Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión, LXII Legislatura
Versión estenográfica de la sesión solemne para hacer entrega de la
Medalla al Mérito Cívico, Eduardo Neri y Legisladores de 1913, al ciudadano
Pedro Fernando Landeros Verdugo, llevada a cabo el miércoles 9 de octubre de 2013

Apertura de la sesión

Intervención del presidente de la Comisión de Régimen, Reglamentos y Prácticas Parlamentarias

Intervención del ciudadano Pedro Fernando Landeros Verdugo

Intervención del presidente de la Mesa Directiva

Himno Nacional

Clausura de la sesión


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

La Secretaria diputada Magdalena del Socorro Núñez Monreal: Les solicitamos a los presentes nos sirvan tomar sus lugares.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Pido a la Secretaría que haga del conocimiento de esta Presidencia el resultado del cómputo de asistencia de diputadas y diputados.

El Secretario diputado Javier Orozco Gómez: Se informa a la Presidencia que existen registrados previamente 335 diputadas y diputados. Por lo tanto, hay quórum.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés (10:31 horas): Se abre la sesión solemne para dar cumplimiento al decreto aprobado el 1o. de octubre de 2013, por el que la Cámara de Diputados de la LXII Legislatura del Congreso de la Unión otorga la Medalla al Mérito Cívico Eduardo Neri y Legisladores de 1913, correspondiente al segundo año de ejercicio legislativo, al ciudadano Pedro Fernando Landeros Verdugo.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Se designa en comisión de cortesía para recibir y acompañar a este recinto al ciudadano Pedro Fernando Landeros Verdugo a las siguientes diputadas y diputados: diputada Adriana Fuentes Téllez, Diputada María Fernanda Schroeder Verdugo, diputada Lourdes Eulalia Quiñones Canales, diputado Rubén Camarillo Ortega, diputada María Teresa Jiménez Esquivel, diputado Raudel López López, diputado Antonio Sansores Sastré, diputado José Ángel González Serna, diputado Felipe Arturo Camarena García, diputado Luis Antonio González Roldán. Se pide a la comisión cumplir con su encargo.

(La comisión cumple su encargo)

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Le damos la más cordial bienvenida, a nuestro galardonado, a don Fernando Landeros Verdugo. Nos acompañan en esta sesión solemne y damos también la más cordial bienvenida, a la señora senadora doña Ana Lilia Herrera Anzaldo, en representación de la Honorable Cámara de Senadores; al señor ministro don Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, ministro representante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

De igual manera, damos la más cordial bienvenida, por su solidaridad con él, a Paola Albarrán, esposa de nuestro galardonado, bienvenida; a sus hermanos, a sus sobrinos, a sus amigos; a su padre, don Rodolfo Landeros, muy apreciable.

También le damos la más cordial bienvenida a la familia Neri. A la señora Martha Badillo viuda de Neri, a don Eduardo Neri Badillo, a Bertha Álvarez Suárez y a Eduardo Neri Álvarez, todos ellos familiares directos de Eduardo Neri.

Apreciamos mucho también que nos acompañe la Banda de Música del Cuartel del Alto Mando de la Secretaría de Marina. Muchas gracias, oficiales, por estar aquí.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Tiene la palabra el diputado Marcos Aguilar Vega, presidente de la Comisión de Régimen, Reglamentos y Prácticas Parlamentarias, hasta por diez minutos.

El diputado Marcos Aguilar Vega: Con el permiso de la Presidencia. Es un privilegio dirigirme a todos ustedes desde la más alta tribuna del país y, aún más, teniendo el grato deber de presentar al galardonado con la medalla Eduardo Neri y Legisladores de 1913.

La Comisión de Régimen, Reglamentos y Prácticas Parlamentarias que tengo el honor de presidir, es la responsable de elaborar el dictamen por el que se premia a la mexicana o mexicano que por sus méritos se distinga al servir de manera sobresaliente a la colectividad nacional y a la República.

La comisión ha evaluado, mediante criterios de excelencia, los méritos del premiado del día de hoy, mismos que han tenido una repercusión nacional en favor de muchos de nuestros compatriotas, principalmente en los sectores menos favorecidos de la sociedad.

Precisamente la medalla que hoy entregamos demuestra cómo la voluntad y el empeño de mexicanos extraordinarios puede marcar una diferencia en la forma de vida de todos nosotros. Se puede ser crítico con nuestra realidad social, pero lo que no se puede es dejar de hacer todo lo que esté a nuestra mano para modificar esa realidad haciéndola más justa.

El ejemplo que nos dio Eduardo Neri es contundente, un solo hombre expresando sus ideas libre y valientemente comienza a construir el fin del gobierno usurpador de Victoriano Huerta.

Eduardo Neri fue un hombre vertical y valiente que se forjó a sí mismo en el trabajo y el estudio; enamorado profundamente de su país, amor que lo orilló a seguir una carrera política que en principio había declinado.

El día de hoy, hace exactamente 100 años, con un sentido y viril discurso, puso en alto la independencia del Poder Legislativo, al escribir una de las páginas más brillantes de la historia de nuestra Cámara de Diputados.

Eduardo Neri, un joven legislador de apenas 26 años enfrentó a un gobierno asesino y represor. Y ese 9 de octubre de 1913 en la Cámara de Diputados que se ubicaba en el Teatro Iturbide, conocido como el Palacio Legislativo de Donceles, pronunció el discurso que quiero repetir  y compartir a continuación:

“Señores diputados, yo creí que al renunciar don Aureliano Urrutia a la cartera de Gobernación, el procedimiento Zepeda habríase extinguido, pero desgraciadamente, señores,  el asesinato y el tormento siguen de pie y a la lista de nuestros infortunados compañeros Gurrión y Rendón, tenemos que agregar el nombre del valiente senador Belisario Domínguez, a quien no parece que mataron hombres, sino chacales, que no contentos con quitarle la vida devoraron sus restos pues su cadáver no aparece.

“Y tiempo es ya señores, de que digamos al Ejecutivo que no se atropella tan fácil a un puñado de ciudadanos que estamos aquí como consecuencia del sufragio efectivo. Tiempo es ya de poner un parapeto a esos desmanes de hombres sin ley y sin conciencia. Y vos, ciudadanos Reyes y vos, ciudadano Vera Estañol, que sois dos inteligencias, poned vuestros cerebros al servicio de la dignidad de este parlamento.

“Es muy justo el dolor que sentís, ciudadano Reyes, por la muerte de vuestro hermano, pero es más intenso el dolor que hiere nuestras almas cuando vemos que está abofeteándose a dos manos al Congreso de la Unión.

“Es imposible que sigamos así, perdidas nuestras garantías. Debemos reclamarlas virilmente. Es cierto que el señor ministro de Gobernación nos ha recibido con suma cortesía pero, señores, seré franco, no parece sino que somos mendigos que tocamos a las puertas de los ministros pidiendo que por caridad se respeten nuestros fueros y se respeten nuestras vidas. Como si ese libro inmortal que besara en sus primeras páginas el ardiente sol de Ayutla estuviese ya hecho pedazos.

“Todos hablamos de patria, todos hablamos de ideales, todos hablamos de dignidad y si realmente, señores, amamos esta patria, hoy más entristecida que nunca, si realmente somos dignos, formemos un Congreso de valientes y salgamos para nuestros ideales de libertad. No importa que encontremos nuestras Termópilas en ese camino de peligros  en que nos amenaza constantemente la espada de Victoriano Huerta.

“El Ejecutivo no quiere oír la voz de la razón, no quiere oír, desde lo alto de sus horcas en el camino de Cuernavaca,  a esos infelices que con el cuerpo ennegrecido por la intemperie y la lengua hecha pedazos le dicen que no es la senda para llegar a la victoria y, ciego de ira y de rencores, atropella nuestros fueros y arranca nuestras vidas.

“Defendámonos. El Ejecutivo ha enarbolado frente a nosotros su bandera negra de restauración, de terror y de infamia. Enarbolemos nosotros frente a él nuestra bandera roja de abnegación, de valor y de fe.” Cierro la cita.

Al día siguiente de esta heroica intervención, el gobierno espurio disolvió al Congreso y aprehendió a 83 diputados, enviándolos a todos ellos presos a la penitenciaría del Palacio Negro de Lecumberri, a pocos metros de este recinto legislativo.

Pero el valor de Neri rindió frutos, pues sus palabras sembraron la semilla que llevaría a derrocar a Huerta, poniéndonos a todos el ejemplo de cómo un legislador debe cumplir su labor con la ciudadanía que lo eligió y no con intereses ajenos a ésta.

La Medalla al Mérito Cívico Eduardo Neri Legisladores de 1013 surgió en la XLVII Legislatura, un 21 de octubre de 1969, cuando un grupo de parlamentarios encabezados por el diputado Celso Vázquez Ramírez, propuso otorgarla por primera vez al propio Eduardo Neri, quien en su discurso del 29 de diciembre de ese mismo año, al recibir este reconocimiento expresó “Estuvimos unidos en contra de Porfirio Díaz, más unidos en contra de Victoriano Huerta; después, desunidos, muy desunidos, hasta llegar al exterminio. La revolución se había trabajado a sus propios hijos, quizá, los demás valer. Debemos unirnos nuevamente para que si es necesario defender en todos los terrenos nuestro sistema republicano contra amagos extranjeros, siguiendo las huellas de quienes nos lo dieron y las de quienes nos dieron patria”. Se cierra la cita.

Esa unidad a la que convocó Eduardo Neri es la unidad de la que nos habla el trabajo de la vida del galardonado de hoy. Una unidad contra la miseria, la ignorancia, la enfermedad y la injusticia que atacan diariamente a muchísimos de nuestros hermanos mexicanos; once han sido los homenajeados con esta presea, siendo el más joven de ellos quien la recibe el día de hoy, Fernando Landeros Verdugo, quien es una muestra de la grandeza, de la sencillez, de cuando el individuo se subordina a los intereses más importantes de la mayoría.

El valor de servir es la que hoy premiamos en la persona de Fernando Landeros Verdugo, su padre, Rodolfo Landeros, quien fuera gobernador de Aguascalientes y su madre, Azul Verdugo de Landeros, quien fue voluntaria durante muchos años en hospitales para enfermos mentales, le inculcaron los valores del respeto al prójimo y el altruismo.

Don Eduardo Neri llamó a sus compañeros legisladores a pasar de los ideales a los hechos, del pensamiento a la acción, de la palabra a la obra, y eso es, señoras y señores diputados, lo que ha realizado Fernando Landeros y a lo que nos invita a todos los mexicanos, a través de múltiples organizaciones, entre otras, Gente Nueva, Un Kilo de Ayuda, Fundación México Unido por sus Valores, la Asociación Programa Lazos y, desde luego, de la Fundación Teletón, una de las más grandes y mejor acreditadas a nivel mundial.

Estas fundaciones representan sus principios de fe en el otro, de respeto a la dignidad humana expresado en la atención de niños con necesidades diferentes, de amor al prójimo en el sentido humanísimo de la palabra.

Sin embargo, hay que decir con claridad, la medalla no se entrega a las instituciones, se entrega al hombre que arrastra con el ejemplo, comprometido para brindar atención de la mejor calidad a nuestros niños de escasos recursos, por la sencilla razón de que se la merecen.

Eso es pasar de los buenos deseos a las buenas obras. Ojalá éste fuera el paradigma de todos los esfuerzos que se emprenden en nuestro país para atender a quienes menos tienen, en especial a los niños de situación vulnerable o con necesidades especiales.

La voluntad, el ejemplo, la transparencia y el compromiso de Fernando Landeros ha logrado congregar a diferentes instituciones del sector público, privado y medios de comunicación que quizá podrán ser competidores en el mercado, pero que se han unido con la sociedad en conjunto para formar un frente alto que mejore la calidad de vida de los más necesitados, de quienes muchas veces nuestra indiferencia condena a vivir en los márgenes, en la injusticia, en el olvido.

Nuestro galardonado ha logrado en poco menos de tres décadas, la transformación del llamado Tercer Sector en México. Sector formado por entidades, asociaciones y fundaciones principalmente, que no siendo púbicas ni teniendo ánimo de lucro se ocupan de realizar mediante profesionales y voluntarios, proyectos de acción social, defendiendo intereses de grupos y personas, particularmente de los más vulnerables.

Fernando Landeros ha demostrado la importancia de este sector en nuestra sociedad, ha  demostrado la fuerza inusitada que puede tener para beneficio de México la sociedad civil cuando ésta se organiza para ayudar.

Gracias a tu trabajo entendemos que este sector merece mucha más atención de la que le ponemos actualmente, porque en él se desempeñan hombres y mujeres  dispuestos a pasar de los ideales a las obras para resolver problemas por los que la patria no nos puede esperar.

Quisiera referirme por último a un tema que está detrás del libro Hacia dónde vamos, tendencia análisis y de la jerarquía de valores de los mexicanos, que prologó y dirigió el propio Fernando Landeros a través de su fundación México Unido por sus Valores Culturales. En este obra quedó claro que la transición de nuestro país no era una vuelta a los valores que nos dieron patria e identidad, sino hacia nuevos valores del mercado y la supremacía del más fuerte.

En efecto, el texto remarcó que, por ejemplo el valor de la solidaridad y el amor al prójimo iba como tendencia general a la baja, mientras que a la alza como número uno de los valores de los mexicanos se encontraba el éxito económico.

Cuando contemplamos la labor de nuestro homenajeado para restituir el tejido social en su parte más débil, en los niños que sufren enfermedades, y cuando vemos que esto se hace profesionalmente siendo ejemplo en el mundo entero, no podemos sino señalar que se trata de un incuestionable mérito cívico de un mexicano ejemplar que nos ha enseñado a elevar a la filantropía a un nivel de deber fundamental para todos, un mérito que echa raíces en los valores que volvieron a México un referente histórico y que apuntan a una mañana diferente, un futuro que construimos hoy y que ha de estar lleno de esperanza; un país donde los niños y los jóvenes disfrutan de la paz con la justicia e igualdad que se merecen y donde seres humanos, como Fernando Landeros, nos hacen posible concebir más allá de diferencias, miedos y rencores, una tierra que abre posibilidades para que todos seamos felices.

Fernando, a tus 50 años tu labor ha sido reconocida con la máxima presea que otorgan los mexicanos a través de la Cámara de Diputados. Espero que esto resulte alentador para que continúes con tu trabajo y compromiso con las causas que engrandecen a toda nuestra patria. Muchas gracias y felicidades.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Gracias, diputado Marcos Aguilar Vega. Procederemos ahora a entregar la Medalla al Mérito Cívico “Eduardo Neri y Legisladores de 1913” que otorga esta Cámara de Diputados.

(Entrega de medalla)

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Tiene la palabra el ciudadano Pedro Fernando Landeros Verdugo.

El ciudadano Pedro Fernando Landeros Verdugo: Diputado Ricardo Anaya Cortés, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados; senadora Ana Lilia Herrera Anzaldo, vicepresidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores; maestro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; diputado Marcos Aguilar Vega, presidente de la Comisión de Régimen, Reglamentos y Prácticas Parlamentarias; señoras legisladoras y señores legisladores:

Resulta inimaginable para un ciudadano común poder estar en la más alta tribuna de la nación y hacerlo, además, para recibir un reconocimiento; un reconocimiento por parte de los representantes del pueblo de México: los diputados de este honorable Congreso.

Hoy se cumplen 100 años de que Eduardo Neri, a sus 26 años, se valiera de esta tribuna con la firme convicción de declarar la verdad y evidenciar una injusticia. Debo decir que si algún mérito algunos me atribuyen en realidad no es mío. Y no me atreviera a dirigirme a este honorable Congreso si solo mía fuese esta palabra.

Sólo puedo decir hoy, a la mitad del camino de mi vida, que la misión en la que me he empeñado ha buscado contribuir, como Eduardo Neri, a crear un México más humano.

Las condiciones en las que muchos mexicanos vivían y aun viven en nuestro país, clamaban con la voz de una viva y sufrida injusticia, en contra de una palabra llamada desatención, y por qué no decirlo, rechazo. Por ello, si vale esta verdad, vale porque no es mía, es la de muchos.

Hace algunos ayeres, en este recinto estuvo mi padre, Rodolfo Landeros, hijo de un maestro rural de Calvillo, pequeño poblado de Aguascalientes.

Sin haber tenido la oportunidad de terminar la preparatoria me enseñó dos lecciones que no se aprenden en las aulas: querer a México y tratar con respeto a todos.

Mi madre, Azul Verdugo, mujer del norte, me enseñó que si el amor no es personal, el amor no es real.

Me enseñó que no existen las personas sino cada una con un nombre, un apellido y una historia.

Sobre estas dos columnas y las migas de pan y de luz que la vida me ha permitido recoger, a veces a tientas y a veces inspirado, es sobre lo que he construido mis 50 años.

Creo en la promesa de un cielo en el más allá, pero eso no me preocupa demasiado, solo me interesa poder construirles un cielo aquí en la tierra a aquellos que mi México me entregó para servir.

No creo en el servicio vía el dogma o el concepto, no creo en el bien como estrategia, creo en el bien como el feliz espacio en el que todos merecemos habitar aquí y ahora.

Siempre he pensado, siempre lo he pensado, que todo parte de la forma en que miramos. Pienso que en realidad miramos con el corazón o sin él. De ahí que desde nosotros mismos puedan brotar las más distintas reacciones. La discapacidad no ha sido la excepción. La discapacidad ha sido vista de distintas maneras.

En la Grecia antigua, por ejemplo, los espartanos arrojaban a las personas con alguna discapacidad desde el Monte Taigeto, pues no querían que en su floreciente civilización existieran personas diferentes. En Asia los abandonaban en el desierto o en los bosques. En la India, en la selva. En Egipto eran apartados al abandono. Para los hebreos era una consecuencia del pecado. Y la Ley de las XII Tablas romana permitía que a los niños con malformaciones y a los inválidos se les empujara al vacío desde la roca Tarpeya.

Sin embargo, dos registros de óptica diferente sobresalen en las civilizaciones antiguas: la civilización maya y la civilización azteca. En la civilización maya las personas de corte estatura, los seres con alguna deformidad y los ancianos eran especialmente respetados.

A su vez, los padres aztecas moldeaban el corazón de sus hijos con una hermosa invitación: nadie es ombligo en la tierra, esto es, nadie es superior a nadie porque todo ha dependido en la forma en que miramos.

Cuando realmente miramos al otro aparece un espejo, en donde nos reflejamos nosotros mismos y nos descubrimos como iguales. Sólo cuando somos capaces de mirarnos la justicia puede sentarse entre nosotros. Nadie puede decir que en verdad ha mirado si no sintió respeto por el otro.

Por ello, la etimología de la palabra respetar, respicere, es tan profunda, significa mirar dos veces, mirar dos veces. Respetar es en esencia saber mirar. Cuando nos atrevamos a mirarnos encontraremos que todos tenemos un lugar en el otro y en este espacio llamado México.

Decía Brust que no hay que cambiar el paisaje, sino los ojos con los que vemos el paisaje. Me explico. Un día un joven con discapacidad me dijo: es que no nos ven, parece que somos invisibles. No son invisibles, sólo lo son cuando asumimos la peor de las discapacidades: la ceguera de la razón y del corazón.

Mi lucha es porque ellos sean visibles, no son minusválidos. Mi lucha es porque ellos sean justamente valorados. Mi anhelo es que nadie tenga que verles hacia abajo. Mi anhelo es que ellos tampoco tengan que vernos hacia arriba. Mi anhelo no tiene nada que ver con caridades ni con lástima. La lastima sólo lastima.

Mi anhelo tiene que ver con dignidad y con derechos. Mi anhelo es emparejar el piso en México, y de México, y que todos tengamos la oportunidad de mostrarnos como seres humanos. Mi lucha es porque la sociedad no imponga límites a la felicidad de nadie. Mi lucha se llama una nación de 10 millones de mexicanos con alguna discapacidad, mexicanos que nacieron y viven en este país, y a quienes les pertenece tanto como a todos.

Hay veces que la sociedad impone límites y sin darnos cuenta los acabamos asumiendo como naturales. Alguien algún día declaró que una raza era superior a otra, pero otros demostraron que en las diferencias está nuestra igualdad. Alguien dijo que las batallas se ganaban con guerras, pero hubo quien usó la paz y venció.

Hay quien dice que ser diferente está mal, hay quien dice que opinar diferente está mal. ¿No fue a caso lo que hizo Eduardo Neri? ¿Quiénes decidieron que la discapacidad es un límite? ¿Quiénes decidieron que la discapacidad un límite que opaca el talento?

Si las escuelas no aceptan a los niños, si las empresas no ofrecen oportunidades de trabajo, si en la sociedad no hay espacios abiertos en el arte, en el deporte y en la cultura, si la sociedad es la que impone las barreras y los límites; no nos equivoquemos, es la sociedad quien padece la discapacidad, es a ella a quien tenemos que rehabilitar, rehabilitarla para que 10 millones de mexicanos puedan elegir entre lo que la sociedad les permite hacer y lo que ellos sueñan con ser.

Mis jornadas transcurren atestiguando en los más pequeños el misterio del dolor. Cada mañana que entro en un CRIT mi reflexión es la misma; los niños deberían estar jugando, columpiándose en un parque y riendo a todo pulmón. Por ello la pregunta más difícil de contestar, pregunta que escucho prácticamente todos los días es: ¿por qué a mí? ¿Por qué a mi hijo? Las respuestas de la ciencia no lo acaban explicando todo. Pregunta que hace una madre y cuando la hace sientes como en ese abrazo se desmorona por dentro, como una pregunta de terremoto que derrumba lo cierto y abre la puerta al misterio. Un niño mexicano que sienta el desamparo y pregunte, ¿por qué yo?, debería provocar un movimiento telúrico que no solo conmueva, sino que mueva a la reconstrucción y a la responsabilidad nacional.

Es una pregunta que no tiene respuesta y como no la tiene paradójicamente es útil; útil como los efectos secundarios de una quimioterapia, porque te invita a viajar a tu interior, a bucear razones y sinrazones de tu ser, te regala la vivencia desnuda de la realidad, de lo que es verdaderamente humano; no Homo sapiens que desde la soberbia de la razón lo puede explicar todo, sino desde la sabiduría y el misterio de la discapacidad, la imperfección y la humildad te invita a escuchar y a construir comunidad.

La pregunta de ¿por qué yo?, se trasciende como la propia discapacidad y pierde toda su fuerza aplastante cuando se responde el plural, cuando se responde en plural, en el nosotros de una comunidad, en una comunidad donde todos imprescindibles, donde nadie es un engrane reemplazable que se tira cuando ya no tiene dientes. Millones de mexicanos afortunadamente han hecho suya esa pregunta, esa fragilidad, ese sentirse hechos de la misma pasta, del mismo maíz y han respondido participando.

Y así desde la fragilidad nos hemos hecho fuertes, porque descubrimos en ellos un tesoro de inspiración, una fuente de admiración, un espejo que nos rehabilita, una pregunta que nos reconstruye, una respuesta que nos guía.

Así como la anterior pregunta sobresale por su presencia a diario, hay otra que sin pretenderlo, desde el dulce cuestionamiento de un niño, les ha dado sentido a las personas que aparentemente no tenemos una discapacidad, y por qué yo no, y por qué yo no. Yo tampoco he encontrado una respuesta que me deje convencido, no hay mérito alguno. Hay veces que la salud avergüenza.

Cuando no hay una buena respuesta a una pregunta, hay que cambiar la pregunta y, como el por qué no se encuentra, hay que mudarnos al para qué. Lo que tenemos tiene sentido sólo si es para compartirlo con alguien, si es para sumar nuestra voz a la de ellos y que su corazón sea escuchado por todos. Si es para ver por el otro, caminar por el otro, caminar junto al otro y vivir con el otro.

Qué cierto es que nosotros les colocamos órtesis materiales en algún miembro de su cuerpo y ellos a nosotros en el corazón. Todos nos complementamos. Nadie es superior o inferior a nadie. Ése es el escenario de una sociedad madura. La reunión en donde la justicia y la equidad comparten el banquete que se sirve todos los días.

Todos los días me asomo a la muerte; a la muerte, por ejemplo, de un pequeño con distrofia muscular o con cáncer y la pregunta es ¿cuántos más; hasta cuándo, hasta dónde? Siempre que les veo morir sé que ellos ya lo han dado todo. Pero en su testimonio de vida, nuevamente un espejo nos regresa la pregunta y nos cuestiona a toda la sociedad: ¿y, nosotros, ya hicimos todo por ellos?

Desde su silla de ruedas un niño me preguntó: ¿En el cielo sí podré caminar? Rápidamente contesté que por supuesto sí. Y, mientras él se alejaba feliz por la respuesta, mi sentimiento era de dolor y de rabia. Para el cielo falta mucho y ése no es nuestro trabajo. Nuestro trabajo es crearles un cielo aquí en la tierra.

Queridos miembros del Congreso, aquí está lo que amamos. Bien se afirma cuando se dice que la patria está donde está lo que amamos. Aquí está la patria. La gran mayoría de los aquí presentes hemos tenido o teneos algún familiar con algún reto similar. No son seres anónimos ni son estadísticas. Se trata de los que amamos.

Sé que podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo por ellos, porque hoy en el mundo existe la ciencia y el conocimiento para lograr mucho más de lo que estamos obteniendo como nación.

Por ejemplo, el índice de sobrevida del cáncer reconocido en México es del 60 por ciento. Sin embargo éste es medido a sólo dos años, cuando internacionalmente debe ser medido a cinco. Esto significa que si extendemos el periodo más de la mitad de quienes padecen cáncer en este país pierden la vida.

Si en esta tribuna mi voz hiciera eco fiel de los sentimientos de los padres con niños con cáncer, les diría que está en nuestro alcance no permitir que mueran la mitad de los niños con cáncer de este país.

La Organización mundial de la Salud señala que aproximadamente un 10 por ciento de la población padece una discapacidad. En México los censos han variado por millones en los últimos años.

¿Cómo pretendemos incluir en la sociedad lo que ignoramos desde su origen? ¿Cómo podemos incluir en la sociedad lo que ignoramos desde el momento en el que un mexicano llega a la vida? Si mi voz hablara por los niños con alguna discapacidad les diría que miles podrían estar caminando, comunicándose y ocupando un lugar destacado en la sociedad.

Son seis mil casos anuales de autismo que son calculados año con año en nuestro México. Si mi voz transmitiera fielmente los sentimientos de los padres de un hijo con autismo, les diría que la angustia por falta de soluciones no puede ser mayor.

El Estado sigue haciéndose preguntas cuando los padres y los niños lo que necesitan son respuestas y las respuestas –lo sabemos, se los digo con el corazón en la mano– ahí están al alcance de nuestras manos.

Sobre educación sólo diré lo que ojalá algún día sea un lugar común y no una frase común. Sólo la educación de calidad nos permitirá ver el México que soñamos. Si no ponemos al servicio de los niños todas las herramientas disponibles en el mundo no perdemos la batalla contra la ignorancia, el cáncer o la discapacidad, la perdemos contra nosotros mismos. La vida se va muy rápido y hoy ustedes tienen la voz. ¿Cómo quieren ser recordados?

La valentía de Eduardo Neri nos inspira a todos. ¿Cuál es el legado que ustedes y todos queremos dejar? Como la legislatura que blindó la salud de los niños de México, esa es una opción. Ustedes tienen la voz; ellos ya lo hicieron todo.

El complemento de la ciencia y del conocimiento es el amor, ese que a los mexicanos nos sobra y todos lo sabemos y lo vemos cada año. Lo veo en el cotidiano pero no por ello menos asombroso misterio de ver que quienes menos tienen, más dan.

Lo veo al constatar una generación de niños que son mejores porque han crecido con las dos convicciones más importantes de la vida: “hay alguien que me necesita” y “yo puedo cambiar el mundo”.

Me preguntan: ¿cuál ha sido la clave de Teletón? Y contesto: Cumplir lo prometido. Así de sencillo y así de difícil.

Gracias a ello juntos como sociedad año con año pero en sólo 16 años construimos y damos vida día a día al sistema de rehabilitación más grande del mundo: veintiún centros de rehabilitación; un centro para niños con autismo y una universidad. Porque todo es posible cuando construimos sobre nuestra capacidad de amar.

El pasado 6 de agosto del presente año no fue un día cualquiera. Por primera vez en la historia de nuestra medicina, un modelo mexicano trascendió nuestras barreras geográficas y sentó sus bases en los Estados Unidos, país ubicado en los primeros lugares de la medicina a nivel mundial. Es un logro de todos.

El primer centro de rehabilitación Teletón en los Estados Unidos y además en Texas. Ahí está toda la calidad humana que los mexicanos somos capaces de reunir.

El próximo 21 de noviembre inauguraremos el primer hospital infantil de oncología, porque estamos seguros que se puede librar la batalla contra el cáncer de otra manera. Y ahí tendremos un ejemplo.

Si para algunos votar no es una obligación, donar lo es mucho menos; donar es un privilegio ético.

Si democracia es en esencia la participación de todos para escoger y construir el mejor destino, todos los años el día de Teletón vivimos una jornada democrática.

Me explico: porque lo que vemos es un país que no extiende la mano para pedir, sino que ofrece su mano para dar; un país que no delega toda la carga en manos del Estado, sino que se hace responsable de su propio destino.

¿Podemos aquilatar cuánto vale en términos cívicos el que más de 18 millones de mexicanos de todas las clases sociales en donde la inmensa mayoría son niños, tomen el destino de los otros en sus propias manos?

¿Podemos medir cuánto pesa en materia de tejido social el que año con año más de 18 millones de mexicanos donadores que equivalen al 70 por ciento de las familias mexicanas participen voluntariamente en una marcha familiar, pacífica, ética y solidaria para transformar una realidad?

En esa reunión voluntaria quizás todos pensamos distinto sobre algo, pero ante la evidencia de la necesidad, todos respondemos como uno mismo.

La paradoja es que al hacer propio el dolor del otro, terminamos rehabilitándonos a nosotros mismos y lo que construimos pensando en ellos, termina siendo la casa de todos.

No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti y doblan por mí; no hay un ellos ni un nosotros. Lo que hacemos lo hacemos por todos y eso lo hemos entendido muy bien.

Afortunadamente el valor que hoy se requiere en México no es el de las balas y los cañones, no es el de las balas y los cañones, pero se requiere un valor igual de heroico, el valor de lo cotidiano para seguir construyendo un país más incluyente y menos asimétrico.

Hay niños que presentan un síndrome de envejecimiento prematuro; por cada año cronológico de vida su desgaste es de 10. Niños que mueren de 90 años, cuando sólo tienen nueve. Con ellos aprendimos que hay seres humanos que no miden el tiempo con nuestro reloj, con ellos el valor del tiempo tiene otro significado. El tiempo debería ser medido por quien más lo necesita.

Por ellos, apreciados legisladores, cada minuto vale una vida. Tenemos que escuchar el no tan sonoro pero mucho más poderoso rugir del amor que se escucha cuando hacemos a un lado las discapacidades de la visión y del corazón. Que no caiga sobre ninguno de nosotros la profecía de Voltaire cuando afirmaba que lo malo de los buenos es que generalmente son cobardes.

Este país lo que necesita es gente que lo ame porque del amor surgirá el valor de defender lo que somos, el valor para arrancarle al futuro lo que soñamos ser. Con amor y valor nuestro México saldrá adelante. Que este México se ha ganado por quien más lo ame.

Que este reconocimiento sirva para que la grandeza de México pueda ser medida por su capacidad de incorporar al más frágil y al más débil. Si no estamos todos no estamos completos.

Como afirmaba León Felipe “Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo”.

Dicen que rara virtud es la gratitud. No puedo concluir este mensaje sin agradecer al Poder Legislativo de México su siempre solidario apoyo a las causas que han sido la causa de mi vida. Toda mi gratitud siempre.

Este día recibo el reconocimiento más importante de mi vida porque viene de ustedes, quienes representan a la gente de mi país y es precisamente con ellos, con la gente de mi país, con quienes comparto esta medalla. Con cada ser humano con quienes la existencia me permitió coincidir, con cada ser humano que generosamente me ha acompañado en la maravillosa aventura de mi vida.

En mi corazón llevo a quienes creyeron en mi y en mis anhelos cuando no había un solo ladrillo colocado, a quienes fundaron conmigo un sueño desde mi juventud, a mis colaboradores, amigos y aliados en la ambición, a mis padres y a mis hermanos Adriana y Rodolfo, a mis sobrinos Rodolfo, Sergio Andrés, a mi hermano de causa Emilio Azcárraga y a quien comparte mi vida y mi misión, mi esposa Paola.

Les agradezco con el corazón en la mano a aquellos que pensaron que yo podía merecer este premio, nada más inmerecido; sólo he dedicado mi vida a hacer aquello que me hace inmensamente feliz. Nada ha valido la pena, todo ha valido la alegría. Señores legisladores, jamás olvidaré que estuve aquí. Gracias con todo mi corazón.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: “Es más grande e intenso el dolor que debemos sentir en estos momentos en que vemos que se está abofeteando al Poder Legislativo y que el Poder Legislativo no toma una resolución digna de un poder”. Es un fragmento del discurso de Eduardo Neri pronunciado hoy hace exactamente 100 años.

Dice Octavio Paz en El peregrino en su patria, que es imposible formular un juicio válido sobre cualquier hecho histórico si no se tiene en cuenta el momento en que se produce, y el momento en que Neri pronuncia ese histórico discurso, hoy hace exactamente un siglo, es de la máxima relevancia.

Siete meses antes el presidente de la República Francisco I. Madero y su vicepresidente habían sido asesinados por Victoriano Huerta, El Usurpador. Sólo un mes y medio antes su compañero diputado Serapio Rendón había sido asesinado también por órdenes de Victoriano Huerta, y apenas dos días antes, el senador Belisario Domínguez había sido torturado y asesinado también por órdenes de El Usurpador, Victoriano Huerta.

Neri dijo lo que debía, sabiendo lo que arriesgaba. Al día siguiente del discurso pronunciado por Neri, 84 legisladores son aprehendidos y Victoriano Huerta disuelve el Congreso. No volvería a haber Poder Legislativo legalmente constituido en México sino hasta 1916.

Hace 10 años, al recibir esta misma medalla el poeta Andrés Henestrosa, dijo aquí en esta Cámara de los diputados, que la verdad una vez dicha no se borra jamás. Las palabras pronunciadas por Eduardo Neri hace un siglo no se borrarán jamás.

Eduardo Neri y Legisladores de 1913 es el nombre de la medalla, “...y Legisladores de 1913”, y es que la referencia a los compañeros de Neri es también obligada. Es obligada ya que por sus integrantes es quizá la legislatura más brillante en la historia del México moderno.

Entre los compañeros de Neri estaban dos futuros presidentes de México, Pascual Ortiz Rubio y Roque González. El famoso cuadrilátero cumbre de la oratoria parlamentaria, Querido Moheno, José María Lozano, Francisco Olaguibel y Nemesio García Naranjo.

