1. Exposición de motivos
1.1. Latinoamérica y el nuevo orden mundial
El orden político internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial sustentado en la posición hegemónica de dos potencias: Los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, se encuentran en proceso de transición del bipolarismo hacia el multipolarismo.
En el pasado reciente las potencias dominantes presidían un conjunto de instituciones políticoeconómicas-militares, a través de las cuales ejercieron su preponderancia. Hoy, tales organismos están en crisis o se han desintegrado estrepitosamente. El mundo busca un nuevo ordenamiento internacional que se ajuste a la realidad y corresponda a las actuales tendencias. Los hombres de buena voluntad desean y luchan porque el nuevo sistema internacional descanse en la justicia, la democracia, la prosperidad, el reconocimiento irrestricto de la dignidad humana y el respeto al medio ambiente; en suma, el Bien Común Universal. Sin embargo, hay fuerzas e intereses que actúan para lograr un nuevo orden mundial de carácter economicista, donde previamente los intereses comerciales de los más poderosos y desarrollados.
Las principales tendencias mundiales de nuestro tiempo son el humanismo, la interdependencia entre las naciones, la globalización económica y el regionalismo del comercio, correspondiente a una evolución multidimensional, propia de la fase planetaria en la que ingresó el género humano. En efecto, la humanidad se encamina hacia la integración en unidades cada vez más amplias: de las familias y clanes surgieron las tribus; de éstas nacieron las ciudades, luego los territorios feudales; más tarde emergen los estados modernos, las federaciones y, finalmente, se están integrando las regiones.
Es digno señalar que la unidad superior no debe nulificar las unidades inferiores. Por ende, la afirmación de los caracteres e identidades nacionales, paradójicamente se torna necesidad imperiosa, en una época en la que avanzan los procesos de aglutinamiento regional.
En todo caso se han ido desvaneciendo los sueños autárquicos nacionales y de aislacionismo. Actualmente ninguna nación confinada es capaz de sobrevivir ni lograr su autosuficiencia. Parafraseando a Luis Armand podemos afirmar: en adelante, una nación es del todo independiente y soberana si logra hacerse tan imprescindible de otras naciones como éstas lo sean para ella.
Creer que el sueño del mundo unificado llegará a ser realidad en poco tiempo, es forma poco realista de pensar. Deben superarse demasiadas diferencias, y tensiones antes de que el objetivo aparezca en el horizonte. Mientras tanto, la humanidad deberá pensar cómo crear un mundo organizado.
En la actualidad, nadie debe pretender avanzar con sus propias fuerzas, ya que el desarrollo se alcanza mediante la colaboración de todas las naciones o no se consigue de manera alguna. Para expresarlo con mayor agudeza: hay que elegir entre el mundo organizado o el caos y abuso de las más fuertes. Lo que se requiere es crear diversas maneras de agrupamiento entre los estados y llevar a cabo la reforma democrática e integral de los organismos multilaterales. Sólo así se pondrán encarar con criterios unificados las responsabilidades comunes, frente a los complejos y graves problemas que afligen a la humanidad, tal es el reclamo imperioso de la mayoría de las naciones.
A pesar de las dificultades, Europa avanza con paso firme en su proceso de integración, al igual que otras regiones donde se registran tendencias similares. En nuestro Continente la regionalización está ganando terreno, acicateada por las urgencias y estrategias económicas. Sin embargo, debemos reconocer que los procesos de asociación comercial entre México, los Estados Unidos y Canadá, como los del Mercosur, el Pacto Andino y otros similares entre los países latinoamericanos, tienen un contenido de índole crematística. Por consecuencia, tales procesos están planteados como reacciones defensivas frente a lo que ocurre en otras partes del orbe, la mayoría de las veces desligados de toda consideración histórico-cultural e ignorantes del acervo de valores que poseen nuestras naciones.
En tales circunstancias América Latina no está desempeñando un papel específico en la configuración del nuevo orden mundial, dado que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos están sucumbiendo a las concepciones economicistas, sobre las que se pretende edificar el sistema internacional multipolar del futuro. Por ello nuestros pueblos son ahora más objetos de la ingeniería productiva internacional, que sujetos activos en la historia y la política mundial.
En la reunión de intelectuales latinoamericanos, celebrada en
Caracas, Venezuela, en julio de 1991, fue lanzado un manifiesto con las
advertencias siguientes:
"Los grandes fenómenos contemporáneos de transformación universal, han dejado a América Latina y al Caribe en la periferia....América Latina no tiene alternativa. En nombre de su dignidad y su sobrevivencia debe plantearse a sí misma con energía, la necesidad de participar activamente en la creación de las reglas del nuevo orden. A través de una acción decidida debe demostrar su vocación de participar en la consolidación, de un orden que afirme que la búsqueda de la justicia social y la prosperidad de los países en desarrollo es un requisito para la paz en el mundo.""Nuestra América quiere ser un continente con fuerza propia, con una participación real en el destino de la humanidad. Es decir: ser los protagonistas de nuestra historia y no sus agentes pasivos."
"El mundo tiene una concepción del desarrollo social y económico. Pero un proyecto de desarrollo futuro entraña la cultura como parte fundamental, porque lo que hemos visto a través de la historia de la humanidad hasta ahora, es que la sociedad industrial ha creado primordialmente valores materiales de prestigio efímero."
"La cultura es nuestra vocación dominante. Por eso queremos una comunidad de naciones y no solamente económica, porque no sólo aspiramos a un paraíso material sino, también, a una patria grande de bienes espirituales."
1.2. La nación latinoamericana
Los dirigentes de la revolución emancipadora de los pueblos latinoamericanos en las primeras décadas del Siglo XIX, actuaron como hijos de un mismo país al que llamaban "América". Es paradójico, pero innegable, que cuando nuestros antepasados renegaron de España y se rebelaron del régimen colonial, afirmaron su identidad nacional en sentido amplio, con una percepción continental; es decir el primer factor de integración latinoamericana en el orden político, fue la desintegración de la corona. La separación de la metrópoli nos unió: La independencia ante España fue un encuentro de quienes compartían valores, lengua y cultura, condición previa en la que se darían las bases de una comunidad multinacional futura.
Miguel Hidalgo en el manifiesto de Guadalajara del 6 de diciembre de 1810, consideraba como decisivo, "el momento en que la valerosa nación Americana inicia su rebeldía". En el Congreso de Apatzingán, el 22 de Octubre de 1814, se dictó el decreto en el que "se reputa ciudadano de esta América a todos los nacidos en ella". En Perú, Vizcardo y Guzmán; en Caracas, Francisco de Miranda, en las postrimerías del Siglo XVIII, habían sido precursores de ese pensamiento.
Tales actitudes indicaban que la revolución independentista era una sola, aunque actuaba en movimientos paralelos y solidarios. El prócer de la independencia chilena, Juan Egaña, abogada entonces por un Congreso General de los gobiernos de América. Posteriormente, el llamado formal a la unidad de los pueblos de América se inició con la carta de Jamaica(1815) de Simón Bolivar, que motivó la respuesta positiva de grandes hombres de su época como el mexicano Lucas Alamán, que en 1823 sostenía que los países latinoamericanos compartían "uniformidad de intereses, por lo que todos estaban dispuestos a auxiliarse mutuamente para la consecución del objeto a que todos uniformemente se encaminan". En Argentina, Bernardo Monteagudo(1822) exhortaba a "formar un foco de luz que ilumine a la América: crear un poder que una las fuerzas de millones de individuos; estrechar las relaciones de los americanos uniéndose por el gran lazo de un Congreso Común".
Los proyectos y aspiraciones de Bolivar se concretaron el 15 de julio, de 1826, en el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua firmado en Panamá por México, la Gran Colombia, (Ecuador, Venezuela, Panamá) los países de América Central y Perú. El tratado creaba una sociedad de repúblicas hermanas en el continente americano. Sin embargo, el Tratado de Panamá no pasó de ser un hermoso proyecto de letra muerta. Posteriormente, hubo intentos de México por reactivar el proceso unionista: en diversas ocasiones, mayo de 1831, diciembre de 1838, agosto de 1839 y abril de 1840, Lucas Alamán invitó a "unificar los intereses políticos de las naciones de América, antes colonias españolas". Es entonces cuando América Latina adopta su nombre. Primero el francés Chevalier habló de una "América latina" usando el término latina como adjetivo para distinguirla de la América sajona. Fue el colombiano Torres Caicedo quien desde 1851 proclamó América Latina como nombre propio, y el concepto latino como sustantivo. Después hubo otros esfuerzos para impulsar la tendencia unificadora de los pueblos latinoamericanos pero sin mayor efecto práctico.
De esta suerte el sueño de integrar una "Nación de Repúblicas" se frustró por múltiples razones que el internacionalista mexicano José Juan de Olloqui plasma en la expresión: "un perverso destino". Mucho tiempo pasaría antes de que surgieran nuevas convocatorias con tal propósito.
Ya en este siglo, después de la Segunda Guerra Mundial, brotaron en diversas latitudes movimientos integracionistas que también se manifestaron en América Latina, pero esta vez las iniciativas ya no descansaban en el originario sueño bolivariano sino en propósitos económicos y comerciales. A mediados de la década de los cincuenta, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) elaboró estudios dirigidos a establecer una zona de libre comercio para resolver problemas de intercambio regional. Así surgió el Tratado de Montevideo que dio origen a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), en vigor a partir del 1o. de junio de 1961, en el que participaron 11 países. México se incorporó convencido de que sería el instrumento idóneo para la tan esperada integración. Por ello, en diversas oportunidades propuso la adopción de medidas tendientes a dinamizar y fortalecer la asociación.
Nuevas esperanzas integracionistas se despertaron con motivo de la celebración,
en 1964, de la Asamblea Constitutiva del Parlamento Latinoamericano en
Lima, Perú, cuyo propósito era movilizar las fuerzas políticas
latinoamericanas para enriquecer con un sólido respaldo parlamentario
y de opinión las tesis económicas de libre comercio en los
pueblos del área. Lo mismo generó la reunión de jefes
de Estado en Punta del Este, Uruguay, el 14 de abril de 1967. No obstante
las expectativas, este segundo período de esfuerzos por la unidad
latinoamericana, no rindió los frutos esperados. El tratado de Montevideo
no prosperó porque contribuyeron a su fracaso diversas razones:
a) La falta de integración física entre los estados miembros, debido al deficiente sistema de transportes.A pesar del sombrío balance de esta segunda etapa en la búsqueda de la integración latinoamericana, quedaron vigentes dos instituciones de gran valor que preservaron el ideal bolivariano: El Parlamento Latinoamericano (Parlatino) y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), que sustituyó a la ALALC mediante el acuerdo de Montevideo, el 11 de agosto de 1980.b) El grado de diferente desarrollo.
c) Las políticas proteccionistas.
d) Los cambios políticos y económicos en algunos de los miembros.
e) Los egoísmos de las clases dirigentes que se negaron a renunciar a sus privilegios.
f) Las influencias externas negativas.
Asimismo, el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) constituido en Panamá en 1975 por iniciativa de México respaldada por Perú y Venezuela, se inscribe en la lucha por la integración de las naciones latinoamericanas.
Los profundos cambios internacionales ocurridos en los últimos años están impulsando una tercera etapa de propuestas para avanzar hacia la integración latinoamericana. Están a la vista los trabajos de diversos gobiernos de América para integrar subregiones de libre comercio, como el Mercado Común del Sur; los tratados de libre comercio entre México, Chile, Venezuela, Colombia, Bolivia y Centroamérica; las iniciativas de gran alcance político y cultural, como las representadas por el Grupo de Río; además se ha institucionalizado la Conferencia cumbre de los Jefes de Estado y Gobierno Iberoamericanos, en las que se manifiesta el ferviente propósito de articular políticas comunes en la región y hacer oír la voz de los latinoamericanos en el proceso político y económico mundial.
La clase política latinoamericana, con mayor conciencia siente
la necesidad apremiante de dar pasos efectivos hacia la integración
de nuestras naciones, a saber:
El Parlamento Latinoamericano, en su XIII Asamblea Ordinaria verificada en Cartagena, Colombia, el 2 de Agosto de 1991, resolvió:........"Tercero. Reiterar la urgencia impostergable de que la América Latina se integre, para ser dueña de su destino y actora en el de la humanidad, lo cual exige la creación de la Comunidad Latinoamericana de Naciones con su parlamento popular, elegido libre y directamente por sus pueblos, enmarcada en la justicia social, la paz, la democracia y la libertad."
"Cuarto. Que respalda por tanto, el querer del pueblo latinoamericano, para que dicho acto histórico se realice a la mayor brevedad posible."
"Quinto. Exhortar a los jefes de Estado para instrumentar las medidas necesarias, destinadas a lograr la creación de la Comunidad Latinoamericana de Naciones con su Parlamento Popular e inviten a la Comunidad del Caribe a ser miembro asociado de ella con estatuto especial. Sugerirles, además, designar en la próxima reunión del Grupo de Río, una Comisión Preparatoria para lograr los objetivos señalados..."
Las fuerzas políticas latinoamericanas de diversas tendencias,
en algunos países han conseguido que el ideal de la integración
quede inscrito como mandato en sus leyes supremas:
Venezuela (1961). Artículo 108 de la Constitución: "La República favorecerá la integración económica latinoamericana. A este fin se procurará coordinar esfuerzos para fomentar el desarrollo económico y aumentar el bienestar y la seguridad comunes".Uruguay (1967). Capítulo IV. Artículo 100 de la Constitución: "La República procurará la integración social y económica de los estados latinoamericanos, especialmente en lo que se refiere a defensa común de sus productos y materias primas. Asimismo propenderá a la efectiva complementación de sus servicios públicos".
Perú (1979). Capítulo IV. Artículo 100 de la Constitución: "El Perú promueve la integración económica, política, social y cultural de los pueblos de América Latina, con miras a la formación de una comunidad latinoamericana de naciones."
Ecuador (1984). Título Preliminar. Artículo 3o. de la Constitución: "Propugna también la comunidad internacional, así como la estabilidad y fortalecimiento de sus organismos y dentro de ello, la integración iberoamericana, como sistema eficaz para alcanzar el desarrollo de la comunidad de pueblos unidos por vínculos de solidaridad, nacidos de la identidad de origen y cultura..."
Brasil (1988) Título I, Dos Principios Fundamentales. Artículo 4o. párrafo único de la Constitución: "La República Federativa de Brasil buscará la integración económica, política y cultural de los pueblos de América Latina, viendo la formación de una Comunidad Latinoamericana de naciones".
Colombia (1991) Artículo 227 de la Constitución: "El Estado promoverá la integración económica, social y política con las demás naciones y especialmente con los países de América Latina y del Caribe, mediante la celebración de tratados que sobre la base de equidad, igualdad y reciprocidad, creen organismos supranacionales, inclusive para conformar una Comunidad Latinoamericana de Naciones. La Ley podrá establecer elecciones directas para la Constitución del Parlamento Andino y del Parlamento Latinoamericano".
1.3 México y la comunidad latinoamericana de naciones
La evidencia histórica demuestra que México estuvo siempre comprometido con la plena realización del ideal de integración de los pueblos latinoamericanos. En la primera etapa de este proyecto, realizada en el Siglo XIX, los mexicanos se convirtieron en promotores entusiastas de la convocatoria de Simón Bolívar. En la época actual México ha sido miembro relevante de la ALALC, ALADI, SELA y del Parlamento Latinoamericano, Grupo de Río y Conferencia de Jefes de Estado y gobierno Iberoamericano.
Consideramos que todas las fuerzas políticas del país comparten la aspiración de lograr la unidad latinoamericana, lo que demuestra el deseo del pueblo de México por conservar su identidad cultural y los valores que son comunes a los pueblos con el mismo origen y lengua.
México tiene una posición geográfica privilegiada que la permite seguir un camino propio en esta fase de asociaciones comerciales entre países, así como en la formación de regiones económicas.
En tal virtud, deberá celebrar acuerdos, tratados y convenios en distintas direcciones, con diversos grados y fórmulas de integración, sin adoptar compromisos exclusivos, ni ligar su destino con el Norte, el Sur, el Atlántico o el Pacífico.
Nuestra nación puede y debe desplegar una estrategia tendiente a diversificar los vínculos con las diversas regiones del orbe jugando un papel de eslabón multidireccional, siempre y cuando salvaguarde el compromiso superior de preservar su identidad nacional.
México cuenta con una extraordinaria multigeopoliticidad que le permite aprovechar las oportunidades que ofrecen las regiones: Los Estados Unidos y Canadá, Europa unificada, el Caribe, la Cuenca del Pacífico y Latinoamérica, a efecto de ser factor de unidad y paz mundial. Empero, tal desempeño sólo podrá ser legítimo si ratificamos nuestra pertenencia esencial a Latinoamérica, de la que, como dijera don Efraín González Luna, somos hermanos y no sólo vecinos.
Con América Latina, México aspira a crecer; anhelamos hacerlo con libertad, justicia social, sin dejar de ser nosotros mismos, ni rechazar el llamado de nuestras raíces histórico-culturales comunes. Por ende, México debe reforzar y acentuar sus compromisos de hermandad con la comunidad latinoamericana de naciones, y colaborar con sus pueblos para darle un peso específico a la patria grande, hacia la configuración del nuevo orden internacional.
2. Iniciativa de adición al artículo 40 de la Constitución
Por lo anteriormente expuesto:
Convencidos de que el pueblo de México desea ingresar en el concierto internacional conservando su identidad cultural como nación latinoamericana. Considerando que para crear un orden mundial justo, humanista, democrático y libre América Latina requiere poseer un peso específico en la política internacional; Inspirados en las nobles convocatorias de los héroes fundadores de las naciones latinoamericanas cuya profética visión de la unidad de los pueblos de América Latina, como salvaguarda de su independencia y condición para su prosperidad; los diputados abajo suscritos, pertenecientes al grupo parlamentario del Partido Acción Nacional proponemos:
Con fundamento en el artículo 71, fracción II y artículo
135 de la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos,
de acuerdo con el artículo 55, fracción II del Reglamento
para el Gobierno Interior de los Estados Unidos Mexicanos proponemos la
adición de un segundo párrafo, al artículo 40 de la
Constitución General de la República con el siguiente texto:
"Los Estados Unidos Mexicanos favorecerán todo esfuerzo encaminado a fortalecer y desarrollar la integración cultural, política y económica de los pueblos de América Latina, con miras a la formación de una comunidad latinoamericana de naciones".
Salón de sesiones de la honorable Cámara de Diputados
a 20 de diciembre de 1992.
Diputados Luis Felipe Bravo Mena y Enrique Caballero Peraza.
Turnada a la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales.