Con fundamento en lo establecido por la fracción II del artículo 71 de la Constitución General de la República, los que suscriben, diputados ante la LV Legislatura del honorable Congreso de la Unión, miembros del grupo parlamentario del Partido Popular Socialista, sometemos a la elevada consideración de este cuerpo Colegiado, la siguiente iniciativa de reformas a los artículos 1o., 2o., 10, 12, 27, fracción XV; 28, párrafo primero; 29, 40, 70, párrafo primero; 80, 87, 89, fracción VIII; 97, párrafo séptimo; y 116, fracción V de la propia Carta Magna.
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
En el presente, los pueblos se enfrentan a una correlación de fuerzas en el campo internacional compleja. La globalización e internacionalización de la economía, que favorece al expansionismo del capital financiero internacional y conlleva el hegemonismo de las grandes potencias imperialistas, pone en grave riesgo la soberanía, la autodeterminación y la identidad cultural de los propios pueblos. El imperialismo hoy día ha llevado al planeta a un nuevo reparto, entre las tres grandes metrópolis, Japón, Alemania y Estados Unidos. Esta regionalización, con el predominio de tres grandes potencias, trata de poner en entredicho el concepto de soberanía, presentándolo como una categoría en crisis. Los Estados Unidos de América, sin el contrapeso de otro polo militar, económico y político, considera que tiene el campo libre para atraer bajo su férula a todos los países del continente y especialmente al nuestro, a quien ha pretendido y pretende absorber en tantos episodios que la historia registra a lo largo de decenas de años. El régimen de la Casa Blanca considera que es el momento oportuno para dar el zarpazo sobre México ante la inminente aplicación de las cláusulas del Tratado de Libre Comercio.
Ante esta situación difícil para los pueblos que luchan por su independencia, el camino certero es el de fortalecer la conciencia patriótica del pueblo mexicano. El principio político y la norma jurídica de la soberanía nacional, deben hacerse valer ante el vendaval de la competencia de los poderosos bloques que ha forjado el imperialismo contemporáneo. México tiene que buscar los caminos para diversificar sus vínculos económicos, pero cuidando celosamente su identidad nacional. Tarea fundamental de todas las fuerzas patrióticas de nuestro país, independientemente del partido político en el que militen, es la defensa intransigente de los principios cardinales de la política internacional de México, a fin de lograr la seguridad y la independencia de todos los pueblos; así como el afianzamiento de nuestra propia soberanía.
El pueblo de México no ha aprendido a tener conciencia de su personalidad con lecciones aprendidas solo en los libros. Tampoco ha acrecentado su amor a la patria con simples prédicas de carácter cívico. Su nacionalismo se ha forjado en el crisol de sus luchas revolucionarias y emancipadoras.
La defensa de la soberanía nacional y el derecho del pueblo a su libre determinación económica, política y cultural, la ha realizado en cruentas batallas contra el colonialismo y contra las múltiples invasiones extranjeras.
A lo largo de nuestra historia como nación independiente siempre hemos tropezado con un peñasco en nuestro camino: el del imperialismo norteamericano, dispuesto siempre a estorbar nuestro desarrollo independiente y a destruir la conciencia patriótica de nuestro pueblo. De ahí sus máximos esfuerzos para limitar la enseñanza de nuestra historia a las nuevas generaciones o para que se les inculque de manera deformada, quitándole todo su contenido nacionalista y su filo antiimperialista.
Al propio tiempo, esa misma fuerza ha tratado de llevar a la práctica planes concretos para ahogar en falsas expresiones de cultura exterior, nuestras esencias de pueblo creador que posee un recio sello particular.
Para las fuerzas avanzadas de nuestro país es urgente que nuestro pueblo esté armado con un nacionalismo sano, tal como se le define en el artículo 3o. de la Constitución, abierto a la solidaridad con todos los pueblos que luchan por su Independencia, pero dispuesto siempre a rechazar todo tipo de intervenciones y presiones del exterior, que intenten destruir nuestro derecho de fijar el rumbo de la nación en su desarrollo económico, social y político.
El nombre de cada uno de los países de la tierra tiene una importancia histórica y política, porque está unido a las tradiciones y luchas de cada uno: así como a sus primordiales manifestaciones de tradición y de cultura. El nombre significa muchas veces un recurso que tiene cada pueblo para defender su independencia y soberanía. Los cambios en la denominación han tenido que ver con estos objetivos. El caso de Zimbabwe es significativo. Se llamó Rhodesia, nombre impuesto por los conquistadores y racistas que pretendieron siempre despersonalizar al país. Los patriotas de aquella nación, al triunfar sobre sus enemigos, le asignaron a ese pueblo un nombre que estuviera de acuerdo con su particular ubicación geográfica e histórica.
