Para inscribir con letras de oro en los Muros de Honor de la Cámara de Diputados el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, presentada por el diputado Wilfrido Isidro Muñoz Rivera, del grupo parlamentario del PRI, a nombre de diputados de todas las fracciones parlamentarias
Cámara de Diputados
Presente
Los que suscribimos, diputados federales, originarios o vecinos del Estado de México, miembros de todas las fracciones parlamentarias, venimos a manifestar que en respuesta a las solicitudes de un importante número de personas, asociaciones civiles e instituciones culturales de diversas partes del país y con la facultad que nos otorga el artículo 71, fracción II de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nos permitimos dirigirnos a esta soberanía para exponer que:
El próximo 17 de abril se cumplirán 300 años del fallecimiento de sor Juana Inés de la Cruz, mujer que trascendió a su circunstancia y a su tiempo, mexicana universal, cuya obra constituye una de las más grandes expresiones de nuestra cultura.
Nació en Nepantla, hoy Estado de México, en 1651, en la época en que se fraguó nuestra identidad, cuando comenzó a delinearse el perfil que hoy nos caracteriza como nación.
La Nueva España no fue la reproducción íntegra de la metrópoli. La fusión de las razas colocó a la sociedad colonial entre dos mundos: no era ya europea, porque asimiló la visión, la tradición y el atavismo de la cultura indiana; tampoco era ya indígena, porque conquistó y desmembró la fisonomía cultural de sus pobladores originales. Punto de encuentro lo fue el mestizaje, signo que al particularizarnos, nos identificó.
Tampoco fue la Colonia un letargo histórico. Una fecunda siembra de cultura, un permanente bullicio de ideas, iba dando concreción a lo específicamente mexicano. Si en cambio, era la novohispana una sociedad cerrada, porque así convino a la conquista.
Y sin embargo, el ejercicio vertical del poder; el dogma como orientación exclusiva del pensamiento; la estructura estamental como forma de organización social; la censura y la marginación para prevenir y sancionar la heterodoxia, no impidieron que en la intimidad, se fuera construyendo la nacionalidad.
En ese ámbito y en ese proceso, en que las mujeres, no podían acceder al saber, vivió Sor Juana Inés de la Cruz. Su figura, que sintetiza la sumisión a las reglas y la rebelión de la inteligencia, es signo de la emergencia de una nueva sociedad.
Sufriendo con lucidez su condición de mujer; las oportunidades negadas no le hicieron renunciar al ansia de conocimiento y para satisfacerla, se acogió al claustro. En él, protegida de los ruidos del mundo, iluminó sonoramente a sus contemporáneos. Ejemplo de perseverancia en el estudio, desprendió del silencio de sus libros, la osadía con la que hizo surgir la conciencia femenina, el estruendo que reclamaba el reconocimiento a la igualdad intelectual de las mujeres.
Su extraordinaria inquietud por el estudio y su curiosidad enciclopédica, la llevaron a ser pensadora, escritora, poetisa.
Ningún área escapó a su interés como pensadora, fue teóloga y humanista. Se introdujo en el pensamiento filosófico y científico de su tiempo. Profundizó en la escolástica y el neoplatonismo. Procuró conocer los secretos de cada ciencia en particular y los engarces de las unas a las otras. Supo de música, como practicante y como teórica: escribió un tratado para hacer menos arduo su aprendizaje.
Como escritora, su amor a las letras le hizo convertir la inferioridad a la que se pretendía condenarla por ser mujer, en motivo de admiración y aplauso público. Como poetisa, sigue siendo uno de los más grandes versificadores de habla hispana y pertenece, como lo apunta Octavio Paz, no sólo a la literatura de nuestra lengua, sino a la de nuestra civilización.
Su inteligencia sigue asombrando a pesar del tiempo y su obra tiene múltiples dimensiones, todas profundas: la de la razón y la pasión; la de la emoción y la de la estética; la del sentimiento, tanto como la del entendimiento.
Pero igualmente sorprenden las luchas que asumió: la del saber, como vocación de libertad; la expresión del feminismo, como reacción moral contra la intolerancia; el rescate de la libre creación, usurpada por el poder que aspira a someter o acallar conciencias. Son éstas, lección permanente para reafirmar nuestro compromiso con las libertades, por las que tantas batallas hemos librado los mexicanos.
Poseemos un pasado que nos da vigor y confianza para la construcción de nuestro porvenir. La cultura nos une, al preservar y fortalecer los principios que nos identifican como nación.
En Sor Juana Inés de la Cruz se expresa la mujer mexicana y la mexicanidad misma. Por ello, su inmenso valor. Honrarla es refrendar sus enseñanzas, perseverar en el fortalecimiento de la libertad para crear y pensar, continuar en la senda de la realización de una sociedad más justa, más capaz de derramar entre los mexicanos las oportunidades, por las que ella, en la soledad y calladamente, luchó con persistencia.
Conmemorarla, es subrayar la riqueza de la herencia histórica y cultural que hemos recibido.
Por lo expuesto y con fundamento en el artículo 71, fracción ll de la Constitución General de la República, nos permitimos someter a la consideración de este cuerpo colegiado, la siguiente
INICIATIVA CON PROYECTO DE DECRETO
"Artículo único. Inscríbase con letras de oro, en el muro de honor del salón de sesiones del Palacio Legislativo, el nombre de Juana Inés de la Cruz.
TRANSITORIO
Unico. El presente decreto entrará en vigor el día de su publicación en el Diario Oficial de la Federación."
Cámara de Diputados.— LVI Legislatura.— México, D.F., 29 de marzo de 1995.— Diputados: Gonzalo Alarcón Bárcena, Marta Alvarado Castañón, Gerardo de J. Arellano A., Alejandro Audry Sánchez, Gaspar Avila Rodríguez, Salvador O. Avila Zúñiga, Héctor Miguel Bautista L., Olga Bernal Arenas, Carlota A. Rosa Botey y E., Ramiro Javier Calvillo Ramos, Eduardo Amador Cárdenas L., Oscar Gustavo Cárdenas M., Florencio Catalán Valdés, Jorge Adolfo Cejudo Díaz, Irene Maricela Cerón N., Luis Alberto Contreras S., Jorge Cortés Vences, Leonel Domínguez Rivero, Roberto M. Flores González, Régulo Pastor Fernández Rivera, Pedro Flores Olvera, Anselmo García Cruz, Abel García Ramírez, María Elisa Garzón Franco, Jorge Hernández Domínguez, Antonio Hernández Reyes, Manuel Hinojosa Juárez, Saulo Rubén Jiménez Leal, Agustín M. Jordán Arzate, Raúl Lara Chanes, Israel R. Ledezma Magaña, J. Francisco Lozada Chávez, Adriana María Luna Parra y Trejo Lerdo, Francisco Maldonado Ruiz, Everardo Martínez Sánchez, W. Isidro Muñoz Rivera, Virgilia Noguera Corona, Sergio I. Ramírez Vargas, Lauro Rendón Castrejón, Regina Reyes Retana M., Joaquín Rodríguez Lugo, José Luis Salcedo Solís, Francisco Javier Santos C., Aurelio Salinas Ortiz, Héctor San Román Arreaga, Agustín Torres Delgado, Juan Manuel Tovar Estrada, Josué Valdés Mondragón, Mario E. Vázquez Hernández, Joaquín H. Vela González y María Carmen Zavala Medel.
Firman diputados originarios o vecinos del Estado de México y anexamos a esta iniciativa con proyecto de decreto, señor Presidente, firmas por un total de 14 mil 700 personas, que incluyen diversas organizaciones civiles, políticas, culturales de diferentes rincones del país que avalan esta propuesta y en base a la cual surgió esta iniciativa que ponemos a consideración de este honorable cuerpo colegiado. Muchas gracias.
Turnada a la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias.