Crónica Parlamentaria, Cámara de Diputados

Para que se inscriba en letras de oro el nombre de Manuel Crescencio Rejon en los muros de honor del Salon de Sesiones del Palacio Legislativo, presentada por el diputado Alvaro Salazar Lozano, del grupo parlamentario del PRI, en la sesion del jueves 7 de julio de 1994

La historia de México ha alcanzado en muchas etapas de su largo y fecundo proceso institucional rasgos de drama y epopeya.

La creación y el desarrollo de gran parte de las instituciones políticas y jurídicas en la difícil y controvertida etapa que señala el punto de partida de su vida independiente esta indisolublemente ligada a los monumentales ejemplos de sacrificio de sus héroes, conocidos unos, los más anónimos y desconocidos hombres y mujeres que fueron marcados con el signo candente del destino patrio.

La conceptualización del héroe mexicano es su vínculo permanente con sus orígenes, con su tierra misma, con su afán de libertad y con el sacrificio de su vida.

Las crisis recurrentes dan una constante a nuestra historia, su génesis interna y externa dificulta en gran medida el camino lineal de superación y bienestar; por el contrario; éste ha sido difícil y azaroso; a pesar de ello siempre ha aparecido la concepción carlyleana de hombres que han conducido e interpretado al pueblo mexicano en los momentos más álgidos y definitivos de su vida expresando la permanente dialéctica de libertad y justicia.

Entre estos héroes de la libertad, de las armas y de la palabra, quienes comprometieron su enorme talento a los bienes superiores de México y que vivieron en la vorágine de las pasiones y ambiciones de poder de esa época, se encuentra un destacado yucateco dotado de una personalidad fulgurante, férreo en su pensamiento federalista, escudado en su integridad ética y política para defender a la patria y eminente por su aportación política y jurídica, vida fecunda y generosa, vasta y coherente, entregado a la creación de algo fuera de sí mismo que lleva sin embargo todo el peso de su fuerza interior, él fue Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá.

Daniel Moreno nos dice que Rejón perteneció a la generación más importante que ha tenido nuestra patria, "cuando los hombres parecían gigantes".

Nuestro ilustre personaje nació en el poblado de Bolochenticul, en el Estado de Yucatán, en 1799, hace casi dos siglos y desde muy temprana edad, dice Echánove, "su prodigioso talento empezó a despedir las chispas de fuego que envolvían". En su juventud tuvo que acudir a estudiar a Mérida, la ciudad más cercana a su pequeña patria - chica que se caracterizaba por ser el centro intelectual más activo de México recogiendo de Europa lo más brillante y selecto del pensamiento universal.

Recibe de inmediato la protección del sacerdote José María Guerra, de espíritu republicano y liberal que marca para su espíritu el horizonte de sus ideales y sus luchas.

Cuando tuvo que decidir entre las dos opciones profesionales de esa época, rechazó ambas expresando enfáticamente: "Ni cura, ni soldado; quiero ser conspirador".

Acudió a la entonces famosa agrupación de los sanjuanistas de la parroquia de San Juan Bautista, donde el capellán Vicente María Velázquez sostenía las ideas más avanzadas de la época y entre ellas destacaba la reivindicación de los indios, motivo de luchas y muertes que tejieron con sangre y dolor la historia yucateca.

Yucatán logra su independencia el 15 de septiembre de 1821 y de inmediato decide unirse a México, enviando a cuatro representantes, los más capacitados, para discutir sobre los afanes libertarios y aportar su vigoroso pensamiento a una nueva Constitución; a pesar de su juventud ahí estaba Manuel Crescencio Rejón.

Su palabra viva y su talento colosal lo dan a conocer de inmediato, porque Rejón era, según sus biógrafos, uno de esos raros ejemplos "que se presenta al mundo para adelantar los conocimientos y perfeccionar el espíritu humano". Así se produce el encuentro con la patria y surge un violento amor por ella al verla desgarrada, esclavizada y devastada. Cuando Iturbide se proclamó emperador distorsionando los ideales libertarios y democráticos, (ilegible), Rejón, indignado ante esa ofensa al pueblo mexicano, resolvió no asistir a la sesión del Congreso, para que su presencia no convalidara la farsa imperialista y decide continuar con sus ideales republicanos y federalistas, lo que le valió ser expulsado como diputado; sin embargo, quedan consignados sus discursos e importantes proposiciones, como la que pedía la abolición de la pena capital.

Un biógrafo comentaba lo siguiente: "Vivieron largo tiempo algunos de los que escucharon a Rejón cuando conquistaba calurosos aplausos al sostener en la tribuna parlamentaria sus ideas con avasalladora elocuencia".

Rejón es un perseguido político, cae preso y al obtener su libertad va a Puebla, donde conspira y resiste; esta persistencia y tenacidad obliga a transar al tirano y firma la correspondiente acta; entre los detractores del emperador de pacotilla se encuentra Manuel Crescencio Rejón.

Surge por esa época la discrepancia con Lucas Alamán, cabeza de los conservadores y Rejón es un polemista implacable; ya para entonces se le conocía como el primer orador político y al lado de Ramos Arizpe, padre del federalismo y Prisciliano Sánchez, forman parte de la comisión de Constitución Federal, donde se distingue por su lucha por establecer la República Federal.

Aunque admirador de las instituciones norteamericanas y de su pueblo, advierte la proclividad de su gobierno al expansionismo, teniendo que enfrentar al intrigante embajador Poinsett para defender apasionadamente la soberanía e integridad mexicana, logrando así despertar la indolencia de los miembros del Congreso mexicano para exigir el respeto necesario a los límites del país cuando el ministro Shannon trataba de justificar la anexión de Texas.

Al sobrevenir la breve separación de Yucatán por razones del centralismo y la dictadura de Santa Anna, Rejón forma parte del Congreso local y jefe de la Comisión de Reformas de la Ley Fundamental.

No se conformó con proponer reformas a la constitución yucateca.

Considera la oportunidad para formular una nueva constitución, de la que es principal redactor.

Esa Constitución, la de 1840, es un documento fundamental que señala avances importantes, como las facultades que deben otorgarse al Poder Judicial; la separación y colaboración de funciones de los tres poderes, la creación del monumento jurídico mexicano del juicio de amparo donde demuestra sus dotes de político y jurista. El juicio de amparo se integraría más tarde a la Constitución Federal de 1857, para hacerla suya y mejorarla aún más en 1917, gracias a las aportaciones de Vallarta y Rabasa, entre otros, el juicio de amparo Tena Ramírez ha dicho: "por primera vez en su historia, México ha salido al campo del derecho internacional con bandera propia; cualquiera que sea el destino de amparo, esa bandera habrá de regresar al corazón de la patria con la huella de todas las constelaciones, para confirmar nuestra fe en la sentencia judicial que ampara y protege a toda persona contra el ultraje de toda autoridad".

Burgoa señala: "Que en sus aspectos de procedencia y mecanismos procesales, el juicio de amparo asume perfiles típicamente nacionales que le atribuyen superioridad indiscutible sobre medios de defensa constitucional imperantes en otros países".

Por este hecho y no obstante que Rejón había juzgado conveniente y hasta indispensable la inserción de preceptos tales como la libertad de religión, la de imprenta, de pensamiento etcétera, garantías individuales de un gran contenido, es el juicio de amparo el que lo ubica como innovador en el derecho público mexicano, porque logra mediante este juicio crear el medio controlador o conservador del régimen constitucional, de garantías o amparo, ejercido o desempeñado por el Poder Judicial, con la ventaja de que dicho control se hacía extensivo a todo acto anticonstitucional.

Burgoa continúa diciendo que el principio básico sobre el que descansa la procedencia del juicio de amparo en las constituciones de 1857 y de 1917 se halla consagrado en el documento primario de Rejón, el que más tarde adaptaría y mejoraría el célebre jalisciense Mariano Otero.

Aún resuena con gran vigor la voz patriótica de Rejón, su extraordinaria defensa de la patria, su recriminación flamígera contra el ministro Shannon y así desbaratar uno a uno los argumentos y pretensiones del representante del país vecino para anexarse parte del territorio mexicano.

A ello agréguese su convicción para dar a México un cuerpo legal de principios federalistas y liberales donde aparece desde entonces la supremacía del poder civil y por último su contribución para crear la enorme institución jurídica del juicio de amparo.

Por eso en un acto de elemental justicia histórica con este eminente mexicano, humanista excepcional, cuya única felicidad consistió en su lucha permanente a favor de México, polemista de la más alta estirpe y reformador de las garantías individuales que ejemplifican al derecho mexicano el crear el juicio de amparo, una de las instituciones más originales y nobles de la vida política mexicana y con fundamento en el artículo 71 fracción II de la Constitución General de la República, de los miembros de la Comisión de Corrección y Estilo nos permitimos someter a la consideración de esta soberanía el siguiente proyecto de

DECRETO

Único. Inscríbase en letras de oro el nombre de Manuel Crescencio Rejón en los muros de la sala de sesiones del Palacio Legislativo.

Sala de sesiones de la Cámara de Diputados del honorable Congreso de la Unión a 7 de julio de 1994. - Firman los integrantes de la Comisión de Corrección de Estilo: diputados Alvaro Salazar Lozano, presidente; Armando Romero Rosales, Alfredo Anaya Gudiño, Israel Beltrán Montes, Arturo de la Garza González, Pedro de León Sánchez, Eloy Gómez Pando, Francisco Dorantes Gutiérrez, Miguel Osorio Marbán, María Guadalupe Salinas Águila, Martín Santo Gómez, Jesús Saravia Ordóñez, Armando Leal Ríos, secretarios.

Turnada a la Comisión de Régimen, Reglamento y Prácticas Parlamentarias.