El cerebro del carrancismo, don Luis Cabrera, Isidro Fabela, que llegaría a ser juez de la Corte Internacional; Cravioto, Heriberto Jara, Manuel Rojas, todos ellos Constituyentes del 17. Juan N. Frías, que no sólo fue Constituyente de 17, sino que llegaría a ser estimado ministro, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ahora, también hay que decir que no todo eran luces, también había sombras en esa legislatura. Había entre los legisladores de 1913 quienes apoyaban a Victoriano Huerta, quienes apoyaban al usurpador. También hay que decir que no había una sola mujer diputada, faltan todavía 40 años para que en México se reconociera, que no otorgara, que no concediera, faltaban 40 años para que se reconociera a las mujeres su legítimo derecho a votar y a ser votadas.

Pero más allá de las luces y de las sombras de esa  histórica XXVI Legislatura, es la primera en la historia de nuestro país que es electa democráticamente mediante el voto directo, y si la historia es ver desde e presente el pasado, qué nos dice hoy a nosotros esa histórica legislatura; que el parlamento reúne a adversarios políticos, pero para que emanen acuerdos, que el eje de la teoría democrática está en el entendimiento correcto entre el Legislativo y el Ejecutivo, entendimiento que no es la obstrucción que por momentos enfrentó Madero, pero mucho menos la subordinación que pretendió Victoriano Huerta. Colaboración en lo correcto, equilibrio para controlar al poder, pero sin restar eficacia al gobierno. En palabras de un legislador de la época, Querido Moreno; que cero oposición no significa cero obstrucción.

Querido Fernando Landeros, honorar es la máxima expresión del honor propio,  porque significa valorar en el otro lo que uno mismo estima trascendente. El diputado Neri nos hereda su valor para que juntos valor y valores formen una nueva sociedad mexicana.

Señoras y señores, si la vitalidad de un hombre se revela en su capacidad de persistir y sobre todo en su capacidad de empezar de nuevo, debemos reconocer en  Fernando Landeros una vitalidad fuera de lo común.

Empezó a los 18 años fundando la organización Gente Nueva y empezó de nuevo a los 30 fundando Un Kilo de Ayuda. Y empezó de nuevo a los 31 fundando México Unido y empezó de nuevo a los 32 fundando Lazos, y empezó de nuevo a los 34 fundando El Teletón y empezó de nuevo a los 44 fundando Mexicanos Primero, y en cada oportunidad empezó poniendo cimientos sólidos para que las fundaciones pudieran sostenerse cuando él ya no estuviera al frente.

Hoy Gente Nueva sigue fomentando valores entre los jóvenes. Hoy Un Kilo de Ayuda sigue luchando contra la desnutrición infantil. Hoy México Unido sigue promoviendo los valores y el orgullo de México.

Hoy Lazos nos sigue dando la oportunidad de apadrinar la educación de una niña o de un niño. Hoy Mexicanos Primero sigue impulsando la calidad educativa. Hoy el Sistema de Rehabilitación Infantil Teletón es el más grande del mundo y muchos niños de la primera etapa hoy son universitarios que conocen en carne propia el valor de la solidaridad.

Estas organizaciones, al lado de muchas otras en nuestro país, han venido a revelar el enorme potencial de los ciudadanos. Han venido a confirmar que debe haber tanta sociedad civil como sea posible y tanto gobierno como sea necesario.

Pero sobre todo, el trabajo de Fernando ha permitido a millones recordar que como dijo José Martí: “Ayudar a quienes lo necesitan no es solo parte del deber sino de la felicidad”. Pocas cosas generan más felicidad personal que ser con el otro, que ayudar a los demás.

En resumen, dos eventos nos convocan: el heroísmo de Eduardo Neri con los legisladores de 1913 y el reconocimiento del trabajo solidario de un gran mexicano. Pero en realidad corresponden ambos a un solo propósito: entender que lo que hoy requiere México son voces valientes y ejemplos vibrantes.

Distinguir hoy a Fernando es la ocasión para volver a reconocer el gran sentido de solidaridad de todo el pueblo mexicano ante la adversidad, ante el sufrimiento de una niña o de un niño, frente a las tragedias provocadas por fenómenos naturales, como recientemente ha ocurrido. O frente a la oportunidad misma de ayudar al otro el pueblo mexicano vuelve a demostrar una y otra vez que es un pueblo profundamente solidario.

Concluyo citando la traducción hecha por un hombre que recibió esta misma medalla, en este mismo recinto hace solo cinco años, el maestro Miguel León Portilla. Lo refiero porque el poema de Netzahualcóyotl, inscrito aquí en letras de oro que tradujo Miguel León Portilla, sintetiza lo que hoy nos convoca a todas y a todos.

Dice el poema náhuatl: “Amo el canto del cenzontle, pájaro de 400 voces; amo el color del jade y el enervante perfume de las flores; pero más amo a mi hermano: el hombre”. Muchas gracias.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés: Invitamos a todos los presentes a ponernos de pie para entonar nuestro glorioso Himno Nacional.

(Himno Nacional)

Muchas gracias. Se pide a la comisión de cortesía acompañar al ciudadano Pedro Fernando Landeros Verdugo cuando él desee retirarse de este recinto.

El Presidente diputado Ricardo Anaya Cortés (11:37 horas): Se levanta la Sesión Solemne y se solicita a las diputadas y diputados permanecer en sus lugares para iniciar la sesión ordinaria.

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