En el caso de nuestro país también es de gran trascendencia. Durante los tres siglos de colonialismo se llamó "Nueva España". Jamás los insurgentes quisieron seguir denominando a nuestra patria con el nombre que le impusieron los conquistadores y colonialistas. José María Morelos y Pavón y el Congreso de Anáhuac, al redactar la Constitución promulgada el 22 de octubre de 1814, en Apatzingán, Michoacán, la denominaron "Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana". Entonces el nombre de América era para designar a la patria grande de este lado del Atlántico, como la tierra distinta a España, subyugada por la metrópoli. A Morelos no se le ocurrió llamarle "Estados Unidos Mexicanos", por que hubiera chocado con la conciencia latinoamericana de los insurgentes.
Por eso resulta importante ventilar hoy el asunto relativo a la denominación del Estado mexicano de una manera precisa, vinculándola a las cuestiones de principios que han surgido siempre de nuestro caudal histórico y en interés supremo de los mexicanos, sin caer en superficialidades o en falsos argumentos que tiendan a presentar como frívolo un asunto que, en verdad, tiene la mayor profundidad y riqueza.
La Constitución General de la República no tiene una disposición precisa que señale de manera enfática cuál debe ser el nombre de nuestra nación. Se trata de una grave omisión que, hoy más que nunca, urge subsanar.
Elevar a rango constitucional el nombre de nuestro país será un paso de relieve en nuestros fastos históricos.
En varios artículos de la Carta de Querétaro se habla de "Estados Unidos Mexicanos". Con lógica elemental se puede deducir que esa denominación es la que implícitamente se le da a nuestro país.
Sin embargo, con ello no se subsana el vacío: se carece de un dispositivo concreto que diga de manera explícita cuál es el nombre oficial de nuestro país.
El "Acta Constitutiva de la Federación", promulgada en enero de 1824, habla de la "nación mexicana", en sus primeros artículos. Es la Constitución publicada el 4 de octubre de 1824, la primera del México Independiente, la que se denominó "Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos". Se ha considerado que era la influencia del federalismo norteamericano la que determinó que los constituyentes de 1823 - 24, adoptaran esa denominación. La cual conservó la Constitución Liberal de 1857 y la que hoy rige la vida de la sociedad mexicana.
En el constituyente de Querétaro de 1916 - 1917, se suscitó un debate al discutirse el artículo 1o. del proyecto remitido por Venustiano Carranza, que es necesario ventilar ahora, porque se refirió precisamente al nombre que debía tener el Estado mexicano.
La Comisión de Reformas a la Constitución de aquél histórico cuerpo colegiado, estaba integrada por los distinguidos diputados: Francisco J. Mújica, Alberto Román, Luis G. Monzón, Enrique Recio y Enrique Colunga. Esta Comisión propuso que la nueva Carta Magna llevara un preámbulo. El proyecto del mismo, presentado el 9 de diciembre de 1916, explicaba los cambios distintos del federalismo norteamericano y del mexicano, y concluía: "Los ciudadanos que por primera vez constituyeron a la nación bajo forma republicana federal, siguiendo el modelo del país vecino, copiaron también el nombre de "Estados Unidos", que se ha venido usando hasta hoy solamente en los documentos oficiales.
De manera que la denominación de Estados Unidos Mexicanos no corresponde exactamente la verdad histórica.
"Durante la lucha entre centralistas y federalistas, los primeros preferían el nombre de República Mexicana y los segundos el de Estados Unidos Mexicanos: por respeto a la tradición liberal, podría decirse que deberíamos conservar la segunda denominación; pero esa tradición no traspasó los expedientes oficiales para penetrar en la masa del pueblo: el pueblo ha llamado y seguirá llamando a nuestra patria, "México" o "República Mexicana"; y con estos nombres se le designa también en el extranjero. Cuando nadie, ni nosotros mismos, usamos el nombre de Estados Unidos Mexicanos, conservarlo oficialmente parece que no es sino empeño de imitar al país vecino. Una República que puede constituirse y existir bajo la forma federal, sin anteponerse las palabras "Estados Unidos".
No siempre la lógica fue arma de los representantes en aquella ilustre Asamblea. Los diputados partidarios de la denominación de "Estados Unidos Mexicanos", como Luis Manuel Rojas y Félix F. Palavicini, torcieron el debate hacia un tema que no estaba a discusión: el del federalismo contra el centralismo. Acusaron a los miembros de la Comisión de querer borrar la Federación Mexicana al quitar las palabras "Estados Unidos", argumentando que éstas aludían precisamente a que nuestro país estaba constituido por estados vinculados en un "Pacto Federal".
El diputado socialista Luis G. Monzón replicó contundentemente: "¿Cuándo se votó esa Ley o decreto que diga que la República Federal forzosamente ha de tener la denominación Estados Unidos?... Así es que las argumentaciones nuestras o nuestro dictamen, no ha sido destruido en forma alguna y subsiste, pues, el acuerdo y subsiste también lo que hemos dicho, que es una imitación de la República del Norte; esa sí es República de Estados Unidos, porque la palabra República es la denominación política, y las palabras Estados Unidos son el nombre del país; así es que no podemos convencernos y, en tal virtud, subsiste el dictamen sobre ese particular".
Por desgracia, el proyecto de preámbulo, por acuerdo del Congreso, fue retirado.
Habiendo varias posibilidades para denominar oficialmente a nuestra patria, hay un nombre, sin embargo, que es el que le da de manera cotidiana y siempre le ha dado nuestro pueblo: México. Siempre que el pueblo de nuestro país invoca el nombre de la patria, sea para celebrar un hecho relevante desde el punto de vista nacional, sea para alentar a un equipo deportivo que contiende en nombre de la nación o para cualquier otro asunto, da ese nombre a nuestro país. De hecho, puede decirse que es el nombre real de la patria mexicana, el que ha estado y está en la conciencia del pueblo.
Se trata, entonces, de poner los dispositivos constitucionales respectivos en consonancia con la realidad: con la conciencia del pueblo mexicano y con su práctica diaria. Es verdad que las denominaciones por sí mismas no hacen cambiar la realidad. Pero no olvidemos que el lenguaje está unido al pensamiento de un modo inexplicable. De manera que los términos que se refieren a la nación y al Estado mexicano deben estar en correspondencia con la conciencia nacional y el espíritu patriótico.
La palabra "México" es de raigambre indígena. Pertenece a la portentosa cultura Náhuatl. Los mexicas eran una de las siete tribus nahuatlacas que poblaron el Valle de México y el Valle de Cuernavaca. Según algunos autores la palabra México quiere decir "El ombligo de la Luna", ya que su raíz etimológica vendría de la palabra miztli, luna y xictli, ombligo o centro.
Para otros tal vez provenga de las palabras metl, maguey, xictli, centro y el locativo co, esto es, "en el centro del maguey". Otra raíz etimológica pudiera ser la de "mexi", es decir, el dios de la guerra, más conocido como Huitzilopochtli.
Para el doctor Angel María Garibay Kintana, ilustre nahuatlato, la lengua náhuatl es de una extraordinaria riqueza expresiva. Según su conocida expresión, la cultura náhuatl no tuvo un Hegel, pero en esta lengua podían expresarse las ideas del filósofo alemán.
La cultura mexicana es mestiza. No es la simple yuxtaposición de la prehispánica con la Europa. Es una cultura nueva distinta a ambas; pero es indudable que la raíz de ella está en el frondoso árbol de la cultura indígena. Por eso, el nombre de "México" es profundamente nuestro, enraizado en la conciencia de un pueblo que admira a Cuauhtémoc como su héroe sin mancha. Por eso resulta eterna la frase poética, "en tanto que dure el mundo, así permanecerá el renombre, la gloria de México - Tenochtitlán".
Por todo lo expuesto y con base en la disposición constitucional invocada, nos permitimos proponer a esta honorable Asamblea, la siguiente iniciativa de reformas constitucionales.
Artículo primero. Se reforman los artículos 1o., 2o., 10, 12, 27, fracción XV; 28, primer párrafo; 29, 70, primer párrafo; 80, 87, 89, fracción VIII: 97, párrafo séptimo; y 116, fracción V, de la Constitución General de la República. En dichos dispositivos debe substituirse la expresión "Los Estados Unidos Mexicanos" por la palabra "México".
Artículo segundo. Se reforma el artículo 40 de la Carta Magna, para quedar en los siguientes términos:
Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, federal, denominada México, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una Federación establecida según los principios de esta Ley fundamental.
TRANSITORIOS
Único. Las reformas aludidas entrarán en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.
Palacio Legislativo del honorable Congreso de la Unión, a los trece días del mes de diciembre de mil novecientos noventa y tres.
Protestamos lo necesario.
Por el grupo parlamentario del Partido Popular Socialista, diputado Martín Tavira Uriostegui.
Turnada a la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales.