hallar, el más firme y convincente argumento, que desarma las intransigencias y sustituye los enfrentamientos inútiles.
Hagamos, y es la lección de Juárez, de la ley, la máxima tribuna que ennoblece nuestros reclaros. Muchas gracias.
El Presidente diputado Heliodoro Díaz Escárraga: Tiene el uso de la tribuna la diputada presidenta Marcela González Salas y Petricioli hasta por diez minutos.
La diputada María Marcela González Salas y Petricioli: "De pie, señor, de pie", exclamó el poeta de la Reforma, Guillermo Prieto, ante el sepulcro del Presidente Juárez. De pie, señor, de pie, exclama la República en el bicentario del natalicio de su restaurador.
Ciudadano Presidente de la República Vicente Fox Quesada. Ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, don Mairano Azuela Buitrón. Ciudadano Presidente del Senado de la República, compañero Enrique Jackson Ramírez. Ciudadanos Titulares de los Poderes Ejecutivos de las entidades de la federación. Cuerpo Diplomático. Familia de don Benito Juárez. Señoras y señores Legisladores. Distinguidas y distinguidos invitados.
Celebramos 200 años de que en Guelatao naciera el Zapoteco, que defendió la igualdad de los mexicanos, ante los privilegios y la independencia de la República ante el Imperio, valores que en el México actual reclaman urgente vigencia.
Nos convoca el día de hoy, en esta Sesión Solemne de Congreso General, la memoria del hombre que en el Siglo XIC restauró nuestra República y sentó las bases para el moderno Estado mexicano, nos convoca el día de hoy, ante nuestro presente, marcado por la desigualdad y la simetría entre las naciones, el legado del hombre que defendió a la patria sin subordinación y empeñó sus esfuerzos por conquistar la igualdad de derechos entre los ciudadanos de nuestra república.
Por eso, Juárez, escribe Neruda, si recogiéramos la íntima estrata, la materia de la profundiad. Si cavando tocáramos el profundo material de la república, esta unidad sería tu estructura, tu impasible bondad, tu terca mano.
El hijo de Guelatao combatió la discriminación y la desigualdad que ha acompañado desde entonces como una sombra a la República. En 1831 fue Regidor del Ayuntamiento de Oaxaca; posteriormente llegó a la Legislatura local y más adelante alcanza un escaño en el Congreso General. Es en 1847 nombrado Gobernador de Oaxaca, para convertirse en el primer Gobernador indígena de la República Mexicana, contando siempre con el apoyo de su esposa, doña Margarita Maza, mujer de firmes convicciones y compromiso con la patria.
Con los principios en la mano, el Gobierno de don Benito Juárez hace de la ley la base de su legitimidad: disciplina presupuestal; pago regular a los empleados públicos; respeto a las elecciones municipales; defensa de la soberanía estatal; fomento a la minería y especial empeño en promover la educación. Impulsó la instrucción popular, ramo del Gobierno en el cual alcanzó los mayores progresos. Difundió la educación en los distritos rurales, aumentando el número de escuelas, subvencionando al Instituto de Ciencias y Artes.
Fomentó la educación de la mujer como parte imprescindible del sistema escolar, sabiendo que la educación significa libertad, pero más aún, ante costumbres de pasado y presente sostuvo la firme persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder.
Lo que la República descubrió años después, es que Juárez en Oaxaca estaba construyendo una nueva ética de Gobierno, anclada en principios no en intereses.
"Mira tu levita –continúa Neruda- tu parca ceremonia, tu silencio, tu rostro hecho de tierra americana. Si no es de aquí, si no ha nacido en estas llanuras en la greda montañosa de nuestras soledades, no comprendes. Te hablarán divisando una cantera; te pasarán como se pasa un río, darán la mano a un árbol, a un sarmiento; a un sombrío camino de la tierra".
El triunfo de la Revolución de Ayutla, precursora de la Constitución de 1857, dio a Juárez la primera victoria en el campo de la reforma. La importancia de la ley que anulaba el fuero eclesiástico y militar fue para Juárez un avance en su propio combate por la igualdad jurídica de los mexicanos ante una República marcada por los privilegios de unos cuantos.
El jurista oaxaqueño posteriormente fue llamado a la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en seguida, elevado a la Primera Magistratura. Al mismo tiempo corrieron los tres años de la Guerra de Reforma y contra toda fuerza, representó la causa liberal. Ante el golpe de Estado, Juárez consigue huir y establece el gobierno legítimo, defendiendo la legalidad constitucional. Fue en 1860 que la causa liberal triunfa sobre los conservadores, sin embargo, el partido vencido buscó la entrega de la patria a manos extranjeras. La potencia imperial, en alianza con aquellos que se resistían a renunciar a sus privilegios, decidió ampliar su dominación sobre territorio mexicano.
El Presidente Juárez defendió con fuerza la Bandera de nuestra Independencia. El hombre de la Sierra de Iztlán llevó entre las manos la unidad de la República ante el avance de la potencia que pretendió, como todos los imperios de ayer y de hoy, callar el ejemplo de las naciones libres; suprimir el derecho de hombres, mujeres y pueblos de construir su propio destino.
Eran tiempos en que la patria parecía extinguirse; la entrega al imperio era, ante la resignación de muchos, una realidad consumada. Incluso buena parte de los liberales pensaba que la historia había trazado ya el rumbo de nuestra nación y observaban como un despropósito, desafiar a la potencia. Aún así, don Benito Juárez nunca abandonó el deseo de forjar la República independiente igualitaria, su ejemplo de resistencia valió la admiración de los pueblos de América; las antiguas colonias encontraron en Benito Juárez la convicción libertaria de luchar contra el yugo imperial y sus aliados conservadores, para consolidar la independencia de sus Repúblicas.
De ahí, que la memoria de nuestros pueblos americanos tenga en este Bicentenario la ocasión de recordar su resistencia y su cariño por el derecho a la libertad de las naciones y de los individuos.
Ya observamos hoy, cómo en América Latina recupera cada vez más los anhelos y los ideales de su también benemérito.
"Para nosotros eres pan y piedra –dice Neruda- horno y producto del estirpe oscura; tu rostro fue nacido en nuestro barro, tu majestad es mi región nevada; tus ojos, la enterrada alfarería".
En la memoria de México y América debemos revivir la historia cuando desde el extremo del territorio marchó hacia la capital la victoria. La victoria de una República independiente entre las manos de un indio zapoteco.
Del mismo modo que Juárez estuvo con Melcho Ocampo en el exilio y en la publicación de las leyes de reforma; con Juan Álvarez en la revolución de Ayutla; en la restauración de la República, Don Benito Juárez García avanzó acompañado con hombres de letras, con hombres del arte, con poetas, conocedores de su historia: Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, José María Vigil, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Ignacio Manuel Altaminaro, Gabino Barreda, entre otros.
Como indica Cosío Villegas, el primero y principal propósito de la restauración de la República, fue aplicar la Constitución íntegramente; se anhelaba el federalismo, la separación y el equilibrio de los tres poderes, la participación popular en la vida pública mediante el voto y la puesta en uso de los derechos civiles para todos los mexicanos.
"Juárez –concluye Neruda- tu paz de noche justiciera, definitiva, férrea y estrellada".
Para nosotros Juárez, para nosotros los mexicanos eres ejemplo perenne.
Compañeras y compañeros: ayer la restauración de la República independiente revivió el sueño de los padres de la patria. Hoy, la memoria viva de Juárez nos convoca, nos exige, por el bien de nuestro pueblo revivir el sueño y los principios del Presidente Juárez, restaurar una República independiente, libre de subordinaciones; restaurar una República igualitaria libre de privilegios para unos cuantos.
¡De pie, señor! ¡De pie! Exclamemos hoy los mexicanos.
Muchas gracias. (Aplausos)
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli: Se invita a las y los presentes a ponerse de pie para entonar nuestro Himno Nacional y posteriormente rendir los honores a la bandera.
(Se entona el Himno Nacional)
(Se rinde honores a la Bandera)
Se pide a la comisión designada para recibir al ciudadano Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, lo acompañe al retirarse de este recinto cuando lo considere pertinente.
Asimismo, se pide a la Comisión designada para recibir al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, don Mariano Azuela, lo acompañe cuando él desee retirarse de este recinto.
Proceda la Secretaria a dar lectura al acta de esta sesión.
La Secretaria diputada Patricia Garduño Morales: (Lectura del acta de esta sesión)
Está a discusión el acta.
No habiendo quien haga uso de la palabra, en votación económica se pregunta si se aprueba.
Las ciudadanas legisladoras y los ciudadanos legisladores que estén por la afirmativa, sírvanse manifestarlo. (Votación) Gracias.
Las ciudadanas legisladoras y los ciudadanos legisladores que estén por la negativa, sírvanse manifestarlo. (Votación)
Aprobada, señora Presidenta.
La Presidenta diputada María Marcela González Salas y Petricioli (A las 18:55 horas): Se levanta la Sesión de Congreso General y se cita a las diputadas y diputados a la Sesión que tendrá lugar el día de mañana miércoles 22 de marzo a las 11:00 horas y se les informa que el sistema electrónico estará abierto a partir de las 9:00 de la mañana.